En la Casa Grande del Pumarejo de Sevilla habitan personas y personajes, y se gestiona el cuidado y las responsabilidades. La Casa Grande es el cobijo de las vecinas, sevillanas, migrantes o de Espartinas. La Casa del Pumarejo es sinónimo de pueblo, de lucha vecinal y de barrio. 22 años de dignidad, solidaridad y amor verdadero.
El Ayuntamiento de Sevilla, a través de la Delegación de Hábitat Urbano y Cohesión Social, ha aprobado el proyecto de rehabilitación integral del Palacio del Pumarejo, que se ejecutará en dos fases. Dicha operación está valorada en 7,9 millones de euros e incluye la totalidad de las estancias y espacios, además de las fachadas exteriores. De esta forma, se actuará en el zaguán, el patio principal, las galerías tanto de la planta baja como primera, la escalera principal y secundarias, las cubiertas y el patio trasero.
Pero la realidad de este edificio declarado Bien de Interés Cultural se encuentra en las calles del barrio de San Gil, concretamente en la plaza del Pumarejo, donde cada día coexisten numerosas personas alrededor de colectivos sociales, comedor y cuestiones vecinales en torno a su estructura. A la izquierda la Bodega Camacho, al otro lado el centro vecinal El Puma. En sus balcones destacan algunos vecinos de cartón, descoloridos con el paso del tiempo, que dan muestra simbólica de la perseverancia de sus habitantes. Años de lucha parece ver su desembocadura en la rehabilitación que dotará de garantías totales para su habitabilidad y continuación de uso social.
David Gómez, integrante de la asociación Casa del Pumarejo, lleva en la lucha desde de los inicios en la primavera del año 2000. Comienza hablando del germen: "Desde el 96 veníamos observando la deriva que estaba tomando el barrio con la ejecución del Plan Urban, que buscaba la intervención masiva en los barrios degradados. Al poco de aplicarse por esta zona, se desató una especulación con casas en ruinas y vecinos desalojados con una connivencia tremenda con la Gerencia de Urbanismo, que firmaba con mucha alegría los informes de ruinas que les presentaban los arquitectos de los propietarios".
Ante la imposibilidad de parar aquella vorágine –"poca gente, demasiado dinero y un barrio muy grande"– y tras confirmarse el rumor de que una empresa hotelera iba a por "la joya de la corona" se organizaron para actuar. "La empresa tocó a las puertas de las vecinas de la casa para preguntarles por cuánto dinero se irían... Era una situación muy delicada, ya que los que más necesitaban esas ayudas eran los primeros que estaban siendo desalojados por el plan que supuestamente venía a ayudarles", rememora David.
En el año 2000, la Casa del Pumarejo contaba con 24 viviendas, de las cuales 12 estaban habitadas por familias y personas mayores. "Nos unimos, hablamos con los vecinos para ayudarles a que no les echaran de sus casas en contra de su voluntad y así se montó la plataforma por la Casa del Pumarejo", cuenta el activista. En septiembre de ese mismo año registraron un informe a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía con los valores patrimoniales que tenía la casa. "Llegamos a ocupar el patio de la Consejería ante la falta de respuesta, pero finalmente, en 2003, la casa es declarada Bien de Interés cultural con la categoría de monumento, destacando así la diversidad de uso que había tenido", apostilla David.
Fue construida en 1.771 como residencia familiar de Don Pedro de Pumarejo. Al poco de construirse, muere don Pedro y la familia vende el inmueble, que comienza a pasar de mano a mano, públicas y privadas. David Gómez destaca que fue la primera escuela de adultos de Sevilla, así como escuela de los niños toribios que estaban en la calle sin escolarizar, y que allí se les enseñaba a leer y escribir. Durante la invasión francesa también fue cárcel de mujeres. Ya en 1886, la parte alta y algunas zonas de la entreplanta, debido a sus techos altos, se habilitaron como casas de vecinos, mientras que los locales de la planta baja siguieron siendo talleres y tabernas.
Un símbolo de resistencia vecinal
"La casa es un símbolo de cómo la gente menuda, cuando se une con las ideas claras, trabajando juntas, cada una aportando sus saberes y competencias, y persevera lo suficiente en el tiempo, muchas veces logra su objetivo", opina David, quien añade que en la casa hace muchos años que se acuñaron las tres erres: recuperación, revitalización y rehabilitación. "Las hemos ido implementando como hemos podido", asegura.
En el año 2003, desde la plataforma consideraron "fundamental" recuperar los locales de la casa que estuvieran abandonados para la revitalización de la misma. "Ocupamos el local donde anteriormente se encontraba la sede de la asociación vecinal San Gil y tras nueve meses de parto y acondicionamiento, inauguramos la sede de nuestra asociación vecinal con una fiesta popular el 8 mayo de 2004", relata David. El centro vecinal Pumarejo ha cumplido 18 años y, desde entonces, han pasado por allí más de 70 asociaciones y colectivos. En el año 2006, la plataforma consiguió que el Plan General de Ordenación Urbanística de Sevilla (PGOU) calificara el edificio con carácter de servicio público e interés social, ya que hasta entonces tenía la categoría de uso residencial.
