El rostro de Ezequiel Martínez (Madrid, 1948) apareció durante 21 años en las casas de los andaluces que cada fin de semana sintonizaban Tierra y mar, el mítico programa de Canal Sur, que aún continúa en antena. Fue en enero de 1992 cuando tuvo lugar la primera emisión de un espacio que vino a darle su sitio a la agricultura, la ganadería y la pesca, temáticas huérfanas hasta el momento, y necesitadas de cariño mediático. Una labor por la que recibió, él y todo el equipo del programa, más de medio centenar de premios durante esas dos décadas.
Martínez, licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, dio sus primeros pasos en la Cadena Ser, concretamente en Radio Granada, tras lo que volvió a Madrid, cuando le dieron a elegir: Sevilla o Valencia. "Lo tenía claro, pero respondí al día siguiente por prudencia", confiesa, cuando atiende a lavozdelsur.es. Luego hizo un máster en Educación Ambiental para especializarse en una temática que dominó con maestría en Tierra y mar hasta su jubilación, en 2013, aunque confiesa que "si me hubieran pedido en aquel momento que siguiera un tiempo, seguramente hubiera dicho que sí".
Desde su retiro, en la localidad sevillana de Mairena del Aljarafe, donde reside, Martínez hace balance de una extensa trayectoria, que aún continúa, ya que ha dado rienda suelta a su faceta literaria. El año 2020, en plena pandemia, publicó tres libros, S.O.S. Emergencia Climática (Utopía Libros), Diario de un confinamiento (Utopía Libros) y Efusión de las almas (Karima Editora), que se suman a otras publicaciones anteriores como La odisea del viajero (El Páramo, 2012), Tierra y Mar (El Páramo, 2013), el poemario Los lirios y los hombres (Karima Editora, 2018) o Diario de un paseante slow (Utopía Libros, 2019).
"Ahora estamos viendo mucho mal en el periodismo, mucha mentira. Hay que ser muy escrupulosos"
¿Un periodista nunca llega a jubilarse?
Pues no, un periodista nunca llega a jubilarse. Hay un caso muy conocido, el de Iñaki Gabilondo, que fue la persona que en su despacho de Gran Vía, 32, de la Cadena Ser, me planteó en 1980 irme a Sevilla o Valencia. Lo tenía claro, pero le respondí al día siguiente. Iñaki me parece ejemplar, un ejemplo de periodista independiente, moderado en su discurso, muy reflexivo. Este tipo de periodismo se está perdiendo. He vivido en los años 70 y 80 el auge del periodismo en España y ahora me vengo abajo, porque ya es otra cosa. Los poderes inciden sobre el periodista. Antes un periodista, fuera de un medio de derechas o izquierdas, procuraba mantener el tipo. No ser objetivo, porque la objetividad no existe, pero el periodista honrado y honesto busca esa línea neutral, reflexionar, contrastar las informaciones, y no mentir. Ahora estamos viendo mucho mal en el periodismo, mucha mentira. Las redes sociales han influido, pero los que siguen en el frente deben ser muy escrupulosos. En la medida en que se esté defendiendo la verdad, se está defendiendo la democracia.
¿Echa de menos su trabajo en Canal Sur?
No. Sabía que me tenía que jubilar y tenía muy asumida cada etapa. Pedí a la dirección estar dos meses más, hasta junio, para que en verano pudieran definir bien el futuro de Tierra y mar. Incluso, si me hubieran pedido en aquel momento que siguiera un tiempo, seguramente hubiera dicho que sí. Lo dejé porque pensaba que había llegado mi momento, para que entrara gente nueva, pero cuando sale alguien por arriba, difícilmente se abre una puerta por debajo. Esto funciona así. No lo echo de menos para nada. Ese verano de 2013 me vino bien para pensar. Al poco me llamó Paco Casero y me propuso colaborar en la Fundación Savia. A él le tengo que agradecer que tuviera ese detalle, que me ha dado vidilla y me ha permitido viajar por pueblos de toda Andalucía. En muchos de esos pueblos hay algún libro mío que sé que la gente lee y le gusta. Cuando vamos por los pueblos la gente me saluda con mucho afecto, e incluso me dice que me vio el sábado en televisión, gente a la que le penetró tanto el programa que me tienen idealizado. Solo por eso ha merecido la pena el trabajo de tantos años. Hemos llegado a la gente, les hemos servido y hemos informado con la mayor veracidad posible.
