Carmen Ferrer Atienza, poeta de nostalgias: "No fue casualidad, la poesía salió a mi encuentro"

Después de estar trabajando más de 16 años en la Fundación Caballero Bonald, la jerezana desgrana en esta entrevista el recuerdo de sus inicios, de su aprendizaje y de las circunstancias que le llevaron a ser poeta

Carmen Ferrer Atienza, poeta y autora de 'Raíces y Alas', tras la charla con lavozdelsur.es.
Carmen Ferrer Atienza, poeta y autora de 'Raíces y Alas', tras la charla con lavozdelsur.es. MANU GARCÍA

Todo empezó con un libro de contabilidad en el fondo de un cajón

Hay muchos oficios, muchos talentos que se descubren por azar. Otros, sencillamente, esperan a que el tiempo los encuentre para dárselo a su destinatario. En el caso de Carmen Ferrer Atienza (Jerez, 1963) quizá haya un poco de ambas cosas. Siendo aún una joven de 17 años —la mayor de nueve hermanos— le tocó recoger los efectos personales de su padre, Francisco, fallecido unos días antes, a la oficina donde trabajaba. Fue allí, en el fondo de un cajón, entre libros de contabilidad, cuando los de los ordenadores e internet eran cosa de ciencia ficción aún, donde Carmen encontró borradores de prosa poética sobre la campiña jerezana, listados de palabras que rimaban entre sí, o poemas del amor de Francisco a su esposa. 

Algo se encendió entonces en aquella adolescente que trató de imitar a su padre, "escribiendo ripios e intentos de poemas que dedicaba a mi madre, a mis hermanos o a mi novio y después marido, o a mis hijos", cuenta. Raíces y alas es su primer poemario. Está editado por el sello jerezano Canto y Cuento, y es un homenaje al padre de la poeta "que me dejó sus versos, su bondad y su alegría".

Me gustaría empezar sabiendo si usted tiene mucho de la poesía de su padre.

Claro que sí. Yo empecé imitándolo. Él escribía por nuestro santo, por nuestro cumpleaños. También por Navidad nos hacía canciones. Yo empiezo a hacer lo que hacía él, pero con mis hermanos. Lo que pasa es que yo al principio pensé que mi padre hacía ripios. Pero cuando entro a trabajar en la Fundación Caballero Bonald me doy cuenta de que tiene sonetos, octosílabos; o sea que lo que hacía era poesía de verdad.

¿Qué más encontró aquel día que tuvo que ir a buscar los objetos personales de su padre a la oficina donde trabajaba?

Además de los poemarios, también encontré una libreta con sellos, porque él los coleccionaba. Trabajaba en una oficina de Ramón Guerrero, y como oficinista le llegaban cartas con sellos de todas las partes del mundo. Esa colección la conservo también.

¿Y cree que en ese encuentro, aquella mañana que se trajo a casa sus cosas, la poesía la encontró a usted o usted a la poesía?

Pues no sé qué decirte, pero yo creo que fue la poesía la que salió a mi encuentro. Yo sabía de la existencia de ese libro contable, con su debe y su haber, en el que figuraban las cuentas del negocio de mi abuelo, que era el taxi. Ahí aprovechaba para hacer los borradores. También los tenía en folios, donde escribía los poemas. Y creo que sí, que la poesía salió a mi encuentro en esos escritos de mi padre.

Rilke decía: "Que la vida suceda, porque la vida siempre está en lo cierto". ¿Cree que lo suyo es casualidad o esa certeza de la vida que decía el poeta?

Yo creo que tenía que suceder. Tenía pasión por mi padre. Éramos nueve hermanos, mi madre se encargaba de los pequeños, y los mayores pasábamos más tiempo con él. Cuando él fallece me falta todo. Es verdad que yo, como te he dicho antes, trataba de imitarle, pero está claro que no fue casualidad, que la poesía me estaba esperando. 

Y el dolor, ¿hace escribir mejor poesía?

Sí. Estoy de acuerdo. El dolor es una fuente de inspiración a la hora de que salga tu mundo poético: la pérdida, el amor, y cuando no es correspondido, aún más. Esos temas poéticos te abren el sentimiento, que es de lo que se trata para mí. Cuando las cosas se lloran, el poema sale, porque está ahí. 

De hecho, Josefa Parra, como casi todos los poetas, sostiene que las tres piedras angulares de la poesía son la muerte, el amor y el paso del tiempo. ¿Hay alguno más? ¿Le pondría alguna pata más a esa mesa?

Yo añadiría la memoria, porque volvemos atrás la mirada, por eso mismo, porque se ve a quien se ha perdido, las cosas que han pasado. En eso Caballero Bonald era experto. El cajón de la memoria está ahí y en mi libro hay también mucho de mi memoria, de mi infancia. 

