El actor jerezano José Manuel Poga continúa labrando su carrera en cine, teatro y televisión. Acaba de estrenar en la gran pantalla 'Toro' y de culminar el rodaje de 'Oro'.
Todos le recuerdan haciendo reír a los demás. Improvisando, haciendo garabatos y caricaturas, aleteando sus brazos o gesticulando. José Manuel Rivera Poga (Jerez, 1980) lleva la interpretación en las venas. Se declara payaso antes que cómico y cómico antes que actor. Servía para estudiar, “era buen estudiante”, pero desde que finiquitó su relación con el instituto Asta Regia del humilde Distrito Sur de Jerez su vocación ya estaba montada en el escenario antes que en cualquiera de los tochos de la carrera de Gestión y Administración Pública. Ha estrenado Toro, de Kike Maíllo, el tercer papel “contundente” de una carrera que fraguó en la calle. Y también ha concluido recientemente el rodaje de Oro, de Agustín Díaz Yanes, donde participa en la expedición que busca Eldorado.
El cineasta sevillano Alberto Rodríguez catapultó su trayectoria hace cinco años gracias al papel que le brindó en Grupo 7 y desde entonces ésta no ha dejado de crecer, incluyendo una gira de año y medio como protagonista, junto a María Adánez, de la adaptación teatral de Insolación, de Pardo Bazán. Vive en Madrid desde hace casi dos años pero ahora, aprovechando un hueco entre proyecto y proyecto -"pensaba pegarme este verano unas vacaciones, pero no, curraré en otra serie de televisión"-, disfruta de unos días en su tierra, donde en los dos últimos años se han perdido el 70% de las pantallas de cine. Cerca de los suyos, saborea otro momento dulce dentro de su joven y prometedora carrera, pero plenamente consciente de que en este mundillo un día te crees el rey del mambo y al día siguiente te pegas una gran hostia contra el suelo. En plena Alameda del Banco, en una soleada tarde de viernes tras una semana de intensas lluvias, Poga enciende un pitillo, saborea su copa de oloroso y se explaya.
Vuelve a hacer de malote en Toro, ¿cómo ha ido la experiencia?
Siempre molan mucho más los papeles de caballero oscuro que de príncipe azul. Hacer de malote mola, pero sobre todo la historia. Es una historia de Rafael Cobos, junto con otro guionista, que escribió La isla mínima y que es colega. Aparte cuando ves el reparto, Luis Tosar, Pepe Sacristán… y ves el personaje que te toca, dices: hostia, yo quiero estar en esta historia. Pero bueno, no sirve solo querer estar, hay que pasar el protocolo, el casting, hasta que te pillan para el proyecto.
Ha vuelto a coincidir con Tosar después de rodar El niño.
En El Niño tenía una secuencia muy cortita pero compartir aquí varias secuencias con él, y secuencias muy guapas, crudas, de una oscuridad contundente, mola mucho más. La película tiene un universo muy peculiar, muy decadente, arquitectónicamente es la Costa del Sol del ladrillo y el poder en decadencia. Tiene un universo muy sórdido, muy sucio, muy thriller, Old boy, Driver… Que todo transcurra en 48 horas le da un rollo frenético.
¿Cómo asimila uno partir de cero en este oficio a verse rodeado por actores tan enormes como Sacristán?
Al principio te entra un poco de nerviosillo. Al enfrentarte a la película no son solo los actores, es el director, es un equipo entero, es una aventura… Vas a pasar dos meses y medio o tres meses trabajando con un grupo de gente. Pero desde el principio todos vamos a una y te das cuenta de que todos somos una familia y un equipo. Todos tenemos los mismos miedos e inseguridades, aunque al final todos tenemos un objetivo en común: hacer que una buena historia llegue al público. Es una cosa muy sana y muy saludable.
"Soy un payaso, intento no perder el contacto con el niño que llevo dentro y con las primeras ilusiones"
¿Qué aprendes de ellos?
