El obispo que combate el odio con una sonrisa
No lleva ni medio año al frente de la Diócesis de Asidonia-Jerez, una de las más importantes de España, y ya ha podido maravillarse con los encantos de la nueva ciudad en la que ahora reside, Jerez, en el Palacio de Bertemati, sede del Obispado, y con todo lo bueno que va recibiendo como prelado, uno de los más jóvenes de España. José Rico Pavés (Granada, 1966) iba para médico, como su padre, pero en su camino se cruzó al cumplir la mayoría de edad la llamada de la vocación. Estudiaba entonces Electrónica, pero dejó todo y se marchó al Seminario Mayor San Ildefonso en Toledo, donde fue ordenado sacerdote (11 de octubre de 1992), y terminó sus estudios en Roma.
Es licenciado en Teología Dogmática (1994) y doctor en Teología Patrística (1998) por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Con una trayectoria eminentemente intelectual, experto en escatología cristiana, durante más de una década dirigió el Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Allí encabezó hace ahora algo menos de diez años una investigación contra la asociación secreta ultracatólica y de extrema derecha El Yunque, vinculada a plataformas como HazteOir o Profesionales por la Ética, vetadas por algunas diócesis españolas, y que en algún caso se han conectado posteriormente con el partido político Vox.
En 2012, Rico Pavés fue nombrado obispo auxiliar de Getafe y a finales del pasado julio se convirtió en el cuarto obispo residente de Asidonia-Jerez, tras Rafael Bellido Caro, Juan del Río y José Mazuelos. Actualmente, en la Conferencia Episcopal es miembro de la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado. Ha compaginado sus labores pastorales con la docencia en Roma, Barcelona, Toledo, Madrid y Pamplona. Escogió como lema episcopal en Getafe Ut gaudium meum in vobis (Para que mi alegría esté con vosotros), parecido curiosamente al del llorado y querido primer obispo de Jerez, Rafael Bellido Caro, Servir a Dios con alegría. Cercano, extremadamente amable, con un poso intelectual sólido y convincente, envuelve con sus reflexiones, las acompaña de una sonrisa cercana, y marca como camino único la educación y el amor.
Esta entrevista se produce un 14 de diciembre, Día de San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, místico… el poeta optó por cantar y amar entre las penalidades. ¿Esa, como se diría hoy en día, es la actitud?
La actitud es siempre no perder la esperanza. Por oscura que sea la situación que una persona esté pasando al final siempre llega la luz. En mi trayectoria personal me he encontrado con dos lugares que son especialmente significativos en la vida de San Juan de la Cruz, como son Granada y Toledo. En Toledo estuvo prisionero y escapó descolgándose de los muros del convento, donde había celdas de reclusión. Se refugió en el convento de carmelitas donde estaba Santa Teresa y allí se recuerda con una placa que recoge el inicio de uno de sus versos: en una noche oscura, con ansias en amores inflamado, salí sin ser notado… Después de esa huida se traslada a Granada. Los carmelitas tenían un Carmen en el recinto de La Alhambra, el Carmen de los Mártires, y allí compone el Cántico espiritual, La llama de amor viva…, a partir de lo que había vivido en la situación de reclusión, abandono y persecución dentro de la misma Orden. Uno lee el Cántico espiritual y piensa que lo ha compuesto tras un periodo de tranquilidad, y es todo lo contrario.
Esas son dos ciudades clave para usted: Granada, por nacimiento, y Toledo, por formación.
Justo.
"A los Reyes Magos hay que pedirles que nos traigan la audacia de saber arriesgar para encontrarnos con aquel que nuestro corazón está buscando tantas veces sin saberlo"
Es de Granada, conoció Cádiz porque vivió un tiempo aquí, pero imagino que de esta ciudad en concreto en la que estamos algo le habrá sorprendido en este casi medio año que lleva desde que fue nombrado obispo.
