El mito de La Paquera
Cuando Francisca Méndez Garrido, La Paquera de Jerez, falleció el 26 de abril de 2004, podríamos decir que murió la artista y nació el mito, pero lo cierto es que la irrepetible cantaora del barrio de San Miguel ya era un mito mucho antes del final de su vida.
De eso sabe mucho Fernando González-Caballos (Morón, Sevilla, 1974), escritor, periodista, productor artístico, doctor en antropología cultural, y director del exclusivo reportaje que cumple dos décadas desde su estreno: La Paquera, por Oriente sale el sol. En el documental, González-Caballos tuvo la oportunidad de acompañar a La Paquera en su primer viaje a Tokio, donde la artista fue considerada (y lo sigue siendo) una reina para los aficionados al flamenco del país oriental.
En la cinta descubrimos a La Paquera más humana, pero también a la más artista; con parte de su familia que la acompañó durante el periplo por los escenarios y las televisiones de ese Tokio que la sigue recordando y admirando veinte años después de su desaparición.
El recuerdo que tengo, al menos en lo artístico, es lo más bonito que me ha pasado en mi vida profesional. En los años que llevo vinculado al mundo del flamenco, sin duda lo más bonito que me pasó, me lo brindó Francisca Méndez Garrido.
Lo realmente más importante fue que La Paquera nos diese la oportunidad de acompañarla y poder conocerla, intimar, y poder hacer ese documental. Yo ya la conocía y tuve la oportunidad de verla profesionalmente en diferentes festivales de fuera de España.
Yo lo que le trasladé a ella fue mi absoluta admiración, mis respetos y mi agradecimiento. Fue un momento de mi vida en el que ocurrió una cosa de la que fui absolutamente consciente, en el momento que me estaba ocurriendo: y era el regalo tan grande que esa mujer me estaba haciendo y la confianza que estaba depositando en mí.
Desde luego, en lo profesional, sí. A ella le habían hablado, y ella sabía la afición que había al flamenco en Japón. Pero cuando vio el Teatro Nacional de Tokio, lleno en los cuatro conciertos consecutivos, durante tres días… Es un teatro muy grande, como el Auditorio Nacional, unas 1900 localidades, creo que eran. Llenar eso cuatro veces, con un espectáculo de flamenco, en Tokio… Eso le sorprendió, claro.
Creo que no. Ella no contaba con esa respuesta. Pero a medida que fueron transcurriendo los días y se colgaba el cartel de "no hay entradas" todos los días, que la llevan a la televisión, que la gente por la calle la reconoce… Y no era falsa modestia. La Paquera era una persona que se subía al escenario y era La Paquera artista, y luego, cuando se bajaba del escenario, era Francisca Méndez Garrido. De hecho, ella misma lo decía y lo dice en el documental: “Primero hay que ser persona y luego hay que ser artista”. Y arriba, en el escenario, ha sido una de las más grandes. Cuando se subía al escenario tenía una personalidad volcánica.
La Paquera provocaba movimientos sísmicos. Con ese torrente de voz y esa capacidad para conectar con el público que tenía, conmovía de una manera que yo creo que quedaba fuera de cualquier órbita, ser entendido de flamenco, ser entendido de cualquier música. Solo había que tener un mínimo de sensibilidad para conectar con una persona te estaba transmitiendo de esa manera.
La Paquera era una persona huraña, muy celosa de su vida íntima. Nos llevó mucho trabajo. Fue todo poco a poco, y ella se fue abriendo. Cuando ella se bajaba del escenario, como te he dicho antes, La Paquera desaparecía y aparecía Francisca Méndez Garrido. A ella le gustaba la tranquilidad, Rota, Jerez. Los sitios donde ella se movía y estaba a gusto. En Rota, por su barrio, por los chiringuitos de por allí, su playa. Y en Jerez, su casa, su familia, que es muy grande.
Yo creo que en Japón y en todo el mundo, sí. Era una artista incalificable, imposible de encuadrar porque no hay otra como ella. Ni ha habido, ni va a haber otra igual. Habrá otra, pero diferente. Habrá otras cantaoras, pero como La Paquera de Jerez, solo ha existido una, que ha sido ella. Ella tiene su sitio en el Olimpo de los artistas del flamenco. Es reconocida a nivel internacional y, sobre todo, admirada y venerada por las nuevas generaciones de artistas y por los artistas contemporáneos, que todavía viven y la recuerdan como lo que era: una de las más grandes.