Una jugada redonda
A Natividad Montaño, Nati, (Jerez, 1958) la engañaron como a una niña. Hay que explicar que todo ha sido una sorpresa para Nati. Ella no tenía pensamiento ni idea de presentar su novela El estómago de los rumiantes a ningún concurso, fueron su amiga María Regla Prieto, y Cristóbal, su esposo, y santo y seña de la librería la Luna Nueva quienes un poco por la espalda, mandaron su texto al certamen de novela de Rojales.
Pero he aquí que la "tropelía" se ha convertido para Nati Montaño en un éxito que ni buscaba ni mucho menos se esperaba: la novela se hizo el pasado mes de octubre con el XXVII Premio de Novela Corta 'Salvador García Aguilar', en Rojales, Valencia; un pueblo de 22.000 habitantes donde solo hay 6.000 hispanohablantes, pero volcados completamente con la cultura: un viejo cine recuperado y un magnífico teatro y tres bibliotecas, son dos claros ejemplos de este pueblo singular del levante español que cada año, en octubre, se coloca en el mapa con su certamen de novela.
Yo lo primero que busqué fue la voz, la voz que yo quería que tuviera la novela, y una vez la encontré, empecé a escribir.
Son diferentes. Pero hay dos personajes principales, que son la niña, que se sabe desde las primeras líneas de la novela que ha muerto. Es un espíritu, y, por lo tanto, estamos hablando de realismo mágico. Después, hay una criada que vino de Cuba cuando era una adolescente. Es la cuidadora de la niña. Son dos visiones diferentes del mundo: por un lado, desde los ojos de esa niña, que renuncia a morirse del todo.

Es un espíritu, sí, que está en la casa donde nació. Luego está la voz de la tata que mira al mundo desde el punto de vista de una persona adulta, que además ha sufrido una serie de historias bastante fuertes.
Sí, por supuesto. Yo creo que es fundamental el haber leído a la hora de empezar a escribir. Nosotros somos productos de la memoria y de las lecturas; de las cosas que nos han contado a lo largo de nuestras vidas, de las cosas que hemos leído.
"Es fundamental leer antes de empezar a escribir"
No solamente lo que he leído. También el deseo de recordar a las personas que se han ido. El olvido es quizá la verdadera muerte: si alguien te recuerda o te nombra, estás vivo.

Se aprende de todo el mundo. En el oficio de librera aprendo cada día de los lectores.
Yo hablo de una generación que correspondería a la de nuestros padres. A la generación que creció en la guerra civil, y luego durante una dictadura. Ahí tenemos a una serie de personas que no podían ni hablar, que tenían verdadero miedo a que se contaran las cosas. Pero es que es fundamental que las cosas se cuenten, porque somos resultado de todo eso.
Sí. Yo no me presenté además al concurso. Fue mi familia a escondidas quien lo hizo por mí. Yo no me decidía, así que una amiga mía, María Regla Prieto, que es una grandísima escritora de Sanlúcar, y también Cristóbal, mi marido, me apuntaron al concurso.
No, no, no. Yo pensé que era una broma. Yo no sabía nada de nada.
"Yo no sabía nada de que mi novela estaba en el concurso"
Pues fue muy bien. Es un pueblo muy curioso porque tiene solo 22.000 habitantes... la mayoría son alemanes e ingleses, pero los 6.000 habitantes de habla española están volcados con la cultura. Recuperaron un cine, tienen un magnífico teatro, y tres bibliotecas.

Sí, se puede situar en cualquier otro sitio. Ahora me encantaría que la gente la leyera y le gustara.