Un laboralista en el SAS, en Universidades y en Economía
Antonio Valverde (Sevilla, 1967) es doctor en derecho y profesor de la facultad de la Universidad de Sevilla, docente de la rama laboral, derecho del trabajo. Su maestro fue Jesús Maeztu, actual Defensor del Pueblo Andaluz. Hijo de cartero, compatibilizó aquel trabajo con sus estudios. Acabaría siendo vicerrector y viceconsejero de Economía en la Junta, ambos cargos como número dos de Antonio Ramírez de Arellano, el que fuera rector de Hispalense y miembro del último Gobierno de Susana Díaz. Ambos se estrenarán la próxima semana como colaboradores de lavozdelsur.es, con una sección a la que aún dan vueltas al nombre, pero que se enfocará en responder de forma llana cuestiones del día a día que afectan a nuestra democracia o nuestros derechos. En la Junta, fue también director de personal del SAS entre 2009 y 2012. Hoy sigue en la docencia, adonde volvió tras acabar su periodo en la gestión pública.
Pregunta. ¿Por qué derecho del trabajo?
Respuesta. No soy supersticioso, no creo en la suerte, pero por un asunto personal, no podía acudir a un examen. Jesús Maeztu era el profesor. Avisé para que me cambiaran la fecha a la secretaria y me dijo: "Jesús te llamará". Pero Jesús es un desastre y no se puso en contacto conmigo. Acabamos hablando de casualidad en un pasillo. No me fue mal el examen. Al conocerme, me ofreció una beca de colaboración. Pero hay algo más.
"La negociación colectiva es más necesaria que nunca"
En derecho del trabajo, solo se discute de dinero, a diferencia de otras especialidades. Toca muchos derechos fundamentales, afectan a una pata muy importante de la Constitución. El artículo sobre organizaciones sindicales y empresariales está detrás de los partidos políticos y delante de las fuerzas armadas. Es un elemento de primera magnitud, y muy de actualidad. En gran medida, cosas como la inteligencia artificial tiene afectación en lo laboral. Cada día me gusta más el derecho del trabajo. España no es un país rico, tener una cobertura social es fundamental.
P. Estamos en un momento de teórica expansión económica, promociones inmobiliarias, a pesar de la amenaza de los aranceles de Trump, pero el paro sigue bajando. ¿En ese contexto se están ganando o perdiendo derechos?
R. Es complicado, porque hay distintos vectores y no todos van en la misma dirección. Hay avances significativos a través del consenso, como la última reforma laboral. Además, la subida del SMI es muy importante. También debería mejorar el salario medio. Pero hay factores que me preocupan. Trump aboga por suprimir el derecho de negociación colectiva, eso es un peligro. El proceso de individualización deriva, como dicen algunos filósofos, de la tecnocracia. Las redes sociales y sus ideas individualistas están calando. Creo que la negociación colectiva es más necesaria que nunca, porque este contexto va a conllevar precariedad. Asistimos a formas de trabajo cada vez más precarias. La reforma laboral corrigió en parte eso, pero es una precarización a nivel mundial, generando desigualdad.

P. En ese contexto, en redes se leen mensajes cada vez más ultras como aquello de 'los impuestos son un robo', en el contexto, por ejemplo, de promoción de las criptomonedas, de las que una de las consecuencias es ocultar al Estado el montante para no pagar impuestos.
R. Estamos en un mundo en cambio. Como dice el Instituto Elcano, no sabemos si vamos a un orden nuevo, pero sí que vamos a un desorden nuevo. A río revuelto, ganancia de pescadores. Hay varios peligros. A los jóvenes se les muestra una visión distorsionada de la realidad. Una forma de ganar dinero ajena a la cultura del trabajo. Y supone una falta de conciencia social. No digo de clase, sino social, de en qué ámbito social te desarrollas. Todo eso supone cuestionar al Estado en su función de articular una sociedad y cubrir las necesidades sociales. No digo protección social, que por supuesto, sino las necesidades sociales más inmediatas. Martin Wolf, un economista nada dudoso de ser radical, habla de la necesidad de cierto nacionalismo como identificación de un modelo de Estado. Si te la saltas y solo vas a una identificación aparente, rechazas pagar impuestos, lo que quiebra el acuerdo social.
