Los hules de una joven emprendedora de Cuartillos que se 'rifan' en redes sociales y mercadillos

Con solo 20 años, la universitaria Carla Ramírez impulsa esta marca de manteles confeccionados a mano que vende con su familia, veterana en la venta tradicional en mercadillos de la provincia

Carla Ramírez junto a sus padres Jose Antonio y Ángeles en el mercadillo de El Puerto.
Carla Ramírez junto a sus padres Jose Antonio y Ángeles en el mercadillo de El Puerto. MANU GARCÍA

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Rollos de manteles reposan en uno de los puestos que, cada martes, una familia monta en el mercadillo de El Puerto, conocido popularmente como 'Los Gitanos'. Su espacio tiene algo que llama la atención y que no presenta el resto. De la estructura cuelga un enorme cartel con un logo que anuncia Hules Angie. A Carla Ramírez Mairena, de 20 años, natural de Cuartillos, se le ocurrió dar un empujón al negocio de sus padres José Antonio Ramírez y Ángeles Mairena creando una marca propia.

“Los martes de verano damos número, como en la carnicería. La gente se mete los rollos debajo del brazo para que no se los quiten”, comenta esta joven jerezana que estudia un doble grado de Derecho y Administración de Empresas (ADE).

Ella conoce las entrañas de muchos mercadillos de la provincia de Cádiz gracias a su familia, que lleva toda la vida dedicada a la venta. “Lo he vivido súper cerca, en vacaciones vengo aquí a ayudar desde que era una niña, siempre he estado alrededor del mercado”, comparte con lavozdelsur.es una mañana soleada en la que algunas mujeres ya se han detenido bajo el cartel.

Carla, en el puesto de hules del mercadillo.
Carla, en el puesto de hules del mercadillo.   MANU GARCÍA

Sus abuelos tenían puestos y, cuando eran jóvenes, se encargaban de la venta ambulante de dulces. Después, la tradición familiar continuó. “Mi padre lleva aquí desde que nació”, dice, mientras Jose Antonio corta un mantel estampado.

"Mi padre está en los mercadillos desde que nació"

Tras más de 40 años viviendo del mercadillo, en 2020 la pandemia golpeó con fuerza a esta familia jerezana que no pudo continuar con la venta física. Encerrada en casa, Carla puso la semilla de lo que sería Hules Angie. “Tenía una asignatura en Bachillerato, Cultura emprendedora, donde nos hicieron hacer un plan de empresa y me inventé una de decoración”, recuerda la joven, que, por entonces, tenía 16 años.

Poco a poco empezó a hacerle fotografías a todo lo que creaba con las telas de sus padres y a subirlas en redes sociales. “Estábamos aburridos y no teníamos nada que perder”, dice. Así, poco a poco introdujo los hules, artículos hechos a mano que Carla vio que se demandaba más en esos tiempos de covid.

Jose Antonio Ramírez, en su puesto.
Jose Antonio Ramírez, en su puesto.   MANU GARCÍA
Varias personas echan un vistazo a los manteles.
Una persona echa un vistazo a los manteles.   MANU GARCÍA

“Mi familia siempre había vendido telas y ropa infantil. Pero las grandes superficies hicieron que fuese decayendo y fue introduciendo otra mercancía. El boom de los manteles fue en pandemia. Como no se podía salir, la gente se reunía en casa y quería una mesa bonita. Nos agarramos a eso”, explica la jerezana, que animó a sus padres a probar las redes sociales.

En septiembre de 2020 enviaron su primer pedido tras meses de esfuerzo y, una vez que se palpó la nueva normalidad, llevó los hules a los mercados. “Aquí es donde más se ven, y el boca a boca”, expresa la jerezana, que focalizó el producto y dio un toque personal a la actividad comercial.

Además, la familia habilitó una pequeña nave en su casa para guardar las telas y poder seleccionarlas con más facilidad para los pedidos. Hasta el momento, mantenían la mercancía en un local más grande compartido con otros familiares.

El jerezano enseña uno de los diseños más vendidos.
El jerezano enseña uno de los diseños más vendidos.   MANU GARCÍA

Pronto, notaron el impulso de las redes sociales, sobre todo de Instagram, donde publican los diseños. “A mis padres les daba miedo invertir en redes sociales. Yo soy de una generación y ellos de otra. Para mí, son un instrumento, pero ellos decían que era dinero perdido”, sostiene. La jugada no les salió mal y alcanzaron más seguidores.

Carla ha aportado un plus al negocio familiar, al que bautizó como Hules Angie en honor a su madre, que se llama Ángeles. Quería que fuese en inglés, corto y fácil de pronunciar. Su padre sigue mostrando rollos a las personas que se acercan al puesto al mismo tiempo que la joven valora la ayuda que su familia le da para que Hules Angie sea una realidad.

“Yo estudio ADE por la empresa, ellos siempre me han apoyado en todo. Mi madre está pendiente de los mensajes cuando yo estoy con las tareas de la universidad. Por ejemplo, en enero, son los exámenes y en la época de Navidad es cuando más vendemos”, explica.

Carla, delante del cartel ubicado en el puesto.
Carla, delante del cartel ubicado en el puesto.   MANU GARCÍA

En la mesa hay una gran variedad de estampados para todos los gustos, desde los clásicos manteles de cuadros hasta los que tienen formas. Jose Antonio explica que uno de los más vendidos lo rescataron tras años descatalogado.

“La casualidad de que mi padre venda telas y mi madre es costurera desde los 12 años”, comenta destacando esa combinación perfecta para la confección de manteles. Según detalla, puedes llevarte la tela al corte, pero también una medida ajustada o con los bordes decorados. Todo en uno, la costura y la tela”.

Cada día, Carla ve en la empresa todo lo que aprende en la universidad. Ella tiene la oportunidad de aplicar los conocimientos en la vida real y ganar experiencia para un futuro. No duda en preguntar a su familia sobre contabilidad o proveedores. “A mí me encantaría seguir con la empresa, estoy deseando montar una tienda, pero ellos no quieran arriesgar por ahora. Ellos son los que me aconsejan profesionalmente”, dice.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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