Camilo, el flamenco que vino de Francia

Camilo Garidou llegó a Jerez hace 14 años para ganarse la vida como artista flamenco. Tras unos comienzos difíciles, debido a que el trabajo escaseaba, ahora se ha hecho un nombre en la ciudad y es reclamado para interpretar su variado repertorio ante jerezanos y foráneos. Aquí su historia

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Camilo es un gitano atípico. No tiene la piel bronceada, su pelo es pelirrojo en lugar de negro, y además tiene un acento francés que nos termina de descolocar. Pero es gitano de pura cepa, de padre y madre, y además tiene el flamenco en la sangre, tanto, que cuando canta o toca la guitarra se transforma en lo que es, un artista. A Camilo Garidou (Tours, Francia, 1975) seguro que en los últimos 14 años lo habrán visto por el centro, guitarra en mano, haciendo disfrutar a jerezanos y foráneos, solo o acompañado de su familia. A pesar de nacer en Francia, Camilo no se considera galo al cien por cien. Y es que sus antepasados se establecieron en Argelia en 1860, cuando ya era colonia francesa, si bien anteriormente esa tierra norteafricana había tenido presencia española durante tres siglos. Por eso, nuestro protagonista afirma que por sus venas corre una mezcla de sangre francesa, gitana, árabe e incluso andaluza.

 

Quedamos con él en la Alameda Vieja. Viste pantalones, camisa y chaqueta negra, pañuelo granate al cuello y zapatos de ante marrones. Su inseparable guitarra, guardada, a la espalda. Luce un llamativo anillo en su mano derecha. Viene andando desde Torresoto, donde vive junto a su mujer y sus dos hijos, jerezanos de nacimiento. Cuando concluya la entrevista, iniciará su tournée por el centro, como hace casi a diario. “Hay que llenar la nevera”, nos dice. Comenzamos. Empezamos por el principio. Camilo nos cuenta que a los 12 años su padre le regaló una guitarra, instrumento que aprendió a tocar gracias a su tío. Hasta entonces no le había echado demasiada cuenta al flamenco, música siempre presente en su familia. Pero cuando comenzó a acariciar las cuerdas de su nueva amiga, empezó a sentir que eso del flamenco era algo especial para él. Su tío le enseñaría el flamenco más ortodoxo, pero también empezaría a tocar por los Gipsy Kings, artistas de mucho éxito en Francia en aquella época, lo que favorece que, a los 14 años, junto a su hermano, su padre y su tío, comience a tocar, primero, en diferentes locales de Tours y después por diferentes ciudades de la geografía gala. “No nos importaba desplazarnos 800 kilómetros para hacer un concierto. Íbamos al sur, al norte… Mi padre alquilaba una sala y nos íbamos moviendo. Nos daba para ganarnos la vida, más que ahora. Gracias al flamenco me pagué mis estudios de Química”.

 

"Jerez me encantaba, pero hace 14 años era muy aburrida, había tres bares y adiós. No podías vivir del flamenco. Si tu vocación es tocar para la gente y no hay gente…"

 

Camilo, con su inseparable guitarra en el Gallo Azul. FOTO: JUAN CARLOS TORO

 

Esas giras también favorecieron encuentros con artistas españoles que se aventuraban a cruzar los Pirineos para ganarse la vida. Así, Camilo recuerda esos encuentros con el Potito o la Fernanda y la Bernarda de Utrera, en la que intercambiaban impresiones tras contemplar sus espectáculos, de los cuales se impregnaba y aprendía cada vez más. Y es que Camilo no sólo es un enamorado del flamenco, sino un estudioso de prácticamente todos los palos. Como cantaor, su artista de referencia es Camarón. “Para mí es el más completo, tengo toda su discografía, y eso me permite estudiar cada palo y su manera de cantar, aunque cada cantaor tiene que tener una manera propia de cantar, no tiene que ser un clon de nadie. Camarón me da una base, aunque yo tengo una voz muy distinta a la suya. No puedo imitarlo, pero puedo seguir la línea del compás y del cante. Y luego están Caracol, Chocolate… Pero cualquier aficionado que canta bien es una fuente de inspiración para mí, y aquí en Jerez hay mucha gente que, sin ser conocida, canta muy bien”. En cuanto a la guitarra, afirma que ha tenido influencias de Paco de Lucía, de Tomatito, de Moraíto, y del toque de Morón, pero se reafirma en que “lo que más me gusta es el cante”. Y de Francia, a España, y más concretamente a Jerez. Así y todo, llegaría aquí por un cambio de planes. Era el año 2000. Por entonces estaba viviendo en Marsella y le salió trabajo en Santo Domingo, en la República Dominicana. Pero cambios de última hora de las condiciones laborales que le ofrecían le hicieron pensar en Jerez. “Ya había vendido mi piso, tenía las maletas hechas y, cuando lo de Santo Domingo se me cayó, pensé en Jerez y en cómo era posible que no hubiera venido a la cuna del flamenco”.

