Su Eminencia-La Plata es, ante todo, un barrio de personas trabajadoras que quieren vivir con dignidad. Con aproximadamente 15.000 habitantes, se sitúa entre las zonas más vulnerables del distrito Cerro-Amate de Sevilla, y desde hace una década vienen sufriendo, entre otros problemas, los cortes del suministro eléctrico. Para muchas vecinas y vecinos el año comenzó sin luz, una situación que persiste ante la falta de respuesta por parte de la compañía eléctrica Endesa. Han sido numerosas las reclamaciones, llamadas y denuncias registradas por las diferentes entidades vecinales de la zona y sus principales afectados, cansados ya del ninguneo y la falta de soluciones.
Las casitas bajas anuncian la llegada al barrio, que cuenta con la avenida Ingeniero La Cierva como arteria principal de movilidad, comercio y algún que otro quebradero de cabeza motivado por el mercadillo espontáneo que se dispone cada día a lo largo de la calle. Los altos índices de desempleo, especialmente juvenil, y la falta de ejecución de los planes integrales comunitarios hacen que los problemas sociales de Su Eminencia se acrecienten. La multiculturalidad se advierte en el trasiego de pequeños comercios que todavía resisten después del confinamiento. En la calle atardece y se oyen ruidos de persianas; la suerte está echada en este barrio sin luz.
A las siete de la tarde Trini ya tiene la cena preparada y se encuentra en la puerta de su casa aprovechando los últimos minutos de claridad junto a su pareja. Esta mujer de 55 años es asmática, tiene la tensión alta, padece de los bronquios y necesita una máquina para respirar por las noches. “Estamos así desde Navidades, no paramos de llamar a Endesa pero no nos cogen el teléfono”, cuenta con cierta desesperación. En la mesa de su pequeño comedor tiene una lámpara táctil para cuando se va la luz por completo, aunque la mayoría de veces suelen ser bajadas de tensión. “Los cortes de luz son a partir de las seis de la tarde y se extienden hasta la mañana siguiente”, comenta esta vecina, que reconoce pasarlas “canutas” cuando llega la noche, ya que sin respirador, “la única solución que tengo es tomarme un relajante muscular”.
Los cortes se producen sobre todo durante las olas de frío y de calor. “Tenemos una instalación eléctrica de más de 40 años que no soporta el consumo actual, pero la culpa no es de Endesa, sino de los enganches ilegales y los cultivos”, se aqueja irónica. “Qué casualidad que esto no pasa en el centro o en Los Remedios, sino en los barrios humildes y trabajadores. Aquí cada uno que se busque la vida como pueda, yo ahí no me meto, porque hay mucha gente necesitada que tiene que darle de comer a sus hijos, pero si tanto les molesta que manden a inspectores, nosotros no tenemos la culpa", continúa. "Y que no se olviden que aquí seguimos pagando las facturas con mucho esfuerzo", exclama en una habitación casi oscura. Como Trini son varios los vecinos y vecinas que precisan de un respirador para dormir, y en casos extremos, como el de un vecino de dos calles más arriba, cuando llegan las bajadas de tensión su familia tiene que desenchufar todos los electrodomésticos para que pueda seguir utilizando la máquina que le permite respirar.
En esta suerte de pequeño pueblo de Su Eminencia, los habitantes se dirigen por su nombre o responden al de "vecina" o "vecino". A pesar de todo, la solidaridad y el cariño permea entre sus estrechas calles. Próxima a la de Trini se encuentra la casa de Rubén Cansino, donde vive junto a su mujer, Patricia, y sus hijos, Rubén y Estefanía, de 8 y 13 años de edad. Compraron la casa en mayo de 2019 y desde entonces han sufrido cortes de luz en los días más calurosos y fríos de año. Los cortes se hicieron diarios a partir del 3 de enero, y aunque no son totales, sino grandes bajadas de tensión, deja inutilizados la mayoría de los electrodomésticos. "Mi mujer y yo trabajamos en la hostelería y no podemos ducharnos con agua caliente cuando llegamos a casa", reconoce este hombre al que se le escapan lágrimas de impotencia y desesperación. "Nuestros hijos llevan cenando bocadillos todo el mes e intentamos recalentar la comida que dejamos preparada a mediodía con una resistencia", explica conmovido al tiempo que muestra en qué se ha convertido su cocina desde que no tienen luz.
Rubén es consciente de que la casa es antigua y su instalación eléctrica también, por eso lleva un año intentando que pongan la nueva acometida. Sale al exterior del domicilio para mostrar dónde está su cableado. "Esos cuatro cables sueltos son la acometida de mi casa y lo único que me llega es una caja de registro. Son infinitas las veces que me he puesto en contacto con Endesa y de distribuidora me mandan a comercializadora, luego me devuelven a distribuidora, y no paro de poner reclamaciones para nada". Este hombre no se da por vencido y el pasado mes de noviembre contrató a un electricista para que le hiciese la preinstalación, además de comprar las cajas y los fusibles necesarios. "El técnico me dice que no le contestan y que lo está intentando a través de un amigo dentro de la empresa, pero el proceso debe pasar por los cuatro departamentos y desde entonces sigue esperando", comenta antes de poner el audio que lo constata.