"Tenemos que volver a tener una RTVA a la altura de lo que se merecen los andaluces"
¿Cómo ve la situación actual de la cadena desde este lado de la barrera?
Me produce una profunda tristeza. Cuando vi que la situación de Canal Sur estaba tan chunga, en octubre, hice un artículo para el que realicé diez o doce llamadas a amigos que siguen dentro, y casi todos coincidían en decirme que lo de ahora no lo habían vivido jamás. Eso me puso en alerta. Estas personas señalaban a Álvaro Zancajo —hasta hace poco director de informativos, recién destituido— como uno de los principales culpables, además de la presión recibida por parte de la presidencia y la vicepresidencia de la Junta, que quieren tener el control de Canal Sur. Ahora estoy trabajando dentro de la Fundación Savia en la plataforma en defensa de la RTVA, que tiene más de 5.000 firmas. Recordamos lo que pasó en Canal Nou en Valencia, en Telemadrid... En Canal Sur la manipulación informativa es alta y grave. Lo sigo con atención, preocupación y tristeza y aporto mi granito para que podamos volver a tener una RTVA a la altura de lo que se merecen los andaluces.
¿Qué grado de independencia tiene Canal Sur? ¿Usted sufrió presiones?
En 21 años recuerdo algunas ocasiones, aunque las puedo contar con los dedos de una mano. En mi última etapa en el programa, con una audiencia muy alta y el apoyo del sector, un directivo me recriminó que en la despedida apoyara al pueblo palestino. Le dije que yo hacía un programa de autor y que me permitía determinadas licencias, como defensor de los derechos humanos que soy. Y se calló. En algún otro momento fui presionado por promocionar a algún compañero del equipo sin comentarlo a dirección. No tuve presiones por sacar a uno u otro en el programa, me cuidé de no establecer una línea directa con los políticos. Desde que llegué a Tierra y Mar me propuse entrevistar a cada ministro —de Agricultura—, fuera del color que fuera. Y lo mantuve hasta el final. El programa no se casaba con nadie.
¿Faltan espacios en los medios que traten la agricultura, la ganadería, la pesca…?
Cuando empecé en 1992 en Tierra y mar empecé a ver que éramos muy pocos los programas especializados. Después de una entrevista a Ignacia Loyola de Palacio —ministra de Agricultura entre 1996 y 1999—, fue a hablar con el director general de TVE con dos vídeos de Tierra y mar para decirle que hicieran algo parecido. A los pocos meses apareció Agrosfera. Entonces éramos muy pocos los programas especializados en temas agrarios, ganaderos y pesqueros. También me alegré de que en papel aparecían suplementos. Eso nos empezó a animar. Y llegó también Surco y marea, de la Cadena Ser. Debería haber más, cuantas mas voces y espacios haya dedicados a la agricultura, la ganadería y la pesca y su relación con el medio ambienta y el cambio climático, mucho mejor, para que la sociedad esté mejor informada. Cuanta mas información mejor para poner en valor el medio rural y su gente. La pandemia ha demostrado que se vive mucho mejor en el medio rural que en las ciudades.
Creatividad desatada en plena pandemia
"He sido muy prolífico estos años", confiesa Ezequiel Martínez, quien desde su jubilación no ha parado de crear y, sobre todo, de escribir. "Ha habido mucha gente de los ámbitos de la creación que ante esta situación tan inédita se ha bloqueado, estamos ante lo más grave que hemos vivido desde la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil. Afortunadamente, en mi caso me dio por la creatividad", dice el periodista madrileño. "Ahora estoy en una fase de mucha lectura". Entre manos tiene en estos momentos El infinito en un junco, de Irene Vallejo, que recomienda "vivamente", porque "explora la escritura y la lectura desde los tiempos inmemoriales, desde que ser humano empieza a hablar". Después de dar salida a tres publicaciones durante 2020, cuenta que está trabajando en la que puede ser su primera novela.
