Hay personas que se identifican con el pasado por medio de los aperos que tuvieron vida en el campo, en una fábrica, en una tienda de ultramarinos o, simplemente, en las casas de antes, adaptadas a costumbres que hoy solo forman parte del recuerdo. Hay personas con la mente inquieta, con una vida multidisciplinar, abiertos siempre a ayudar en su pueblo y a su gente. Hay personas que van por el mundo con los ojos muy abiertos, como platos y ven un tesoro en una antigua llave, tinaja, columna, piedra de moler… En Arahal (Sevilla) José María Gamboa Segura forma parte de este grupo de personas que nunca pasan desapercibidas, dispuestas a dejar un legado a su familia y a su pueblo.
Hablar de José María Gamboa Segura, conocido por el apodo de su familia, ‘El Pena’, es contar una vida afín a su espíritu inquieto. Tiene 71 años, lleva ocho jubilado, pero todavía no ha parado. Fue el alma durante más de 35 años del club de Atletismo Ohmio de Arahal cumpliendo, no sólo con una labor deportiva de importante, ya que el club es uno de los más conocidos de Andalucía, también dejó atrás una labor social que se le ha reconocido en más de una ocasión. Como decían entonces "quitó a muchos niños de la calle" porque los obligaba a tener una rutina y disciplina de entrenamiento.
No obstante, José María Gamboa no es sólo atletismo sino mucho más. Un personaje hecho a sí mismo a fuerza de prestar servicio a los demás. Y tiene una afición que muchos conocen, pero que no todos han visto. Ha reunido en el patio de su casa, con granero incluido, más de 2.000 piezas antiguas que ha ido recogiendo de contenedores o las ha recibido en forma de regalo. Una parte de la colección está expuesta al aire libre y otra dentro de un edificio, un antiguo granero herencia familiar que aún conserva las piteras de salida del trigo y los ganchos en las paredes donde se amarraba el ganado de labor.
El patio recibe el nombre de su mujer, Guadalupe Maldonado Jiménez, que no quiere salir en fotos ni en vídeo aunque, al fin y al cabo, es responsable de que todo lo que trae su marido acabe colocado con cierto orden en más de 500 metros de espacio expositivo. Y hay de todo: tinajas de distintas épocas, bocoyes y barriles de madera procedentes de fábricas de aceitunas de la comarca, piedras de molino, travesaños de ferrocarril, todo tipo de antiguos aperos del campo (arados, trillos, azadas), cántaros y cantareras, angarillas para la carga del ganado, restregaderas para lavar la ropa, lebrillos, ruedas de carros, lagares donde se pisaban las uvas, máquinas de moler y hacer derivados de la carne, dispensadores de aceite de los molinos de antaño y objetos pequeños que llevan años sin usarse, como enormes llaves y clavos de cuarenta centímetros que sujetaban vigas en algunas iglesias restauradas. Imposible contabilizar todos.
El alma de un club de atletismo
José María lleva más de 15 años reuniendo estos objetos y empezó casi sin querer. "Por casualidad me regalaron unos aperos de labranza cuando trabajaba en Herrera y así comencé a coleccionarlos". En esta localidad estaba ubicada una de las fábricas de la empresa de transformación de aceitunas para la que ha trabajado hasta su jubilación, Arasol, con sede también en Arahal.
Pero es que, además, el arahalense ha viajado mucho gracias a su afición, el atletismo, que se ha convertido en la mejor parte de su vida. De hecho es presidente honorario del Club Ohmio y sigue ayudando en cada acto o competición en la que participan sus socios. Antes de jubilarse, ha recorrido toda España con la camiseta del club y ha participado en carreras conocidas mundialmente, como la maratón de Nueva York, a la que ha ido tres veces, la última con sus dos hijos, José María y Alfredo, herederos de la afición por ley de vida.