Patricia, por su parte, tiene que llevar a sus hijos a desayunar al bar antes de las clases para que tomen algo caliente, ya que los cortes de luz duran hasta la mañana. "Estamos fatal –expresa– todo esto nos supone un gasto diario extra, por no hablar del frío que pasamos con los techos altos y la humedad que se está generando por el patio. No tenemos otra que tirar de mantas para calentarnos y aguantar cuando salimos de la ducha o nos cambiamos", explica esta madre que no descarta hablar con la asistenta social y la escuela de sus hijos, para poner en conocimiento su situación. Rubén aparece con una carpeta roja repleta de papeles. "Aquí tengo las quejas y reclamaciones que he hecho a lo largo de este tiempo", comenta. Tiene apuntadas todas las llamadas de los últimos días a Endesa, al menos diez, dice de nuevo entre lágrimas. "Son horas y horas sin una solución, y sintiéndome culpable por pagar las facturas", espeta. Muestra dos de las contestaciones de la comercializadora de la eléctrica que rezan así: “No podemos considerarnos responsables de los posibles inconvenientes que haya sufrido sufrir”. Rubén ha hecho todo lo que está en sus manos, hasta subir la potencia de su casa, incrementándole 17 euros en la factura mensual más 60 euros de coste de servicio técnico. Aun así, los cortes continúan.
Ángel no es vecino del barrio, pero se siente parte de él. Trabaja en una tienda de reparación de móviles en la avenida Ingeniero La Cierva y desde hace unas semanas su trabajo se está viendo obstaculizado por las fluctuaciones de electricidad. “Mi trabajo depende en un 80% de un ordenador y una conexión a internet”, lamenta este hombre, que el pasado viernes se vio obligado a cerrar tras quedarse a oscuras en su puesto de trabajo. "Tampoco es muy seguro estar con un negocio abierto sin luz, además, en una de esas bajadas perdimos un ordenador", manifiesta. Con todo, Ángel asegura que el 98% de las herramientas con las que trabaja son dependientes de la luz, y eso está repercutiendo en la productividad y la caja del negocio. "Nos pusimos en contacto con Endesa y nos admitieron que había un problema y que lo estaban subsanando, pero aquí seguimos que se nos va a caer el alma al suelo antes de conseguirlo”, expresa resignado.
Este trabajador lamenta las pérdidas que están teniendo en el negocio, al igual que las reparaciones derivadas de los cortes. "También se nos ha roto el grabador que está conectado a las cámaras de seguridad, aunque por suerte puedo arreglarlo... Pero, ¿quién me paga el coste de la reparación? ¿Le pasamos una factura a Endesa? Si yo estoy así, no me quiero imaginar cómo tiene que estar el de la carnicería", manifiesta. Por otro lado, Ángel tiene entendido que Endesa "no quiere saber nada de las subidas de la tensión y que, según la actual legislación, se obliga a poner un sistema en las casas para que las subidas de tensión no afecten a los aparatos de la red, pero claro, esto es reciente y nuestras instalaciones son bastante antiguas", denuncia este técnico, que comparte el sentir de la mayoría del vecindario: "Lo están achacando a los enganches ilegales, a los cultivos de marihuana, pero eso no es nuestro problema, y yo mi factura la pago todos los meses. Si ustedes me exigen que le pague por un servicio, préstenme entonces ese servicio", sentencia.
Movimiento vecinal organizado a pie de calle
Las circunstancias no amilanan a la gente de Su Eminencia, y mucho menos a su movimiento vecinal, que lucha por dignificar y conseguir mejores condiciones para un barrio que sienten "abandonado" por las instituciones. En la asociación de vecinos se encuentra Alberto Sobrino, presidente de la asociación 'Entre Lindes', que integra a diferentes colectivos y agrupaciones del distrito Cerro-Amate. Porta en ese momento un taco de folios grapados que son, precisamente, los escritos que registró, a fecha de 19 de enero, al Defensor del Pueblo y a la Delegación de Industria de la Junta de Andalucía, así como al alcalde de Sevilla y a su delegado de distritro. “Lo único que exigimos y pedimos es que los vecinos tengan luz, no hacemos alusión a nada más”, espeta Sobrino.
Sobrino entiende que el problema lo tiene en Endesa "por no invertir y mantener una instalación de más de 40 años, que se puso cuando consumo era moderado y las casas no tenían de nada". A su juicio, "el usuario no tiene por qué solucionar esta situación, ni entrar en los motivos por los que se está cortando la luz; la realidad es que hay cables achicharrados y personas mayores que lo están pasando muy mal". El presidente de la asociación prosigue: "No se puede jugar con la salud de la gente y menos en una situación tan delicada". Aunque es consciente de que movilizar es arriesgado en un contexto como el actual, critica que "ser reponsables no quita que sigamos exigiendo algo tan básico como tener luz". Para los integrantes de la asociación de vecinos y demás agentes sociales, la solución a muchos de los problemas pasaría por descentralización de los distritos, un asunto con el que llevan 12 años de lucha. "Estos barrios funcionan como pueblos y si se dotaran de suficiente presupuesto y personal, las decisiones rápidas ya estarían solucionadas y no pasarían por tanto embrollo burocrático", detalla uno de los vocales.
La portavoz de la asociación 'Yo lucho por mi barrio', Carmen Cea Terrero, asegura haber agotado "todas las vías protocolarias" en busca de una solución. "Somos conscientes de la pandemia, pero no se nos ha escuchado y no tenemos otra opción que salir a la calle, aunque todavía estamos viendo cuándo y cómo", apunta. Asimismo, denuncia que "hay personas que están sufriendo mucho y pasando enfermedades en una casa sin luz, fría, sin poder calentar la comida ni ducharse". En este sentido, desde la Plataforma Intervecinal de Sevilla - Barrios Hartos, a través de su portavoz Andrés, sostienen que "para acabar con los cortes de luz que sufren los barrios obreros de Sevilla es necesaria la nacionalización completa del sector energético, pues de esta forma los beneficios que ahora están en los bolsillos de unos pocos, pasarían a ser beneficios colectivos que repercutirían en una elevación del bienestar común de toda la sociedad".