Un gestor cultural que ha tocado todos los palos de la trastienda flamenca
La desaparición de los Giraldillos a cambio de un premio único internacional que consagra una carrera; el regreso del Niño de Elche —vilipendiado por cierto sector de la crítica en la última Bienal—; una fiesta de ida y vuelta como clausura en el puerto de Sevilla donde, de la mano de Monkey Week, el flamenco se verá las caras con el hip-hop o la electrónica; apuestas contundentes por los nuevos públicos con disidencias flamencas tipo Los Voluble o Álvaro Romero… Y entre todo esto, un ramillete de popes, faros y figuras efervescentes estrenando nuevos espectáculos, además de un ciclo de guitarra muy selecta coordinado por Gerardo Núñez. Ya no hay entradas para ver los Seises de Israel Galván y hay que prestar mucha atención a la programación paralela, con una expo imperdible de Colita y unas jornadas sobre el Concurso de Cante Jondo de Granada comisariadas por Pedro G. Romero.
Como ven, Chema Blanco no se guarda nada. Asume el riesgo del cartel y encaja como puede los palos que van llegando procedentes del “talibanismo” flamenco. Es difícil encontrar otro género o disciplina artística donde el debate sobre la defensa de los cánones o los limites de ese arte sea tan agrio y acalorado. En el flamenco no hay filtros al entrar en estas arenas movedizas. Nacido accidentalmente en Madrid en 1965, este cordobés ha tocado todos los palos en la trastienda del mundo de lo jondo: management, director artístico, productor, creativo…
Diplomado en Relaciones Laborales por la Universidad de Granada y Máster en Dirección y Producción de Cine, Vídeo y Televisión por la Universidad Politécnica de Barcelona, Blanco cofundó en 2010 la productora Anegro, con la que se catapultaron la carrera de Israel Galván, Miguel Poveda y Fernando Terremoto, entre otros. Años más tarde, trabajó en el Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla y también fue asesor artístico del Festival de Flamenco de Nimes.
Recibe a lavozdelsur.es con cierta tensión previa al estreno de su primera vez al frente —la Bienal comenzó el pasado jueves con la entrega a Eva Yerbabuena del Giraldillo Internacional Ciudad de Sevilla, y anoche con el pregón de Laura García Lorca; el programa de espectáculos comienza esta misma noche—.
Antes de entrar en su despacho, cuenta la historia del cartel de esta edición, una recreación de la mítica foto de Colita en el Pinto — Antonio Mairena con Tomás Torres, Chocolate y Pepe Pinto— y una nueva imagen donde claramente se ven las intenciones: mujeres al poder —Manuela Carrasco, Eva Yerbabuena, Patricia Guerrero y María Moreno— con Mairena y Amaya en sus respectivas atalayas.
Quiero la Bienal del siglo XXI, le encargó el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz. El resultado empezará a verse desde hoy, pero Blanco, desde su despacho del Centro de Cerámica de Triana, se muestra seguro y convencido del "riesgo" asumido y del "relato" que ha ideado.
A pesar de su experiencia, ¿qué es lo primero que se le pasó por la cabeza cuando le nombraron?
Ya llevaba un tiempo en el asunto, había hecho dos entrevistas, me habían pedido un proyecto… Cuando te nombran ya crees que la Bienal la tienes hecha porque ya has hablado de la Bienal que te gustaría hacer, está escrito en tu proyecto, y te hace una ilusión tremenda. Reconozco que luego tenía una cosa personal en plan de no saber si estaba pecando de ingenuo, porque conozco el Ayuntamiento por dentro y sé que todo es complicado, e incluso pensaba si me había dado un ataque de ego. Al final, piensas que cosas así forman parte de tu carrera y entras con una ilusión tremenda porque crees que la Bienal ya la tienes hecha y será fácil. Luego las cosas son de otra manera (ríe)…
¿Cuándo prueba realmente este caramelo envenenado?
No quiero pecar de soberbio, pero no estoy acostumbrado a trabajar con tantas carencias. Trabajo mucho en Francia y nunca he tenido que dar tantas explicaciones, ni hay tantas trabas administrativas a la hora de hacer algo. Cuando empiezan aquí a decir continuamente ‘eso no se puede hacer; no, eso tampoco…’ ¿Perdona...? Si esto estaba en el proyecto y en mi contrato. Pero bueno, la ilusión te puede y, aunque es más trabajoso, buscas fórmulas dándole 20.000 vueltas a las cosas. Lo que sí está claro, y así lo he dicho en otras ocasiones, es que la Bienal necesita más afecto administrativo. Me da rabia que no lo tenga, y es verdad que soy muy cabezón, y por eso doy mucha guerra. Al final, todo se soluciona a base de trabajo y ya está.
