Caminos
A veces, muchas veces, uno empieza un recorrido, un viaje, sin saber a dónde le llevarán sus pasos, o ignora, cuando menos, que ese sendero se va a cruzar, tal vez, con otro camino que le hará variar el rumbo, cambiar de dirección. Algo parecido le debió pasar a Alejandro Muchada (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1982), porque cuando preparaba su tesis doctoral sobre arquitectura social en Marruecos, se dio cuenta de que su estancia allí coincidiría con el Ramadán, así que se fue a Francia a trabajar en unas granjas ecológicas. Allí una amiga le preguntó si quería hacer la vendimia en Champagne con unos familiares de su compañera de máster, una tal Clotilde Léclapart. Alejando no se lo pensó y se presentó en Trépail, un pueblo montañoso de Reims donde David Léclapart, elaborador de culto y uno de los principales defensores de la biodinámica, trabajaba en apenas 3 hectáreas de viñas familiares desde 1998. Y ahí, en ese momento y en ese lugar, a Alejandro Muchada le cambió la vida y descubrió su pasión por el mundo del vino y todos sus secretos. Muchada-Léclapart producen vinos blancos en el sanluqueño pago de Miraflores.
En Viñadores, hijos de la tierra y el vino (Abalon Books), el villanovense trata de acercar a todos esa pasión y ese amor por todo lo relacionado con el viñedo, las uvas, las técnicas y la historia del vino.
Lo que se mantiene más vivo para mí es el valor artístico. La arquitectura es muy humanista, porque tiene la parte técnica y la parte artística. Lo que más comparte es la mirada artística. Nosotros, tal y como entendemos la viticultura, como artesanos de la viña y artesanos del vino, entendemos esa mirada que busca más allá, esa sensibilidad... Creo que ahí es donde está el vínculo entre una cosa y otra.
"El libro quiere acercar a todos los públicos la pasión por el oficio de criar vino"
'Viñadores' es un libro ilustrado, sencillo, que se construye a base de textos breves y dibujos a acuarela. Lo que intenta es transmitir la idea del viñador francés, que sería como el artesano del vino; una persona que trabaja la tierra y, además, hace el vino. Es una unión de las dos dimensiones: la vid y la bodega. Este movimiento en Francia está muy consolidado. Es algo muy apreciado por ese lado humano que hace que cada vino sea especial.
Sí, aquí es nuevo. Son pequeños productores de vino que enfocan su trabajo en el viñedo. Se puede decir que los grandes vinos se hacen en el viñedo. Ahí se toman muchas decisiones. Se pide que la persona que se encargue de todo eso tenga también presencia en el viñedo. Aquí se está introduciendo este estilo de trabajar en la tierra y hacer el vino.
A ver. Hay muchas decisiones, mucho conocimiento. Y eso que tenemos la suerte de que, en el Marco de Jerez, hay un legado vitícola extensísimo. Llevamos siglos haciendo vino y produciendo uva. Hay una variedad de vinos y una cantidad de técnicas muy bien adaptadas, un conocimiento de los suelos y de la poda según el tipo de uva... la forma de inserción artesanal. Es decir, partimos de un gran legado, que para mí es un patrimonio inmaterial que permanece vivo. Pero es que, en mi caso, yo que he aprendido en Francia, tengo otra escuela que complementa ese conocimiento tradicional de aquí, como puede ser la agricultura biodinámica.
"Tenemos la suerte de contar en el Marco de Jerez con un legado extensísimo"
Pues toca lo ancestral porque usa plantas para tratar las plantas, y recupera formas de hacer las cosas que aquí se habían perdido.
Paradójicamente, creo que tenemos una gran oportunidad. Es decir, en el Marco de Jerez ha habido diferentes crisis. La última nos sacudió muy fuerte. Pasamos de tener 25.000 hectáreas a las 7.000 actuales. A mí siempre me gusta pensar en positivo y ver que hay una oportunidad importante para revitalizar la zona. Tenemos todos los ingredientes necesarios para hacer el gran vino blanco de España. El suelo es único, la variedad es única, el clima nos da lo que queremos y lo que la gente quiere. Porque la cultura del consumo ha cambiado, y son vinos de baja graduación, algo que el mercado está demandando. El Marco debe abrirse a esta nueva ola.
Creo que eso también está cambiando. Estamos recibiendo alumnos de prácticas de escuelas de viticultura: la de El Puerto y la de Sanlúcar. Hay un perfil de gente joven que quiere trabajar en el campo... pero quiere tener buenas condiciones de trabajo. A día de hoy, quieren un sueldo mínimo y trabajar los doce meses del año. Por eso, proyectos como el nuestro, que son artesanales, ofrecen mucha calidad de trabajo. Aquí se trabaja todo el año. Si no estamos en la viña, estamos en la bodega haciendo pedidos y gestiones. Con buenas condiciones, encuentras gente para el campo. Además, encontramos gente cada vez más interesada, con estudios universitarios, que quieren venir al campo.