Entre el primer álbum en solitario de Juan Diego Mateos (Jerez, 1969), Luminaria (Premio Nacional de la Crítica en 2003 al disco de guitarra revelación) y su nuevo proyecto discográfico, Una promesa, un tour de force de cinco recitales grabado en directo y con público en apenas 48 horas del pasado fin de semana, han transcurrido casi veinte años. Dos décadas de investigación y experimentación tras toda una vida donde la guitarra ha sido una prolongación de cuerpo y mente.
Respira es el título de su segundo trabajo discográfico (2010), siendo elegido uno de los 10 mejores discos del año por Babelia (El País), grabado en Boston con el prestigioso productor Steve Ruggere y con composiciones de Antonio Rafael Soteldo Musiquita. En 2017 publica Bedallama, tercer álbum donde colabora Clarice Assad. Junto a Belén Maya estrena la producción Ni Tú Ni Yo en febrero de 2020 en el Festival de Jerez, con gran éxito de público y crítica.
Sumergido en el estudio del toque desde los diez años con los maestros José Luis Balao y Manuel Lozano El Carbonero, Juan Diego Mateos acabó de formarse (si puede decirse eso en el estudio inabarcable de la guitarra) con clases magistrales de Manolo Sanlúcar, un genio recientemente fallecido que no solo le hizo tomarse en serio el que ya por siempre sería su oficio, sino que le mostró el camino de la generosidad hacia las generaciones que llegan.
“Ese hombre me hizo recapacitar: si vas a ser profesional te lo tienes que tomar en serio; hasta entonces yo lo tenía como un juego, pero ves que tienes una responsabilidad y que a esto hay que darle dedicación plena. Con los años, la música se convierte en tu vida, como a él le pasó. Se dedicó por entero a la música, a la cultura y a sus alumnos, él regalaba su sabiduría. Me cambió la vida. Ojalá hubiera diez Manolo Sanlúcar por metro cuadrado”, reconoce el guitarrista y compositor al otro lado del teléfono, a punto de participar en las actividades paralelas que la Bienal de Flamenco de Sevilla ha dedicado, comisariadas por Pedro G. Romero, al centenario del Concurso de Cante Jondo de Granada.
Juan Diego Mateos pasó por giras internacionales con el Ballet Albarizuela y se curtió en compañías cuando se mudó a Madrid en 1989: Rafael Aguilar, Luisillo, Joaquín Cortés, Antonio Canales… Luego inició el camino como compositor y concertista, abierto siempre a nuevos territorios, pero sin dejar las giras de acompañamiento para el baile. “En noviembre me marcho a Japón con Paula Comitre y Miguel Rubio; estaremos hasta el 15 de diciembre: Tokio Osaka Hiroshima, Nagoya… Vuelvo justo para las Zambombas, pero la verdad que estoy loco por irme de gira después de la pandemia, sentirte artista nómada otra vez”, reconoce.
Las giras llenan la nevera y pagan las facturas, pero con lo de este último fin de semana, el artista se llena el alma. “Ha sido intenso, muy intenso, pero era necesario ese maratón… si te la juegas a una carta nada más te pones muy tenso”. En principio, tenía previsto dos recitales el viernes, otros dos el sábado y otros en la tarde-noche del domingo. El primero de cada día a puerta cerrada, con el equipo, y el concierto de la noche con público. Viernes de nervios, sábado de pulir y domingo de fiesta.
Finalmente, cuenta, “el domingo hicimos solo el pase con el público porque ya el material lo teníamos y era cansar a todo el equipo, cansarme yo, y forzar la máquina… Ya la memoria fue automática y estábamos liberados. Fue el fin de fiesta que al final será la toma sobre la que vamos a trabajar en el disco, aunque el del sábado fue un concierto muy emotivo, y el del viernes, más tenso, pero más perfecto”. Al final, en 48 horas el resumen de las leyes del arte: el corsé de la técnica y el milímetro de la perfección frente a la magia de la liberación y la espontaneidad. “Siempre hace falta cierta libertad, que se te quiten los fantasmas de encima y te expreses sin presiones y naturalidad”, reconoce.
Una promesa parte de que Juan Diego Mateos habló “hace muchos años” con Antonio Soteldo Musiquita, productor musical de este nuevo trabajo y autor de varias de sus piezas, de hacer una trilogía de discos y este será el tercero. “Era acabar la promesa”. Un álbum, señala, que “también está dedicado a mi hijo, bajo la promesa de quererle para toda la vida, algo que todo padre entiende. Este es el disco más rotundo a nivel personal, a medida que vas a madurando, al ser artista, todo lo que te rodea lo metes en tu música; bendita enfermedad obsesiva a la que dedicas las 24 horas”.
Paco de Lucía decía que la guitarra era una hija de puta, una tirana.
Bueno, la verdad que estoy últimamente en la idea de que eso no me joda sino más bien, disfrutarlo. Disfrutar del trabajo diario, de aprender cada día a humanizar más, para que en un tema suenen más los armónicos por ejemplo, y aprender a disfrutar más, quitando esa mitomanía de la angustia existencial de la guitarra o de que es muy difícil. Sin querer ser presuntuoso, me estoy liberando de eso.
