Hubo una vez, no hace mucho tiempo, que un visionario se fijó en las 5.000 hectáreas de pinos que forman La Barrosa hasta la Loma del Puerco. En unos terrenos de ensueño, deshabitados, proyectó una urbanización de lujo que se ha convertido en una zona turística de primer nivel arropada por la Bahía. Fue a principios de los años 90 cuando el alcalde de Chiclana, José de Mier (PSOE), confió en el desarrollo de uno de los mejores resorts de Europa, el Novo Sancti Petri. Para ello contactó con varios empresarios, entre los que se encontraba el mallorquín Jaime Moll, entonces propietario de la cadena hotelera Royal Tour.
Una inversión de 20.000 millones de pesetas impulsó aquella idea revolucionaria en el municipio. Un proyecto novedoso pensado para el turismo que inició su andadura con el hotel Royal Andalus Golf, de cuatro estrellas, el primero, el conejillo de indias de un experimento atrevido.
Las riendas del alojamiento las tomaría el ceutí José Ruiz, que no dudó en aceptar el cargo como director. El 15 de enero de 1991 abandonó Mallorca, donde trabajaba en la cadena Río, y se trasladó a Sancti Petri. Llegaba a la Península con un saco de experiencia y una aventura por delante. A sus 39 años pisó Chiclana y, desde entonces, no ha salido de ella. “Yo aquí no había estado nunca, al llegar al poblado y ver todo en ruinas pensé: - ¿Dónde me han traído?”, cuenta el primer gerente del hotel. Unos vecinos le indicaron que debía girar en dirección contraria para llegar a la urbanización que “parecía otro mundo”. Un pulmón verde con un único acceso respiraba ante sus ojos. “No existían ni carreteras, ni infraestructuras solo se podía entrar por el polígono El Torno, había que atravesar el pueblo”, comenta sentado en un despacho con ventanales por los que asoma el sol mañanero.
A José le llaman “el decano del Novo”, y no es para menos, ha presenciado la evolución del enclave desde sus inicios. 30 años de historia que revive entre recuerdos. “Cuando llegué no había absolutamente nada”, dice. Don Juan de Borbón acababa de inaugurar el emblemático campo de golf diseñado por Severiano Ballestero, motor de este deporte en España, y tan solo se divisaban las obras del Royal Andalus y el Vincci Costa Golf. “Bajé a la arena, y cuando vi esta playa totalmente virgen me quedé maravillado, dije: -Esto es una joya”, explica José, que había trabajado en diferentes zonas turísticas como Canarias o Ibiza caracterizadas por “edificios altos y pocos jardines”. Con un paisaje de postal frente a él, se preguntó: “¿esto existe en España?”.
“Bajé a la arena, y cuando vi esta playa totalmente virgen me quedé maravillado”
El 1 de mayo comenzó una nueva era para Chiclana, el Royal Andalus abría sus puertas, en primera línea de playa, a cargo de José y a finales de junio le seguía el Vincci Cost Golf. Arrancar no fue fácil, sobre todo, a la hora de crear un equipo personal que se encargara de cada función dentro del hotel. “Lo que más me costó fue la educación turística y profesional, había muy poca mano de obra cualificada, los profesionales de la zona se habían ido a Canarias, la Costa de Sol o Baleares”, explica el exdirector que con paciencia impartió cursos y se implicó en crear “una filosofía de empresa de satisfacción del cliente”. Según sostiene, “al cliente, desde el primer momento, hay que tratarlo muy bien, hay que mimarlo, hay que hacer que quiera repetir y venir a la zona”.
Poco a poco el equipo humano fue adquiriendo formación, -“la gran ventaja es que el personal de la provincia de Cádiz es amable, cariñoso y se abre”- sin embargo, a José le llamó la atención un hecho que descubrió el primer fin de semana. La arena estaba repleta de tiendas de campaña. “Cuando los turistas observen esto, se van, esto hay que regularlo”, fueron las palabras que le transmitió al alcalde, que “lo consiguió erradicar bastante rápido”.
Ahora sí, todo estaba a punto para recibir a las familias y hacerles pasar las mejores vacaciones de su vida. O al menos eso parecía. No sabían que todavía quedaba mucho por hacer, crear la cultura turística del Novo era un reto complejo de afrontar. “Al principio aquí no venía nadie, lo intenté con tour operadores ingleses y nada, venían 20 clientes”. José atribuía el escaso número de reservas a que, en esa época, los operadores turísticos aún no volaban a Jerez y, no era cómodo y rápido viajar desde Sevilla después de horas de vuelo.