Parece que estoy regalando el oído a la gente cuando repito una y otra vez que me estoy encontrando con gente muy acogedora, muy cariñosa, muy respetuosa, y esto de momento es lo que más gratamente me está sorprendiendo. A medida que voy asomándome a los diferentes barrios, veo que es una ciudad con una historia magnífica, como queda reflejado también en sus edificios, procedentes de una época de esplendor.
¿Qué ha encontrado en esta Diócesis? Al final son 25 municipios a los que da cobertura.
Pues el administrador diocesano, don Federico Mantaras, en la misa en la que yo entraba como obispo, hizo una presentación destacando un aspecto que corroboro a diario: es una Diócesis muy rica en su geografía y eso da también un tono especial en la gente que aquí está. Hay una zona de Sierra que me admira cada vez más, cada pueblo que voy conociendo, en los que me encuentro con la gente… y luego está la singularidad propia de la campiña, y la variedad que ofrece el litoral. Tiene un atractivo que provoca que quien viene una vez siempre repita, y eso lo da el entorno y la singularidad de la gente. Desde el punto de vista eclesial, voy encontrando una Iglesia que, siendo joven la Diócesis, tiene raíces muy profundas. Y esas raíces se manifiestan por ejemplo en la vitalidad de las expresiones de piedad popular, como son las hermandades y las cofradías. O las huellas de esta piedad en muchos edificios, algo que está desapareciendo en muchos otros lugares de España. Aquí se mantienen con respeto plazas donde hay un Corazón de Jesús, o un monumento al Papa Juan Pablo II, o edificios con un mosaico de la Virgen María, con flores que renuevan los vecinos… Expresiones de una religiosidad viva que no teme manifestarte en el espacio público.
¿Le ha sorprendido que en estos tiempos prenavideños se mezclen procesiones con esa exaltación que vivimos aquí de la Navidad a través de las Zambombas?
Ya me lo decían: aquí se vive casi con más intensidad la preparación de la Navidad que la Navidad misma. No conocía exactamente en qué consistían (las Zambombas), ni tampoco puedo decir que las haya vivido desde dentro, pero las he oído desde aquí, muy cerca, en el puente largo que hemos tenido. El tono que he visto era sano, de gente cantando villancicos cuando quedan tres semanas para la Navidad… me ha resultado llamativo y agradable. En cuanto a las salidas extraordinarias, tienen que ver en gran medida con la situación extraordinaria que vivimos por una situación de pandemia.
¿Cómo vive un obispo estas fechas navideñas?
Con mucha intensidad. Cada año con situaciones y experiencias diferentes. A nivel personal, un motivo de renovación del encuentro de la fe, que en mi caso ha estado, por gracia de Dios, desde el principio, y volvernos a reunir con la familia, rezar juntos. La Iglesia de referencia para mí siempre ha sido, es y será la Iglesia de casa. La primera Iglesia con la que me he encontrado es la de mis padres y mis hermanos, es mi Iglesia de referencia y la que me ha servido luego en mi vocación y en mi ministerio sacerdotal. Recordando el bien que yo he recibido de la Iglesia de casa en el tiempo de Navidad, como sacerdote he querido luego transmitirlo de manos de la Iglesia con las celebraciones, ayudando a otros para que esta vivencia sea motivo para renovar su fe. Celebrar la Sagrada Familia, convocando a las familias, o con un encuentro con los sacerdotes, con la familia del presbiterio de Jerez, con los diáconos permanentes y sus mujeres para felicitarnos la Navidad, y otras visitas que nos recuerdan a qué nos compromete la Navidad. Celebrar el día 23 en los centros penitenciarios en El Puerto, llevar una palabra a situaciones donde uno vive con mayor angustia, para transmitir la verdad fundamental de que con Cristo todos podemos cambiar, ser mejores. Visitar los conventos de clausura, con las religiosas que nos sostienen con su oración; estar atento también a quienes padecen más necesidades, promocionar ayudas a las familias que lo están pasando peor… Son días intensos para el economato diocesano, que se ha demostrado como una fórmula acertada de atender a esas familias que lo pasan peor. No hay tiempos menos intensos, pero efectivamente, con motivo de tiempos litúrgicos fuertes, se intensifica el trabajo y estamos más sensibles.
