La problemática de los pisos turísticos en Sevilla no es nueva, pero sí lo es, en parte, la fiebre de los últimos tiempos. Es la condena de vivir en un paraíso para turistas. Todo, porque los propietarios llevan tiempo conociendo desde hace tiempo que la Junta preparaba una legislación sobre el tema y podrían llegar restricciones. Una legislación que, en realidad, lo que ha hecho es modificar un decreto de 2016 donde se incorporan las últimas sentencias de calado que han generado jurisprudencia sobre el asunto. Y que habilita a los ayuntamientos para plantear mayores limitaciones a la proliferación de las viviendas de uso turístico.
La historia de Rocío Magaña es la de otra mucha gente en el centro de Sevilla, pero también en otras ciudades andaluzas y españolas. Ella ha pagado, paga y seguirá pagando, pero legalmente tiene la batalla perdida. Madre separada de dos hijos adolescentes, menores de edad, una de ellas con algunos problemas de salud, vive de alquiler desde hace 26 años frente a la Iglesia de San Marcos, en Bustos Tavera.
Llegó a finales de los 90, cuando la zona era asequible en el centro, cuando "El Pumarejo o la Alameda eran zona de terror", recuerda. Una vivienda donde ella ha realizado, explica, las reparaciones que ha ido necesitando la casa. Se iba produciendo "una renovación tácita" del contrato de alquiler e iba haciendo su vida, en una casa donde han crecido sus hijos.
Este pasado mes de diciembre, recibió una comunicación de que tenía 15 días para desalojar la vivienda. La propiedad del inmueble decidía no continuar con la renovación y le notificaba su situación. En un acuerdo oral, con varias personas delante, consiguió acordar con la propiedad, explica Magaña, para quedarse un tiempo más, "para que me diera tiempo a buscar algo y a que los niños acabaran el curso en el instituto".
La vivienda presenta condiciones difíciles. La propiedad acabó mandando a un fontanero para resolver unos problemas de cañerías. Finalmente, en la vivienda se comprueba que hay aún goteras, humedades y tuberías improvisadas por fuera de la pared, "pero al menos tenemos ya agua y podemos ducharnos". Ahora, Rocío se encuentra en un limbo, porque la propiedad le dice que ya no tiene contrato, pero ella igualmente ha seguido ingresando el alquiler en una cuenta, algo que además no piensa dejar de hacer. Vive con el temor de que, de un día para otro, se pida la ejecución de ese desahucio que ha pactado oralmente.
Ahora, está buscando piso, preferentemente por el entorno, "porque es donde mis hijos hacen su vida". Y ella misma. Cada vez quedan menos de esos vecinos de toda la vida, y quienes se mantienen, o son personas con una renta alta que no necesitan entrar en el juego de los pisos turísticos, o bien son mayores y no van a dejar sus hogares de toda la vida.
Rubén Ibán Diaz es profesor en el departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla, y ha tratado de ayudar a Rocío Magaña con este caso. Autor del libro Vender una ciudad, analiza el caso de Sevilla y la transformación urbana que ha ido expulsando de los barrios a familias en alquiler, hoy día prohibitivo para los sueldos más comunes entre las familias de la ciudad.
"Su caso es como el de los últimos patios de vecinos y corralas de la ciudad, un fenómeno que viene de atrás". Según explica el investigador, lo que Rocío sufre es la última parte de un proceso que se lleva produciendo durante 20 años.
El fenómeno, tal y como explica en su libro, puede resumirse en que el centro de Sevilla se ha ido turistificando desde antes del fenómeno de los pisos turísticos, y que incluso el planteamiento urbano de la ciudad tiene que ver con eso. Es la creación o rehabilitación de grandes avenidas en torno al casco histórico, que socialmente han derivado en que cada vez más barrios se vayan considerando, en la práctica, como parte del centro. En ese contexto se encuentra también la rehabilitación de la Alameda, hace más de 15 años, o la reconversión que han vivido zonas como San Bernardo.
La zona de San Julián, San Marcos o el Pumarejo es la última de esas reconversiones. "Como el bloque en el que vive Rocío, quedan cada vez menos". Bloques que eran o son propiedad de personas mayores, "rentistas", que con unos alquileres "moderados para el precio actual" vivían bien "sin una visión de mayor explotación". Hasta que llegan nuevas generaciones, que rehabilitan los bloques y van "dejando de renovar los contratos de alquiler vivienda por vivienda", y no todos a la vez, porque no tendría cabida legal, para "optar por pisos turísticos" donde sacan muchos más beneficios que con el alquiler tradicional.
El caso de Rocío Magaña no es el de renta antigua, un sistema que ya ha ido desapareciendo con el paso del tiempo, porque ese sistema solo se mantiene a los contratos firmados antes del 9 de mayo de 1985. Los posteriores no siguen ya ese sistema, lo que ha dado manos libres a los propietarios.
Lo que ha ido trastocando el calendario y prácticamente precipitando en los últimos meses es el anuncio que ya realizó la Junta de que aprobaría su legislación sobre pisos turísticos. La norma está en vigor y prometía mayores restricciones. "No va a lograr que bajen los precios del alquiler, es una norma bastante poco útil", advierte ya el profesor universitario. "Lo que hace en realidad es habilitar a los ayuntamientos para que decidan sobre las condiciones de compatibilidad del uso residencial y el comercial". "Si se quisiera arreglar la situación, habría que reformar la Ley de Arrendamientos Urbanos a nivel estatal", añade.
Ahora, es el Ayuntamiento de Sevilla el que debe tomar la iniciativa. El alcalde ya ha prometido que lo hará, pero está por ver si de verdad hay posibilidades reales desde el punto de vista legal, y si se va a limitar el negocio a muchas familias propietarias de clase media y alta de la ciudad. Si se restringen las zonas más 'tensionadas' del casco histórico, en la práctica significará "redistribuir la presencia de los pisos turísticos" a otras zonas de Sevilla donde no se apliquen mayores restricciones.
La pregunta es en qué calle, en qué barrio, se pondrá la frontera. Pero "no va a cambiar el panorama del alquiler", porque seguirán otorgándose nuevas licencias en barrios del primer anillo alrededor del casco histórico, teme el investigador, de Miraflores al Tiro de Línea o Nervión, por ejemplo. Porque "el turismo sigue creciendo".
Entre tanto, Rocío Magaña sigue viviendo en el piso con sus hijos. Sabiendo que tiene la batalla perdida, esperando hasta el verano, despidiéndose de la casa donde ellos nacieron y donde ella ha hecho su vida. "El otro día leí en la prensa que caben en el centro de Sevilla todavía más de 20.000 pisos turísticos. ¿De verdad? ¿Y yo dónde me voy?". Rubén Ibán Díaz también se lo pregunta: "Pues a Alcalá de Guadaíra. La gente que está de alquiler en Sevilla lo tiene jodido. Con perdón de la expresión". Al salir, Rocío señala a los candados propios de los pisos turísticos de la calle San Luis. El suyo, teme, será pronto uno más.
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