“El hotel Royal Andalus tenía 125 empleados y he llegado a tener solo un cliente”
Al año siguiente, pusieron el foco en la EXPO del 92 como una oportunidad para darse a conocer. “Parecía que iba a venir la gallina de los huevos de oro y al final nada, vinieron algunos directivos y algunos estaban invitados”, dice. Justo ese mismo año se inauguró el tercer hotel del Novo, el playa La Barrosa de la cadena Hipotels. Por entonces, el empresario que dio vida a este terreno se hospedaba en el Royal Andalus y entabló una amistad con José, que todavía no sabía qué le deparaba el futuro.
Cuando finalizó la exposición universal, “caímos en picado”. El proyecto turístico no terminaba de dar sus frutos y la paciencia fue el mejor aliado de la zona. Según cuenta José, “el Royal Andalus tenía 125 empleados y he llegado a tener solo un cliente. De hecho, coincidió que era la comida de Navidad de la empresa y le invité a sentarse en la mesa con todo el personal”.
A los turistas no terminaba de convencerles el Novo Sancti Petri. El viento de levante no ayudaba y no había rastro de restaurantes en la zona. Para llenar el estómago había que desplazarse a las tascas de Chiclana, al bar Manguita o al mesón José María en el Polígono. “La gente solía tirar para Conil o para El Puerto”, añade hilvanando la historia de su vida.
Aunque “se pasó muy mal”, pronto llegaron los primeros golfistas motivados por el éxito de Severiano Ballesteros, “que bajó un poco a tierra” este deporte enmarcado en la élite más adinerada. Entre hoyo y hoyo al exdirector, que se siente chiclanero, se le ocurrió movilizarse en el mundo deportivo y en 1993 consiguió que la Selección Española de Fútbol pernoctara en el hotel. “Me los traje cuando jugaron un partido que ganamos en Sevilla contra Dinamarca, eso dio mucha publicidad, vinieron periodistas de primera línea, y eso fue lo que relanzó al Novo”, comenta.
Muy lentamente, los viajeros fueron eligiendo Chiclana como destino vacacional. Esta vez sí. En el año 1995 el resort despegó tras la crisis, los tours operadores empezaron a volar a Jerez y las cadenas hoteleras ya deseaban poner sus raíces en la macrourbanización. Un año después, en plena efervescencia, José se cambió de hotel y comenzó a dirigir el Playa La Barrosa de Hipotels, compañía de la que no ha salido. Ahora, es el actual director de esta cadena que ha creado un imperio para el descanso con 7 hoteles: cuatro en Sancti Petri, dos en Conil y uno en Jerez.
“Don Juan Lluls me habló del proyecto en el 94. Para un profesional es muy bonito que te digan aquí van a construir hoteles y tienes que desarrollar todo, desde buscar a la gente y prepararla hasta crear una filosofía de empresa y un modelo de gestión. Hay pocas oportunidades de hacer eso, y cuando la tuve, no me lo pensé”, explica José.
Desde su origen, fue creando a sus “hijos” y viendo cómo la zona iba cobrando vida con nuevas construcciones. En 1997 se abrió Barrosa Park, dos años más tarde el Meliá, en el 2000 el Palace Hotel & Spa y en el 2001, el Barrosa Garden. Uno detrás de otro hasta conformar los 14 hoteles de cuatro estrellas plus y de cinco estrellas que el enclave ofrece en la actualidad.
El Novo florecía al mismo tiempo que se llenaba de alemanes. José recuerda como antes de que los europeos tomaran el resort se divisaban familias madrileñas o asturianas. “Se intentó con los ingleses y después con los italianos, pero no cuajó”, dice. El Novo era, y es, de los alemanes, que representan aproximadamente un 75% mientras que los españoles quedan relegados a un 20%. “Sin los alemanes no puede funcionar el turismo, no solo esta zona sino en España”, expresa con convicción.
“Sin los alemanes no puede funcionar el turismo”
Quién le iba a decir a José años antes que el Novo Sancti Petri iba a consolidarse como uno de los mayores reclamos, y mucho menos, que él iba a presenciarlo. Un “boom” sin precedentes que jamás hubiera imaginado en 1986. “Yo no conocía Chiclana, un día al pasar por la nacional me quedé parado con el coche en El Pájaro, hacía un levante y un calor… y, para mí, blasfemaba: -Vaya pueblo, quién vivirá aquí, nada más que hay viento y arena”. El director de Hipotels ríe recordando la anécdota que, más de tres décadas después le dio una lección. “Si en ese momento me hubiera tocado alguien al cristal y me hubiese dicho: esas palabras que estás diciendo te las vas a comer”.
