Lucía Millán: la antidiva
La cantante Lucía Millán (Montilla, Córdoba, 1978), aún se encuentra —como tantos otros compañeros de profesión— con quienes llevan el divismo por bandera; esos artistas que miran por encima del hombro y creen que todo lo que hacen es muchísimo mejor que lo que hacen el resto de los mortales, o que quienes se dedican a lo mismo que ellos no les llegan ni a la suela de los zapatos. Pero afirma Lucía: "Hoy por hoy, todos los compañeros que me he ido encontrando por el camino han sido personas encantadoras, empezando por las grandes figuras".
De la cantante cordobesa, pero residente en Málaga, cabe decir que es todo lo contrario: con una carrera extraordinaria, es mujer con los pies sobre la tierra, extrovertida y alegre, pero que no rehúye de la crítica a lo que no le gusta de su profesión.
Estos días está en Jerez para intervenir en Doña Francisquita, la zarzuela de Amadeo Vives que se representará en el Teatro Villamarta los días 27 y 29 de enero. Pero Millán aterriza en la ciudad después de haber hecho, entre otras cosas, la misa de Navidad con la Orquesta Filarmónica de Málaga, formando parte del quinteto de solistas, el Te Deum de Charpentier, El Mesías, de Händel, o el Réquiem de Michael Haydn, en el auditorio Manuel de Falla, en Granada, entre otros muchos trabajos.
Me siento como en casa, con este olor a vino cuando paso cerca de las bodegas, con esa idiosincrasia tan bonita. Me trae recuerdos de mi infancia. Siempre que vengo me encuentro a gusto. Bien por trabajo o si, por ejemplo, he venido en Navidad a alguna Zambomba. No he conocido Jerez de jovencita porque no tenía mucha disponibilidad para viajar, pero ese olor a vino me recuerda a mi lugar de nacimiento.
"Hay que tener una figura extranjera para tirar de público; se lleva bastante mal"
Habitualmente, al menos en el canto, casi todos son especialistas, porque casi siempre hay agencias que van directamente a escuchar a gente para sus compañías. Pero a veces sí es cierto que hay algún miembro de esos jurados que son políticos que organizan el concurso u otras personas un poco ajenas a este mundo de la lírica. Pero en su mayoría son personas preparadas. Bueno, a veces los agentes no lo son. Quiero decir que no son cantantes, pero son músicos al menos.
Pues se lleva bastante mal. Aunque ahora parece que, después del confinamiento, hay una ligera apertura a los cantantes españoles en algunos teatros. En el caso de Oviedo hay un segundo reparto de compañeros españoles. En el Teatro Real parece que, gotita a gotita, vamos entrando. Pero sí es cierto que hay que tener una figura extranjera para tirar de público.
Podría ser el primero porque el nivel de los compañeros es brutal. En España hay un talentazo. Directores que trabajan en el extranjero suelen llamarnos para trabajar con ellos, porque la cantera es de calidad e inagotable, y los profesionales españoles no tenemos nada que envidiarle a los cantantes que hay en otros países.
"El nivel de los compañeros españoles es brutal"
Pues yo a la zarzuela.
Y usted, en realidad,¿de diva nada de nada?
Soy una diva y me encanta serlo, pero en el buen sentido de la palabra, en el escenario. Luego a pie de calle soy muy cercana.
Por eso me gusta más. Al cantarse en la lengua madre me permite mucho más que cantar bonito. Por mi formación, he sido bailaora, aunque no profesional, pero este contacto con el escenario es mucho más físico, más muscular, que el que solo se sube a hacer una línea preciosa de canto. En mi caso, me resulta más interesante poder comunicarme e interpretar en nuestra lengua.
Estamos provocando, gracias a la recuperación del patrimonio, darle el valor que tiene. Obviamente, el que rechaza la zarzuela tiene un motivo y es el desconocimiento. La zarzuela es la opereta española, y es un espectáculo en el que no solo se canta, como en la gran mayoría de las óperas. En la zarzuela se canta y se habla. Poco a poco, las personas se van acercando a ella, precisamente porque la estamos poniendo en valor los cantantes españoles y también los musicólogos.
A ver, yo creo que debe haber un equilibrio. El público demanda una actualización porque se siente distante, pero excederse no es bueno. Y creo que los que se exceden lo que buscan es ser noticia. Yo soy partícipe de hacer modernizaciones dentro de una coherencia. Yo asistí a una Maruxa en el Teatro de la Zarzuela donde, en lugar de haber un prado verde con ovejitas, asistimos a una sala de conferencias donde se debatía sobre un petrolero. Pero era muy coherente porque te hablaba de la destrucción de un entorno y la corrupción de unos señores. Todo lo que se salga de esa coherencia no lleva a ninguna parte. Es que, además, si centramos todo en escenas de ese tipo o en una puesta en marcha del espectáculo que poco tiene que ver con el canto, al final dejamos atrás a los verdaderos aficionados en pos de aquellos que quieren ver otro tipo de cosas y no van a apreciar los valores del canto.
"Creo que los directores de escena que se exceden buscan ser noticia"
(Carcajada). El problema es que lo suelen hacer.
Yo creo que hay de todo. Salvo en el Teatro Real, las entradas son más asequibles y ahora, poco a poco, hay un renacimiento de la ópera, donde te encuentras a chavales jóvenes. Y es muy bonito sentarte en el gallinero y encontrarte con un montón de gente joven que luego en sus páginas de Instagram comentan lo que han visto y oído. Eso da mucha esperanza.
¡Mi madre, qué pregunta! (risas). Es que no sabría decirte. Yo no busco arreglar las cosas, pero no en los medios. Al menos no este tipo de temas
Es que no lo sé... Al fin y al cabo los dos tienen que complementarse. Pero claro, si el director de escena te pone en bolas, cantando, haciendo el pino... Y luego, al director musical se le complica el trabajo... Yo no sabría elegir. Pero no creo en absoluto que un director musical estropee nuestro trabajo, son grandes profesionales a los que admiro. Lo que quiero decir es que durante una escena complicada (desnudos, revolcones), se puede estropear el trabajo musical, que no es lo mismo.
Tango A3: la otra cara musical de Lucía Millán
Tango A3 es un trío de maestros que llevan el tango por los escenarios más íntimos como el café Pay-Pay, en Cádiz —al que vuelven el próximo 18 de marzo—, o el teatro Garnelo, entre otros muchos sitios
Los músicos Jesús Bienvenido (voz), la propia Lucía Millán, y el maestro Jesús Lavilla (piano), fusionan la música y la poesía con un espectáculo singular, romántico, revestido con la sensualidad de la melodia argentina del tango.
Los compositores Goyeneche, Gardel o Piazzola toman protagonismo en las voces y el piano de los tres artistas que aúnan su talento para rendir homenaje a un estilo musical cuyas raíces nacieron en Cádiz para viajar por el mundo y hacerse universal.
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