"No estoy acostumbrado a trabajar con tantas carencias. En Francia nunca he tenido que dar tantas explicaciones"
¿Hay mucha diferencia entre lo que tenía en la cabeza y lo que hay finalmente en el programa?
No. Me ha faltado la parte de formación, que para mí era importante empezar a introducirla en esta Bienal, pero ya habría sido algo épico. Sería la leche. Ha faltado eso por tiempo, porque los equipos de producción se incorporan tarde, y porque el presupuesto es el que es y tienes que decidir entre una cosa y otra. Decidí meter más espectáculos y artistas que meter una formación parecida a la que Isamay Benavente diseña en el Festival de Jerez. Al final era la formación o el ciclo de guitarra, y sacrifiqué lo primero, que es verdad que me ha faltado.
Desde la periferia flamenca, la Bienal se ve con un presupuesto muy ambicioso. ¿La realidad interna es otra?
Falta ese afecto administrativo y falta desde las instituciones creerse que la Bienal es algo mucho más importante de lo que piensan que es. No estoy responsabilizando a nadie, pero creo que falta esa visión del mapa cultural. La Bienal es uno de los eventos culturales más importantes que hay en España.
Como marca lo es.
Claro. El festival de cine de San Sebastián, el Grec de Barcelona… Estoy seguro de que no hay tantos festivales con tanto movimiento de gente de fuera viajando para ver espectáculos y vivir en la ciudad durante casi un mes. Hay profesionales que van un fin de semana a ver algún espectáculo, pero generalmente aquí se ha intentado que lo que ocurra en la Bienal se quede en la Bienal, aunque ahora haya ya otros canales de distribución. Es verdad que desde las instituciones, empezando por el Ayuntamiento, deberían de dibujar otro mapa con la Bienal, sacando sus presupuestos del Instituto de Cultura —no sé con qué fórmula administrativa—, pero así podría crecer. Tengo un desgaste tremendo de un esfuerzo que no habría que hacer. Si buscas la calidad y la excelencia no puedes estar chocándote contra las puertas.
¿La idea sería que la Bienal de 2024 empezase cuando acabara esta que recién comienza?
Debería. No hay ninguna Bienal importante en el mundo que no se trabaje todos los años. La Bienal de la Danza de Lyon se trabaja mes a mes. Aquí hay 28 estrenos, pero tendrían que haber sido 58. Y eso se consigue con presupuesto, equipo y trabajando los dos años. Si Sevilla se quiere posicionar en Europa, en el liderazgo cultural europeo, es a partir del flamenco y la herramienta que tiene es la Bienal.
"Falta ese afecto administrativo y falta desde las instituciones creerse que la Bienal es algo mucho más importante de lo que piensan que es"
Hablando de estrenos, muchos artistas del mundo del flamenco, especialmente de la danza flamenca, se quejan de que acometen grandes inversiones en espectáculos que luego son ‘debut y despedida, función y defunción’.
Bueno, eso es cuestión de los artistas. De verdad que sí; y yo he estado en el otro lado. Si quieres distribuir un espectáculo, que en el caso del flamenco son muy caros, habría que revisar los precios. Pero lo que también tengo claro es que un festival es importante si pasan cosas importantes, y pasan cosas importantes si hay estrenos. Encargarle un espectáculo a Sasha Waltz para que dirija a un artista flamenco significa que venga mucha gente de Europa a verlo. La gente quiere ver el estreno, ahí está la adrenalina de lo desconocido. Y entiendo que los directores de festivales luchemos por eso porque no es un capricho, es como funciona un festival si quiere ser importante. A Sevilla vienen espectáculos que han estado girando porque los considero joyitas y no han pasado por aquí, pero si llevas cuatro años sin venir a la Bienal tienes que venir con un estreno, no con algo que ha girado dos años.
¿Cuáles son los ejes del cartel de esta Bienal?
He querido dibujar el mapa del presente flamenco, de la gente que está investigando y que dibuja el futuro. Eso significa ampliar conocimientos y para eso están las actividades paralelas. Las jornadas en torno al Concurso de Cante Jondo de 1922, que va a comisariar Pedro G. Romero, han costado mucho sacarlas, pero para mí explican la programación de los teatros. En la década de los años 20 a los años 30, lo que sucedió con el flamenco en Granada ocurrió con muchas otras músicas vernáculas. La música pasa de ser popular a ser música culta.