Con el tiempo descubrió que su abuela materna y tres de sus tías eran chiclaneras. “Mi sangre es de aquí”, dice. Lejos queda su niñez en casa de su abuelo de El Puerto, largos veranos en los que se revolcaba por las dunas de la Puntilla y cogía las pelotas que las avionetas de Terry lanzaban. Estaba más cerca de lo que creía del lugar donde ahora reside. “Y ya de aquí no me voy. Creo que estoy viviendo en la mejor zona que hay en España”, comenta entre vivencias.
Imaginar Chiclana sin este resort le resulta complicado. Sin turismo el municipio no hubiera pasado de 48.000 a los casi 90.000 habitantes que presenta. Hubiera seguido viviendo de los pequeños negocios, la pesca del litoral, la viña, las bodegas y la construcción. “Éramos una economía de subsistencia”, explica el actual alcalde de la localidad, José María Román (PSOE). El Novo “ha sido un auténtico revulsivo económico para la ciudad, ha pasado a tener cerca de 5.000 empleos directos en estos últimos 30 años, y no solamente el directo sino también el enorme empleo indirecto que se genera a su alrededor”.
“El Novo ha sido un auténtico revulsivo económico para la ciudad”
Un paraíso en la costa con un modelo sostenible único. Su mayor atractivo recae en el respeto a los jardines y el pinar. Para el primer edil, “el gobierno de entonces hizo un diseño que no se ha superado en ningún sitio. A vista de pájaro se refleja una gran masa verde con una estructura de unifamiliares y de hoteles de dos y tres plantas que nada tiene que ver con las estructuras de otros destinos turísticos, que es ver muchísimo cemento”.
En total, cuenta con 13.000 plazas hoteleras para pernoctar, 90% de ellas ocupadas en años precovid. Un antiguo alcalde de Benidorm le transmitió a Román que estaban “chalados” porque deberían de tener, al menos, 300.000 plazas. “Le dije que tenemos otro criterio”, comenta. Se refería a un modelo distinto donde no se sacrifica el espacio natural y rechaza los edificios altos, agobiantes. Es una de las razones por las que los turistas vuelven. “Cerca de un 50% de clientes son repetidores, conozco a algunos que ya vienen con la tercera generación”, señala el gerente.
El Novo es una zona privilegiada alejada del turismo de marcha y discotecas que, según José, “ha dado caché al turismo nacional y europeo”. En sus hoteles, donde se rinde homenaje al relax han llegado a dormir clientes que “al irse han pagado una factura de 24.000 euros”.
De la vida, el ambiente y la actividad económica ya no queda nada. La pandemia arroja pérdidas millonarias que dejan una escena desoladora. A través de un ventanal, el director de Hipotels señala un precioso hall tapado con telas. La hostelería sufre. “Nuestra cadena, en Andalucía pierde 300.000 euros mensuales, una media de 45.000 por siete hoteles. El agua, la luz, el ERTE, los mínimos los estás pagando, los impuestos no te los perdona nadie, después siempre hay un técnico de mantenimiento. Es muy costoso mantener esto cerrado”, explica José.
Pese a todo, la compañía mallorquina ha podido resistir el golpe al ser una empresa “saneada”, y mira con optimismo la temporada estival. Según el alcalde, el año pasado, Chiclana alcanzó el 70% de ocupación mientras que la Costa del Sol descendía a un 30%. “Va a haber codazos para que lo que vaya a moverse se pueda captar”, expresa desde su despacho.
Para este verano, las previsiones son similares con la ventaja de que cada vez hay un mayor número de personas vacunadas. José mantiene la esperanza. “Recemos para que todo continúe normal y se nos quite este mal sueño de dos temporadas con unas pérdidas abismales”, decía hace unos meses.
Con el viento de levante acariciando su rostro, el director, confiesa ser un enamorado de su profesión. Pese a las desavenencias, no decía que no estaba preparado para retirarse y perder el acceso a todo lo que ha creado. “Llegará un día en que lo tenga que hacer, uno no es eterno”, comentaba.
A primeros de junio, pocos meses después de producirse esta entrevista, José anunció que dejaba su cargo tras más de medio siglo entre hoteles y una treintena en el resort chiclanero. Durante esta temporada todavía merodea por el complejo antes de decirle adiós para siempre. “Como esto no hay nada”.