El sesgo de la cámara de eco en la sociedad actual ha surgido a cuenta del incremento de las redes sociales. Si tiene Twitter o Facebook, es más probable que más a menudo le aparezcan en sus redes sociales aquello a lo que más atención presta. Sin entrar en la complejidad de los algoritmos (valga apenas decir que es una táctica de esas redes sociales para que interactuemos lo máximo posible, y que esa es la razón del diseño del algoritmo), el fenómeno que se produce es el siguiente: uno cree que 'la sociedad', 'la gente' o 'el pueblo' opinan de cierta forma, que además probablemente será parecida a la opinión propia, porque de muchas redes sociales recibimos lo que queremos leer y ver.
Esa es una cámara de eco: el sesgo que genera en uno mismo no asumir que los mensajes que recibimos de otros usuarios en las redes sociales son solo una parte 'seleccionada' por una maquinita. Pero que hay otra sociedad 'más allá'. Algo de eso tiene el asunto de la Plaza de España, la propuesta del Ayuntamiento de Sevilla de cerrarla y cobrar entrada a los no residentes en la provincia.
Por eso, hay que ir a la calle. Y preguntar a quienes han, prácticamente, nacido en la Plaza de España. Son los de siempre, los que siempre están. Varios cocheros aprovechan para almorzar a eso de las dos de la tarde de este martes junto a sus caballos. Lo hacen justo a las puertas del recinto de la plaza, justo donde se cerraría, parece ser. "Esto es un impuesto revolucionario", dice uno de ellos. Les aburre hablar con los medios y apenas dejan caer algún mote. Los periodistas no han parado de arremolinarse desde el domingo, cuando el Ayuntamiento realizó su anuncio a través de la prensa local.
"¿Tú te crees que esto hace falta para arreglar la plaza?", pregunta uno de ellos. Primera clave. En un Ayuntamiento de alrededor de 1.200 millones de presupuesto (aunque sea prorrogado), la expectativa es captar (como mucho) unos 20 millones de euros, dijo el alcalde el lunes. Y otro dato demoledor, argumento surgido desde la calle y que seguramente se oirá en los próximos plenos: "Con lo que ya ganan con los conciertos, ya podrían coger ese dinero y hacer arreglos en la plaza". Un análisis que se lo firmarían concejales de varios partidos de la oposición hoy mismo.
Otro argumento tiene que ver con el sector: "Pero eso es siempre lo mismo, el dinero". Recaudación. "En los conciertos pusieron al Grupo Giralda" -a la Policía Local- "en las torres para ver lo que pisábamos con el coche de caballos, que por culpa de nosotros se estropea la plaza. Ah, los camiones para montar los conciertos no, ¿no? 200 euros de multa ponen".
A un lado de esos cocheros desde la esquina donde se intuye al Cid hay manteros, esos que el Ayuntamiento ha criticado. Estos son artesanos. O sea, que no venden abanicos de España y gorritos para guiris, sino artesanías rápidas, cucharas que compran en el Jueves, por ejemplo, "de las vajillas que cogen los nietos cuando se mueren los abuelos, con eso hacemos pulseras". El alcalde dijo que no era presentable para la plaza a los ambulantes, y que lo recaudado iría a mejorar la seguridad. "Desde 2015 no nos han dado licencia. Nosotros queremos pagarla, pero no nos dejan".
Reconocen que algo hay que hacer. "Lo mismo al entrar en la plaza ves a alguien robando". Uno de ellos, de hecho, se quedó sin móvil por esos ladrones. "El problema no está en que no haya seguridad, que la hay, sino que los cogen y al día siguiente están fuera". Policía hay, porque con ellos se las ven. Tienen que correr al carecer de licencia para vender sus piezas. "103 euros cuesta recuperarla", la mercancía, y lo peor, "dos semanas hasta que te la devuelven".
A unos metros, también, el último puesto de castañas del año. Se les acaba ya la licencia y venden el último género que les queda. Son dos hermanos, apenas unos chavales, Antonio y Yanira. La familia ya se dedicaba a las castañas. "Es una cosa de todo el mundo", dice sobre la plaza Antonio. "Nos echarían de aquí, no nos han explicado nada. No estaban estudiando el proyecto, lo estaban presentando el domingo".
Con sus vecinos los cocheros ha habido debate. "Ya ha dicho el Gobierno que no lo va a permitir". Los hermanos demuestran estar al día, porque, efectivamente, como inquilinos de la Plaza de España, una plaza que fue pabellón nacional de 1929, el Gobierno tiene cosas que decir. Un cochero, eso sí, está un poco más despistado. "Zapatero ya ha dicho que no le va a dejar al alcalde". ¿Quién? "Zapatero, o el Pedro Sánchez, sí".
Antonio y Yanira creen que "son muchos negocios los afectados. Quieren frenar a la venta ambulante, hasta las castañas. ¿Cuántos años llevan aquí las castañas? Ni ensuciamos, yo tengo hasta para barrer cualquier cosa". Y propone "un referéndum". Está seguro de que el gobierno municipal lo perdería. "Yo creo que al final no lo cerrarán, no lo van a hacer". O sea, un globo sonda, un farol, una propuesta que difícilmente saldría adelante. Un análisis, de nuevo, que se lo firman en el próximo pleno al menos tres o cuatro concejales.
Ya dentro del recinto que se cerrará, están los kioskos de suvenires que, esta vez sí, entrarían dentro del recinto cerrado. Entre esos kioskeros hay licencias que perviven desde hace tres generaciones, desde los 60, porque se han ido heredando. Gente que casi ha nacido en la plaza, y que recuerdan, han pedido en muchas ocasiones que su porción reciba arreglos menores.
"Algo hay que hacer, pero, ¿cerrar una plaza? Para cobrarle a los turistas, tienes que intentar aunque sea subirlos a las torres, al museo, cuando no estén las oficinas del Gobierno, que las quitarán algún día, pero así, no". En general, no ven la plaza tan catastrófica entre los negocios ambulantes y habituales. "Algún arreglo, sí, pero en general está bien". Lo que necesitan, por ejemplo, es albero en la zona de esos kioskos heredados que miran de frente hacia el recinto. "Hasta pedimos al anterior gobierno que nos dejaran echar albero nosotros, que lo pagábamos nosotros, eso son mil euros entre seis o siete, no cuesta nada, pero ni lo hacen ni nos dejan hacerlo".
Una pareja británica firma otro análisis que no es que se vaya a escuchar, es que ya lo ha esgrimido el alcalde: no les parece mal que le cobrasen tres o cuatro euros por entrar en la plaza. "¿En Londres es así? ¿Pagan también por entrar en todos los monumentos, incluso los vecinos?", se les pregunta en inglés. "Sí, siempre pagamos, allí pagamos siempre". Y "no problem" si también les toca hacerlo en Sevilla.
Más allá de lo que opinen los sevillanos, o las redes sociales, esto es, al menos, lo que opinan algunos de los que por la Plaza de España pasean cada día. No se lo creen. O no quieren creer que se vaya a cerrar.