Todo, tío. Todo. Aprendes todo. Cualquier experiencia que vives y cualquier proceso que experimentas y, sobre todo, si tiene que ver con tu profesión y tu vocación, es aprendizaje. Yo creo que de todo se aprende, de lo bueno y de lo malo. Evidentemente no soy el mismo actor que hace diez años y no soy el mismo actor que seré dentro de diez años. Esta profesión se va forjando con el bagaje y las experiencias, y poco a poco te vas reestructurando también profesional y personalmente. A medida que pasan los años tu cabeza está mejor estructurada, amueblada, y entonces ya te vas convirtiendo en una persona con oficio. Es muy importante equivocarte en esta profesión porque así te vas dando cuenta de cómo funciona el mundo, no como te creías que funcionaba. Te tienes que pegar muchos palos, y yo me los he pegado, pero hay que aguantar.
Desde el exterior, parece un mundo con una competitividad brutal.
Claro, claro, pero hay una herramienta fundamental que es el sentido del humor, y yo debido a mi verdadera vocación, que es ser cómico, soy un payaso, intento no perder el contacto con el niño que llevo dentro y con las primeras ilusiones. Eso te da un colchón muy interesante para aceptar todo lo que viene con alegría y con sentido del humor. Entonces ves que los demás compañeros son compañeros, no uno es una gran estrella y tú eres un mojón. Aquí vamos todos a una.
Hablando de ese niño que lleva dentro, su apodo al parecer viene de un problema infantil de dicción, ¿no?
Sí, no sabía pronunciar la ‘r’ y decía pego’, el pego de sanggoque no tiene ‘gggabo… Para no mandar a los niños al carajo o a la mierda yo los mandaba a la porra, que son unos churros que había en Madrid. Estaba en los scouts y no podíamos decir palabrotas en la vida. Pero aquello tenía doble r, ¡maldita sea! Iros a la pogga. Y se me quedó el Poga hasta que me descubrí llamándome así, de modo que lo utilicé como nombre artístico porque todos en el barrio y luego en Sevilla me conocían así.
Mira pues fue aquí, en la Biblioteca. Cuando yo estaba estudiando Gestión y Administración Pública. Salí del instituto y no tenía muy claro qué quería hacer. De pequeño siempre me había gustado dibujar y actuar. Yo me acuerdo de las reuniones familiares, en Navidades y eso, que siempre me disfrazaba. Es una cosa que nos pasa a mogollón de actores y actrices, que de pequeño ya apuntamos porque nos gusta hacer reír a la familia y a los amigos. Terminé COU, me apunté a eso y no aprobé nada. Estaba más de coña en la clase que verdaderamente en las asignaturas. Le dije a mi padre: voy a ser actor, que es lo que me gusta. Porque el dibujo… bah, como hobby, pero verdaderamente lo que me molaba era ser actor. Estuve mirando por Internet escuelas en Madrid y Barcelona, pero todas eran carísimas. Opté por la Escuela de Arte Dramático de Sevilla, pero llegué tarde a las pruebas de acceso y eso suponía perder otro año más, así que me apunté a una escuela privada, Viento Sur, y ahí empecé. Lo bueno es que rápidamente conocí a muchos colegas muy buenos cómicos, gente de mi misma edad con muchas inquietudes. Empezamos a montar pequeños espectáculos, con compañías alternativas, y empezamos a trabajar en Sevilla, tanto en teatros como ferias, verbenas, discotecas… Lo que hiciera falta. Me montaba mis propios espectáculos: yo he hecho antistripper, antiboys, despedidas de soltera… He hecho de todo y creo que eso es lo que me ha curtido. Mi madre me dice que he aprendido de la escuela de la calle y eso suena muy Bronx pero es que es verdad: he aprendido en la calle, con un público real delante.
De alguna manera siempre lo llevó en la sangre.
Eso se lleva dentro de alguna manera.
Pero usted era buen estudiante, ¿no?