P. Y con agenda propia, ¿no?
R. Es muy simple: son posiciones interesadas de personas que ganan dinero fácil, que tienen capacidad de influencia y que atacan por interés aspectos elementales del Estado. Los impuestos hay que pagarlos, claro. Otra cosa es que tengamos derecho a saber qué modificaciones plantear. Eso es evidente. Pero incluso de las administraciones se echa en falta esa visión global. Si se baja un impuesto, la carga puede subir indirectamente por otro impuesto. Es el debate importante. Ahora bien, cuando necesitan al Estado, seguro que tiran de él.
P. ¿Son sostenibles las pensiones?
R. Mi posición me la enseñó Ramírez de Arellano. Asistí a una charla y le cuestionaron. Dijo: "La pregunta no es si son sostenibles, es si las queremos. Y si las queremos, ¿cómo las hacemos sostenibles?". Hay gastos que nadie se pregunta si son sostenibles. Por ejemplo, las ayudas a empresas que se anuncian ante los aranceles. Es absolutamente razonable, pero nadie lo cuestiona. ¿Qué ocurre con el sistema de Seguridad Social? Es un gasto importante, un riego de incurrir en deuda, tenemos que adoptar medidas.
"Si no existieran las coberturas sociales, las empresas deberían pagar mucho más"
Es fundamental que el sistema no tenga mero carácter asistencial, subsidiario, como la beneficencia. Nada de que sea complementar con ahorros de uno. Porque este no es un país de ricos, no hay capacidad de ahorro. Además, esas pensiones son un factor de competitividad, porque ayuda a las empresas. Si no existieran las pensiones o el sistema de Salud, las empresas tendrían que invertir muchísimo en los trabajadores. Incluso deberían financiar un sistema educativo. A mí, por mi edad, no me aseguraría ninguna compañía de salud, o sería caro, y me expulsarían del mercado laboral.
Además, procesos de reestructuración empresarial, como los de Telefónica, habrían sido imposibles sin una seguridad social, de pasar a prejubilación. Resultaría mucho más caro si esas empresas pagaran una incapacidad, o un seguro de vida, o de salud. Tenemos un cuerpo de funcionarios muy bien gestionado, muy especial. Es maravilloso que una persona se jubile y al mes ya esté cobrando su pensión.

P. ¿Cómo fue su etapa como gestor en el SAS?
R. El SAS tiene muchas dificultades. Tiene un gran presupuesto, claro. Los profesionales están hechos de otra pasta, absolutamente implicados, con una preparación brutal, y son primera línea de innovación e investigación. El problema es que el sistema de salud está amenazado para convertirse, como las pensiones, en un sistema de beneficencia.
"Lo mismo, reñir daría más lectores, pero queremos un debate sereno"
P. En la Junta tuvo también competencias en Universidad antes de estar en Economía.
R. Hicimos cosas importantes, bastante novedosas, como la matrícula gratis para los alumnos de primera convocatoria. Eso tiene una dimensión económica y social. No debe haber un criterio de exclusión previo sobre qué estudiar. Era una medida importante. También implementamos medidas de competencia de idiomas. Y la idea que teníamos era que las grandes empresas pudieran acercarse a la universidad. La universidad debe ir ligada a una mejora de condiciones laborales.
P. Comienza próximamente en lavozdelsur.es. ¿Qué tiene en mente sobre esos artículos junto a Antonio Ramírez de Arellano?
R. Queremos aportar un debate sereno, que trascienda a lo inmediato. Porque en lo inmediato a veces hay una segunda intención que no es explícita. La sociedad, España, Andalucía, necesitan un debate sereno sobre asuntos trascendentales, como el modelo de protección social, nuestro sistema democrático, la UE, las universidades, el papel de los jóvenes y la incertidumbre a la que se enfrentan. No hablaremos de PSOE, PP, Vox, Podemos, Izquierda Unida... Nos preocupan los elementos estructurales. No queremos contribuir al clima actual. Lo mismo daría más lectores reñir, pero no queremos más cabreados, queremos echar la pelota al suelo.