 

Así que, a bordo de su furgoneta y con todos sus ahorros, recorrió los 1.580 kilómetros que separan Marsella de Jerez para llegar a la mismísima plaza del Mercado. Allí aparcó su vehículo y allí pasó las 15 primeras noches, hasta que logró encontrar una casa en la calle Molino del Viento, en pleno barrio de San Miguel. Pero pronto se daría cuenta de que en Jerez, eso del trabajo, escaseaba. “No había economía para poder vivir de algo. Jerez me encantaba, pero era muy aburrida, había tres bares y adiós. Si tu vocación es tocar para la gente y no hay gente…” Por eso, cuando podía se iba a Granada, e incluso prolongaba sus estancias dos o tres semanas si le salía trabajo extra. “Para eso Granada era ideal: 20 tablaos, cuatro o cinco autobuses de turistas todos los días y luego los estudiantes, que te llenan los sitios a partir de las 3 de la mañana”. En Granada trabajó en diferentes tablaos y fue allí, durante una grabación de un programa para Canal Sur, donde conocería a su esposa, una bailaora murciana, también gitana. Con ella haría una gira por la costa de Almería, hasta que nació su primer hijo. Era 2006, y una vez el niño en camino, decidieron establecerse definitivamente en Jerez. “Ya tenía que salir a la calle para comprarle los pañales. Tampoco veía ya la necesidad de irme fuera para tocar”, comenta.

 

Así, poco a poco, Camilo empieza a ser una cara conocida en diferentes bares y tabancos, sabiendo en cada momento, y dependiendo del público, qué ofrecer. “En Jerez gusta la bulería, pero la rumbeo, porque muchas veces voy solo, y tengo que buscar una manera de hacer bailar a la gente. Al turisteo le gusta lo que le gusta a la gente de aquí, pero si vas a un sitio y ves que sólo hay gente de afuera, no hay manera de conectar, tiene que ser mitad y mitad, que vean que tú aplaudes para que ellos aplaudan. Además, el turismo viene a consumir. Muchos sólo se quedan con los colores, los lunares, el pañuelo… No saben si le estás tocando una bulería o una seguiriya”. Camilo afirma que los años de experiencia ya le han dejado un poso, aunque bromea al afirmar que la garganta “la tengo hecha desde que grité al nacer. Eso es quejío, con eso se nace, no se aprende”. También afirma que se cuida mucho, eso de las fiestas hasta las tantas de la madrugada las deja para otros. “Yo no bebo ni fumo. Bebo agua y como mucho ajo. De verdad, yo nunca le he dado a nada. Tanto que dicen que si el artista flamenco o el gitano le dan mucho… Yo ajo y agua”.

 

Tras 14 años en Jerez, el francés tiene claro con qué se queda. “Me gusta el día a día. Me quedo con la gente de la calle. Yo creo que la conexión que tengo con Jerez no la he tenido en ningún sitio. Yo en Granada tenía mucho trabajo, pero vivía sólo de noche y no me enteraba de nada. Lo que me gusta de Jerez es que su manera de vivir es muy flamenca. Jerez es de película. Vas por la calle, te sientas, te tomas un café y empiezas a ver pasar a la gente, hablas con uno, con otro y es un espectáculo. Y eso no lo vas a encontrar en París ni en ningún sitio del mundo. La gente de aquí es original, auténtica, cada uno es un mundo. Incluso hay gente que dice que no le gusta el flamenco, pero luego escuchan algo y se ponen a bailar y son más flamencos que tú”. Acabamos la entrevista y Camilo parte para seguir ganándose la vida. Afortunadamente, su vida ya no depende sólo de la calle. Cada vez tiene más actuaciones privadas e incluso en verano estuvo con su familia en Noruega. Él a la guitarra y al cante junto a su hijo, y su mujer y su hija al baile. El éxito fue sonado. Pero, como bien dice, “necesito a la gente”, con lo cual no duden que seguirán viéndolo, por alegrías, rumbas o bulerías, en las calles y plazas de Jerez.

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Jorge Miró

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