En una mañana cálida, una inmobiliaria acaba de abrir su puerta, una peluquería de caballeros prepara las tijeras y en un centro infantil se escuchan las risas de los niños. En la barriada más joven de El Puerto de Santa María hay cierto movimiento comercial, pero se divisan locales vacíos o cerrados que esperan una nueva vida.
En esta localización arropada por la avenida Sanlúcar y la carretera de Sanlúcar sí se dividan bloques de pisos que hasta hace 20 años no existían. En la histórica finca Angelita Alta se empezó a construir el nuevo hogar de muchas familias, con fácil aparcamiento y muy próximo al centro. “Todo esto era un campo lleno de chumberas”, dice Juan López, granadino de 72 años que recuerda el paisaje que veía cuando iba para su trabajo.
Este funcionario de prisiones ya jubilado fue uno de los primeros vecinos del barrio Angelita Alta. De Cádiz se mudó a la localidad portuense cuando abrió el centro penitenciario Puerto II el 20 de octubre de 1984. “Estuve viviendo en el Penal antes de que existiera esta barriada y compré este piso cuando aún no estaba construido”, cuenta a lavozdelsur.es sentado en el bar La Belleza, donde suele desayunar cada mañana.
Antes de levantar los primeros bloques, más próximos a la carretera, lugar con gran afluencia de tráfico, ya se divisaba un establecimiento que ha dado mucho que hablar. Primero Oh Palace y, desde 2015, tras dos años clausurado, New Palace u hostal El Caserón, como se puede leer en un cartel colocado en su fachada.
En 2013 tuvo ciertas desavenencias. Doce personas fueron detenidas en una operación contra la explotación sexual de mujeres y, dos años después, su gerente apareció asesinado en el interior de un coche.
“Es un club de alterne, lo sé yo y lo sabe todo el mundo”, dice Juan. El negocio se instaló en esta zona muy cerca de las viviendas a mediados de los 90, cuando cerró la antigua discoteca 05 en la que bailaron muchos jóvenes. Y desde entonces, ha recibido miradas de todo tipo, unas de desaprobación y otras de deseo.
El vecindario convive con este local que, lejos de lo que pueda parecer, no perturba a la rutina. “Verdaderamente, no molesta al barrio, a mí personalmente no me da problema”, dice el granadino que asegura que es “una barriada muy buena”. Su visión coincide con la de José Carlos Romero, de 34 años, que, aunque nunca ha residido en la zona, lleva desde 2007 respirando su sentir.
"No hay ni un piso vacío"
Quince años han pasado desde que abrió el segundo establecimiento hostelero de la zona, Elcano, un bar típico que probablemente haya alimentado a los policías, militares o médicos que residen a su alrededor. “Es una barriada un poco dormitorio, hay muchos funcionarios de Puerto III, mucho tránsito”, comenta mientras termina de sacar las mesas a la terraza.
Según explica Juan, todos los bloques están ocupados por familias. “Aquí no hay un piso vacío, y si queda, al día siguiente ya está cogido”, añade el vecino, que señala que son viviendas “caras, desde luego”.
Ventanas abiertas y coches arrancando. Algunas personas vuelven del trabajo y otras se dirigen a él. Las que se quedan en Angelita Alta entran en bloques cuidados. Se nota que no son casas viejas con patio como las del casco antiguo. Algunas tienen piscina y parque dentro del residencial.
La barriada siempre ha estado a la espera de la construcción de los nuevos Juzgados o de la futura Comisaría de la Policía Nacional, proyectos fallidos anunciados a principios de los 2000 que se quedaron en el tintero.
El único que ha cuajado ha sido el pabellón deportivo, bautizado con el mismo nombre que el barrio. Un espacio que se ha convertido en símbolo del lugar desde que se abrió al público en enero de 2016, pese a que la obras finalizaron en 2008.
Años de paralización debido a algunos desperfectos del edificio, que se encuentra ubicado en la calle Carmen Valenzuela, justo al lado del club nocturno. Un grupo de jóvenes realizan un entrenamiento de baloncesto en una de las tres pistas de las instalaciones, donde también se juega al fútbol sala, al balonmano y al voleibol. La imagen choca, pero nada más.
Ramón, trabajador de mantenimiento, cuenta que la escena solo llama la atención y no impide que esté lleno de vita durante todo el día, hasta su cierre, a las 23.00 horas. “Aquí viene gente de todo El Puerto, tiene movimiento, ahora mismo hay chicos de un grado superior de deporte, pero también hay gente que alquila las pistas para uso propio”, dice desde el edifico que ha sido testigo de importantes victorias de la Gymnástica Portuense, el club local de baloncesto.
Un paseo por la zona desvela una calle que recuerda a un medio de transporte que forma parte de su historia. Las vías del mítico ferrobús, conocido como el tren de la playa, estuvieron cerca de los primeros bloques hasta 1985, cuando dejó de circular. Ese tren que transportó a cientos de pasajeros a las localidades costeras como Sanlúcar, Rota y Chipiona perdura en el recuerdo de Juan que lo llegó a ver en funcionamiento en varias ocasiones.
Desde la calle Tren de Rota, donde está terminando su café, hace una apreciación. Aunque la vía se llame así, “realmente no pasaba por aquí, iba por la avenida Sanlúcar y no llegaba al hospital”. Al granadino le viene a la mente un puesto de control que estaba situado donde en la actualidad se ubica el restaurante italiano Little Italy. “Aquí había una barrera, cuando venía el tren, la bajaban y los coches tenían que esperar”, dice.
Cuando se puso la primera piedra de Angelita Alta, el ferrocarril ya había desaparecido y tan solo quedaban restos de las vías que algún que otro fotógrafo ha capturado con su cámara.
Con apenas 20 años en pie, el barrio —como todos— tiene sus reivindicaciones. Una de ellas no hace falta que la denuncie ningún vecino. El estado de conservación de las zonas verdes se ve a simple vista.
La seguridad también ha preocupado al vecindario en algún momento, y la instalación de contenedores. El año pasado, según pudo constatar el equipo de Unión Portuense, algunos vecinos y comerciantes tenían que cruzar la avenida para poder tirar sus residuos, pese al espacio existente.
"Todo esto era campo"
A su vez, Juan añade otro problema. Con indignación, manifiesta su malestar por el ruido que emiten las ambulancias al pasar por la avenida Sanlúcar. “Andamos locos. En esta rotonda no hay ninguna ambulancia que no pase de urgencias, a la hora que sea. A veces me he asomado a la ventana, si no hay coches, ¿por qué tienen que llevar la sirena? Es horroroso”, expresa.
El vecino, que vive justo en la esquina del primer bloque, al lado de la glorieta, está cansado de escuchar ese sonido y, aunque es consciente de la contaminación acústica que genera el tráfico, no entiende que estos vehículos siempre lleven la sirena. “He estado a punto de ir al ayuntamiento. He estado viviendo ocho años en Suiza, seguro que allí lo penalizarían”, suspira. A pesar de todo, para él, “es un barrio tranquilo”.
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