Los granos de cacao se esparcen por la mesa. El viento acaba de dispersar esta fruta de origen tropical que algunas culturas precolombinas llegaron a utilizar como moneda. José Gregorio Hurtado Villazana, nacido en Caracas, sujeta en su mano este producto que encandila a muchas personas, pero puede ser tóxico para perros y gatos. El venezolano enseña un puñado de Theobroma cacao, “alimento de los dioses” en griego. Para los mayas era una ofrenda a las divinidades, entre las que existía Ek Chuak al que veneraban para proteger sus cosechas. Hoy este alimento repleto de beneficios es el ingrediente de muchas recetas.
“Cuando hablo del cacao la gente piensa, chocolate. Pero no lo es, para que sea chocolate hay que mezclarlo con leche y azúcar”, explica José, de 34 años, en pleno parque de Los Toruños, donde coloca su puesto de Cacacoviz en el ecomercado.
Nunca se había dedicado al cacao, pero tenía experiencia en el sector de los negocios, así que, decidió apostar por su primer emprendimiento. Un proyecto que inició en las tierras venezolanas de las que se marchó hace casi 20 años. José aterrizó en España recién salido del instituto, cuando su madre decidió cruzar el charco por amor.
En 2017 se lanzó a la aventura. “Todo surgió a raíz del nacimiento de mi hijo, quería tener algo interesante que ofrecerle”, comenta. Así puso en marcha Cacaoviz, nombre formado por la “V”, inicial de su país natal e “Iz”, las dos primeras letras de Iza, su hijo.
Lo primero que hizo fue viajar a Venezuela y hablar con las familias de productores. Para que el cacao se internacionalizara debían transformar sus tierras. “Normalmente disponen de cadmio, un componente pesado cuya cantidad máxima está regulada por la Unión Europea”, comenta José que, junto a ingenieros agrónomos tardó unos tres años en lograr la certificación orgánica.
"Todo surgió a raíz del nacimiento de mi hijo"
Desde entonces, cuentan con varias hectáreas de cultivos repartidas en las provincias de Miranda y Zulia donde producen hasta 12.000 kilos de cacao en grano al año. Los productores llevan los granos al centro de acopio Freyra que los compra a un precio justo para exportarlo a Galicia, donde está el almacén principal.
La mayoría de estas familias productoras son descendientes de aquellos esclavos que sacaban adelante los cultivos bajo el poder de los colonizadores. “Con el paso de los años la Justicia entregó a las personas afectadas entre cuatro y seis hectáreas de las que se pueden obtener de dos a tres toneladas al año, y muchas se unieron”, cuenta a lavozdelsur.es rodeado de botes.
José se decantó por traer a El Puerto -y a toda España- un producto con el que había crecido, presente en muchos de sus recuerdos de infancia. “Nosotros nacemos con el cacao en la mano”, dice risueño. Por eso, algunos amigos de Latinoamérica que han probado los derivados de Cacaoviz “han viajado en el tiempo, a los tiempos de la abuela cuando nos daba la tacita de chocolate caliente”.
En su casa, rara vez han tomado cacao en polvo, es más común derretir una pasta de cacao con leche en una cazuela. Un sabor que degusta gracias a los granos importados -con siete días de secado. La primera vez que el cacao de origen llegó a España fue a mediados del año pasado y lo hizo en todas sus formas.
"Mi abuela nos daba la tacita de chocolate caliente"
José ofrece el producto sin añadidos, permitiendo a las personas poder experimentar el fenómeno llamado Bean To Bar, del grano a la mesa. En los botes que acaba de colocar en la mesa se observan granos, nibs, pasta, manteca y cacao en polvo. Con ellos, se puede elaborar de forma artesanal la chocolatina siguiendo cuidadosamente los pasos.
“Del grano se extrae el nibs, que es el grano sin cáscara; del nibs se genera una molienda y, con la misma fricción del calor, se genera la pasta y la manteca se obtiene del prensado de la pasta, no hay chocolate blanco sin ella”, detalla el venezolano señalando el cristal.
Bajo la sombra de los árboles, coge los nibs y los prueba. “Se puede consumir como un fruto seco, hay gente que los pone en los cereales o en las ensaladas”, dice. En cambio, la pasta suele derretirse al baño maría para las tartas mientras que el cacao en polvo se suele tomar disuelto en leche.
Hasta el momento, José ofrece la materia prima, pero también está trabajando para incluir chocolatinas naturales en Cacaoviz. Además, en un futuro, le gustaría abrir una tienda en El Puerto al estilo de las tiendas especializadas de café -actualmente la venta es online. “Podríamos explicarle al cliente como se derrite la pasta para que pueda hacer su propia chocolatina desde casa”, añade. El cacao tiene mucho que aportar. Los granos siguen rodando por la mesa, avanzan, como este negocio, de los pioneros en divulgar este mundo en la ciudad.