"He encontrado parte de todo lo que tengo en mi proyecto de museo cuando entrenaba por los caminos, tirado en el campo", cuenta José María Gamboa. De hecho, tiene una antigua columna que apareció un día en un contenedor cuando hace años arreglaron una casa de la calle Misericordia de Arahal, muy cerca de donde vive. "Es una columna de mármol que evitaba que los carros se llevaran por delante la esquina cuando pasaban por la calle", ahora está incrustada en una de las paredes de su patio.
También hay en el patio ventanas de madera con diseños de hace varios siglos y antiguos lavabos de baños que Lupe ha convertido en maceteros, al igual que el primer modelo de lavadora Otsein, de carga superior (fabricada en 1960). Los objetos más delicados, que no pueden estar en la intemperie, los tiene reunidos en el granero, un espacio donde se celebran las comidas de familia y amigos alrededor de una larga mesa con sillas de enea de distintas épocas.
Varios modelos de aparatos de radios antiguas, máquinas de escribir, máquinas registradoras, cajas de latas de principios de siglo XX, damajuanas, botellas de cristal de todos los tamaños y formas, balanzas, publicaciones de la época, pesas de hierro y muchas fotos que recuerdan cómo era la vida en España hasta mitad del siglo XX. Es un desorden organizado en la mente de José María a golpe de recuerdo sobre el lugar donde lo encontró o la persona que se lo regaló.
Un proyector en la escombrera
En su infinita necesidad de colaborar para beneficio de su pueblo, donó hace unos años un proyector de películas y el transformador de cine que está en la actualidad expuesto en el vestíbulo del teatro municipal, un moderno espacio escénico inaugurado en 2014. Una placa recuerda quién fue el donante para orgullo de él y de su familia. "Me los encontré en una escombrera completamente estropeados y los restauré".
Y es que este arahalense ha elegido su propio recorrido en el que pasar desapercibido no está en su ADN. Algo han tenido que ver los genes en esta singular trayectoria que lo mantiene al pie del cañón contando historias sobre cada cachivache y objetos que tiene expuesto en su patio. Un espacio privado que pone a disposición de quien quiera visitarlo y que pretende convertir en un museo etnográfico para que no se olvide la historia.
De hecho, durante la campaña electoral de las últimas elecciones municipales (mayo 2023), estuvo en este patio el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. José María no dudó en ponerlo a disposición del PP de Arahal para la organización de un tentempié, ya que la casa de ‘el pena’ está junto a la iglesia del Santo Cristo, el lugar visitado ese día por el mandatario andaluz.
No en vano, José María es descendiente de la maestra Magdalena Sánchez, con calle en el pueblo, precursora de la enseñanza pública en Arahal. Entre los documentos antiguos que conserva, tiene precisamente una copia del primer contrato que hizo a su bisabuela el Ayuntamiento de Arahal. En el mismo figuran cláusulas tan curiosas como que no podía casarse, ni andar en compañía de hombres, ni beber cervezas y fumar cigarrillos, tampoco vestirse con colores "chillones", teñirse el pelo, usar vestidos que queden a menos de cinco centímetros por encima de los tobillos y ponerse dos enaguas, no usar polvos faciales, entre otras prescripciones que ayudan a saber más sobre la sociedad de principios del siglo XX.
Reconoce que tiene una familia de artistas, la mayoría de sus componentes han destacado por alguna razón. Su padre José Gamboa Sánchez restauró casi todas las iglesias del pueblo "de manera altruista", cómo él mismo recuerda. Su tío materno, Pepe Segura Medina, fue músico hasta su fallecimiento de la Agrupación Musical Victoria Arahal que, posteriormente, instauró un premio dedicado a su memoria, Músico de Leyenda. Y, no quiere dejar pasar que la actriz Cristina Medina (Aquí no hay quién viva) que forma también parte de su familia."Y mi tía Pepa Segura con 94 años es una artista haciendo flores de tela, una urna de la iglesia del Cachorro en Sevilla, tiene flores hechas por ella".
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