El barbero que quiso ser periodista: "Muchos, por hacerse el pelota de los señoritos, hacen daño"

José Castaño Rubiales, a sus 78 años, lo ha sido todo en Jerez. Acaba de recibir un nuevo reconocimiento de la Cámara de Comercio por una labor empresarial pionera, y de dignificación de su gremio, que inició a principios de los 70 del siglo pasado

El barbero que quiso ser periodista. Pepe Castaño, en su casa.
El barbero que quiso ser periodista. Pepe Castaño, en su casa.

Apenas sale unas horas al día para cumplir con el ritual del café en la Alameda de Cristina. El resto del tiempo lo pasa entre papeles, escribiendo, junto a su señora, Josefa Hervás, y por qué no, con alguna copita de oloroso que le mantiene pleno de vida y lucidez. José Castaño Rubiales acaba cumplir 78 años y casi desde siempre es parte del paisaje de la ciudad que le vio nacer.

Pregonero, Rey Mago, hermano mayor, presidente de la asociación Obispo Rafael Bellido Caro, Hijo Predilecto de Jerez desde hace ocho años, un alto reconocimiento para el que prácticamente no hubo que hacer instrucción ni expediente… Es todo eso y mucho más este escritor compulsivo —14 libros publicados— que fue barbero y quiso ser periodista. 57 años al frente de su peluquería y “he tenido más amigos y clientes que otra cosa”.

Este hombre, que once años ya organizaba colectas para los más necesitados, comenzó su andadura emprendedora y empresarial en 1972 con su primer salón de peluquería, al que seguirían más. Implantó novedades profesionales y empresariales y llegó a tener en plantilla a más de quince personas. Se convirtió en un empresario modélico, en un luchador incansable en la defensa de los derechos de los trabajadores. Desde la asociación que agrupa a los peluqueros españoles inició una cruzada de dignificación de la profesión y exigió para el gremio de peluqueros las prestaciones de que disfrutaban los demás. En todo caso, lo tiene claro: "La única riqueza que tenemos los pobres es ser honrados. Nadie se lleva nada de aquí".

Con tres hijos y tres nietas, "me reconozco un mal padre porque les he robado mucho tiempo con tantas cosas por delante, pero ahora mis nietas son las que acaban conmigo del ".

¿De no haber sido barbero y peluquero qué habría sido? 

Soy una persona muy frustrada en ese aspecto. Mi ideal era estudiar, pero claro, las situaciones familiares de aquella época... mi padre era barbero y de ahí sufrí las consecuencias y vi que había que reivindicar en este gremio. Siempre me gustó el periodismo, pero con siete años y medio estaba ya de aprendiz de barbero. En mi casa había mucha hambre y con las propinas teníamos para café. A la gente ya con la barriga llena no le gusta hablar de eso, pero hay que acordarse. Y no me quejo. Todos somos iguales y tenemos las mismas capacidades, solo hay que tener ganas de trabajar. Acababa mi trabajo y a las diez de la noche me metía a aprender las cuatro reglas y prepararme de forma instruida. Cualquier tiempo pasado fue mejor es un tópico. Los momentos en la vida son los que le toca a uno. ¿Y si hubiera nacido en un país de África...?

Acaba de recibir la Medalla al Mérito de la Cámara de Comercio de Jerez. ¿Qué cree que es lo que ha hecho mejor en 21 años como vocal de esta institución?

He estado a punto de cumplir las bodas de plata y es una íntima satisfacción. Mi historia en la cámara es muy peculiar. Cuando ingresé fui la única persona que era autónomo entonces en la Cámara. Estaba en manos de las grandes empresas locales y la presencia de un autónomo y de una persona que entendía que había que luchar por las pequeñas y medianas empresas, pues sonaba extraño. Entonces haber conseguido ciertos logros sociales, desde una profesión tan modesta y pobre como la peluquería, pues da mucha alegría. Me presentaba en sitios en los que me preguntaban: ¿y la Cámara qué hace aquí? Yo entendía que había que estar y que eso era bueno para la institución. Eso ha sido muy gratificante.

¿En qué momento le pilla la peor pandemia en 100 años?

He cumplido 78 años, el pasado 8 de septiembre. Tomo mucho oloroso y por eso estaré muy joven... Ese es el que me ha hecho superar la reclusión con cierto optimismo. Escribo mucho, y quizás no será la mejor caligrafía del mundo, pero intento decir cosas. Jerez, entre la grandeza y la pobreza (2014, autoedición) son dos tomos, y creo que hay muchas cosas interesantes.

Castaño, ante su ordenador personal, en su casa. FOTO: MANU GARCÍA
Castaño, ante su ordenador personal, en su casa. FOTO: MANU GARCÍA

¿Alguien le debe algo, usted debe algo, o tiene sus deudas saldadas?

Sinceramente te digo que las personas que estamos en el mundo siempre le debemos algo a alguien. Sobre todo, los afectos. A las personas que te tratan con cariño y respeto, siempre se les debe algo: ante todo, respeto. Uno piensa a estas alturas que todo no lo habrá hecho mal y si se ha metido algún pinrel en algún momento, solo queda pedir perdón. Pero espero que el balance sea más positivo que negativo.

Ha escrito sobre ciclismo, sobre bastardos, le he leído columnas sobre el machismo o el caciquismo cofrade. ¿No se corta un pelo, no?

