El pago de Macharnudo lleva toda la vida en el noroeste de Jerez, inmutable a los avatares históricos, políticos e incluso personales de las personas que durante siglos han cultivado estos viñedos. Está documentado que en el siglo XIII ya había vides en la zona, pero de un tiempo a esta parte el prestigio del que siempre ha gozado entre las bodegas y viticultores del Marco de Jerez, entre los profesionales, entendidos (y también los ‘aficionados’), ha salido a la calle y de alguna forma se ha convertido en una de las principales banderas de la tendencia en el sector que propugna una vuelta de los vinos de Jerez al origen, a la tierra.
Macharnudo (Alto y Bajo) tiene unas 600 hectáreas de tierra albariza, pero no solo eso. Cuando hablamos de Macharnudo, además de la pureza del suelo calizo hay que tener en cuenta también el enclave, ya que su ubicación, su altura y orientación, resultan también fundamentales para la obtención de sus característicos vinos. Si a ello le sumamos el peso de la historia, la tradición y el clasicismo, nos acercaríamos a comprender al mito en que, sin duda, se ha convertido este pago de Jerez. El mito ayuda, pero del mito no viven las bodegas, viven de los resultados. Y Macharnudo los ofrece, desde hace décadas, siglos, vendimia tras vendimia, hasta el punto de que distintos expertos se han referido en ocasiones a este pago como el auténtico ‘gran cru’ del Marco de Jerez, en referencia a este distintivo francés para los mejores pagos de denominaciones de origen tan prestigiosas como Burdeos o Borgoña. En definitiva, Macharnudo goza, sin duda, de un nombre propio en la vitivinicultura española y mundial.
Hay distintas referencias al cultivo de la vid en el pago de Macharnudo tras el fin de la dominación árabe y de ahí de manera ininterrumpida hasta nuestros días (del período árabe hay mucha menos literatura; aunque el Islam prohíbe el consumo de alcohol, se da por hecho que en la comarca también había viñedo, aunque fuera para la pasificación de la uva, una práctica que estaba muy extendida en Al Andalus, o el uso del alcohol para medicinas o perfumes). En línea con los avatares del vino de Jerez, el gran salto de Macharnudo se produce en el siglo XVIII, con su crecimiento y expansión mundial. En esta época, la familia Domecq, ya instalada en Jerez, apuesta plenamente por esa zona, comprando viñedo y terrenos que finalmente dedicaría al cultivo. De hecho, Domecq ha sido tradicionalmente el gran propietario de la zona, del que llegó a tener en propiedad más de 400 hectáreas con elementos tan significativos de la historia del Marco de Jerez como el cortijo El Majuelo, hoy Castillo de Macharnudo.
Hay distintas referencias al cultivo de la vid en el pago de Macharnudo tras el fin de la dominación árabe y de ahí de manera ininterrumpida hasta nuestros días
En la actualidad, la situación ha cambiado y es José Estévez SA el principal propietario de viñas de este pago, con unas 260 hectáreas. La apuesta –se podría decir que exponencial- de Estévez por la zona comienza hace cerca de veinte años, con la compra de Valdespino. Con dicha compra, efectuada en 1999, Estévez se hace con 36 hectáreas en Macharnudo alto y rápidamente se hace con otra viña cercana, Hortelana, de unas 20 hectáreas. Tras años sin movimientos reseñables, hace seis años se produjo un hecho fundamental para llegar a la situación actual. Beam Global, la multinacional propietaria por entonces de los activos procedentes de las antiguas Bodegas Domecq en Jerez, decidió realizar una importante desinversión en viñedo del Marco, lo que incluía Macharnudo. Tras largas negociaciones se llegó a un acuerdo con Estévez por el que esta empresa se quedaba con algo más de 400 hectáreas de viñedo, 205 de ellas en Marcharnudo y otras 200 en Cuartillos (Viña Bristol).
El pago de Macharnudo lleva toda la vida en el noroeste de Jerez, inmutable a los avatares históricos, políticos e incluso personales.
De esta forma, hablando en números redondos, la lista de propietarios en Macharnudo atendiendo al volumen de viñedo estaría encabezada en la actualidad por José Estévez SA, con unas 260 hectáreas; luego Bodegas Fundador (la actual razón social propietaria de activos procedentes de las antiguas Domecq) que mantiene la propiedad de las 200 hectáreas que en su día no vendió Beam Global (incluido El Majuelo), y después, a mucha distancia, irían ya Luis Pérez (que precisamente ha realizado una importante compra hace escasamente unos meses) y González Byass, ambas por debajo de las 50 hectáreas, además de pequeños propietarios independientes.
Estévez dedica la producción de Macharnudo íntegramente a los vinos de su catálogo procedente de Valdespino (‘Inocente’, ‘Tío Diego’, ‘Palo Cortado Viejo CP’ y ‘Palo Cortado Cardenal VORS’) así como al vino blanco ‘Ojo de Gallo’, que lleva un par de años en el mercado y es uno de los ‘nuevos vinos’ susceptibles de ser amparados por la denominación de origen (D.O.) Jerez-Xérès-Sherry si el sector decide finalmente abrir la D.O. a determinados vinos de la tierra. ‘Tío Mateo’ y ‘Amontillado del Príncipe’ también se nutren de la producción de este pago, junto con El Corchuelo, también propiedad del grupo.
Pero todavía no hemos hablado de la gran cuestión: ¿Qué ofrece Macharnudo? ¿Qué tiene Macharnudo que no tienen otros importantes pagos del Marco, como Carrascal, Añina o Balbaina? Pues aporta unos vinos muy equilibrados en los que sobresalen su potencia y una alta mineralidad: en definitiva, son vinos con ‘músculo’, vinos que tienen una gran personalidad. Estas características vienen definidas por la ubicación, la orientación y las condiciones edafológicas (formación del suelo) del propio pago. Hay que tener en cuenta que, con una altura máxima de 135 metros sobre el nivel del mar (que se puede divisar), es uno de los pagos más altos del Marco, solo por debajo de los viñedos de Gibalbín, alejados de la ubicación de los más clásicos. Esa altura y la orientación, enfrentado al océano, le permite favorecerse sobremanera de los vientos de Poniente que tanto refrescan al viñedo. Además, la tierra caliza sobre la que se asienta es 100 por cien albariza, factores todos ellos que contribuyen a que el cultivo de la vid se realice en inmejorables condiciones en un clima cálido con escasas -pero frecuentemente abundantes- lluvias. Y luego está el mito, claro. El peso de la historia y de la tradición que hacen de Macharnudo un clásico entre los clásicos de la vitivinicultura mundial.
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