De ayer a hoy
Lola Maró (Jerez, 1960) no nació con el virus inoculado de la fotografía. De hecho, su interés por este arte le vino tarde, de la mano de su esposo, fallecido por Covid en plena pandemia. Ellos se conocieron cuando ella tenía 16 años, un siete de julio, y él se iba el día siguiente a Ceuta a comprarse su primera cámara de fotos, cuando la ciudad autónoma era una especie de paraíso de donde nos llegaban los relojes con calculadora, las primitivas videoconsolas, y toda suerte de aparatos electrónicos que no siempre eran fáciles de conseguir en la península. Es decir, que Lola, desde su juventud, siempre tuvo la fotografía presente.
Pero fue así, a fuerza de tener en todo momento a su lado a un enamorado de la imagen, como Lola, a su vez, se enamoró de la fotografía. Y hoy, tanto tiempo después de aquel viaje a Ceuta de quien sería su marido, expone en salas tan señeras como la jerezana Torre del Agua, donde otros profesionales y aficionados a la fotografía muestran sus trabajos, siempre bajo la óptica personal de quien ve el mundo detrás de una cámara.
Es difícil. Imagínate. La vida es compleja, con nuestros problemas y con nuestras cosas. Reflejarla es complicado, y encontrar a la gente, también. Se tiene que exponer públicamente y hacer esa clase de fotos donde no vas a salir necesariamente favorecido. Yo veo el mundo así. Es que los fotógrafos siempre lo vemos detrás de un visor.
"En este tipo de fotos no se sale necesariamente favorecido"
Es que son cosas que se me ocurren. Yo las veo y luego, si puedo, las hago. Esta idea la llevo guardada desde hace tres o cuatro años. Me compré una vitrina, vi los cartones que traía para protegerla y dije: “esto me va a servir como fondo”. Es neutro, como has dicho, es minimalista, no entretiene. Con todo eso se puede jugar. Pero te digo otra cosa: el cartón no se ve igual en todas las fotografías; van de diferentes formas.
A mí, personalmente, me gusta más el fondo negro. Creo que eso realza mucho más. Creo que, por otra parte, es más complicado, pero me encanta, aunque la persona vaya vestida de negro. Los colores empastan y es difícil, pero me gusta.
Yo voy captando todo. Los fotógrafos somos águilas. Mis ideas las voy trasladando con un fondo, con una persona. También escojo gente que me pueda sacar lo que yo tengo en mi cabeza, que es muy complicado.
Los fotógrafos somos águilas; yo voy captando todo.
Tengo que decir antes que nada que yo no uso modelos nunca. Son gente de la calle o amigos. Mira, a mí me encanta ir por la calle y si veo una cara que me guste, pedirle a la persona fotografiarla. No me da ningún reparo intentarlo. Para mí no es nada extraño. Y casi todo el mundo me dice que sí. Pero me gustan las caras especiales, las que me dicen algo.
Yo soy la creadora. Mi mente ya ha visto todo antes de hacer la foto. Quizá no queda exacto, pero se acerca mucho a lo que quieres. Con la pintura es diferente porque sacas más el reflejo de lo que imaginas. Con la foto tratas con una persona extraña. Tienes que llevarla para que pose, para que haga lo que tú quieras, a que ponga la cara… Hay gente que se siente ridícula, pero más o menos se va sacando.
Claro. Cada uno ve las cosas de una manera diferente. Yo nunca explico una foto. No me gusta. Quiero que la gente me la explique a mí.
No he tenido tan en cuenta la luz. Me ha costado mucho trabajo técnico y también emocional. El estudio que tengo arriba era de mi marido y mío. Él falleció de covid. Me costó mucho trabajo, volver a subir, volver a empezar. Esto significa que no he usado una gran parafernalia para hacer las fotos. Con un foco las he apañado. Otras veces usado más la luz, pero aquí no ha habido mucho despliegue.