En el barrio sevillano de Su Eminencia hay un centro de educación para personas adultas construido desde las bases por el profesorado, el alumnado y la colaboración de las asociaciones de vecinas y vecinos. El SEP ‘Manolo Reyes’ tomó este nombre en 1990 en homenaje al compañero fallecido el mismo año, que fue promotor del proyecto y pionero en la lucha por la Educación Permanente. Un centro que surgió en los albores de la Transición, coincidiendo con los movimientos de renovación pedagógica y el empuje del Colectivo de Pedagogía Popular en una de las zonas más pobres de Europa, que no tuvo su primer colegio público hasta 1974.
La primera actuación como centro educativo para personas adultas fue durante el curso 1981/82 en una casa del barrio Palmete-Padre Pío cedida por el Ayuntamiento de Sevilla. Su ubicación actual, situada en calle Águila Perdicera, donde se cruzan la Avenida de Hytasa con la del 8 de marzo, fue fruto de una ocupación. Corría el año 1985 cuando todas las personas implicadas en el centro (profesorado, alumnado y vecindario) ocuparon el local y ayudaron a su limpieza y organización, así como al traslado de mobiliario. Gracias a la presión popular en 1986 consiguieron el compromiso del ayuntamiento para adecuar el local a sus actividades educativas.
El Manolo Reyes trasciende de lo puramente educativo, sin obviar su importante labor alfabetizadora, pues sirve como punto de encuentro entre personas de diferentes edades y culturas del barrio, se fomenta el pensamiento crítico colectivo y actúa como espacio seguro para quienes no tienen el mejor contexto en casa. Desde 2016, debido a la gran demanda de estudiantes y a lo reducido del lugar, vienen solicitando la cesión de un local municipal anexo que lleva más de seis años cerrado, conocido como ‘La Pradera’, con el fin de desarrollar sus labores educativas con mayor desahogo, máxime ahora con las medidas de seguridad por covid. Sin embargo, todos son peros desde la administración y llevan más de cinco años con trabas burocráticas debido a la falta de entendimiento entre ayuntamiento y Junta de Andalucía.
"Aquí me saqué mi graduado escolar hace 30 años”, reconoce Isabel, que ahora tiene 63 y es alumna del curso de Memoria Histórica. “Aquí convivimos personas de todas las edades y es un continuo aprendizaje", añade Loli Reina, también alumna y presidenta de la asociación de Antiguos Alumnos y Alumnas del centro. Eduardo, que lleva años en el centro, advierte que "por aquí han pasado chavales abocados al fracaso escolar que se han sacado la ESA e incluso han llegado a terminar un módulo e incluso acceder a la universidad", y sopesa que "su paso por el Manolo Reyes ha sido importantísimo, ya que de otra forma estarían excluidos de la sociedad”.
El ambiente en este centro es más propio de una asociación o centro social que de ámbito académico, de no ser por los pupitres. Laura Jiménez Zorrilla, jefa de estudios y una de las tres profesoras que trabajan en el centro, viste camiseta verde en defensa de la educación pública y explica que “este es un centro de referencia y un punto de unión para mucha gente que quiere mejorar su calidad de vida, o que con la pandemia y la crisis anterior han perdido el trabajo y han encontrado aquí una forma de reengancharse a los estudios y poder formarse". En el trato con el alumnado Laura podría ser más una vecina que una jefa de estudios. Hay algo de militancia en el sentir de este centro, ya que todas las personas que lo integran lo sienten como propio. "Y así queremos que sea, porque es un entorno vivo donde buscamos crear conciencia colectiva de ciudadanos y ciudadanas activos", apunta la jefa de estudios.
En el centro se ofrece de forma gratuita la titulación básica, graduado en ESA, preparación a los exámenes de Grado Medio de Técnica/o en Atención a Personas en situación de Dependencia (TAPSD), el acceso a la Universidad para mayores de 25 y 45 años, inglés, español para personajes migrantes y extranjeras, informática, fotografía, taller de recuperación de la Memoria Histórica y Social, así como clases de hábitos saludables y ejercitación de la memoria para las personas mayores. "Con esta oferta educativa y las solicitudes que tiene cada curso, resulta imprescindible ampliar el espacio físico del centro", inciden desde el equipo educativo. El número de personas matriculadas ha bajado considerablemente a consecuencia del coronavirus: este curso son 138 alumnos y alumnas, mientras que el año pasado tuvieron 275.
"Somos el grupo de los valientes", espeta Joaquín tras la mascarilla, uno de los pocos hombres del grupo de hábitos saludables, que asiste a clases junto a su mujer Pepi, sentada a su lado. En este curso hay personas desde los 67 años hasta los 86, y de lunes a jueves acuden dos horas al centro parar trabajar la memoria y el pensamiento crítico, a través de artículos de actualidad, realizar operaciones matemáticas y recibir clases de lengua e informática, esta última hasta que irrumpió la pandemia.
