No todo es Ikea: la histórica fábrica de sillas que resiste en Prado del Rey

Los hermanos Ramírez continúan con la tradición familiar, después de que su padre fundara en los 80 Inprasur, una de las pocas carpinterías que continúan en activo y que conoció la época de esplendor en el pueblo

Un trabajador de Inprasur, en la fábrica de sillas histórica de Prado del Rey.
Un trabajador de Inprasur, en la fábrica de sillas histórica de Prado del Rey. JUAN CARLOS TORO

“Antes todo esto estaba lleno de sillas”. La voz de Francisco Ramírez Ramírez resuena en una fábrica ubicada en Prado del Rey que continúa con un legado que, en los últimos años, se ha desvanecido. La tradición carpintera sigue caracterizando a este pueblo de la Sierra de Cádiz, donde la madera sigue tomando forma.

El pradense, de 55 años, y su hermano Jose Antonio, de 50, dieron el relevo a su padre Francisco Ramírez García, uno de los pioneros en este sector artesanal que navega contra viento y marea. “Yo tenía 25 años cuando entré en el negocio familiar”, dice él, que aprendió el oficio de la mano de su progenitor, “en el día a día”, entre sierras y armarios.

Inprasur, acrónimo de Industria pradense del sur, es una de las tres empresas supervivientes que continúan en la fabricación de sillas y mesas. Fue fundada en 1981, pero Francisco padre, ya había acumulado experiencia en este sector.

Interior de la fábrica Inprasur.
Interior de la fábrica Inprasur. JUAN CARLOS TORO

“Él me contaba que en los años 50 y 60 los carpinteros se dedicaban a hacer carretas de eucalipto, había mucho por la zona”, cuenta a lavozdelsur.es, mientras se adentra en el taller. Por entonces, todo era muy rústico y se trabajaba en la producción de utensilios para el campo, hasta que llegó un hombre al pueblo que revolucionó la industria.

Le decían “el mallorquín” y, una vez establecido, abrió un taller en el que se empaparon de su saber hacer unos seis hombres, entre los que estaba este pradense. “Mi padre fue unos de sus aprendices, empezó con unos 14 años, y de allí salieron carpinteros que montaron sus pequeñas fábricas y empezaron a trabajar con haya y pino”, comenta Francisco, que destaca que este nuevo inquilino en Prado del Rey transmitió conocimientos y sembró una semilla que pronto dio sus frutos.

Pero antes, la carpintería ya había comenzado a brotar. José Rodríguez de Castro, natural de Benamahoma fundó en julio de 1948, junto a las Escuelas, la primera fábrica de sillas y muebles del municipio. Así lo explica su hijo, Cristóbal Rodríguez, a este medio. "El Ayuntamiento pradense otorgó a mi padre a título póstumo una placa homenaje y reconocimiento por su dedicación y trabajo", añade. 

“Ese fue el germen de la tradición de la carpintería en este pueblo”, comenta Francisco, recordando una época de esplendor en los años 80, cuando se llegaron a registrar hasta ocho fábricas iniciadas por los aprendices del mallorquín, que se expandieron y comenzaron a buscar otras materias primas. “En total podría haber unas 80 personas dedicadas a hacer sillas en diferentes fábricas del pueblo”, indica.

El carpintero Francisco Ramírez en una fotografía de los años 60. CEDIDA
El carpintero Francisco Ramírez en una fotografía de los años 60. CEDIDA
Francisco durante la entrevista en el taller.
Francisco durante la entrevista en el taller. JUAN CARLOS TORO
Entrada a la fábrica ubicada en Prado del Rey desde los años ochenta.
Entrada a la fábrica ubicada en Prado del Rey desde los años ochenta. JUAN CARLOS TORO

mallorEse mueble de cuatro patas existentes en todas las casas, se convirtió en el artículo estrella en el que se fijaron todos los talleres. Hasta el 2008, fue un periodo de prosperidad y grandes ventas. Después, la crisis zarandeó al sector y se dio “una retirada masiva”. Según explica el pradense, “desgraciadamente todo ha cambiado de forma radical, te tienes que enfrentar a Ikea, a todo lo que viene de importación y hay que apostar por la personalización porque llegan contenedores enteros de muebles de Brasil o de India”.

"Todo el negocio ha cambiado radicalmente"

Todas esas fábricas que vendían sillas se han ido extinguiendo y, las que quedan, han tenido que reorientar su oferta para no hundirse. Malabares y vueltas a la cabeza para seguir viviendo de la madera más de 40 años después.

En la actualidad, Inprasur fabrica mesas desde cero y compra el esqueleto de las sillas en Córdoba o Murcia para darles su acabado final. Uno de los trabajadores, Antonio, prepara las patas de una mesa mientras José Manuel barniza un tablero de madera. “En los ochenta había más máquinas de las que hay ahora y eran mejores, aquí había casi 20 personas trabajando en serie, ahora hay unas diez”, dice, recreando una escena de aquella época en la que el taller rebosaba de sillas.

Antonio prepara las patas de una mesa.
Antonio prepara las patas de una mesa. JUAN CARLOS TORO
José Manuel barniz uno de los tableros.
José Manuel barniza uno de los tableros. JUAN CARLOS TORO
Exposición de muebles para particulares.
Exposición de muebles para particulares. JUAN CARLOS TORO

Ahora Inprasur ofrece como complemento una exposición de muebles para particulares y se dedican a hacer encargos a medida, desde un aparador a un armario. “Si quieres estar en el mercado y poder competir, tienes que tener muchos artículos”, explica Francisco, que enseña las distintas salas de la instalación.

Principalmente, funcionan a través de un catálogo de mesas y sillas dirigido a los mayoristas, las tiendas de muebles. “Vendemos en la provincia de Cádiz, Sevilla, Huelva, Málaga, Córdoba y Extremadura”, detalla.

Francisco y Jose Antonio mantienen viva la tradición de este pueblo, sortean las adversidades y siguen amueblando hogares andaluces. Todo es diferente, pero las ganas no faltan. “Mi padre hizo de forma artesanal todos los muebles y sillas de su casa y tienen más de 50 años”, dice. Todavía se sorprende al distinguir en algunas casas los modelos que hacían entonces. La familia ha dejado huella carpintera.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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Comentarios (1)

Alejandro Hace 10 meses
Claro ahora la culpa es de ikea. Cuando ellos llevan años complando muebles sillas ... En lucena y pintandolos ellos y se ponen la medalla de hechos por ellos
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