En 2011 consiguieron que el Ayuntamiento de Sevilla comprara el edificio para que fuera de titularidad pública. "Este fue el paso para la recuperación de la casa", matiza el activista vecinal. Y, finalmente, con la aprobación definitiva del proyecto de rehabilitación, se confirmaría la tercera erre: la de rehabilitación. "La Ley del Suelo exige a cualquier propietario de un bien inmueble que mantengan en las debidas condiciones sus posesiones, en cuando a seguridad, salubridad y ornato. Por el trasiego de gente habitual de la casa debería haberse rehabilitado hace ya algún tiempo, pero hemos tardado", asegura David.
De las 12 casas que se encontraban habitadas cuando comenzó la lucha de la casa en el año 2000, actualmente solo están habitadas dos. "Una de sus habitantes es Felisa García, el alma mater, la presidenta de la asociación, con 88 años", destaca David, quien explica que una vez se lleve a cabo la rehabilitación, las 20 casas pasarán a formar parte del parque municipal de viviendas de Sevilla (Emvisesa), por lo que su tenencia tendrá que atenerse a algún tipo de rotación. "Mujeres víctimas de violencia machista con sus hijos, alguien a la que se le ha caído una casa...También creemos que, debido a su diversidad de uso y carácter social, insistiremos al Ayuntamiento para que proteja la convivencia y que esta rotación no sea excesivamente alta, para que no se pierda ese valor humano y patrimonial", apunta uno de los integrantes del centro vecinal, que cuentan con cesión de su local, situado en la zona derecha de la casa, hasta 2026. "Una vez acabe la cesión, tendremos que negociar", advierte.
A propósito de la aprobación en orden técnica del proyecto de rehabilitación, Gómez manifiesta que hace tres meses le mandaron un escrito al alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz. "Nos conoce de la comisión mixta de seguimiento de la casa que se inició con Juan Espadas en 2015, cuando Muñoz era Delegado de Hábitat Urbano". Gómez lamenta que "desde que es alcalde todavía no nos ha visto la cara" y asegura que "nos gustaría que nos volviéramos a ver para tratar cómo serán los inicios de las obras y la adjudicación, entre otros aspectos".
Unas paredes que albergan ilusiones y sueños
Antonia Avalos de Mujeres Supervivientes, uno de los colectivos que habita la casa, asegura a lavozdelsur.es que "nos debatimos entre la esperanza y el miedo de que a través de las obras, sea una excusa para echarnos y que pierda su sentido social y comunitario". Para Avalos, "estas obras pueden dar un giro al sentido cultural de resistencia durante más de 20 años, como último enclave de resistencia vecinal en toda la ciudad". La Casa del Pumarejo, en palabras de Antonia, "no solo resiste, sino que organiza, brinda servicios, cohesiona, propone en los asuntos de la ciudad, de las mujeres, de los niños, de las vecinas...".
En este sentido, como mujeres del barrio y migrantes, la sienten como "único lugar en el mundo para vivir, amar y compartir". Este grupo de mujeres se sabe muy querida por el barrio: "Hacemos falta, sentimos pertenencia y eso es todo lo que tenemos, aunque las paredes se estén cayendo, albergan nuestros corazones, nuestras ilusiones y sueños".
Sobre las declaraciones de Juan Manuel Flores, delegado de Hábitat Urbano y Cohesión Social del Ayuntamiento de Sevilla, Antonia sostiene que van el sentido de rehabilitar la casa para las dos vecinas que habitan en ese espacio. "Para que puedan tener un lugar digno donde vivir, pero no habla de alojar a las vecinas y personas que prácticamente habitamos allí, aunque no durmamos, pero que hacemos nuestra vida profesional, social y política, de encuentro, de vínculos y de afectos". Así, recuerda que "entregamos un plan de gestión de usos de la casa y tampoco lo mencionaron, donde ese hablaba de que algunas viviendas fueran para personas mayores, para gente joven, para migrantes y otras para mujeres supervivientes de violencia de género".
Con este sentir se crearía un ecosistema y espacio de convivencia entre sectores diversos de la población. "Si él no contempla eso y lo quiere hacer viviendas lucrativas para venderlas al mejor postor, todas las personas que estamos allí vamos a quedar excluidas, porque estamos fuera de esos circuitos comerciales capitalistas de poder adquirir una vivienda. Para nosotras sería de nuevo reducirnos a los márgenes y a la pobreza, por eso nos tienen que tomar en cuenta para llevar a cabo estas obras. Tenemos que ser la otra parte para planificar, hablándonos, mirándonos como sujetos políticos y personas que sienten como seres humanos. Nos tienen humanizar para poder llevar a cabo estas obras que albergan vidas y sueños".
Antonia se despide con un mensaje cristalino para el alcalde de Sevilla: "Si no se quieren parecer a Vox, que hablen con las mujeres supervivientes de violencia de género, ahí es donde pueden demostrar su coherencia política, su ética y su respeto a los derechos humanos". A su parecer, "bastante nos maltrata y nos golpea ya la administración". Habla desde la rabia de quien se rodeada del hambre y de la necesidad cotidiana: "Que me duele y me hace sufrir". A pesar de todo, lo ve como una oportunidad. "Deben ser honestos y coherentes, porque Juan Espadas nos prometió que arreglaría la casa y no cumplió. Ahora con Antonio Muñoz, declarado feminista, esperemos que hable con nosotras, que nos mire a los ojos y que no se parezca a Vox, que se quede con la máscara de la humanidad y el feminismo".
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