Este segundo domingo de diciembre, veraniego, sin una gota de viento y una luz como de efectos especiales, para quedarse a vivir, dificulta mucho el recuento.
Cuesta distinguir a los que van a protestar a mediodía de los que hacen algo de ejercicio a pie o en bici, de las familias que hacen hambre entre el desayuno y el almuerzo ritual, de los que pasean y patean el edén, de los que regresan de la playa con o sin tabla.
Especialmente difícil es diferenciar en el acceso, desde la carretera, junto al último aparcamiento casi lleno, los hostales y restaurantes de carretera o los diez bares al pie del camino.
Un muro de esos con transformadores, a pie del camino aún urbanizado, recomienda: "Desde aquí, modo avión". El grafiti es un lema. El visitante entra en territorio de relajación reglamentaria, de paz obligatoria.
Al fondo, el protagonista silencioso. Imponente. El faro de Trafalgar. Es el kilómetro cero de un alrededor indefinido. Siempre hay un gaditano de guardia para decirle a un guiri sorprendido que este sitio no se llama como la plaza más célebre de Londres. Que es al revés. Las enormes y discontinuas orillas contiguas, de La Barrosa hasta Bolonia, forman un lugar indeterminado llamado genéricamente "playas de Cádiz".
Es conocido en buena parte de España, incluso en ciertos puntos de Europa. Reúne igual a nórdicos europeos que a italianos, hispanoamericanos naturalizados, africanos en busca de esperanza, británicos, franceses y campogibraltareños. También a los cercanos de Jerez, Cádiz o el interior de La Janda. Todo con riguroso desorden.
El brillo del sitio es tal que consigue acompasar acentos remotos con ceceo y seseo. Hace más de 30 años que este sitio ejerce, progresivamente, de reserva espiritual para urbanitas en libertad condicional. Representa un modo de vida que, salvo honestas excepciones, es tan artificial y falso como todo lo que mueven las redes sociales.
Camino de la protesta, a un lado, los surferos disfrutan los últimos minutos de pleamar en Marisucia. Al otro, una competición de kite llena de toldos y colorines la arena de Zahora.
Los visitantes llegan, y casi todos se van a los pocos días, en busca de una calma efímera, con horarios. Se juntan con deportistas ocasionales o crónicos, hippies veteranos o en formación y carajotes de los que ovacionan atardeceres.
Esta franja de costa es un territorio indefinido. Hasta el punto de que nadie sabe bien a qué municipio pertenecen las calas de Roche (es Conil), ni a qué ayuntamiento le compete El Palmar (Vejer), Los Caños o Zahora (Barbate).
Nadie se explica tampoco por qué el faro de Trafalgar pertenece a la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz si equidista de la homónima de Algeciras. Qué más dará todo eso. Quién va a pensar en jurisdicciones, ni que fuera una película americana. A esta patria se viene huyendo de la propia, chica o grande. Tiene por bandera tirantes y chanclas.
Carece de lengua oficial y tiene una población flotante, en todos los sentidos, fijada al mar. Fantasma en primavera, otoño e invierno. Agobiante en verano, puentes y fiestas de guardar.
En esa maraña de aspirantes a la felicidad se suman este último domingo del último puente del año unos cuantos infiltrados, aunque muchos son vecinos o muy habituales. Teóricamente cabreados, o preocupados, pero sonrientes, bronceados, en bañador y en manga corta, como manda el protocolo de la zona.
Para aclarar, al final son un centenar los concentrados en esa rotonda salvaje al pie del mítico faro de Trafalgar. Distintos colectivos de la zona (SOS El Palmar, Ecologista en Acción, residentes de Los Caños...) eran los convocantes. De ese tamaño fue el impacto presencial real. Eso sí, las firmas recogidas a través de internet ya se cuentan por miles y los testimonios digitales de apoyo, desde distintos puntos de España, son numerosos.
El orden del día es único: rechazar la instalación de un restaurante y un centro de interpretación en la base de la mítica torre. Apenas cinco días antes, la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz que preside Teófila Martínez, exalcaldesa de Cádiz durante 20 años, anunciaba una concesión administrativa (a la empresa Pentágono Colón SL) que pondrá en marcha un restaurante y un centro de interpretación en el faro.
Ocuparán los dos inmuebles, al pie del edificio histórico, en la zona baja y rectangular de la gigantesca baliza de aviso a navegantes. Es la que habitaban los últimos moradores, dos familias fareras, hasta hace apenas cinco años.
Uno de esos espacios, según el anuncio oficial, acogerá un restaurante a cargo del chef Germán Franco, con varios establecimientos en Sevilla. "Ofrecerá una carta con productos propios de la zona, con especialidad en arroces, carnes y pescados. Dispondrá de terraza exterior, comedor interior y barra para aperitivo".
En el otro, con una superficie de cien metros cuadrados, se habilitarán varias salas expositivas relativas al propio faro. También a la histórica, y desastrosa para España, batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805). Un añadido exterior detallará la flora y fauna autóctonas.
