Mihai Topoliceanu viste con corbata y abrigo elegante. Se encuentra sentado, junto a su bicicleta, en la puerta de la Iglesia de San Pedro de Sevilla. En noviembre cumplirá 65 años y lleva 13 fuera de su país, Rumanía. Sobrevive en la capital hispalense desde entonces con lo que consigue en las puertas de la iglesias.

Desde que estalló la guerra entre Ucrania y Rusia, Mihai no descansa debido a la proximidad de la ciudad donde vive su familia con la frontera ucraniana. Cristești es una comuna en el condado de Mureș, Transilvania, próxima a Moldavia y cercana a la frontera con Ucrania, por lo que el conflicto es notable. "Tengo necesidad de volver a mi país porque mi familia está cerca de Ucrania", afirma este hombre, que está operado de corazón y lleva un marcapasos.
El 4 de abril cogerá un vuelo Sevilla-Bucarest y necesita ayuda económica para sufragar los gastos de desplazamiento y la prueba PCR 48 horas antes de partir. Su mirada es la de un padre preocupado por sus tres hijos y un abuelo pendiente de sus nietos, que mira al cielo por la ausencia de su mujer fallecida. "Tengo dos hijos de 45 y 38 años, y una hija de 35, que no tienen pasaporte para viajar", revela Mihai, que reconoce que le gustaría traer a su familia a España.


"Mi familia no duerme por las noches desde que empezó la guerra", asegura este hombre, que se defiende como puede con el idioma. Actualmente duerme en casa de un señor al que le paga 75 euros al mes. Reconoce que no tiene papeles ni cobra paga de ningún tipo. E insiste: "Me gustaría traer a mi familia para acá"."Quiero que estén tranquilos", concluye con lágrimas en los ojos.
A propósito de su situación, se ha creado una campaña de Gofundme para que Mihai pueda viajar con todas las garantías a su país y pueda finalmente reencontrarse con su familia.