El flamenco no es una música especial al resto, y por eso era fundamental tener a artistas que hagan muchas cosas con otras disciplinas. Hay contaminación siempre. Y luego está muy presente en la línea de trabajo del cartel la mujer. Son mucho más valientes ahora que los hombres y merecían ese reconocimiento masivo. En definitiva, el eje es el presente rotundo; porque ya estamos reventados de hablar de las tradiciones, y además los artistas del presente conocen perfectamente la tradición y tienen todo el derecho del mundo a reinterpretarla como lo necesiten. Las disidencias también deben de estar. Ese es mi relato y si la gente va a las actividades paralelas lo entenderá todo mejor.
"Si un programador no arriesga, esto no tiene sentido. Si el arte no está en lo radical no avanza"
Lo que sí está claro es que no se ha guardado nada. Puede decirse que ha programado lo que le ha dado la gana, sin prejuicios y con todo el riesgo del mundo.
Lo he hecho aposta. Me he instalado en el riesgo. Creo que si un programador no arriesga, esto no tiene sentido. Si el arte no está en lo radical no avanza. Estuve en Mijas el otro día viendo a Nick Cave, y no hizo ninguna concesión; lloré de emoción porque me tranquilizó, me convencí de lo que había diseñado. El riesgo era una coordenada para mí desde el principio, era fundamental, y ya luego veremos si seguiré o no en la Bienal, eso es lo de menos. Lo que sí es verdad es que vengo de donde vengo: de trabajar con Israel Galván, con Pedro G. Romero… si me pusiera a programar otra cosa me estaría traicionando a mí mismo.
¿Un programador tiene que tener ese punto de artista a la hora de explorar los límites o, ahora que hablaba de Nick Cave, de trabajar incluso desde el dolor?
Sí, totalmente. Somos directores artísticos y con eso creo que está dicho todo. Creas un relato y si no, no tiene sentido. Hasta que ves el relato completo es duro, se sufre, tienes mucha ansiedad, te asustas porque no sabes hasta dónde vas a llevar el cuerpo…
Es una pelea creativa al fin y al cabo.
Sí te digo que me hubiese gustado disfrutar más de ese proceso. Cuando llegue el 2 de octubre —la clausura— vendrá el bajón, ya me lo estoy notando a nivel físico. Aquí hay mucho desgaste, la convivencia con tu pareja se resiente, la gente que está a tu alrededor, que te quiere y te cuida, sufre.
¿Le merece la pena?
Por supuesto. Cuando ves los espectáculos, unos te gustarán más, otros menos, pero también en esta Bienal se trataba de poner en valor el trabajo de los artistas desde el riesgo y su libertad total. Luego el resultado será o no, pero solo la intención, esa forma de hacer, ya es importante.
Da la impresión de que persigue también la creación de nuevos públicos, algo que a menudo se olvida en las programaciones flamencas.
Lo he intentado. Por eso me he agarrado al presente y por eso la fiesta final está en el puerto con artistas jóvenes y de otras disciplinas. Un festival importante tiene un departamento especializado en nuevos públicos, aquí no lo hay, pero se ha intentado con propuestas como el Teatro Alameda, la fiesta final… Es fundamental que esto siga y siga con los jóvenes. Desde el respeto a la tradición, que me encanta —yo me pongo a la Niña de los Peines por la mañana un sábado en casa y es como si viniese de una rave, esa velocidad…—, pero hay que entender que las butacas y los escenarios también deben ocuparlos otros. Esto debe de ser algo a largo plazo.
"Un festival importante tiene un departamento especializado en nuevos públicos, aquí no lo hay"
Como debería ser la lógica de la gestión cultural en todos los ámbitos, ¿no?
Exactamente.
Siguiendo con el riesgo de esta nueva Bienal, se criticó mucho la desaparición del Giraldillo del Toque, y usted, en cambio, se carga todos los premios y programa un gran ciclo de guitarra coordinado por Gerardo Núñez. Lo que nadie podrá reprocharle es no haber tomado decisiones…
Pues parece que no… no voy a hablar de nadie, que ya he hablado mucho de los que dicen que esto es la misma mierda de siempre.
Da igual si es conservador o arriesga, me recuerda esto a la selección de fútbol, cada aficionado parece que lleva un programador de la Bienal dentro.