¿Un obispo le pide algo a los Reyes Magos?
Sí, sí, en el círculo de la familia celebramos el amigo invisible y siempre me suele caer el marido de una sobrina (ríe). Pero todos los años, ¿eh…? Parece trucado. Y yo suelo caerle a algún sobrino y tal… Son expresiones de cariño con la familia y, si Dios quiere, espero poder terminar el año y empezar los primeros días con la familia en Granada. Y aparte de eso, pues la petición a los Reyes…, más que pedir cosas, de los Reyes hemos de aprender a darnos. A arriesgar en favor del Señor. Ellos se ponen en camino sin una señal hasta que se encuentran con Jesús. Y en un niño reconocen al hijo de Dios hecho hombre. Bueno, pues a los Reyes Magos hay que pedirles que nos traigan la audacia de saber arriesgar para encontrarnos con aquel que nuestro corazón está buscando tantas veces sin saberlo.
"La vocación es como una herida que hay que cerrar"
El 5 y 6 de enero es una renovación de ilusiones, se aviva la nostalgia de la infancia. ¿Cómo recuerda la suya?
Con recuerdos, gracias a Dios, muy intensos y vivos, donde los detalles van cobrando importancia con el tiempo. En Navidad vivíamos con especial intensidad el momento de montar el belén. Además de sacar las figurillas, mis padres se esforzaban cada año en hacer un tipo de montaña o de cueva nuevas. Era la ilusión de ver cómo iba a quedar y eso marcaba el inicio de la Navidad. Y ya luego, el sonido de la Lotería era ya como decir: ya estamos de vacaciones. Todo lo celebrativo tenía el fundamento de los momentos de oración, como ir juntos en familia a la Misa del Gallo o participar de la liturgia esos días. Ya siendo más joven, o estando en el seminario, además de los momentos festivos, encontraba más tiempo de ir a la Iglesia o tener momentos de oración y actividad con grupos apostólicos a los que he pertenecido, haciendo de pajes de los Reyes Magos, llevando regalos a los niños o visitando residencias de ancianos.
¿Cómo vive internamente un joven de 18 años esa llegada de la vocación y ese, digamos, renunciar a los estudios de Medicina a los que, por su padre, parecía predestinado?
Recuerdo perfectamente ese momento. Es como una herida. La vocación es como una herida que hay que cerrar. Y de repente, algo que no te inquietaba, empieza a inquietarte. Y esa inquietud me empieza a surgir cuando veo que lo que yo he vivido de fe en mi casa no está en todas las casas. Algo que a mí me parecía que era lo más normal del mundo, acabo descubriendo que en muchas casas no se da. Y a mí me sigue pareciendo que tengo responsabilidad por haber tenido la alegría de haber nacido en una familia cristiana o por gozar de la luz de la fe. Tenemos la responsabilidad de llevar eso a otros sitios. El deseo de ser médico, y la referencia era mi padre, que me mostraba que con la medicina se podía hacer mucho bien, se fue compaginando con otras cosas. ¿Y por qué no médico misionero? Al final veía que el tiempo se hace muy largo y pensar en esa carrera, siete años, especializarme… tenía que salir ya.
