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Adiós a Pepita Vázquez, la confitera que dulcificó los domingos en Los Palacios

La famosa confitería de la Avenida de Cádiz se queda sin su matriarca, que aterrizó desde Utrera en 1978 para popularizar las tartas de nata con nueces y tocino de cielo

Pepita Vázquez, confitera de Los Palacios.
Pepita Vázquez, confitera de Los Palacios.
27 de marzo de 2025 a las 16:04h

Ha muerto, a los 78 años de edad, Pepita Vázquez González, la famosa confitera de Los Palacios y Villafranca que aterrizó en este municipio del Bajo Guadalquivir desde la ciudad vecina de Utrera. Era el año 1978 y ella llegaba, ya casada con el también utrerano Antonio Egea Araújo y con sus dos hijos pequeños, José Antonio y Jerónimo, a un pueblo en el que solo había entonces una confitería, la de los Navarro.

La historia de la Confitería Pepita Vázquez, desde entonces, es también una historia de amor, la que empezaron a sembrar Pepita y Antonio desde su adolescencia en Utrera… “Mi padre entró en el obrador de mi abuelo, su futuro suegro, y le pidieron que cogiera un saco de harina que pesaba mucho”, cuenta ahora José Antonio, su hijo mayor, porque lo habrá oído cientos de veces. Antonio y Pepita se cruzaron aquel día las miradas y ahí empezó todo. Él, que había hecho sus pinitos como impresor, vino alguna vez a su futuro pueblo de acogida para enseñar a sus colegas de Gráficas Los Palacios, pero se incorporó pronto a otro oficio artesano con más dulzor que era el que ostentaban en Utrera sus suegros y en el que no solo se había implicado su recién esposa sino también sus cuñados, Diego y Mari Carmen. “Una tarde, recién casados, paseaban por las calles de Los Palacios y, al ir a la única confitería que había entonces, se dieron cuenta de que no abría los domingos”, cuenta Jerónimo su otro hijo. A Antonio se le encendió una bombilla y Pepita se dejó iluminar. De modo que en vez de una confitería abrieron dos, pequeñas pero bien ubicadas en el centro del pueblo al que se vinieron definitivamente. “A partir de entonces las otras confiterías se vieron obligadas a abrir también los domingos, y fíjate que hoy en día es el día que más se vende”, dice

Él abrió un obrador en la calle Charco. Ella hizo lo propio en la Avenida de Cádiz, donde lleva el negocio casi medio siglo. Al cabo de unos años, concentraron todos los esfuerzos en este último establecimiento, que agrandaron, y poco a poco no solo fueron integrando a los hijos, que iban creciendo, sino también a las nueras e incluso a varios trabajadores porque la demanda de sus deliciosas tartas de nata con nueces y tocino de cielo no paraba de aumentar. Diversificaron los pasteles y el matrimonio dejó claro el rol de cada cual. Antonio se dedicó afanosamente a confeccionar pasteles que iban ganando fama dentro y fuera de Los Palacios y ella, Pepita, se colocó aquel delantal blanco que va a quedarse en la memoria de tantos palaciegos para atenderlos tan amablemente hasta casi el último de sus días. Esta mañana, Consolación, su nieta, insistía en que su abuela “siempre tuvo una sonrisa en su boca”. Sus otros nietos, Lucas y Antonio Javier, asienten, recordándola con inmenso cariño.

Pepita Vázquez
Pepita Vázquez y su familia.

También lo hacen sus nueras, Rosi y Ana, que han trabajado tantos años codo a codo con ella. “Todo el mundo que la ha conocido durante tantos años insiste en su amabilidad”, dice uno de sus hijos. “Se ganó al pueblo”, señala el otro, “y dicen que de joven era guapísma y que se parecía a Elizabeth Taylor”. Las cajas de sus pasteles, de sus tartas y de sus brazos gitanos siempre se identificaron por tener impresa la estampa de la Virgen de las Nieves, la Patrona de Los Palacios y Villafranca. “Fue su forma de devolverles a los palaciegos el cariño con que la habían acogido”, explican sus hijos.

A finales del pasado siglo, cuando la publicidad radiofónica ensayaba fórmulas innovadoras para la época, a Pepita Vázquez se le ocurrió rifar una tarta cada sábado a través de las ondas de Radio Unión, la radio municipal. El concurso alcanzó tanta celebridad, que eran miles los palaciegos que no faltaban a la cita radiofónica, a mediodía, o bien para llamar y describir uno de los pasteles de Pepita Vázquez y entrar así en el sorteo de la tarta o bien para escuchar divertidos las ocurrencias de quienes hablaban en antena. El caso es que cada sábado llegaba una de las tartas de Pepita Vázquez a uno de los hogares palaciegos y estos empezaron a sentir definitivamente que Pepita era de aquí. Así lo ha sido, hasta que la complicación de una enfermedad se la ha llevado relativamente pronto. El recuerdo de su sonrisa, su disponibilidad y la limpieza de sus dulces escaparates permanecerán para siempre entre los palaciegos, entre otras razones porque la saga de Pepita Vázquez, aunque ella ya no esté aquí, continúa.

Hoy, a las 17.00 horas, será el funeral por el eterno descanso de su alma en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Su familia, de Utrera y de Los Palacios, tiene la certidumbre de que ya descansa en paz, junto a su marido.

Sobre el autor

Álvaro Romero Bernal.

Álvaro Romero

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