Sí, sí, era buen estudiante cuando tenían profesores interesantes, ¿sabes? Me acuerdo de un profesor, Casto, que daba literatura y, claro, hacía las clases tan atractivas que me empecé a interesar por el teatro. Cada vez que leíamos teatro en la clase y llegaba mi parte era mi momento. También empecé en el taller de teatro del instituto a hacer obras de Buero-Vallejo, Juan Tenorio y otras cositas.
¿Fue complicado decirle a sus padres que lo dejaba todo por su pasión, la interpretación?
Mis padres me han apoyado en todo momento. He tenido una suerte fantástica. Al principio les daba cangueli… La inestabilidad, muchas ferias, la carretera por la noche… Pero, claro, cuando ya empiezas a hacer cosas más importantes, con mayor cobertura y proyección, se tranquilizan. Pero creo que en el fondo siempre va a estar esa preocupación, igual que la tengo yo, de encontrarte con ese vacío, esa incertidumbre, de a ver qué me va a pasar. Pero yo tengo una sensación bastante más subterránea por la que creo que a mí nunca me va a faltar el trabajo. Si no me lo dan, me lo voy a inventar. Yo me lo voy a currar. Tengo creatividad para inventarme las cosas y siempre que tenga un público habrá teatro.
"En el teatro eres dueño de todo el espacio y vas recibiendo instantáneamente la respuesta del público, tienes una comunión que no tiene comparación"
Ha pasado año y medio de gira con Insolación y, poco a poco, acumula más peso protagónico en el cine y con alguna incursión en televisión. ¿Dónde está más cómodo?
La verdad que son viajes muy diferentes. En los tres sitios me siento estupendo. Pero es verdad que en el teatro controlas el escenario y eres dueño de todo el espacio, por lo que la química y la seducción que se crea con un público delante no es la misma que con una cámara y un favorece a cámara, cuando le hablas al actor pero estás pendiente de la cámara, o cuando estás en un pequeño plató de televisión… Es todo como más falso. En el teatro, aunque haya una cuarta pared, vas recibiendo instantáneamente la respuesta del público y tienes una comunión que no tiene comparación. Si me tengo que decidir por uno, el teatro.
La televisión parece más cargante, ¿no?
Sí, bueno, influyen las historias. Las historias más interesantes y los personajes más bonitos que he tenido han sido en teatro y en cine. En televisión he participado últimamente en Bajo sospecha, con un reparto estupendo y un guión muy guay pero mi implicación en ese proyecto estaba muy limitada. Entonces a mí me gustan los proyectos en los que yo puedo profundizar mucho más y aportar todo lo que pueda.
Volvamos a Sevilla. ¿Cómo se produce el salto a la gran pantalla?
En Sevilla he hecho muchos cortos. Hay una cosa importante en esta profesión y es intentar no decirle que no a nada. Hay un antes y un después que es cuando me llama Laura Alvea y me avisa de que Alberto Rodríguez está haciendo un casting para su nueva película. Yo ya había trabajado de figurante con él en After. Se iban a presentar todos los actores de Sevilla y tal, y yo me presenté. Pasé esa primera prueba, después me dieron un papel en plan ‘banquero 1’ o ‘policía 1’, y ahí conocí a Eva Leira y Yolanda Serrano, que son las madrinas, las directoras de casting más importantes de este país; me vieron y me hicieron otro casting ya con el personaje de Miguel, y volví a hacer un cuarto casting ya con Antonio de la Torre, Mario Casas y Joaquín Núñez para ver cómo funcionábamos. Fue en casa de Alberto Rodríguez, hicimos un par de secuencias y ya me dijeron que estaba dentro de la película. A partir de ahí…
Se le abre el cielo.
Claro. Aparece la estrella de Oriente, que es un representante o un agente, que ya confía en ti, que está en Madrid, que se llama Pedro Garay, que ya es el que me consigue las pruebas, que ya es una persona que confía en ti y que conoce a mogollón de directores y directoras de casting. Y ya todo va mucho más fácil.
