Empezó a repartir hielo con apenas 20 años y poco después ya tenía su propia empresa. En Chiclana hacía el hielo que luego distribuía por la provincia –“tenía una pequeña fábrica dentro de otra”, dice-, pero confiesa que no le fue muy bien. Pero no se desanimó. Al contrario. Eso le dio impulso para montárselo por su cuenta en su Guadalcacín natal. La de Sergio Morales es la historia de un emprendedor nato. “A todo el mundo le doy ánimos para que se haga autónomo, porque no hay trabajo; Siempre digo que lo máximo que se pierde es tiempo”, dice.
Sergio también ha trabajado como administrativo en una cerrajería e incluso estuvo varios años opositando para Policía Local, pero sus conocimientos sobre el sector del hielo terminaron decantando la balanza. “Vi que había negocio porque el margen de ganancia es importante; lo que vendo es agua”, resume. Y no le va mal. Ahora regenta Hielos La Entrega, una fábrica con sede en la Ciudad del Transporte de Guadalcacín que puede fabricar unas cinco toneladas de hielo al día. Pero los comienzos no fueron nada fáciles. Primero tuvo que conseguir financiación. “Fui al banco y no me querían dar nada”, cuenta, aunque al final consiguió unos 180.000 euros con los que pudo acondicionar la nave, comprar las máquinas y hacer los arreglos de fontanería y electricidad necesarios para poder empezar la actividad.
“Nada más empezar me comprometí con un intermediario a suministrarle hielo para el 1 de febrero, pero me llegó la licencia tarde, el montaje eléctrico tardó más de lo esperado… Y me encajé en mayo. Puse a funcionar las máquinas el sábado de antes de Feria y dejé tirado al chaval. Esa Feria me costó dinero”, cuenta Sergio entre risas, aunque en el momento poca gracia tuvo que hacerle. Luego llegó el invierno. El frío invierno. Winter is coming, que dirían en Juego de Tronos. “Las letras venían y no había fondos”, dice Sergio, aunque “afortunadamente no dejé de pagar nunca una letra”, relata.
Tres años después de aquello y tras lograr asentarse en el sector, tiene a tres personas trabajando en la fábrica, un centenar de congeladores repartidos por la ciudad y alrededores y varios intermediarios por toda la provincia. Ahora, evidentemente, es temporada alta. En verano, además de en Feria, septiembre y Navidad, es cuando más hielo vende. Por eso es algo más caro. “Es un negocio muy sacrificado, porque estamos pendientes las 24 horas”, dice Sergio, que apunta que estos meses trabajan de lunes a domingo para producir unas cinco toneladas de hielo al día.
El proceso se puede decir que es artesanal, pero “a lo grande”. Primero enfría el agua, que Sergio asegura que es “muy buena”, pero viene a demasiada temperatura para poder convertirla en cubitos. Con una cisterna para transportar leche que compró de segunda mano realiza el proceso de enfriado del agua, que luego pasa por un sistema de tratamiento para eliminar las impurezas que pueda tener, aunque son pocas. Luego coloca un carro con bandejas –“como las que puedes tener en tu casa”–, que se llenan para luego almacenarlos en una cámara donde permanecen unas 18 horas antes de convertirse en cubitos. Una vez congelados, una máquina los embolsa y entre dos trabajadores los transportan en palés hasta el almacén principal. El sistema de moldes que utiliza, que trajo de Valencia, hace que los cubitos sean macizos, algo de lo que está orgulloso Sergio. “Es lo que nos diferencia y lo que hace que este hielo esté tan cotizado”. "La venta de hielo es un sector estratégico, no solo son los meses de verano", cuenta. Él lo tuvo claro y se lanzó a la piscina. Por el momento no para de nadar.