"Me he prometido ser lo más honesto posible a la hora de tocar y también intentar salvar el mundo con la música como objetivo final"
Ha hablado de esa ‘promesa’ a la que alude ese nuevo disco, ¿usted qué se promete a sí mismo cuando toca?
Me he prometido ser lo más honesto posible a la hora de tocar y también intentar salvar el mundo con la música como objetivo final. Como decía Manolo Sanlúcar sobre aquel loco que tiraba la piedra y nunca le daba a la luna… no le dará nunca, pero no veas si llegaba lejos…
Ahora a título póstumo le dan la primera llave de oro del toque…
En política no entro, pero los reconocimientos…, el reconocimiento de los compañeros es saber quién ha sido y quién será.
Otros maestros para usted fueron Balao y El Carbonero.
El primero fue el que me abrió las puertas de la música clásica, Lauro…, Musiquita era alumno directo de Antonio Lauro, y con 15 o 16 años ya tenía yo esas piezas rondando en la cabeza. Me ha costado menos trabajo asimilarlo. Balao nos ponía a Bach, Cardoso, Yupanqui… Ya conocía ese tipo de música. Y nosotros lo acomodábamos al flamenco, a nuestras raíces, que es lo que hago en este disco.
¿Qué ha grabado?
Solo guitarra en catorce piezas, buscando que no haya etiquetas, es un disco de guitarra. Hay connotaciones más clásicas, más jazzísticas, más flamencas, pero eso al mismo tiempo libera al arte de las etiquetas, de un estilo. Soy guitarrista flamenco, pero tocando un concierto de guitarra. Tengo una visión flamenca, pero no me planteo si es un estilo o es otro. Hay composiciones mías, de Soteldo y estándares de jazz. Un poco como yo siento la música.
Desafía las leyes del toque clásico sin prejuicios.
Me hace siempre mucha gracia que se diga que hay cosas que no se pueden perder en el flamenco, pero yo lo que hago es sumar, no resto. Me enriquezco con más cosas y lo que ya tengo no lo voy a perder. Siento y conozco el idioma, el ritmo y la idiosincrasia del pueblo de Jerez. Lo que he hecho es alimentarme de más cosas.
"El arte me pone en contacto con la parte de mí que me gusta"
Musicalmente, ¿qué le inspiró para ‘Una promesa’?
La verdad es que me inspiró mucho el director Roberto Aussel, un argentino que es leyenda de la guitarra en Argentina. Astor Piazzolla le compuso Chiquilín de Bachín, y cuando vi el vídeo, ahí es cuando realmente dije: este tío toca con un corazón y una verdad en directo que es imposible hacer eso en estudio. Ya en 2006 grabé para la firma de sonido Bose dos documentales —Halifax-Canadá y Diez días en Madrid, que promocionan los equipos de HI-FI de las tiendas BOSE en 32 países diferentes—, y entonces aprendí la formula de seis conciertos seguidos donde ahí tienes la oportunidad de acabar uno redondo. Como ya lo había hecho sabía que podía volver a hacerlo. Parecía una locura pero ya sabía que había agua en la piscina.
Ha querido volcar también sus experiencias por escrito con el libro ‘Cuaderno de Interpretación’.
Tengo un montón de cosas que he ido descubriendo sobre la interpretación y, realmente, sobre mí; si le puede ayudar a alguien, a los que vienen, pues mejor. Es ley de evolución, muchos jóvenes vienen tocando muy bien y si se les ayuda, mejor van a tocar. Todo lo que hemos podido avanzar, se lo regalas porque son ellos los que tienen que seguir tirando para adelante. Me gusta la práctica, más que la filosofía.
¿Y qué le toca del arte?
El arte me pone en contacto con la parte de mí que me gusta, me hacer comunicar con esa parte y me hace crecer como ser humano.
¿Y qué aborrece?
Cómo se vende, las modas… eso no tiene mucho que ver con el verdadero arte. Como decía Jodorowski, si el arte no sirve para sanar no me interesa. Los batiburrillos, los concursos, nunca me gustaron… Hay gente que es muy viva para los negocios y sabe venderse muy bien, pero si el arte no sirve para sanar a mí no me interesa
En la guitarra flamenca siempre se habla de moderar la velocidad. Decía Juan Ramón que no hay que correr, que donde hay que llegar es a uno mismo.
Es un instrumento que te hace tirar a la velocidad; la persona que te ve tocando flipa y si tocas rápido, flipa más; la guitarra flamenca es muy impactante, es una forma de mentir ese tocar rápido, el picado, el contrapicado… pero lo más difícil del mundo es tocar despacito, ahí te ves desnudo.
Un equipazo al servicio de 'Una promesa'
El equipo que interviene en este proyecto lo conforman, aparte de Juan Diego Mateos (guitarra y composición), Knobloch Strings (producción ejecutiva), The One Step Beyond (realización y coordinación), Roberto Aussel (dirección artística), Antonio Soteldo Musiquita (producción musical), Chipi Cacheda (técnico de sonido), Lucas Camacho (ayudante de sonido), Sergio Monge (técnico de iluminación), Ettore Films (producción audiovisual), y Sala La Quemá (escenografía).
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