¿Hasta qué punto ha sido decisivo Alberto Rodríguez en su carrera?
Desde el punto que me dio la oportunidad de hacer una gran película y una buena historia. Y por la proyección que te da esto y, sobre todo, porque me dio mucha seguridad. Era mi primera película, me la jugaba, pensaba si iba a estar a la altura, era un personaje coprotagonista… Hay que tener mucha humildad en esta profesión. Creo que no hay buenos o malos actores. Si tienes un mínimo de talento lo que puede haber es una mala decisión a la hora de crear tu personaje o de no entender al director. Alberto me dio mucha seguridad y mucho aplomo para estar muy tranquilo y muy seguro de lo que hacía. Fue un proceso muy suave y muy bonito.
Después rueda Miel de naranjas, de Imanol Uribe. Llegan a calificarle en la prensa como 'nuevo rostro del cine español'. ¿Cómo se digieren esas etiquetas, pesan?
También tengo muy buenos amigos periodistas que confían mogollón en mí… (risas) Pasa una cosa, hice dos películas muy seguidas, venía de la nada e hice Grupo 7 y Miel de naranjas, y entonces había unas expectativas que incluso yo me las cree, en plan esto va como la seda, ya he triunfado y tal. Pero después me tiro tres años sin que me llamen, porque mi agente no estaba al 100%, y fueron muy difíciles. Tuve un subidón de la hostia, incluso económicamente, y no hay nada peor que un pobre harto de pan. Me creía el rey del mambo de repente, pero esta profesión te enseña que estás aquí para alimentar tu estómago, no tu ego. Relájate, aguanta, en este oficio no hay que llegar a ningún lado, aquí hay que sobrevivir y poquito a poco. Esto es artesanía pura. Tranquilidad y tranquilidad. No te puedes creer el rey del mambo porque la caída puede ser muy dura. Llegaron nuevos proyectos y empecé a remontar.
"Esta profesión te enseña que estás aquí para alimentar tu estómago, no tu ego. Relájate, aguanta, aquí no hay que llegar a ningún lado, aquí hay que sobrevivir"
¿A ese tipo de palos que ha tenido en su carrera son a los que se refería antes?
Claro, claro, y si tengo que volver a hacer la calle y subirme a una tarima aguantada por cajas de cocacola, o irme a la verbena del Viso del Alcor y actuar a las cuatro de la mañana con mi colega, hay que hacerlo. Porque es que yo no sé hacer otra cosa, no sé fontanería, ni albañilería, yo tengo que hacer lo mío. Y si no me llaman, me lo tendré que montar yo. A cada uno lo pone el tiempo en su sitio.
¿Cuál es su método?
He aprendido que no hay nada peor que un actor concentrado. Hay que encontrar una vía, una comodidad, una conexión… Es conectarte con lo que estás haciendo y agarrarte a la verdad. Integrar tu personaje pero no actuar. Lo peor que hacemos los actores es actuar. Y yo estoy aprendiendo a decir la verdad desde mi personaje. Te vas dando cuenta de que canta cuando no hay verdad. Hay que agarrarse a una verdad a raíz de una mentira.
¿Hay mucha mentira en el mundo del cine?
Sí…
¿Hay demasiado postureo?
Bueno, he tenido la suerte de no encontrar demasiado. Hay energías de las que no estás exento, tienes que beber y aprender de ellas. Sí es verdad que me he encontrado a elementos que, bueno, no me influyen de manera negativa. Hay mucho postureo y mucha tontería pero tú te tienes que agarrar a tu verdad y a ser como eres. Aquí es un error gravísimo intentar ser alguien que no eres, ahí la has cagado, hasta tú mismo sientes que te tambaleas y sudas. En esta profesión hay que ser muy de verdad. En el teatro, por ejemplo, hay gente que paga veintitantos euros para verte. No les engañes porque el público no es tonto.
