18 de julio de 1936. Las noticias del golpe de Estado contra la legalidad republicana son una realidad en apenas unas horas en la provincia de Cádiz. La resistencia al golpe de los generales sublevados es prácticamente nula en las ciudades de la provincia: Cádiz, Jerez y Algeciras caen prácticamente al unísono. Sin embargo, en la sierra hay una mínima resistencia que encabeza la localidad que le da nombre: Grazalema.
"No fue hasta el 13 de septiembre cuando las tropas franquistas llegan a Grazalema. Durante todo el verano, el pueblo estuvo administrado por milicias, con su propio comité de defensa", explica David Doña, periodista, jefe del servicio de comunicación y prensa de Diputación de Cádiz y autor de 'Sucedió en Grazalema' (Q-book, 2023), un libro en el que recoge los testimonios de lo ocurrido en esta localidad serrana.
La publicación, fruto de un minucioso trabajo de investigación con varios años de dedicación, tiene origen en el documental homónimo de 2017 que está disponible en YouTube. "Empezamos a trabajarlo un año antes; cuando conoces la historia e indagas el contexto social y económico, te implicas muchísimo; me di cuenta que la historia daba para más", cuenta.
Y así fue. Doña ha querido recoger en esta obra la pequeña guerra civil que vivió la localidad de manera interna. Durante casi dos meses, Grazalema vivió en una realidad paralela a la de su entorno. "Tras el golpe de Estado, no había poder, estaba derruido; asesinaron a 20 vecinos reconocidos como de orden, de derechas. Luego, llegaron personas del entorno, de la propia Sierra, de Benamahoma, de Prado del Rey y de ciudades como Jerez. El clima es asfixiante", dice. Precisamente, que la localidad resistiera durante esas semanas, provocó que tras el asedio de dos días de los franquistas, el terror que se desató a partir del 15 de septiembre fuera mucho mayor.
"Es lo que se conoce según los historiadores como terror fundacional del franquismo. Aquí había un componente mayor: la venganza. Hubo muchas ejecuciones en caliente, amparadas en bandos de guerra", explica. El punto culminante iba a ser el asesinato de las quince mujeres, unas señoras que, explica Doña, "no habían hecho nada". "Bastante tenían con sobrevivir, muchas de ellas eran esposas, hijas o hermanas de concejales, gente muy señalada por su activismo político o sindical", cuenta.
No obstante, también había "mujeres muy fuertes, empoderadas". Una de ellas es la conocida como telegrafista. "Cuando procesaban a un rojo decían que trabajaba para la 'funesta telegrafista', una mujer muy de izquierdas, muy exaltada y que tenía una red de espías. No lo sabemos, pero es cierto que la mujer no era solo un objeto decorativo, y que en ese mundo de la Segunda República tenían una posición política bastante acusada", cuenta.
La 'juía' y una represión de la que el pueblo no se recuperó
Grazalema, que tenía unos 4.500 habitantes —el doble que en la actualidad—, cayó el 15 de septiembre. Dos semanas más tarde lo hizo Jimena y en octubre La Sauceda. Pese a que la localidad de la sierra de Cádiz no fuese de las últimas, sufrió una fuerte represión. "Cuando los vecinos vieron que la toma del pueblo era inevitable, llevaron a cabo un éxodo brutal. Le decían la 'juía'. Muchos de ellos terminarían en pueblos de Málaga, como San Pedro de Alcántara, y luego la Desbandá de Málaga, y en Almería", explica Doña. Muchos de ellos volvieron y fueron víctimas de la represión.
Sobre lo que significó para la localidad, el periodista señala el miedo y cisma que supuso para sus vecinos durante décadas. "En un pueblo así, todos los vecinos se conocían. Ayer te saludaba los buenos días y hoy somos enemigos irreconciliables. La sublevación estuvo muy bien diseñada, fue militar, y encontraron a los vecinos que podían hacer mejor el trabajo sucio", explica. No obstante, recuerda, "muchos de ellos cayeron en desgracia por el poder establecido". "Algunos funcionaban a modo de venganza. Uno de ellos fue acusado por el propio franquismo en la toma de decisiones, dejando caer que se había enriquecido con los bienes de los represaliados. Al final, hizo un trabajo para el régimen como ejecutor y represor y luego el régimen se desprendió de él; no fue un caso aislado. Son cosas interesantes para la historia local, pero si indagas, ves que es un esquema que se repite en otros lugares", apunta.
