Hace apenas tres meses que abrió el establecimiento. Aquí hubo durante una década un bazar asiático. Y antes una aseguradora. El local ha estado cerrado más de dos años. Es el número cinco de la calle Baltasar Gracián, apenas a unos minutos a pie de la estación de Santa Justa. Ahora es Bambú Hostel Capsules, el segundo 'hostel' de la ciudad que, en lugar de habitaciones, ofrece a los huéspedes cápsulas cerradas de esas que parecen venir del futuro para dormir.
Estos habitáculos tienen el tamaño de la cama, del colchón. Entras en una caja a través de una puerta que se abre y cierra por privacidad. Las cápsulas se apilan de dos en dos, una encima de la otra, a lo largo de dos pasillos. Está la modalidad individual, de una cama más estrecha, y la doble, de dos por dos. Ambas apenas llegan a los 90 centímetros de altura.
Octavio Castro es quien regenta este alojamiento. Es mexicano, apenas lleva unos meses en España, y comenzó a trabajar en Sevilla tras haber montado estos alojamientos en todo el país de la mano de un promotor, en Alicante, Barcelona, Madrid o Bilbao. Unas cápsulas traídas de China, donde se construyen y cuestan en origen unos 700 euros.

A la entrada, una pequeña recepción para el checkin, a la que sigue una pequeña cocina en un lado del pasillo, con frigorífico para poder guardar las compras. Al frente, un comedor con varias mesas. A la derecha quedan dos grandes habitaciones, una para cápsulas individuales y otra para las dobles. Al final del pasillo hay una hilera de cuartos de baño con duchas. Amplios, en realidad, como el doble de grandes que los que tiene un piso común. En este establecimiento pueden llegar a dormir 52 personas: 40 en las 20 cápsulas dobles y 12 en las individuales.
Las cápsulas tienen aire acondicionado interior, luz propia, lógicamente, y hasta un pequeño espejo. Eso reduce un poco esa sensación de claustrofobia que pudiera tener alguien. Se pueden alquilar por días, pero también por horas. "Es algo diferente", explica Castro.

El público habitual es el de turistas que solo están de paso por la ciudad. Desde mochileros hasta parejas. Grupos de amigos que quieren conocer Sevilla o que están de paso. Para un día normal, suele costar la individual menos de 30 euros; la doble, entre 40 y 50. Sin dudas, de lo más barato de la ciudad. Pero a veces el precio fluctúa, como es habitual en la hotelería. Y para la Magna, que se celebra este domingo, no hay disponibilidad. "Lo que más buscan es el hospedaje rápido. La mayoría de los que trabajamos aquí, además, somos latinos, así que tenemos una forma diferente de atender. En otros lugares son más fríos", presume Castro. Aunque lógicamente tiene mucho que ver el precio.
Cápsulas como alternativa habitacional
En estos apenas dos o tres meses de funcionamiento, desde septiembre, el hostel ha contado con varios huéspedes de larga duración. Recientemente, una mujer que tenía un problema familiar y no podía continuar en la casa por un desacuerdo con sus hermanos. Otro es Joaquín, que prefiere no mostrar el rostro en fotografías ni facilitar su apellido.
A la llegada, ve tranquilamente en una mesa del comedor una película en la tablet. Está en horas de descanso. Explica que es de la localidad de Camas y trabaja en "la siderurgia". No tiene estabilidad laboral, contratos. Lleva dos semanas en las cápsulas, desde que dejó de compartir piso. "Por lo menos no estás en la calle pasando frío".

Paga cada día 38,70 euros. No parece mucho cuando uno está de viaje, pero al cabo del mes, supera los 1.000 euros. No es sostenible porque es superior a lo que valdría un piso modesto en Sevilla. Trabaja o bien de siete de la mañana a tres de la tarde, o de tres de la tarde hasta las once de la noche. La vida es trabajar, cocinarse, comer y dormir, además de estas horas de alguna película. "Me hago lo que quiera: lentejas, papas fritas con huevos y filete, un puchero...",
Para un piso "te piden muchas condiciones". Entre que busca y encuentra, está en las cápsulas. "Seguramente es bastante más barato alquilar, o una habitación compartida, pero no hay nada ahora mismito".

El propio Octavio duerme también en una de estas cápsulas. Estaba alquilando un cuarto muy cerca pero tuvo diferencias con el resto de personas, así que ahora vive aquí. Problemas similares, a fin de cuentas, a los de Joaquín.
En el entorno, la Huerta de Santa Teresa, lo más barato que puede encontrarse en un conocido portal de viviendas es un piso de 54 metros cuadrados, quinta planta sin ascensor y sin amueblar, por 680 euros. A partir de enero queda otro libre en Luis Montoto, muy cerca también, por 700 euros y 50 metros cuadrados. Es lo que hay ahora 'mismito'. Al menos tiene un techo. El de una cápsula futurista.