"En mi libro hay mucho de mi memoria, de mi infancia"

Porque en Raíces y memorias, su poemario, está esa mirada atrás, ¿no?

Hay mucho de memoria, de mirada al pasado, a la infancia. No tanto a la adolescencia. A la infancia sí, por la pérdida de mi padre en una edad temprana, entonces creo que eso me marcó mucho siempre. También para escribir este poemario.

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Carmen Ferrer, con su primer poemario en las manos, poco antes de la charla. Manu García
Yo tengo un conocido que le escribe poesías a las pelusas de debajo de la cama, a los rotuladores fosforitos y hasta a la grapadora de su oficina. Palabrita. ¿Esto es transgresión, genialidad o directamente una tontería gorda?

Creo que poesía puede haber en una mirada sobre cualquier cosa. Diferente es cómo se haga y cuál sea el resultado. Yo creo que a lo mejor ves una pelusa y te puede llevar a un poema, pero como te digo habría que ver el fondo, la construcción. Un poema es un conjunto de muchas cosas. A Antonio Apresa, fallecido recientemente, le salió un poema en una ferretería, viendo un molinillo de café. 

Pero entre escribirle a un molinillo de café, que puede inspirar tarde de reunión y de charla, a una pelusa debajo de la cama como esas que cruzaban los pueblos en las películas del Oeste...

La verdad es que hay una corriente en ese sentido, de escribirle a cosas que, en fin... También es verdad que lo que inicialmente era una pelusa o una grapadora, te lleva por otros derroteros, pero desde luego para hacer una tontería, pues no. Para mí eso no es poesía.

Ahora que menciona usted la palabra tontería, ¿el reguetón es rima ordinaria, mala poesía, o ninguna de las dos cosas?

¡Ufff! Para mí eso no es poesía, Que utilicen métrica u otra técnica, no lo sé. Que haya ciertas personas que lo usen como vehículo para llegar a la poesía, quizá. Pero la poesía la hacía Aute o Serrat, y muchos más. el reguetón seguro que no.   

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Ferrer, tras la entrevista.   MANU GARCÍA
Eso que creía usted que hacía su padre, que es el ripio, ¿es el pecado capital del aspirante al poeta?

(Risas). Mira, yo es que vengo también del ripio. Cuando empezaba lo hacía con los ripios. Yo no sabía de métrica, de composiciones poéticas. A mí me salía de manera natural. Hacía rimas asonantes.¿Qué me pasó? Que cuando mis hijos se hacen mayores y ya puedo empezar con los talleres en la Fundación, lo que hago es formarme. Tenía una parte dormida, y en el momento que aprendo las técnicas, la gramática, y sobre todo leo mucha poesía, escribo de verdad. Eso es lo que termina siendo Raíces y alas.

"Cuando empecé hacía ripios, no sabía nada de la técnica poética" 

Y eso de los pregones, teóricamente poéticos...

Eso a la gente le gusta mucho, lo ve, efectivamente, muy poético. A mí no me gustan nada, la verdad. 

Ha mencionado un par de veces la Fundación Caballero Bonald, a la que, dicho sea de paso, no llegó con excesivo entusiasmo.

Yo venía del gabinete de prensa, donde también aprendí mucho. Lo que hacía era estar todo el día transcribiendo notas de prensa y conviviendo con los periodistas. Entonces me di cuenta de que a mí eso me gustaba mucho, y que estudiar periodismo me hubiera venido muy bien. Luego paso a Cultura y me ocurre lo mismo. Ahí conozco a pintores, escultores, poetas. Todo lo que había en el mundo cultural en Jerez en los años 90. Conozco a Benítez Ariza, a Bejarano. Iba para la Fundación, pero digo que no. Estaba muy a gusto en Cultura. Cuando años más tarde me tengo que ir, Fernando Domínguez, entonces director de la Fundación Caballero Bonald, me invita a irme allí, y yo acepto. Para mí fueron 16 años en los que tuve la oportunidad de conocer a Felipe Benítez Reyes, a Almudena Grandes, a Caballero Bonald, a García Montero... Claro que era en la época en la que se hacían cosas. Hoy, por desgracia, no es así. Aprendí muchísimo y Raíces y alas es también parte de esas vivencias. 

Sobre el autor:

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Juan Manuel Sainz Peña

Con más de 150 premios literarios nacionales e internacionales (Premio Iberoamericano de Novela, Verbum, 2019, finalista del Premio Juan Rulfo de novela en París, y ganador del Premio Internacional de Novela Bachiller Alonso López) es uno de los autores españoles más premiados de los últimos años. Ha dirigido programas en Onda Jerez Radio y colaborado con las emisiones locales de la Cadena SER. Del 2000 al 2004 escribió para Jerez Información. Desde 2003 hasta 2013, y de 2015 a 2019 fue colaborador y crítico teatral de Diario de Jerez.

 

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