El libro, de forma similar al documental que se puede visionar al final de este artículo, se inicia a partir de la carta de unas de las mujeres ejecutada en una finca que está en la carretera de Grazalema a Ronda. En esta misiva, la mujer pide a otra vecina que se haga cargo de sus hijos. A partir de ahí, el periodista y escritor, desarrolla la historia de las 15 mujeres asesinadas en Grazalema ya en febrero de 1937, conjugándolo con el desarrollo histórico, económico y social de la vida de las víctimas, desde su nacimiento a finales del siglo XIX hasta la Guerra Civil. El contexto es acompañado con anécdotas del pueblo hasta la llegada del "verano rojo" y de la represión franquista.
"Adelina le agradeceré que atienda usted a mis pequeños y les dé de comer. La comida me la dejé puesta. Pueden dormir en mi casa y ustedes echarles una miradita que, como son tan malos, no quiero que les den mucha guerra. A ver si pudiera ser que pronto me dejaran salir. Gracias y le queda muy agradecida su amiga.
(Fdo.) Catalina Alcaraz".
"Rescatar los nombres es vital y me obsesioné con ellos", explica a lavozdelsur.es Doña, que fue más allá del tradicional portal de memorialistas 'Todoslosnombres.org', recorriéndose archivos como el Territorial de la Región Sur de Sevilla, el Archivo Histórico Provincial, o el Archivo de la Memoria Histórica de Salamanca, entre otros, buscando información sobre lo que aconteció en el Penal del Puerto. Así, la obra tiene como 300 nombres, que incluye tanto a personas represaliadas como a otros vecinos del pueblo, como religiosos que murieron víctimas del anticlericalismo. "Hubo víctimas por ambos lados, pero la represión es sistemática por una parte. No se puede equiparar las atrocidades de uno y otro bando. Los sublevados rompieron el régimen legalmente constituido, se cargaron el aparato del Estado y llevaron a cabo una represión sistemática que duró décadas", aclara.
El periodista, que se interesó por el memorialismo a partir de la Ley de Memoria Histórica de 2007, hizo su primer trabajo con un reportaje para explicar las repercusiones que tenía la aplicación de aquella ley: 'La memoria se abre paso'. En este documento audiovisual, contó "por encima" el caso de las mujeres, lo cual le motivó para buscar las voces de los pocos testigos directos que aún quedaban vivos por su avanzada edad. Hasta hace unos años, tal y como se muestra en 'Sucedió en Grazalema', dos de ellos eran hijos de las mujeres asesinadas. "Cuando vio el documental, se emocionó y nos lo agradeció. Es la mayor recompensa, ver que alguien recupera una paz que no tenía", recuerda.
Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer. El periodista, consciente de la falta de normalización del problema de la memoria democrática, lamenta que aún una cuestión de derechos humanos, siga sin estar en la agenda pública. "Todos deberíamos asumirlo, sin revanchismo y sin sacar banderas políticas. Hay que aceptar que es algo funesto que desgraciadamente sucedió; hay que reconocer a los familiares de las víctimas y en los coles e institutos deberían explicar esta parte de la historia y divulgarla", espeta.
Precisamente y en aras de huir del revanchismo, Doña, al igual que ha hecho en su trabajo documental y en su obra escrita, pone el acento en las propias víctimas y las familias. "Son las más legitimadas para hablar, no me he topado en ningún caso con aires de revanchismo; la mayoría lo que quiere es saber cuándo murió su familiar y dónde está, que se reconozca al otro y lo que pasó. La sociedad está en deuda con las familias; sueño que algún día estos temas se hablen con normalidad", dice tajantemente el periodista. Por el momento, busca contribuir con su trabajo a crear un clima de naturalización de la memoria histórica y democrática. Dicho de otra forma, y haciendo el paralelismo con la portada de su libro —hecha por Nacho Mendoza—, coser los hilos de una sociedad rota y desgarrada que, lamentablemente, tiene su eco en la actualidad.
Los restos de las 15 rosas de Grazalema fueron rescatados en 2008, y enterrados dignamente un año después. Además de estas mujeres, fue asesinado un adolescente de 14 años, el nieto de 'La Bizarra', que se le ordenó excavar un agujero que fue al final su propia tumba. Tras ser torturadas, bochornadas en público, raparles el pelo, darles aceite de ricino y pasearlas sin ropa en carreteras tiradas por burros, fueron fusiladas una a una y tiradas en una fosa. Todas ellas tenían entre 20 y 30 años, y cuatro de ellas estaban ebarazadas. Sus nombres quedarán para siempre en el recuerdo, un triste y dramático episodio en la historia de Grazalema que trasciende el ámbito local: Teresa Castro Ramírez, Salud Alberto Barea, Catalina Alcaraz Godoy, Isabel Atienza Gómez, Josefa de Jesús Gómez, Isabel Barea Rincón, María Barea Rincón, Ana Fernández Ramírez, Cristina Carrillo Torres, Lolita Gómez, María Josefa Nogales, Teresa Menacho, Antonia Pérez Vega, María Isabel Román Montes, Natividad Vilches.
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