Noé es considerado por las religiones abrahámicas, el padre de la humanidad, a través de los descendientes de sus 3 hijos y 16 nietos. Noé murió 350 años después del diluvio, a la edad de 950 años. Sus tres hijos Sem, Cam y Jafet fueron engendrados cuando Noé tenía alrededor de 500 años. Túbal, nieto de Noé, entró a la península por Cádiz.
La tradición hace que el hijo de Jafet y nieto de Noé el patriarca: Túbal, sea el primer poblador de España tras el Diluvio. Entra por Cádiz en el año 2163 a. C. y 142 años después del Diluvio.
Flavio Josefo (I, 6, 1) refería que Túbal, hijo de Jafet, uno de los descendientes de Noé, había llegado a Hispania. Josefo reproduciría en ella el saber admitido como válido por los judíos de su época, ya que, como Hispania era en la Antigüedad la tierra de los metales por excelencia, los rabinos le asignaron por poblador a aquel entre los patriarcas que había creado el arte de la forja.
Túbal, nieto de Noé, y quinto hijo de Jafet, que en el año 131 después del Diluvio y tras el fiasco en la construcción de la torre de Babel, fue enviado a lo postrero de las tierras donde el sol se pone a repoblarla, y donde gobernó un imperio con justicia y templanza por largos años fundando unas cuantas ciudades: Setubal, Tafalla, Tudela, Tarragona o Sagunto.
Engendró Túbal un gran número de futuros reyes, la dinastía tubalita, empezando por su primer hijo Íbero, quien daría nombre tanto a la Península como al río Ebro. Así, fueron cuatro los monarcas los que sucedieron a Íbero hasta que acabó su línea sucesoria, según la mitología. Estos fueron, en orden cronológico, Idibeda, Brigo, Tago —por quien llaman así al río Tajo— y Beto, quien dio nombre al río Betis, actual Guadalquivir, y Bética a las tierras colindantes.
Muerto Túbal, reinó su hijo Íbero, de quien tomo su nombre España llamándose Iberia y también el río Ebro.
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