“Tenemos unos maestros que no nos lo merecemos, los hemos echado mucho de menos durante el confinamiento”, exclama Julia, de 86 años, a la que le encanta venir al centro porque aprende mucho y se siente acompañada: "es que una sola en casa se aburre", acierta. El aula está ventilada por la ventana trasera y la puerta de acceso, y las alumnas mantienen la distancia requerida. No obstante, Laura asegura que el número de matriculaciones también ha bajado por miedo al contagio. "El año pasado teníamos dos grupos de mayores con un total de 26 y este año son 18 personas y van faltando", asegura. Hoy tienen una clase sobre edadismo, o prejuicios y discriminación hacia las personas mayores. Una realidad que se confronta con las ganas de vivir y aprender de este grupo.
En la zona trasera del aula de los mayores, a mano izquierda, se encuentra el espacio dedicado a informática. Este año, por la falta de espacio, ha sido imposible ofertar este curso, uno de los más solicitados. Loli, presidenta de la asociación de antiguos alumnos y alumnas, explica que "antes había tres cursos de informática, pero ha sido imposible por la distancia de seguridad". La alternativa pasa por el local anexo que solicitan desde hace cinco años. "Informática es esencial porque muchos chavales y personas mayores no tienen al alcance un ordenador en sus casas", añade.
“¡Aquí que no cabemos!”, clama uno de los alumnos de ESA. Están en una clase estrecha, con las mesas marcadas con la distancia de seguridad medidas, aunque antes de la pandemia acostumbraban a sentarse en U. La ventana y la puerta también están abiertas. "Este año tenemos tres clases de ESA, pero normalmente contamos con dos en dos turnos", explica Alfredo, uno de los tres profesores del centro, que en ese momento está impartiendo la asignatura de inglés. Las edades y perfiles del alumnado son muy diversas: jóvenes, mujeres que trabajan en casa, personas que perdieron su trabajo y han decidido formarse...Con constancia y esfuerzo, en un año podrán sacarse el título. "Venimos de lunes a viernes, las clases con las mascarillas son muy incómodas, pero no nos queda otra", advierte otra alumna.
En el aula contigua se encuentran las alumnas y los alumnos del taller de Memoria Histórica y Social, podría decirse que es una clase militante, pues la mayoría lleva más de 10 años en el centro y forman parte del tejido asociativo del mismo. Tienen dos libros publicados sobre la memoria recuperada del barrio. “Estamos trabajando en el tercero, que tratará sobre la fábrica de Hytasa y lo que ha significado en todo este barrio del Cerro del Águila y Su Eminencia, que tuvo más de 4.000 trabajadores", inicia Eduardo. El primer libro habla de la educación y de la represión franquista, y el segundo contempla tres centros de interés: "La mujer a la sombra del hombre, la emigración y el barrio", cuenta Loli. Eduardo añade con ahínco el proceso de documentación y el trabajo de campo: "Son historias de vida, entrevistamos a determinadas personas, sacamos su relato y luego contextualizamos con ayuda de bibliografía para contar qué estaba pasando en esa época".
El grupo de Memoria Histórica se entiende como una pequeña familia, de hecho, lamentan algunos fallecimientos. Hoy también faltaba José Luis López Luna, profesor jubilado, que continúa asistiendo al taller y al que el centro le ha conmemorado con una placa en el pasillo por su labor encomiable en el Manolo Reyes. Eduardo no puede contenerse y expone la situación que están viviendo en el centro. “No hay espacio y tenemos un local municipal pared con pared que no hay forma de conseguirlo. Para colmo nos dicen que paguemos el IBI, cuando la Iglesia o los colegios concertados religiosos no pagan IBI, ni tampoco los aparcamientos que tiene la jerarquía de la iglesia”, denuncia.
Loli, como representante de la asociación de alumnas y alumnos, asegura que han hecho todo lo que distrito les ha pedido e incluso, a veces, tienen que ayudar al alumnado con las fotocopias y de forma muy puntual con ropa, medicinas y comida. Asimismo, las tres aulas que conforman el centro tienen proyector gracias al dinero recaudado a través de papeletas. Algunos materiales los costean los propios alumnos, ya que el SEP Manolo Reyes tiene asignado por la Junta de Andalucía un presupuesto anual de 1530 euros en función del número de profesoras y profesores. "Es un tema de voluntad política que nos cedan el espacio anexo al centro", señala Eduardo. Laura, por su parte, sigue sin entender por qué hay tanto problema en conceder ese espacio: "Somos tres profesores para toda la escuela y queremos habilitar ese espacio para que la gente pueda venir a estudiar y a conectarse a internet, ya que ahora muchas de ellas estudian en el pasillo o directamente no se han podido matricular".
