El auge del glamping —un mix anglosajón que une glamour y camping— es imparable. La moda de dormir en plena naturaleza con las comodidades (casi) de un hotel crece temporada tras temporada. Hace un par de años, unos jóvenes gaditanos que se volvieron a su tierra de sus respectivas aventuras profesionales en Madrid unieron fuerzas, tiraron de experiencia e ingenio, y crearon Teacampa, la primera empresa de España de creación y gestión de espacios glamping y resorts en la naturaleza. Venían con los deberes hechos, aportando valor añadido al sector turístico y anticipándose a lo que la gran mayoría no ha visto venir.
Antes de que la irrupción de la pandemia hiciera saltar las costuras de un modelo turístico masificado —siempre pendiente de buscar y ofertar el destino más exótico y lejano—, José Pérez, arquitecto y CEO de esta joven empresa asentada en La Rana Verde, en la carretera de Las Lagunas de Chiclana, ya intuía de alguna manera el boom de turismo sostenible y al aire libre que se venía. A él se sumaron otros dos socios, Alberto Pérez y Susana Pérez, que se ocupan con sus buenas vibraciones de la atención al cliente, el marketing y la comercialización de unos productos con un diseño orgánico con la naturaleza, cien por cien artesanos, exclusivos y que han logrado regenerar el tejido de una industria de transformación maderera de la que Chiclana siempre fue referente hasta el crack del ladrillo.
Con amplia experiencia en arquitectura de interiores, montaje de estructuras y paisajismo, el equipo ya supera la veintena de empleados —unos quince en producción— y este verano han dado un paso al abrir una línea de explotación de sus propias creaciones, ofreciendo reservas en un campamento de 40 alojamientos que han instalado en el camping de Punta Paloma, en Tarifa. El siguiente objetivo es ofrecer servicio 360 en los campamentos que instalen —prácticamente como un hotel en la naturaleza— y, poquito a poco, acabar abriéndose a la exportación. "Es algo que aún vemos lejano porque es que hay tanta demanda y tantos espacios increíbles en esta provincia que hay que ir despacio", reconoce Susana Pérez, que regresó a su tierra natal tras su paso por la capital de España y montó un huerto ecológico en Puerto Real antes de embarcarse en el proyecto Teacampa, que ya incluso ha recibido premios a jóvenes e innovadoras empresas.
"Cuando volví fue como dar un paso atrás, me gustaba mucho Madrid, la gente, allí aprendí muchísimo en el tema laboral... pero, claro, no me esperaba para nada el éxito de Teacampa. Al principio éramos José y yo, entró un chaval, llegó Susana y entre una cosa y otra, en muy poco tiempo, somos más de veinte. Estamos motivadísimos, no me arrepiento en absoluto de haberme vuelto de Madrid, y además aquí están mi familia y mis amigos", cuenta Alberto Pérez, mientras atiende una conexión en línea desde una de las imponentes casetas, Almoraima —todas aluden a rincones hermosos del patrimonio natural gaditano— que ellos fabrican desde el minuto menos uno.
Y es literal. "Hasta los herrajes y anclajes nos los produce un tornero de la zona", expresa Susana, que confiesa que una de las cosas que más le han impresionado de esta experiencia es haber encontrado "grandes carpinteros en la zona que estaban traspasando su negocio y ahora están integrados en el equipo. Antonio —el carpintero jefe— es casi ebanista, es impresionante cómo trabaja".
Castaño, algodón, yute...
José fue el que tiró del grupo tras tener empresas en Madrid. Se dedicaba a la adecuación de espacios comerciales, rotulación, metacrilato, iluminación... "Cambió el plástico por la madera", comenta Susana. Y añade: "Estas tiendas, que no dejan de ser casetas de campaña —a las que se suman módulos de cocina y baño—, son algo muy especial porque no es solo por la sostenibiidad, el olor a castaño o que caminar por ellas sea especial, es que por ejemplo tienen una lona interior, de algodón, que cuando estás dentro, atraviesa la luz, y crea un espacio muy agradable y natural. Son materiales especiales, madera de castaño, algodón, yute…". También el mobiliario interior son creaciones propias que han abierto una nueva vía de negocio a Teacampa: la comercialización de muebles macizos y con diseños únicos. "No es sencillo el proceso, es todo madera maciza, pero poco a poco hemos ido sacando piezas y actualmente ya vendemos algunos diseños en nuestra página web —de la que se ocupa Daniel Vázquez, otro de los miembros de la familia Teacampa—".
Una posibilidad para suelos no urbanizables
"Esto es un elemento mueble, se monta y se desmonta, no deja huella ecológica, por lo que no está considerado bien inmueble. Aun así, la instalación de estas tiendas, al igual que otro elemento, depende mucho del municipio donde te encuentres y siempre hay que hacer la consulta", explica Susan Pérez, responsable de comercialización y marketing de Teacampa. En este sentido, apunta que "hemos conseguido hace muy poco mover con Turismo Andaluz que nos concediese una autorización para poder instalar estas casetas dentro de campings, sin que tengamos que solicitar permisos, y es un gran paso porque podemos acotar el 50% del espacio de un camping, como en el caso de Paloma en Tarifa". Muchas personas no van comprar estas tiendas –sus precios van desde los 9.000 euros—, pero sí pasarán en ellas un fin de semana.
Actualmente cuentan con cinco modelos diferentes de tiendas —Almoraima, Sauceda, Breña, Algaida y Pinsapar— y la idea que tenían desde el principio pasaba por trabajar con un producto que se pudiera encajar tanto socioeconómicamente en la zona, el glamping, hemos dicho, está en auge, y al tiempo querían hacer algo sostenible, "que el impacto fuese el menor posible sobre el medio ambiente". "Nuestros alojamientos se caracterizan porque no cimentamos al suelo, utilizamos en todo momento materiales nobles, y dentro de la madera, el castaño; las estructuras son palos que vienen directamente del bosque y pelamos a mano, es un proceso en todo momento muy artesanal, cien por cien natural y con proveedores de la zona. Intentamos que todo sea muy ‘made in’ Andalucía, kilómetro cero", desgranan.
Susana, que tampoco se imaginaba hace unos años volviendo a Cádiz, se muestra orgullosa de haber participado en la creación de un proyecto "desde muy poquito". En un campo, recuerda, "empezamos a hacer nuestros pinitos, y todo lo que se ve en este showroom está absolutamente diseñado y producido por nosotros. Es un proyecto precioso, casi siempre trabajas al aire libre, y además no conocía, siendo de Cádiz, sitios tan bonitos como los que he visto a través de mis clientes. El punto más cercano a África desde Cádiz me lo ha enseñado a mí un cliente… es increíble esta provincia".
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