El obispo de Jerez no me quiso autorizar un libro, pero en la vida lo importante es aportar, no cortar. Si haces algo tienes que hacerlo con idea de brindar a los demás una mejoría. Cuando entré de hermano mayor fui muy raro porque nunca he sido muy cofrade. Mi idea fue hacer una sociedad mejor dentro de la misma hermandad, no pensar siempre en los santos. Ahí se podía a la gente culturizar, implicar en los temas sociales, más allá de los sentimientos individuales.

¿Qué es más importante para usted, creer en Dios o en uno mismo?

Soy una persona que su madre era analfabeta pero a sus hijos nos inculcó la religión. Soy rebelde, pero ha sido una de las mejores inversiones en mi vida, no hablo de ser meapilas o de ese cofrade al que solo le gustan los pasitos. Algo entendido como, de alguna forma, tener sentimientos para hacer las cosas lo mejor posible para los demás. Los que profesamos la fe cristiana a veces nos encontramos cosas que los de los golpes de pecho no las entienden y los que no tienen fe sí. Esa constancia te da talante para entender a las personas, respetarlas y tenerles afecto.

Después de estudiarla, analizarla tanto, ¿qué no deja de sorprenderle de su ciudad?

Hoy día hay muchas cosas sorprendentes. Soy una persona que desde muy joven, con los sufrimientos que te he dicho que he pasado, siempre fui recopilando lo que a la gente asalariada le molestaba porque ha habido mucho caciquismo en todos los sectores. Sin embargo, te puedo decir sinceramente que me equivoqué porque los que luchamos por una justicia social verdadera, por ningún interés personal, hay cosas que ves ahora y dices: este no era el camino, aquí hay otros intereses, políticos, religiosos… Hemos perdido mucho en esta ciudad y los que amamos tanto a Jerez sufrimos mucho por ella. Se miran mucho los intereses personales antes que los colectivos. 

Pueblo pequeño, infierno grande. ¿Hasta qué punto en este pueblo grande el hombre es un lobo para el hombre?

Hemos tenido una cosa que arrastramos durante muchos siglos: tener una sociedad muy alta y muy baja, aunque, claro está, con muchos más pobres que ricos. Entonces, eso crea un hábito que es muy peligroso. El jerezano, en general, tiene el defecto de que cuando pasa de El Cuervo ha querido comportarse como un señorito, por imitación. Hay un dicho muy antiguo: a este le toca el reintegro de los cupones y quiere ser socio del Círculo de Lebreros. Me gustan mucho las humanidades y me encanta observar. No he ido nunca a El Rocío, pero en ese aspecto creo que allí hay muchos imitadores de lo que hablamos. El Estado del Bienestar al final también ha contribuido mucho a que todo el mundo tenga derecho a todo, pero también a que algunos crean que eso no requiere esfuerzo. Como anécdota te puedo decir que cuando fui en el 86 hermano mayor en el Nazareno, que era entonces una hermandad de caciques y terratenientes, y no daban un vaso de agua a los hermanos, oí decir: qué bajo ha caído esta hermandad ya está hasta en manos de un barbero... Al cabo del tiempo, el hombre me tuvo que pedir perdón porque vio que el barbero había ido a trabajar.

Usted es el barbero de Jerez, ¿mucho secreto inconfesable?

A veces alternar con personas que no son de tu estatus te convierte en el bufón de los señores. Hay que marcarse una línea y esa es la línea recta que tengo para no caer y no hacer daño a nadie. Desgraciadamente, aquí muchas veces por hacerse el pelota de los señoritos, se llega a hacer daño. Hay que aprender a ser honestos, que no es ser ni bueno, ni malo. Honesto. Todo lo que he intentado hacer es respondiendo a esa honestidad. He sido confesor de mucha gente en mi peluquería y lo que he intentado siempre es construir.

Haberse codeado con la alta sociedad y con lo más hondo de la miseria, ¿ayuda a entender muchas cosas, como eso de que no es más rico el que más tiene…?

Totalmente de acuerdo. Esa es una verdad como un templo. En Jerez, las personas modestas tienen una grandeza extraordinaria. Alguien que no te conoce puede invitarte a un cafelito, eso no es habitual en ninguna parte del mundo. En cambio, yo también he estado muy cerca de las grandes familias de Jerez y hay muchas historias negras.

¿El respeto se gana yendo con la verdad por delante?

Hombre, claro. Cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero si me piden opinión la doy.

Retrato de José Castaño Rubiales, esta semana antes de la entrevista con lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA

¿La fe mueve montañas?

Totalmente. Pero la fe de verdad. No la que te quieran imponer los demás, incluso la propia Iglesia. Hay un decálogo que ese le sirve a todo el mundo, que cada cual lo adquiera… Nunca he pedido nada para mí, pero soy un pedigüeño. 

Odio creciente, hipocresía, plagas… ¿se le hace a veces cuesta arriba, mirando a su alrededor, tener fe en Dios?

No, no, no. Esto implica que si te quedas solamente en lo que te han enseñado nunca aprenderás si no profundizas y empiezas a analizar cosas. La fe te sirve, pero hay cosas que no puedes admitir y eso contribuye a buscar siempre la verdad. No sé si la he encontrado, pero estoy muy contento con mi verdad. 60 años cortando el pelo a los obispos de Jerez… y esa experiencia de amigos más que clientes me ha hecho aprender de ellos, pero también he sido contestatario, no he intentado ser pelota. A mucha gente eso no le gusta o no es capaz de decir la verdad.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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