Una nueva investigación en el yacimiento romano de Sierra Aznar descubre que la minería fue una fuente principal de su riqueza y prestigio. El proyecto de Actividad Arqueológica Puntual dirigido por Francisco de B. Zuleta, autorizado por la Delegación Territorial de Cultura en Cádiz, abre una novedosa interpretación sobre uno de los asentamientos más singulares del territorio gaditano. Sierra Aznar es un relieve calizo destacado en su entorno por la magnitud de sus 400 metros de altura. Se sitúa entre las poblaciones actuales de Arcos de la Frontera y Algar, entre las campiñas interiores de la margen izquierda del río Guadalete al Oeste, y la serranía de Grazalema al Este.
Vista la sierra desde la cercana ribera del Majaceite, se eleva en primera línea el Cerro del Moro, con una amplia meseta superior y laderas aterrazadas hacia el oeste, por donde se extiende la zona más conocida del yacimiento arqueológico.
Llama la atención de este enclave los restos constructivos actualmente visibles, donde hay un destacado predominio de estructuras hidráulicas: cisternas, fuente, piscinas limarias... La misma formación geológica de calizas jurásicas explica el alto potencial en recursos hídricos. La relación de Sierra Aznar y el agua ya aparece subrayada en las primeras citas historiográficas: Pedro de Gamaça en 1634 escribe sobre Sierra de Asnar, antigua población, cercada de muchas y extremadas aguas (...). Y continúa en las descripciones posteriores de Mateo Francisco de Rivas y sobre todo de Miguel Mancheño (1901) que la identifica con Calduba, mencionada por Ptolomeo.
Actuaciones puntuales arqueológicas en Sierra Aznar
En el yacimiento arqueológico no se han llevado a cabo excavaciones arqueológicas extensivas, sí actuaciones puntuales en el marco del proyecto de la Ruta Arqueológica de los Pueblos Blancos (1997-2003) para su puesta en valor.
Por la ladera aterrazada se distribuyen los tres conjuntos hidráulicos más conocidos. Descritos como cisterna de almacenamiento, piscinas limarias y cisterna de distribución, que investigadores como Lorenzo Perdigones y José María Gener identificaron con un castellum aquae. En este enclave con predominio de construcciones hidráulicas destaca la denominada cisterna de almacenamiento, una construcción singular por sus grandes dimensiones.
No hay constancia de depósitos con tamaño similar en asentamientos coetáneos de la provincia de Cádiz. Su capacidad potencial estimada para el depósito superaría los 1.900 metros cúbicos, más de 1,9 millones de litros de agua. Una cifra espectacular. Y sumada a los otros contenedores hidráulicos, surgen las preguntas ¿Por qué? ¿Para qué? En base a estas cuestiones se han formulado diversas hipótesis: para el abastecimiento secundario del acueducto de Gades, para las actividades agropecuarias de las villas cercanas o en más recientes investigaciones como santuario con culto al agua.
Hace ya unos años este equipo de investigación constató que el yacimiento era más complejo y con mayor extensión hacia el Sureste, y planteó como hipótesis que el agua pudiera tener también un destino hacia otras actividades industriales: actividades mineras. Ciertas características de la organización interna del asentamiento y de algunas construcciones le asemejaban a poblados mineros de la zona oriental de la Bética. La hipótesis era muy novedosa porque había que descubrir la existencia del mineral en la formación geológica caliza y porque las minas metalíferas romanas en el territorio interior gaditano carecían de estudios previos que valoraran este recurso como parte de su riqueza económica y estratégica.
Los primeros resultados de esta investigación han sido ahora publicados en la revista De Re Metallica, con rotundas evidencias de esta actividad minera. Se ha identificado la magnetita, el mineral con mayor contenido en hierro, como probable mineral de extracción y tratamiento, junto al aprovechamiento y explotación de plomo-plata en las cercanías en época antigua. Se han identificado diversas galerías y también canales de desagüe de dichas galerías, escorias, percutores líticos y molinos de impacto.
A partir de aquí, el estudio avanza en la caracterización material, espacial y temporal de esta actividad minera y su relevancia en la ocupación de la sierra. La prospección intensiva del yacimiento está vislumbrando espacios diferenciados entre áreas de extracción y posterior tratamiento del mineral. También se está distinguiendo este contexto romano de los testimonios mineros del siglo XIX, al detectar en campo, vestigios distintos que corresponderían a la descripción de Pascual Madoz. Sierra Aznar abre así unas perspectivas muy interesantes para ampliar el conocimiento sobre el aprovechamiento de nuevos recursos naturales como los minerales metalíferos, hasta ahora no evaluados en el análisis de la presencia romana en el territorio.