Carta del sobrino del vecino de Arcos fallecido durante el festejo del Toro del Aleluya.
Quiero dejar claro desde el principio que escribo estas palabras sin ningún ánimo de culpar a nadie del fallecimiento de mi tío. Cada uno es libre de tomar sus propias decisiones en la vida. Estas líneas, que no son las primeras que escribo en mi vida en relación a esta vergonzosa celebración, son una denuncia pública y una expresión del más ABSOLUTO RECHAZO y la REPULSA más exacerbada hacia un festejo que bien parece salido de la Edad Media, pero que sorprendentemente se sigue celebrando en varios pueblos de España, incluido mi pueblo, Arcos de la Frontera, en pleno siglo XXI.
Cada Domingo de Resurrección se celebra en Arcos, como en muchos otros pueblos de la Sierra de Cádiz, una fiesta arcaica en la que la gente se divierte humillando y maltratando a un par de toros que sueltan por las calles. Los hacen correr por el pavimento lleno de cera (restos de los cirios de los cientos de penitentes que desfilan por el pueblo durante toda la semana santa), les llegan a lanzar objetos, les gritan, los marean, los increpan y denigran ante la concurrencia y el reclamo de quienes disfrutan las bonitas vistas desde balcones y barreras. Es una estampa dantesca en la que QUEDA BASTANTE CLARO QUIÉNES SON LOS ANIMALES. Es un vestigio de lo más bajo y primitivo de la condición humana. ¿Está todo justificado? Por el negocio de bares y terrazas, por supuesto.
No hace falta ser vegano, pertenecer a un partido animalista o ser antisistema para ver lo evidente, que este espectáculo refleja claramente la simpleza, la degradación y la poca humanidad de los que dicen ser humanos. Da absoluto bochorno ver el comportamiento de aquellos que se divierten a costa de un ser vivo que no ha decidido estar en ese lugar ni participar de tal celebración. Es vergonzoso ver cómo padres llevan a sus hijos a disfrutar de tal circo, los adoctrinan y los inician (véase el encierro infantil organizado en Arcos en el que si bien no se han usado toros reales, se inculca claramente a la juventud a participar de este circo en años venideros) para que en el futuro ellos sigan con la tradición, y ¿quién sabe?, acaben heridos o peor aún.
Lo peor de este evento no es que la gente acuda y forme parte de lo que es una práctica cruel y sin sentido. Es peor aún que se hayan sucedido alcaldes de diferentes partidos, y delegados de festejos y que nadie, en tantos años de progreso se haya dignado a cuestionar la moralidad de este evento ANACRÓNICO y RETRÓGRADO. Se sigue celebrando porque es una tradición centenaria en el pueblo y por supuesto, y más importante, por la recompensa económica que proporciona tal día.
Parece mentira que tras tantos años de evolución no se haya encontrado una alternativa a esta práctica decadente y cruel. Desfiles, procesiones, eventos musicales, mercados y puestos de comida, exposiciones de arte o fotografía que retraten el espíritu del pueblo, o la belleza de la Semana Santa de Arcos, de interés turístico nacional. Un sinfín de alternativas que son pasadas por alto porque una parte del pueblo, con MENTALIDAD ESTANCADA, y que el día después se adolecerá de los fallecidos o heridos, es lo que quiere disfrutar el domingo de resurrección.
Respeto absolutamente todas las formas de pensar, y todos los gustos y formas diversas de celebrar. Pero nunca voy a mirar a otra parte cuando se juega con la integridad, el bienestar y la vida de los seres vivos, humanos o animales. Esta fiesta es LA VERGÜENZA de Arcos. Y se seguirá lamentando la muerte de más vecinos al amparo de la atávica llamada a la tradición.
La estampa repugnante del toro del Aleluya NO debe retratar mi pueblo. Esa imagen primitiva NO define mi país. Es una pena que la gente pueda poner en el mapa el nombre de Arcos porque todos los informativos se hagan eco de lo que pasa en este festejo denigrante. Una pena no poder sentir la satisfacción de que mi pueblo haya abolido una práctica tan primitiva y ser así pioneros en algo positivo, una pena tener que estar hoy lamentando la muerte de un familiar. DEP Bienvenido Lozano Benitez.
Alejandro Roldán