"Había publicado algún libro pero en estos últimos años, desde la publicación de Tierra y mar, donde resumía los 21 años de mi actividad como presentador y director, he escrito un poemario —Efusión de las almas—, que está desde noviembre en el mercado; S.O.S. Emergencia climática, un libro al que dediqué dos años, porque sentí la necesidad de que tenia que escribir sobre ese tema, que es más grave que la pandemia; y Diario de un confinamiento, que empecé a escribir en marzo, poniéndome en el pellejo de una enfermera, un médico, un internista... Le di un giro de tuerca y grababa un vídeo cada tarde, entrevistaba a gente para que me hablara desde el medio rural andaluz", relata.
Durante el confinamiento se vio la importancia del agricultor, del ganadero… ¿cree que ya lo hemos olvidado?
Afortunadamente, creo que ha calado, al margen de los sanitarios, que han sido la primera fuerza de choque contra la pandemia. La gente confinada tiene que comer, y para eso están los productores de alimentos, que dieron la talla para que el mercado estuviera abastecido. Y los conductores y transportistas, que lo traían hasta las ciudades. El medio rural se ha mostrado imprescindible. Hay que dar ventajas a la gente que está habitando y produciendo en el medio rural. A lo mejor tenemos que repensarnos. El 50% de la población española vive en las grandes urbes y el otro 50% diseminada en pequeños pueblos. Los riesgos de despoblamiento hay que atenderlos, meter banda ancha, Wifi, servicios... Es fundamental.
¿Dónde han quedado los buenos deseos que afloraron durante el confinamiento?
En Diario de un confinamiento ponía énfasis en que no dejarámos los aplausos de las ocho. Aquel movimiento fue un fuego artificial. Una esperanza, un arcoíris que nos animaba, salimos sintiendo que en toda España muchos millones de personas hacían lo mismo. Al poco empezaron las voces discordantes, provenientes de la derecha, primero en el barrio de Salamanca, incumpliéndose las normativas. Lo que era una expresión de bondad derivó en protestas. Aquello era tan bonito para determinada gente maligna, tan solidario y tan generoso, tan espontáneo, que empezaron a contraatacar contra aquel movimiento y estuvieron a punto de anularlo. Hay gente para la que el canto de un pájaro o ver crecer una planta se la trae al pairo. El caso es meter trabas a las ruedas del progreso y las libertades de nuestro país.
¿Aprenderemos algo de todo esto?
Iba a apelar al sentido común, pero cuando ves que es el menos común de los sentidos... Pero soy optimista y confío en que la gente, en su sano juicio, lo va a analizar. Vamos a dialogar. Hace falta pedagogía del diálogo y de una vuelta a lo más elemental, a entendernos, a conversar.
"Hay clones de Trump en nuestra sociedad. Desearía una España en la que los políticos que me representan trabajen para entenderse"
¿Qué pensó como periodista cuando vio el asalto al Capitolio de esta semana?
Me estremecí. Mi veneno periodístico me llevó a hacer dos fotos y a colgarlo en Facebook. Había que comunicárselo a la gente, estábamos asistiendo a una barbaridad. Este señor —Donald Trump— debería ser investigado por los tribunales cuando deje de ser presidente. Es muy grave lo que está haciendo, fracturando en dos a la sociedad americana. Me acordé cuando varios medios cortaron la emisión cuando estaba perdiendo la batalla electoral y empezó a mentir. Un verdadero medio debe ser defensor de las libertades. Hay que volver a un periodismo veraz que trabaje para el bien de la sociedad y no para el enfrentamiento y el odio.
¿Cree que es posible ver algo parecido en España?
En Twitter hay líderes conservadores y ultraconservadores que han justificado el asalto del Capitolio. ¿Que en su día, en 2016, la gente de Podemos convocara una manifestación y rodeara el Congreso es comparable a este asalto con violencia que ha originado cuatro muertos? ¿Cómo va a ser igual? Hay clones de Trump en nuestra sociedad, salvando las distancias. Desearía una España en la que los políticos que me representan trabajen para entenderse, para cooperar, para arrimar el hombro. Estando muriendo mucha gente eran incapaces de ponerse de acuerdo. Me parece deleznable. Estamos en un momento muy delicado… la sociedad está cogida con alfileres. Hay que sellar fuerte la convivencia, con solidaridad y unidad de acción frente a lo que se nos viene encima.