Comentaba estas inquietudes con un padre jesuita y este sacerdote me propone seguir rezando, la vocación es escucha y oración, y me invita a rezar la novena de la gracia, de San Francisco Javier. Acudir a la intercesión de un santo para que me ayude en mi propia situación. Luego me he interesado mucho por la biografía de San Francisco Javier y he visto que la inquietud que él tuvo es la que yo en ese momento estaba padeciendo. Deseo de entrega y hacer cosas por los demás, pero no saber ni dónde ni de qué manera. Rezando esta novena encontré un texto del Evangelio, que ya conocía, pero que nunca me había incidido de esa manera. El que quiera ser discípulo mío que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Y entendía que ese negarme a mí mismo pasaba por abandonar la idea de la medicina, con la que desde niño había pensado. ¿Y si el Señor me quiere como sacerdote? Solo pensar en esto me dio una paz que hasta entonces no había tenido. Luego aprendí, porque lo encontré así en San Pablo, que el criterio de la paz es fundamental para reconocer que el Señor está actuando. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón. Cuando el Señor llama no es para complicarnos la vida, sino para calmar los anhelos del corazón humano. El discernimiento consiste en saber aquello que me da paz. Me puse en manos de la Iglesia y me ayudaron a conocer el origen de una llamada. La vocación siempre tiene esa doble dimensión: lo que uno experimenta interiormente y la palabra desde fuera que ayuda a confirmar o corregir lo que uno está experimentando. Porque la duda siempre quedará así: ¿no será esto una simple ocurrencia mía o tengo de verdad certeza de que es cosa del Señor? ¿No será una obsesión mía? Se tienen que dar las dos cosas: poner nombre a lo que uno interiormente vive y, por otro, una palabra autorizada de fuera que ayude a identificar lo que estoy viviendo. Si eso coincide, pues uno adelante.
"Si hay conflictos entre pueblos, entre naciones, si la sociedad se complica para generar una convivencia sana, es porque hay corazones dañados"
Vivimos una época un tanto tenebrosa, no solo ya por la pandemia y otras catástrofes naturales cada vez más frecuentes fruto, por ejemplo, del cambio climático, sino también un tiempo de auge de los totalitarismos, del odio, la polarización social… ¿cómo ve esas amenazas para el mundo que conocemos hoy, o es precisamente el mundo que conocemos hoy el responsable de esas amenazas?
Entiendo que en todas las épocas de la historia estas amenazas están ahí presentes. En el origen de estas amenazas siempre está el corazón humano. El Concilio Vaticano II lo explicó con palabras muy sencillas: en el origen de todas las guerras siempre hay un corazón dividido. Si hay conflictos entre pueblos, entre naciones, si la sociedad se complica para generar una convivencia sana, es porque hay corazones dañados. Hay que ir al origen de este daño y reconocer con sinceridad cuáles son las causas de estos males. Si tenemos la luz de la fe podremos decir que un motivo importante de esta situación de conflicto es la pretensión tantas veces de afirmar lo humano negando a Dios. Cuando prescindimos de un referente que va más allá de la condición humana, el hombre pretende elevarse sobre los demás hombres y ocupar un lugar que no nos corresponde. Por el contrario, cuando reconocemos cuál es nuestro lugar en la historia y en el mundo, ya nos hacemos más conscientes de que necesitamos de unos y otros para seguir avanzando. Tomar conciencia de nuestro lugar pasa simplemente por recordar que no hemos elegido empezar a vivir, la vida nos ha sido dada. En el origen y en el final de nuestra vida nos encontramos siempre con actos gratuitos que no están en nuestra mano. Ni hemos elegido empezar a vivir, ni está en nuestra mano no morir. Si somos conscientes de que la vida es don, trataremos a los demás conforme a lo singular que cada uno tiene. Porque cada persona es única e irrepetible. Y más aún, si somos coherentes con esto de que la vida es don, acabaremos preguntándonos por aquél que nos la ha dado. Si desterramos a Dios de nuestra vida, de la sociedad, si pretendemos darnos leyes con carácter absoluto, hemos visto… el siglo XX nos ha dado lecciones de totalitarismos que no deberíamos repetir. Pero si una y otra vez caemos en los mismos errores… es triste, es triste.
