La ocurrencia de las cañaíllas Sara Domínguez y Silvia Torrejón ha revolucionado la oferta de material de protección para las personas sordas en un contexto azotado por la pandemia. Juntas han creado unas mascarillas destinadas a las personas con discapacidad auditiva a las que les resulta imposible comunicarse con el uso de las convencionales al ser opacas.
Esta apuesta por la inclusión nace en San Fernando, desde donde cientos de mujeres unieron sus fuerzas en grupos, de los cuales 17 eran coordinados por Sara, para coser mascarillas de tela solidarias durante el estado de alarma. A través del grupo de Facebook Puntadas solidarias abastecieron a la ciudad de este material tan necesario.
Fue en ese momento cuando Sara conoció a su compañera. “Yo vi por internet una mascarilla muy rudimentaria, hecha con plástico, como si fuera de un forro libros, muy básica y pensé que era muy buena idea, esa se debía pegar y empañar y no servía”, expresa Sara que de inmediato comunicó su intención de fabricarla por el grupo siendo Silvia la que se puso en contacto con ella para apoyarla.
Confinadas y a través de videollamadas, las cañaíllas probaron diferentes prototipos “con los materiales que sabíamos que eran los que se usaban”, y pronto, tuvieron en sus manos un invento útil para el colectivo sordo. “Originalmente la idea no es por el confinamiento, es porque ya existía incomunicación en el ámbito hospitalario, están pensadas para dentistas o quirófano”, explica Sara, que pretende junto a su compañera romper “esta barrera tan grande” a la que se enfrentan los no oyentes, ya no solo en los centros sanitarios, sino en cualquier lugar. La pandemia ha provocado que todo el mundo porte estos artefactos que les tapan los labios.
“Lo que a nosotros nos gustaría es dejar de vender mascarillas para gente que realmente no tendría por qué, pero ahora mismo la situación es esta, esperamos que tarde o temprano sea solamente para lo que se creó”, comenta la creadora que recuerda como dotaron de este producto a los compañeros de una sanitaria sorda de La Barca de la Florida para que pudieran comunicarse con ella.
En un principio, Silvia y Sara las donaron a varios hospitales, concretamente al Puerta del Mar de Cádiz y a San Carlos de San Fernando, y también a los centros de atención primaria de La Isla.
El invento funcionaba por lo que decidieron patentar las mascarillas y emprender, por primera vez, sacando adelante la empresa Mecalsis2020. Así el artículo se constituyó como uno de las 22 modelos patentados en España durante la crisis del coronavirus. Sin conocerse físicamente, las isleñas se sumaron con mucha ilusión a este proyecto en el que también trabajan varias de las mujeres que desde un principio cosieron junto a ellas.
Estas mascarillas especiales “tienen una forma curvada que no choca con la boca, se adapta perfectamente a la nariz y a la cara y está hecha con materiales que no se empañan”, detalla Sara que aclara que se trata de “una combinación entre dos cosas que ya existían, la mascarilla y la pantalla de protección”.
A su vez, están confeccionadas a mano con materiales adquiridos en papelerías, mercerías y establecimientos de San Fernando, hasta el que arregla las máquinas de costura es natural de la localidad. “Lo único que no es de San Fernando con unas etiquetas de algodón ecológico, que son de Jerez”, apunta la ahora comercial de Mecalsis2020, que desarrolla su actividad en un taller, “mucha gente piensa que las fotocopiamos y que somos una fábrica en serie, pero no, las costureras las hacen una a una con un patrón”.
Hilos, agujas, telas, Silvia es una más de las bordadoras que fabrican estas protectoras faciales mientras que Sara se encarga de dar a conocer este artículo que llega a unas 600 personas al mes, según estiman. “Nos piden de toda España, de Baleares y de Canarias, y muchas veces del extranjero, pero no las podemos exportar todavía porque tenemos en trámite el certificado de exportaciones”, comenta la responsable de la venta por email.
A medida que pasaban los días, Sara y Silvia fueron descubriendo a su público. Ellas explican que “aunque van dirigidas al colectivo sordo, quien las usa realmente no son ellos, si no las personas no signantes para que el sordo pueda verle la boca y la expresión facial”. Así, el producto también ha sido solicitado por muchos colectivos como los logopedas. “Nos llegaron unos mensajes preciosos de estos profesionales que no podían haber realizado su trabajo de otro modo que no fuera este, porque un logopeda con la boca tapada no hace nada”, dice Sara que también menciona a los veterinarios.
Las isleñas se sorprendieron cuando este grupo empezó a demandarlas. “No teníamos ni idea de que los caballos prefieren ver a la persona que lo trata con una Meclasis que no le tape la cara, le dan susto si no”, expresa.
Otros profesionales que han adquirido estas mascarillas son los profesores de escuelas infantiles, ya que “los niños pequeñitos llegan a su primer año con una persona extraña y a la que además no le ven la cara”. Gracias a este material los alumnos de infantil han podido ver la sonrisa de sus maestros durante estos meses.
Sara y Silvia están emocionadas por haber podido aportar su granito de arena en tiempos difíciles y desde San Fernando continúan gestionando su homologación completa. “Cada uno de los materiales están homologados, son adecuados según el listado que hizo el Gobierno, pero cada uno por su lado, por eso estamos solicitando la homologación del conjunto”, dice Sara, que junto a Silvia seguirá administrando esta versión de un producto que se ha convertido en esencial y obligatorio para mantener la salud pública.
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