La Plataforma Vecinal Interdistritos de Sevilla - Barrios Hartos considera "una vergüenza que este colegio, como entidad pública, esté pasando semejantes calamidades, mientras a las ONG del barrio les están asignando cantidades de dinero público y locales de EMASESA". "Se ve claramente que hay un proyecto de privatización detrás de todo esto”, apunta su portavoz y vecino del barrio, Andrés Piñero. “Aquí salen personas analfabetas formadas, se dinamiza a los mayores y se imparte un contenido de calidad, además de concienciar al alumnado de que este este centro es de todas y de todos, y que tenemos que luchar por nuestros derechos", señalan el portavoz de Barrios Hartos y la jefa de estudios.
El equipo del Manolo Reyes no se da por vencido: ¡Necesitamos La Pradera!
En este centro nadie se rinde. Desde 2016 vienen solicitando la cesión del local anexo al centro, que lleva cerrado más de seis años, paradesarrollar sus labores educativas. Desde el SEPER explican que dicho local está ubicado en suelo municipal y su mantenimiento depende por ley al ayuntamiento, mientras que el profesorado del centro pertenece a la Junta de Andalucía. El local que se solicita está separado por una pared del centro actual y en él se podría dar clases a más de 25 personas en condiciones normales y permitiría dedicar uno de los espacios a una biblioteca-zona de estudio, que facilitaría las condiciones a gran parte del alumnado que no tiene las condiciones idóneas en casa para estudiar o conectarse a internet.
"Solicitamos un local que no se utiliza para ampliar un centro de educación pública en uno de los barrios más pobres de Europa", expresan. "A nivel de gasto municipal no supondría tanto, ya que la portería la tenemos asignada y serviría la misma, la limpieza sería un poco más de tiempo, ya que los baños que tiene el local no los vamos a utilizar para no hacer más gasto", señala el equipo del centro. El local tiene 50m2. Entonces, ¿cuál es el problema para que el Ayuntamiento de Sevilla no ceda el espacio? "Comenzamos a solicitar el local municipal, conocido como La Pradera y que fue utilizado por una asociación de la tercera edad del mismo nombre, e hicimos todos los documentos, solicitudes y proyectos requeridos, reuniones con el Distrito, Patrimonio y diferentes grupos políticos para pedir su apoyo", explican desde el centro. Al tratarse de un local municipal con profesorado de la Junta de Andalucía, han tenido que gestionar ambas partes, con el contratiempo de la existencia de un acuerdo entre las dos administraciones, del año 1991, en el que se regula la gestión de los Centros de Educación Permanente.
En mitad del proceso se enteraron que dicho local iba a cederse a una entidad privada y la indignación derivó en protestas y más reuniones. "Se consiguió un escrito, en mayo de 2017, por parte del Jefe de Servicios de Planificación y Escolarización de la Junta de Andalucía, en el que pedía que el Ayuntamiento de Sevilla cediera el local al centro de educación pública", explican. Finalmente lograron paralizar el concurso para la cesión a entidades privadas. Pero entonces, cuando solo quedaba una firma de Patrimonio para disponer del local para el curso 2018/19, el acuerdo firmado en 1991 entre las dos administraciones resulta que caducaba en unos meses. Mientras tanto, el centro seguía rechazando a personas que querían matricularse en el centro por falta de espacio.
Desde el Distrito Cerro-Amate les propusieron una solución intermedia mientras se tramitaba un nuevo acuerdo. "La solución pasaba porque quien solicitara la cesión fuese la Asociación de antiguos Alumnos y Alumnas del centro y no el propio centro educativo", indican. Hasta entonces la asociación había funcionado de manera informal, ya que en realidad los socios y las socias no aportaban dinero, sino que se autoabastecían a través de rifas y acciones concretas. Tras un sinfín de trámites, el Distrito comunicó que el suministro de luz y agua lo tendría que pagar la asociación, más la instalación de sus respectivos contadores con un coste mínimo de 300 cada uno. Intentaron recaudar algo de dinero a través de unos calendarios de Navidad.
Llegó 2021 y el viento parecía soplar finalmente a favor de este grupo incansable de compañeras, pero recibieron un documento donde se advertía que para que esa cesión se materializase la asociación debía dar una fianza de casi 1.600 euros, proporcionar un aval bancario o un seguro de caución. "La asociación no tiene ese dinero como fianza, y el centro tiene un presupuesto de 1.530 euros anuales, además como asociación también nos debemos comprometer a pagar las facturas del IBI, la luz, el agua y la comunidad", alertan sus componentes, que informan que estos requisitos económicos son para entidades privadas, y que además son "inasumibles" para esta asociación de alumnos y alumnas y para el centro público educativo. No obstante, lo tienen claro: "No nos vamos a cansar de luchar".