"Cuando no tienes trabajo y tienes hambre, tiene que ser uno mismo el que se aconseje según su experiencia. El mejor oráculo es uno mismo"
¿Con qué papel sueña?
Sueño con una gran historia consolidada. Aportar mi granito de arena, ya sea en un protagonista o coprotagonista con una cierta involucración, con una buena historia en la que todo funcione perfectamente. Puedes tener un gran papel pero que luego en maquillaje te hagan una cicatriz de plastilina. Aspiro a formar parte de una gran historia que tenga al público en la butaca con el culo apretado y que todo el equipo funcione de verdad y bien.
¿Quién le gustaría que dirigiera esa historia?
Fuuuuu… Mucha gente. Tarantino, los hermanos Coen… O hacer la tercera temporada de Fargo. No me importaría repetir con directores con los que he trabajado, a los que considero ya mis compañeros. Lo que me gustaría es un buen guión y un buen personaje, que el que lo dirija solo tenga pasión por lo que hace y las ideas claras. Si económicamente aporta, de puta madre (risas), pero una buena historia, tío.
¿Recuerda consejos de algunos de esos directores con los que ha trabajado u otra enseñanza decisiva durante su formación?
Cosas tan sencillas como las de José Piris, que es un profesor que tuve de mimo que me dijo que fuese consciente de mi poesía; o lo que Alberto Rodríguez nos dice siempre a todos los actores: menos. El menos es más. Y un montón más de consejos y directrices que te vas marcando tú mismo según tu experiencia, intento ser fiel a las cosas que me dice esta cabeza. Cuando no tienes trabajo y tienes hambre, tiene que ser uno mismo el que se aconseje según su experiencia. El mejor oráculo es uno mismo.
¿Siente que ya domina el oficio?
Qué va, qué va. Ya te digo, dentro de diez años nos reunimos aquí y lo mismo te cuento una película totalmente diferente. Voy viendo esa evolución, la vida y el cine va cambiando.
¿Suele volver a ver sus películas?
Las películas las veo dos o tres veces. En la primera vez veo mi trabajo, solo me fijo en mí (risas); luego veo todo el conjunto y ya no vuelvo a verla hasta dentro de tres o cuatro años.
¿Aprecia la evolución?
Siempre que sales de una película, como eso ya está grabado, descubres cosas que podías haber hecho de otra manera. Yo ahora me veo en Grupo 7 después de cinco años y pienso que habría hecho cosas muy diferentes. Eso con el teatro no pasa. Cuando haces una gira durante un año y medio no eres el mismo en el estreno que cuando haces las últimas funciones, por ejemplo, en el María Guerrero, como tuvimos con Insolación. Ahí eres tu dueño de tu personaje y vas madurándolo. En el cine te quedas en plan me cago en la puta, podía haberlo hecho así o asao. Tampoco grabas cronológicamente, y si has hecho una secuencia antes que luego se montará después ya no puedes incorporarle nada más al personaje. Tienes que tenerlo muy consolidado.
¿Le molesta que algunos actores fuercen el acento andaluz, usted cómo lo lleva?
(Risas) Lo del acento… Como solo he hecho personajes andaluces en el cine no he tenido problemas, aunque en el teatro me adapto y castellanizo. Cuando veo que se fuerza pienso que hay que ganarse al director y a los productores y convencerles de que tienes que hablar con tu acento.
Es un buen año para el cine andaluz, la jerezana Techo y comida ha sido multigalardonada.
Me alegro mogollón por Juan del Castillo y por el cine andaluz, que ya lleva tiempo despuntando.
Prejuicios hacia el cine español: "Siempre miramos lo de fuera como mejor. Ese sentimiento de inferioridad por huevos es muy español. Pero no es verdad, se hacen cosas muy buenas"
En general, el cine español goza de buen estado de salud, ¿no?
