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Se llamaba Catalina la Santa, mujer de Juan de las Heras, gitana, vecina de Arcos de la Frontera, nacida en Jerez de la Frontera, quien fue acusada y llevada ante el tribunal de la Santa Inquisición por sortilegio.

El 12 de agosto de 1759, Francisca, soltera hija de padres no conocidos de edad de 17 años, declaró “que estando sirviendo en casa de Don Pedro Alonso, que la rea Catalina la Santa, la dijo que si quería casarse ella se lo facilitaría y aunque desestimó la propuesta le hizo muchas instancias diciéndola que no tuviera vergüenza que sin duda alguna le facilitaría novio y sería de su gusto y a persuasiones repetidas consintió en ello y entonces le pidió vara y media de cinta encarnada y una tumbaga (sortija) y habiéndosela dado le solicitó cuatro reales que también le dio. Y en otra ocasión le dijo que fuese a las diez de la noche sola a su casa y estando en ella puso un lebrillo de agua y echó en ella unos granos de sal y formando sobre ella varias cruces decía unas oraciones que no entendió, y le dio medio pliego de papel blanco para que la solicitante lo tuviese entre las manos y después esa noche lo echase en el agua y lo escondió pasando la mano por encima y se hallaron estampados en él dos muñecos diciendo que el uno era el novio y el otro la misma reclamante y también tenía dicho papel cuatro señales sin mojar con otra lista también blanca que pasaba por encima de las cabezas de los muñecos y la dio a entender que aquella lista era la de tafetán que le habían de echar en la cabeza cuando nos casaremos y que aquellas cuatro señales blancas eran para que las viese o cuatro monedas o cuatro tumbagas (Sortija hecha de esta aleación), y al día siguiente esta reo la dio como seis papelillos de dulce para que se los diese a su novio y con ello se facilitaría el casamiento”.

Pero la solicitante no se los quiso dar y “después de algunos días se comió uno y otro dio a una muchacha de unos ocho años y a la solicitante le causó el efecto de estar desalentada con un gran dolor de cabeza y vómitos y a la muchacha lo mismo y habiéndoselo dicho a esta rea le respondió que había hecho un gran disparate, que no estaban para ella sino para el novio y que le podía costar una gran enfermedad. Y después la dio una piedra blanca del tamaño de una almendra diciéndola que en la Iglesia la mojase tres veces en el agua bendita y habiéndolo ejecutado la dijo la metiese en una bolsa y la trajese colgada como reliquia, lo que practicó por un día o dos y después la tiró. Y que después la pidió un delantal y unas enaguas y se las dio. Y habiéndoselos pedido pasados unos días respondió que no podía dárselas porque las tenía bajo de tierra, y de sacarlas se le seguiría gran daño. Y en vista de esto se enfadó la solicitante y no quiso volver a verla”.

Catalina la Santa, fue juzgada en Sevilla, y en el Quemadero del Prado de San Sebastián las llamas salvaron su alma, mientras purificaban a la vez su cuerpo, sin verter una sola gota de sangre. Poco antes, y como precaución, la habían desencajado su mandíbula para que no pudiera maldecirlos (Es conocido el temor a la maldición gitana que al parecer simboliza un hechizo muy difícil de romper).

En la misma tanda, y para ahorrar gastos, cayeron los vecinos de Arcos: Gabriel Eusebio Rodríguez, de oficio vendedor de ropas por las calles, de edad de 23 años, por judaísmo. También Fernando Pacheco, natural de Ubrique, vecino de Arcos, de oficio arriero, de edad de 40 años, de estado casado, por judaísmo. Antes de ser chamuscados, todos fueron previamente paseados sentados en burros, atados y puestos al revés como simples peleles, para que no dieran más problemas.

Fuente: Manuel Pérez Regordán, otros.

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Eduardo Arboleda Ballén

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