La eterna misión encomendada a la ingeniería consiste en mejorar la vida de las personas. Facilitar el camino vital y hacer más llevadera la lucha contra los obstáculos es el objetivo que impulsa cada día a los diseñadores a estar horas y horas dándole vueltas al coco. Una pizca de ingenio, un puñado de creatividad y las ganas de ayudar a los demás componen la fórmula mágica que ha llevado a la portuense Carmen Doña Moreno a proclamarse ganadora del concurso nacional Beca ProCad de diseño industrial.
La universitaria, de 24 años, ha sido la única gaditana entre los cuatro finalistas seleccionados en la cuarta edición de este certamen organizado por la empresa malagueña ProCad. Carmen ha cautivado al jurado con un proyecto a priori sencillo que busca facilitar el aprendizaje a los pequeños que padecen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), autismo, dislexia y otros trastornos.
La estudiante de 4º curso de Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo del Producto en la Universidad de Sevilla descubrió la existencia de esta convocatoria al formar parte de la Asociación de Estudiantes de Diseño Industrial de Sevilla, una de las más importantes de España. El grupo organiza cada año Sevilla, Ciudad del Diseño (#8SCD), evento que reúne a profesionales del sector y que cuenta entre sus patrocinadores con el Grupo ProCad. La compañía presentó las bases y Carmen decidió sumarse al reto.
“Vio que si recortaba las preguntas y se las daba una a una se suponía que le iba a ir mejor”
“Empecé a buscar necesidades que tienen las personas e hice una lista. Por ejemplo, a mí me molesta algo tan simple como que los móviles hoy son tan grandes que no se pueden guardar en los bolsillos del pantalón”, explica al otro lado del teléfono. Con paciencia, exploró su entorno y fue recopilando los problemas que observaba hasta que su madre le encendió la bombilla. En una de sus conversaciones, la que es profesora de Lengua castellana y literatura en Jerez en el IES Lola Flores le habló sobre un alumno de Secundaria con TDAH que libraba una batalla con su propia mente cada vez que tenía que realizar un examen.
“Cuando le entregaba la hoja con todas las preguntas y la información a contestar, este chico no sabía ni gestionar tanta información ni el tiempo que tenía, entonces no le iba bien”, expone Carmen. Para intentar ayudar al adolescente y cambiar su rumbo, su madre buscó por internet consejos. “Vio que si recortaba las preguntas y se las daba una a una se suponía que le iba a ir mejor. El chico empezó a sacar buenas notas y siguió sin problema”, señala la portuense que veía como su madre guardaba cada año trozos de papel.
El sistema era aparatoso y suponía un esfuerzo extra que otros profesores no estaban dispuestos a asumir. Por ello, Carmen optó por diseñar un objeto efectivo y útil en el mundo de la educación al que ha bautizado como Easy-Read. Compuesto por dos piezas, esta propuesta “muy simple” costa de un marco con una ranura en la que se introduce el folio A4 y unos 12 tiradores del mismo tamaño, “aunque se pueden poner más o menos según se desee”. Según explica la estudiante, está pensado para niños de 6 a 12 años –“si lo necesita alguien más mayor lo puede usar perfectamente” – y su uso no tiene misterio alguno. “Nada más que tendrían que tirar de él para ver la información y deslizarlo hacia dentro para tapar la que no quieran ver”, añade.
Su invento no solo sirve para hojas sueltas, también se adapta a los libros colocando el marco en la izquierda o la derecha, “se le puede dar la vuelta y funciona exactamente igual”. De forma autónoma, con este objeto, los niños podrían procesar la información con calma, sin sentirse abrumados por el baile de letras que se les presenta ante sus ojos.
Carmen se ha llevado tres semanas inmersa en este proyecto que le ha abierto puertas. “Empecé a bocetar con mi novio y luego fui haciendo el modelo 3D en el ordenador”, comenta repasando casa paso realizado antes de presentar la memoria con todos los detalles.
Durante el proceso de elaboración, contactó con una psicóloga especializada en pequeños con dificultades en el aprendizaje para asegurarse que tomaba las decisiones correctas. “Mi idea inicial era hacerlo muy colorido, como suelen ser los juguetes y productos para niños, pero ella me dijo que no podía ser así porque necesitan centrar la atención”, dice la futura ingeniera. Por tanto, se decantó por colores pasteles, azul, naranja, rosa y verde, alejados de los tonos estridentes que a veces perjudican a este alumnado.
“Quiero dedicarme al diseño inclusivo”
La portuense abandonó durante estos días el Trabajo de Fin de Grado (TFG), último escalón que le queda para lograr el título, con el fin de dedicarse de pleno a esta propuesta que sigue la misma línea. Su proyecto de fin de carrera consiste en una aplicación virtual que ofrece una experiencia inmersiva a personas con Alzhéimer y demencia. “Quiero dedicarme, al menos por ahora, al diseño inclusivo que consiste en diseñar para que todas las personas tengan las mismas oportunidades”, comenta Carmen, que propone la realidad virtual en las actividades diarias de los pacientes en los centros de rehabilitación. “Allí les ponen una ficha con fotos para ordenar una acción, con las gafas de realidad virtual tendrían que hacerla directamente”, añade.
Lo cierto es que a la estudiante que brilla en su campo no siempre ha tenido en mente formarse como ingeniera. Las vueltas habituales de la vida. “Cuando era pequeña quería estudiar traducción e interpretación porque se me dan bien los idiomas”, confiesa. Pero cuando llegó a la ESO en el colegio de Las Carmelitas de El Puerto, donde pasó su infancia y adolescencia, el profesor de Tecnología, José Miguel Merchante, le descubrió los entresijos del dibujo técnico. Una rama a la que se enganchó y de la que, desde entonces, no se ha separado. Cursó el Bachillerato tecnológico en SAFA San Luis y continuó este grado en la capital hispalense atraída por la presencia de la parte artística.
Ahora, el concurso de ProCad le brinda la oportunidad de seguir creciendo. El premio incluye prácticas remuneradas con 2.200 euros durante 6 meses en la empresa organizadora. “Me dan un presupuesto para poder sacar el prototipo, como es muy simple intentaremos lanzar varias unidades”, sostiene. A su vez, la beca le permite acceder a cursos de formación en diseño.
Junto al equipo de ProCad Carmen presentará la propuesta al concurso internacional de diseño industrial de James Dyson, que busca apoyar a las nuevas generaciones inquietas. Esta vez, el trofeo serán 30.000 euros concedidos por la fundación del inventor británico. Se buscan personas que resuelvan problemas. La portuense es una de ellas.
Comentarios