Totalmente. Mira que España es como es y, a pesar de como se trata aquí a la cultura y de los cabezazos que hay que dar para sacar una buena película, hay muchísima creatividad, directores y actores muy buenos, multidisciplinares, capaces de hacer una comedia o cine negro.
Entonces por qué sigue habiendo cierto prejuicio negativo hacia el cine español.
Porque así es España, tío. No estamos contentos nunca, no nos valoramos, siempre miramos lo de fuera como mejor. Es algo muy español, ese sentimiento de inferioridad por huevos. Pero no es verdad, se hacen cosas muy buenas...
Cierto sector de la clase política también les usa de alguna manera como arma arrojadiza...
De toda la vida los cómicos o los comediantes siempre se han relacionado con los rojos, los radicales, y creo que somos críticos, gente comprometida con la sociedad. Ya lo hacían Cervantes o Clarín. Siempre hemos sido unos inconformistas y hemos denunciado con el arte la mentira y la injusticia. Creo que lo interesante en el cine, por ejemplo, es que sea muy crítico.
¿Está demasiado subvencionado el cine en este país?
Creo que no. Para hacer una buena película no hace falta tanto dinero, es como el teatro, hemos hecho buenos montajes sin subvenciones. Y un gran colectivo de actores hemos sobrevivido así. Hay mucho talento y cosas muy interesantes que se hacen con muy poco dinero en teatro o cine.
¿Ha escuchado a algún político últimamente hablar de cultura?
No he escuchado a ninguno de los candidatos, de ningún partido, hablar de cultura. Ni Iglesias, ni Rivera, ni por supuesto los otros. La Cultura es lo que te da el desarrollo mental y nadie dice nada de eso y mira que me he tragado exposiciones.
Stanislavski decía que el arte debe servir al pueblo. ¿A quién sirven los políticos?
A sus propios intereses. Los malos políticos, los buenos no.
¿Hay buenos políticos?
Sí, coño. Hay gente muy buena que no se dedican a la política pero que serían muy buenos políticos. Los conozco, vamos.
"Lo que indigna es el engaño, como se tiene a la gente saturada de información absurda e inútil para engañarla"
¿Qué va a pasar en este país?
No sé, ya veremos. La izquierda siempre ha estado muy dividida y la derecha, siempre muy concentrada y consolidada. Ahora parece que quieren cambiar eso, no sé. Me conformo con que no tengamos que hacer unas terceras elecciones, por el gasto que conlleva y por el mamoneo. Encerraos en el Congreso y no salgáis hasta que se llegue a un maldito acuerdo, como si tienen que estar a pan y agua.
El IVA de la cultura es sangrante e iniciativas como 'La fiesta del cine' demuestran que la gente, si se rebaja el precio de la entrada, acude en masa a las salas.
Sí, el tema del IVA es sangrante. La gente quiere ir al cine pero lo que pasa que está tiesa. Si quieres ir acompañado o con la familia y los niños te encajas con 35 o 40 euros por ver una película. No es lo mismo ver una película descargada o con anuncios que en ese santuario con esa pantalla de 6x8. Es verdad que la gente responde, la gente tiene hambre de cine, de teatro, de cultura. Es una cosa muy pura y de verdad. La gente no ha perdido el interés por la cultura, lo que pasa que no se apoya desde el poder público. Interesa más que la gente se enganche a programas basura y no piense, o que se interese por los cuerpos exuberantes y las relaciones entre veinteañeros de gimnasio antes que por historias de verdad, que conmuevan y te hagan pensar. Es la gran trampa, convertirnos a todos en borregos.
¿Qué le indigna?
Que la gente no tenga criterio. La gente no sabe qué está pasando. Los ayuntamientos, los gobiernos, reciben subvenciones, dinero, y no hay transparencia de lo que se ingresa y de lo que realmente se ha llegado a gastar. Hay que investigar para conocer la verdad. Lo que indigna es el engaño, como se tiene a la gente saturada de información absurda e inútil para engañarla.