Me ha pillado viejo esto, voy a cumplir 57 años. Ya me da igual lo que me digan, llevo trabajando toda mi vida y en unos años me jubilaré. Lo de los Giraldillos era una barbaridad, como que no hubiese revalorización de la guitarra. Vamos a hacer cosas que sirvan, vamos a premiar las carreras, vamos a ayudar y vamos a dejarnos de poner a competir a los artistas. ¿Giraldillo al momento mágico? Eso será según lo haya sentido cada uno, ¿no…? ¿Dónde está la objetividad de eso? El alcalde me preguntó, se lo expliqué y salió adelante. Estoy orgullosísimo de ambas decisiones.
"Cuando en mayo leí la programación entera dije: la tengo, con dos cojones"
Si le preguntan qué ver en esta Bienal, ¿qué recomienda?
Todo, todo. Hay cosas que son la primera vez que están, pero cuando en mayo leí la programación entera dije: la tengo, con dos cojones. Hasta que no la lees delante de todo el mundo…
Ahora que hablaba de testosterona, menuda polémica se trae con cierta crítica flamenca a la que, con inusual valentía, usted ha puesto incluso nombres y apellidos.
El otro día hablaba de que una parte del flamenco quiere resucitar a los muertos, y entonces sería algo así como organizar un festival zombi. Lo que quieren estos señores no puede ser. De ninguna manera. No puedes decir, en vez de Chacón, el Niño de Elche. ¿Perdona...? ¿Esto de qué va…? No se les puede hacer caso, pero me da mucha rabia que hablen así porque me parece una falta de respeto a la Bienal, que es una institución que la tenemos que cuidar entre todos; y a su ciudad, porque esto es un proyecto de ciudad y esto no pasa en ninguna otra ciudad, que pongan verde a un festival que se organiza. Cuando lideras un proyecto como este, que necesita tantos cuidados de tanta gente, pues tío, no me jodas. No tengo redes sociales, pero me enseñan un comentario de uno de ellos en el que decía que yo no olía el flamenco ni en la carpeta de los discos porque no había llevado a tal o cual cantaor… Ya no voy a decir nada más de esta gente.
"La crítica habría que depurarla un poco, soy amante de la crítica constructiva, no hay que ser caníbales"
¿En flamenco se rechaza lo que no se entiende?
Hay mucha falta de respeto y supongo que hay muchas cosas que no entienden. Hay orillas que se incorporan al flamenco de forma tan digna como cualquiera, y eso también es importantísimo que esté en la Bienal.
¿Hay escala flamenca de grises entre apocalípticos e integrados?
Claro. Hay que ser críticos, pero bien, no hay que ser caníbales. Pegan bocaos. Soy gran amante de la crítica, pero de la que habla con conocimiento de lo que está viendo y es constructiva. No pueden estar soltándose barbaridades y saltándose todo lo que les da la gana, o poniendo a alguien por las nubes o premiando cuando se sabe por lo que es. El periodismo es algo tan sagrado… y ahora está todo tan desvirtuado y con tantos intereses complicados. La crítica habría que depurarla un poco de gente así porque es un género muy bonito, que amplía el conocimiento del público.
La Bienal está cuarentona, ¿es hora de acabar con eso de la Vietnam?
Lo de la Vietnam me gusta, eso es del maestro, vino de ahí y me gusta (alude a José Luis Ortiz Nuevo, cofundador y director de la Bienal durante 15 años; que recuerda cómo los gitanos de las Tres Mil Viviendas se referían así a la Bienal, que por otra parte suele ser cada dos años un campo de minas y una auténtica guerra sin cuartel entre ortodoxos y heterodoxos flamencos). Pero es verdad que habría que generar un espacio de más afectos y convivencia, y de disfrute de las cosas. En los encuentros con el público y los artistas se explican muchas cosas. He estado muchas veces en el festival de Avignon y eso es lo habitual, ahí se genera un buen rollo… Aquí es otra de las carencias.
Pero, por tanto, hay recorrido para seguir creciendo y madurando ideas. ¿Tendrá fuerzas para continuar?
Bueno, la Bienal está vivísima, pero yo estoy buscando una casita en El Palmar para estar retirado del mundanal ruido en octubre (ríe).
¿Acabaremos con un festival dirigido por un algoritmo?
Sería una pena. Cuando haces una programación hay mucho de ti. A casi todos los artistas de la Bienal los conozco personalmente, la mayoría son amigos, pero hay otros amigos que no están. Eso en el trabajo del programador no debe faltar: ver que alguien puede dar más y que lo que necesita es que lo protejas, y hacerlo. Trabaja libre que yo te respaldo, para que el potencial se descubra. Eso también es lo bonito de este trabajo. De momento, mi deseo es que tengan suerte los artistas, que estén inspirados y que cuenten con las mejores condiciones técnicas.
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