Todo empezó con un libro de contabilidad en el fondo de un cajón
Hay muchos oficios, muchos talentos que se descubren por azar. Otros, sencillamente, esperan a que el tiempo los encuentre para dárselo a su destinatario. En el caso de Carmen Ferrer Atienza (Jerez, 1963) quizá haya un poco de ambas cosas. Siendo aún una joven de 17 años —la mayor de nueve hermanos— le tocó recoger los efectos personales de su padre, Francisco, fallecido unos días antes, a la oficina donde trabajaba. Fue allí, en el fondo de un cajón, entre libros de contabilidad, cuando los de los ordenadores e internet eran cosa de ciencia ficción aún, donde Carmen encontró borradores de prosa poética sobre la campiña jerezana, listados de palabras que rimaban entre sí, o poemas del amor de Francisco a su esposa.
Algo se encendió entonces en aquella adolescente que trató de imitar a su padre, "escribiendo ripios e intentos de poemas que dedicaba a mi madre, a mis hermanos o a mi novio y después marido, o a mis hijos", cuenta. Raíces y alas es su primer poemario. Está editado por el sello jerezano Canto y Cuento, y es un homenaje al padre de la poeta "que me dejó sus versos, su bondad y su alegría".
Claro que sí. Yo empecé imitándolo. Él escribía por nuestro santo, por nuestro cumpleaños. También por Navidad nos hacía canciones. Yo empiezo a hacer lo que hacía él, pero con mis hermanos. Lo que pasa es que yo al principio pensé que mi padre hacía ripios. Pero cuando entro a trabajar en la Fundación Caballero Bonald me doy cuenta de que tiene sonetos, octosílabos; o sea que lo que hacía era poesía de verdad.
Además de los poemarios, también encontré una libreta con sellos, porque él los coleccionaba. Trabajaba en una oficina de Ramón Guerrero, y como oficinista le llegaban cartas con sellos de todas las partes del mundo. Esa colección la conservo también.
Pues no sé qué decirte, pero yo creo que fue la poesía la que salió a mi encuentro. Yo sabía de la existencia de ese libro contable, con su debe y su haber, en el que figuraban las cuentas del negocio de mi abuelo, que era el taxi. Ahí aprovechaba para hacer los borradores. También los tenía en folios, donde escribía los poemas. Y creo que sí, que la poesía salió a mi encuentro en esos escritos de mi padre.
Yo creo que tenía que suceder. Tenía pasión por mi padre. Éramos nueve hermanos, mi madre se encargaba de los pequeños, y los mayores pasábamos más tiempo con él. Cuando él fallece me falta todo. Es verdad que yo, como te he dicho antes, trataba de imitarle, pero está claro que no fue casualidad, que la poesía me estaba esperando.
Sí. Estoy de acuerdo. El dolor es una fuente de inspiración a la hora de que salga tu mundo poético: la pérdida, el amor, y cuando no es correspondido, aún más. Esos temas poéticos te abren el sentimiento, que es de lo que se trata para mí. Cuando las cosas se lloran, el poema sale, porque está ahí.
Yo añadiría la memoria, porque volvemos atrás la mirada, por eso mismo, porque se ve a quien se ha perdido, las cosas que han pasado. En eso Caballero Bonald era experto. El cajón de la memoria está ahí y en mi libro hay también mucho de mi memoria, de mi infancia.
"En mi libro hay mucho de mi memoria, de mi infancia"
Hay mucho de memoria, de mirada al pasado, a la infancia. No tanto a la adolescencia. A la infancia sí, por la pérdida de mi padre en una edad temprana, entonces creo que eso me marcó mucho siempre. También para escribir este poemario.
Creo que poesía puede haber en una mirada sobre cualquier cosa. Diferente es cómo se haga y cuál sea el resultado. Yo creo que a lo mejor ves una pelusa y te puede llevar a un poema, pero como te digo habría que ver el fondo, la construcción. Un poema es un conjunto de muchas cosas. A Antonio Apresa, fallecido recientemente, le salió un poema en una ferretería, viendo un molinillo de café.
La verdad es que hay una corriente en ese sentido, de escribirle a cosas que, en fin... También es verdad que lo que inicialmente era una pelusa o una grapadora, te lleva por otros derroteros, pero desde luego para hacer una tontería, pues no. Para mí eso no es poesía.
¡Ufff! Para mí eso no es poesía, Que utilicen métrica u otra técnica, no lo sé. Que haya ciertas personas que lo usen como vehículo para llegar a la poesía, quizá. Pero la poesía la hacía Aute o Serrat, y muchos más. el reguetón seguro que no.
(Risas). Mira, yo es que vengo también del ripio. Cuando empezaba lo hacía con los ripios. Yo no sabía de métrica, de composiciones poéticas. A mí me salía de manera natural. Hacía rimas asonantes.¿Qué me pasó? Que cuando mis hijos se hacen mayores y ya puedo empezar con los talleres en la Fundación, lo que hago es formarme. Tenía una parte dormida, y en el momento que aprendo las técnicas, la gramática, y sobre todo leo mucha poesía, escribo de verdad. Eso es lo que termina siendo Raíces y alas.
"Cuando empecé hacía ripios, no sabía nada de la técnica poética"
Eso a la gente le gusta mucho, lo ve, efectivamente, muy poético. A mí no me gustan nada, la verdad.
Yo venía del gabinete de prensa, donde también aprendí mucho. Lo que hacía era estar todo el día transcribiendo notas de prensa y conviviendo con los periodistas. Entonces me di cuenta de que a mí eso me gustaba mucho, y que estudiar periodismo me hubiera venido muy bien. Luego paso a Cultura y me ocurre lo mismo. Ahí conozco a pintores, escultores, poetas. Todo lo que había en el mundo cultural en Jerez en los años 90. Conozco a Benítez Ariza, a Bejarano. Iba para la Fundación, pero digo que no. Estaba muy a gusto en Cultura. Cuando años más tarde me tengo que ir, Fernando Domínguez, entonces director de la Fundación Caballero Bonald, me invita a irme allí, y yo acepto. Para mí fueron 16 años en los que tuve la oportunidad de conocer a Felipe Benítez Reyes, a Almudena Grandes, a Caballero Bonald, a García Montero... Claro que era en la época en la que se hacían cosas. Hoy, por desgracia, no es así. Aprendí muchísimo y Raíces y alas es también parte de esas vivencias.
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