El cambio climático ya se está notando en la costa gaditana. El viento acaricia el rostro de una mujer que ama el litoral y que es consciente de los efectos a los que se enfrenta. “No es perceptible para la gente que no los estudia de forma numérica, pero el nivel del mar ha ascendido unos centímetros con respecto a hace 40 años, y lo va a continuar haciendo”, advierte Irene Delgado, de 45 años, mientras pasea por la playa de Cortadura, en Cádiz. La predicción es, que dentro de unos 80 años, podría ascender hasta un metro. A esto se suma que las tormentas son cada vez más frecuentes.
Las dunas costeras han sido durante años el objeto de estudio de esta investigadora y profesora que, desde 2022, forma parte del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cádiz (UCA) en un programa de atracción de talento. Antes, trabajaba como catedrática de Ciencias del Mar en Inglaterra, país donde estuvo una década tras haber vivido en las Islas Canarias, Australia, Irlanda, Canadá e Italia. Aunque nació en Madrid, su infancia la desarrolló en Galicia, donde empezó a mirar la costa de otra forma. Se licenció en Vigo y voló a estudiar este paisaje, llegando a realizar trabajos de campo en el lago canadiense Erie, en Ontario, o en la isla del Príncipe Eduardo.
Irene se esfuerza por comunicar la ciencia fuera del mundo académico porque las personas pueden cambiar el mundo, pero también destrozarlo. El último proyecto que ha liderado, Coasts for kids, surgió en 2019 en Liverpool, donde residía antes de llegar al sur. Este año, el trabajo, publicado en 2021, ha sido galardonado con el primer puesto dentro de la modalidad Cambio Costero en el prestigioso concurso internacional Climate Creatives Challenge. Una iniciativa que busca transmitir conceptos básicos de la costa relacionados con la erosión, el nivel del mar, los sedimentos o los acantilados a los niños y niñas.
“El proceso fue de cocreación con universidades de todo el mundo, colaboramos con profesores de primaria y desarrollamos una terminología adaptada al lenguaje de los niños”, explica Irene, que recuerda que la pandemia impidió poder reunir a los pequeños para hacer las narraciones. Aun así, montaron el trabajo en remoto y lanzaron cinco episodios de material didáctico que actualmente se utiliza en colegios ingleses.
El proyecto quedó finalista en un concurso de Liverpool y el jurado animó a la investigadora a que lo presentada a este certamen internacional para el que realizaron una adaptación desde Cádiz. Fue seleccionado de entre cientos de propuestas de 56 países distintos. Frente al mar, la docente transmite los desafíos contra los que lucha este enclave idílico repleto de surfistas.
“El hecho de que nuestras poblaciones estén cerca del mar puede llevar a la desaparición de ambientes costeros. Estas dunas se están intentando mover hacia atrás, pero si no hay lugar para que se desplace, acabará desapareciendo”, comenta a lavozdelsur.es, señalando el istmo de Cortadura. Un cordón alberga la carretera y la vía ferroviaria, punto de conexión entre las ciudades de la Bahía como San Fernando y Chiclana, con la capital.
“El principal problema no es tanto el ascenso del nivel del mar, sino que nuestras poblaciones costeras están impidiendo el movimiento hacia tierra de las playas. Las costas reaccionan sin ningún problema, simplemente se desplazan. Pero cuando hay una infraestructura que impide la traslación de los ecosistemas, el sedimento no tiene donde ir, el hábitat desaparece y nos quedamos sin playas”, detalla Irene que señala la pasarela de madera que forma parte de la ruta Eurovelo 8.
"Eurovelo podría haberse enfocado de otra forma"
Los últimos temporales han provocado que la infraestructura amaneciera con una capa de arena encima. “Esa se retira y se lleva a otro lugar, en un metro es poco, pero en cientos de metros son volúmenes de arena muy significativos. Si ponemos más infraestructuras en esa zona donde el sistema está intentando moverse, le estamos quitando unos años de vida”, dice junto al montículo que aún permanece en el carril.
Habla de minimizar el impacto en este rincón gaditano donde, al otro lado de la vía, existe un sendero natural transitable. “Eurovelo es una iniciativa con intención buena para que la gente disfrute de la costa, pero aquí podría haberse enfocado de otra forma. Si fuéramos capaces de poner pasarelas elevadas que llevaran a las personas directamente a la playa se evitaría el impacto”, sostiene.
Las dunas de Cortadura presentan vegetación dunar que, según comenta la madrileña, también puede verse afectada por la sequía que asola el país. Aunque mayoritariamente estas plantas se rijan por el mar, pueden notar la falta de lluvia. Por ejemplo, en Camposoto ha observado que algunos ejemplares han empeorado. Esta flora es más importante de lo que parece para la formación de las dunas.
“La vegetación es una trampa de sedimento. Una vez que el sedimento ha entrado dentro de una zona donde hay raíces y plantas, es muy difícil que el viento lo sople fuera. Si se muere esa vegetación, se libera ese sedimento y es más fácil que se lo lleve a la carretera, en lugar de quedarse aquí, que es donde es necesario para crear los hábitats dunares”, explica delante de la acumulación natural de arena.
Esta es una de las razones por las que hay un cartel en la bajada del Ventorrillo El Chato que recuerda que está prohibido pisar las dunas. Aunque el control no sea tan radical como en lugares como los Países Bajos. Irene propone que la ciudadanía puede aportar su granito de arena para evitar a largo plazo la desaparición de las playas y habla de crear campañas de concienciación.
“La gente tiende a meterse en la duna pensando que no importa. Es difícil interpretar que tu pisada va a tener un impacto enorme, pero el pisoteo rompe las plantas. Estas son muy resistentes a las condiciones bruscas de la costa, pero muy sensibles al impacto humano”, expone. Además, comenta que “desafortunadamente”, los animales de compañía también pueden dañar el sistema dunar, no solo porque puedan destrozarlo, sino también porque, llevan semillas en los pelos, al igual que las personas en los zapatos, que son especies invasoras y pueden cambiar el paisaje. “No caminar sobre ellas puede tener muchas consecuencias positivas”, dice.
Irene va a diario a la playa, un lugar que tiene más funciones que las asociadas al ocio. En Cádiz, si no existiera, “sería un desastre desde el punto de vista turístico y social”, pero también supondría otro tipo de consecuencias de las que muchas personas no son conscientes.
"Las dunas hacen un servicio de forma gratuita"
“Si estas dunas no estuvieran aquí, habría que gastar dinero en colocar un dique de contención para poder tener la vía y la carretera, y la ingeniería cuesta mucho dinero. Las dunas son barreras de protección que evitan las inundaciones en el interior. Es un servicio que la playa está haciendo de forma totalmente gratuita”, comenta. Por eso, es importante cuidarlas y, para ello, Irene defiende la divulgación. Ella quiere transmitir que la playa va más allá del chiringuito y la tumbona y que “nuestro uso turístico de estos ambientes afecta”.
Su experiencia en distintos países del mundo le lleva a reflexionar que “en España tenemos pocos recursos para la protección de nuestras costas, habría que atacar al problema desde el apoyo a la conservación del medio ambiente hasta la educación”. El ocaso se acerca en esta playa natural de arena dorada. Su futuro pende de un hilo.
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