La inversión inicial de los equipamientos ascendería a 123.600 euros según ese primer anuncio, publicado este pasado 5 de diciembre. Ese anuncio formal ha encendido la protesta.
Minutos después de mediodía, la más conocida y activa militante ecologista de la provincia, Lola Yllescas, junto a otro clásico del movimiento naturista, Daniel López Marijuán, cogía el megáfono para dejar clara la situación.
El precedente alemán
"Lo que sale a concesión es el espacio de las viviendas del farero. Hace unos años, lo sabéis, que lo sacaron también a licitación. Ganó una empresa alemana para construir un hotel. Fue un error de Autoridad Portuaria porque la Ley de Puertos del Estado decía que se podían utilizar los faros para otros usos, no solo de navegación, pero hacía excepciones. Una de ellas era Trafalgar, con lo cual, después de la concesión, la Autoridad Portuaria tuvo que rectificar", introdujo Yllescas.
"Eso hizo que los alemanes, que habían ganado el concurso, pusieran un pleito. Al final han conseguido una indemnización, lógicamente, porque la Autoridad Portuaria cometió un error grave. Después han sacado este nuevo concurso y no es para hotel porque no lo permite la Ley, pero sí para restaurante y para el centro de interpretación de la batalla y de la zona de dunas", fijó la situación.
En ese momento del discurso aparecieron las posibles esperanzas para los que se oponen al proyecto: "La empresa necesita obtener permiso de la Demarcación de Costas. A la primera licitación, la de los alemanes, ya le puso pegas porque está muy al borde del mar, tiene mucho que ver con el dominio público marítimo-terrestre y eso tiene una tramitación muy especial".
"Es un año lo que tenemos para dar la batalla. Y tenemos a favor varias cosas"
Para evitar expectativas excesivas, la líder ecologista aclara: "Eso no quiere decir que no se pueda hacer el restaurante pero es mucho más complejo. Necesitan permiso de Costas. Necesitan un estudio de impacto ambiental positivo que tiene que hacer la Consejería de Medio Ambiente de la Junta".
Como añadido, hay un cambio respecto al precedente del hotel fallido: "El nuevo proyecto necesita permiso del Ministerio de Cultura. Cuando se hizo la otra licitación no se había hecho toda la excavación que en este momento está en marcha en Trafalgar por parte de la Universidad de Cádiz. Así que las cosas han cambiado. También necesita licencias de obras del Ayuntamiento de Barbate, aunque entendemos que no va a poner la más mínima pega", ironizó.
La burocracia ligada a la utilización de la base del faro de Trafalgar da un plazo concreto a los opositores: "Todas esas tramitaciones, por lo menos, pueden llevar un año. Es un año lo que tenemos para dar la batalla. Tenemos a favor varias cosas. Primero, que estamos ante un monumento natural, una figura de protección de la Ley de Espacios Protegidos de Andalucía. Segundo, que estamos en un espacio de la Red Natura 2000 y eso ya es más importante".
Como último motivo para la convicción, una tramitación pendiente: "Está previsto que esta zona entre a formar parte del parque natural de La Breña. Ya se ha aprobado en Junta Rectora y por la Consejería de Medio Ambiente pero aún no ha salido en BOJA. Por lo tanto, no es oficial".
Como resumen, la portavoz de Ecologistas en Acción, arengó al centenar de concentrados, de manifestantes: "Tenemos tiempo y tenemos recursos, tenemos una batalla importante por delante, pero vamos a saber darla".
"Los ingleses se quedarían alucinados"
Al discurso central de la concentración siguió un recorrido de poco más de un kilómetro, encabezado por una de esas batucadas que tanta burla provocan entre los que rechazan cualquier movilización, entre los que verían con buenos ojos un bar en cada duna, en cada portal. Lola Yllescas detallaba para lavozdelsur.com el sentido principal de la protesta: "No queremos que los bienes públicos acaben siendo negocio privado, menos aún uno tan emblemático. Los ingleses se quedarían alucinados si vieran que vendemos algo así, que hacemos negocio".
La dirigente ecologista con mayor trayectoria en la provincia niega el argumento central de los promotores del restaurante. Yllescas sí cree que supondrá un riesgo, un deterioro, para el faro y su entorno: "Va a venir mucha más gente, habrá un deterioro ambiental, eso es innegable. La prueba es que en la concesión se comprometen a despejar y mejorar la carretera. Y no cabe duda de que van a hacer un espacio exterior con cerramientos. Es decir, una terraza. Van a ser intervenciones, eso está clarísimo. El aire natural, marítimo y dunar se pierde".
Ya sin megáfono, la portavoz mantiene los motivos para el optimismo de los que se alinean en el rechazo al restaurante en el faro: "Yo creo que Costas pondrá pegas y pensamos que después de los nuevos yacimientos arqueológicos que ha encontrado la UCA, en un lugar con una ciudad romana, con salazones romanos y vestigios visigodos... En fin. Estamos ante un yacimiento importantísimo. Por tanto, pienso que Cultura también intervendrá".