"Si del ser humano arrancamos su dimensión religiosa, quitamos algo que es sustantivo"
La ciencia nos ayuda a salir de la pandemia gracias a las vacunas, pero a menudo se olvidan los daños en la parte espiritual, del alma de los seres humanos, para los que no parece que interese encontrar remedios… igualmente, vamos hacia una especie de pensamiento único, salir de ese redil es rechazo directo…
Depende de la comprensión que tengamos del ser humano, pues así también organizaremos la sociedad, proyectaremos la educación y todo lo demás. Si del ser humano arrancamos su dimensión religiosa, quitamos algo que es sustantivo. Y lo mismo pasaría si arrancamos su condición social o su capacidad de comunicación. Son dimensiones constitutivas y, si queremos de verdad el cuidado de la persona, deben ser dimensiones cuidadas íntegramente. Entonces, efectivamente, quizás nunca en la historia de la humanidad hemos alcanzado un mayor grado de progreso en el campo de la ciencia, de la técnica, y sin embargo, los grandes problemas que afectan al corazón humano siguen estando presentes. Se sufre la angustia de quedarnos solos, el Papa también habla de la soledad como una pandemia terrible, se sufre la angustia ante el sufrimiento que para muchos es insalvable, y así, tantas situaciones en las que vemos como lo más nuclear de la persona se pone en tela de juicio.
El Papa, cuando recibió el premio Carlo Magno, en un discurso especialmente importante, lanzaba preguntas destinadas a sacudir la conciencia: ¿qué te ha pasado Europa? Invitaba a construir un nuevo humanismo y se preguntaba qué papel corresponde a la Iglesia en la construcción de ese nuevo humanismo en Europa. Le corresponde la tarea de siempre, encomendada por Cristo: evangelizar. Pero en el momento presente eso encierra un matiz: salir al encuentro permanente de las heridas de nuestros contemporáneos. Quizás hoy esta sea como una señal distintiva de nuestro tiempo: el corazón humano se encuentra especialmente herido y hemos de estar dispuestos a ofrecer el consuelo del Evangelio a quienes padecen estas heridas.
Entrar ahora en un templo, se sea creyente o no, es como aislarse del incesante ruido que se padece hoy en día en el exterior, ¿no?
Es dimensión constitutiva de la condición humana. El ser humano al final tiene conciencia de que hay algo superior que le ha traído a este mundo. El camino a tientas hasta Dios es un camino fatigoso, pero lo ha recorrido la humanidad y ha dado lugar a la historia de las religiones, como expresión de esa búsqueda del corazón humano por aquello que le trasciende. Llevar a todos al encuentro de Cristo es la tarea que más humaniza, la verdad que la Iglesia en su historia siempre puede verificar. Llevando el Evangelio se ha humanizado, eso hacen los misioneros. Su preocupación no es simplemente llevar alimentos a los que pasan hambre o construir pozos para quienes tienen sed, sino que llevando el Evangelio el ingenio humano se ejercita y busca el bien de los demás. Llevamos alimento y construimos pozos porque reconocemos la dignidad que toda persona posee. Una dignidad que todos debemos custodiar.
En cualquier caso, el fin no justifica los medios.
En ningún caso. Y los medios, si son dañinos, pueden pervertir el fin, por muy digno que se quiera este fin.
Usted ha encabezado la investigación de la Iglesia española contra organizaciones que, bajo unos supuestos fines, no han empleado medios muy plausibles, o cuando menos, tendentes a generar división, enfrentamiento.
Es así. La imagen no es mía, pero es muy expresiva: a nadie se le ocurriría comprar un tanque para proclamar las bienaventuranzas. Eso no encaja. Las bienaventuranzas se proclaman con una vida donde, a pesar del sufrimiento y de las fatigas, se anuncia una alegría más grande. Esto es igual. Hay situaciones en las que se pretende competir en medios que a última hora dañan la verdad del Evangelio. ¿Cuál es esta verdad? Jesucristo lo dice con total claridad: si no os hacéis como uno de estos niños no podréis entrar en el Reino de los Cielos. El Evangelio no llega porque utilicemos los medios de los poderes de este mundo, sino porque tenemos la inocencia recuperada de un niño para comunicar una alegría. Y ante la sorpresa de un niño que se encuentra con una novedad, pues todos nos quedamos igualmente sorprendidos. Es de los niños de quienes debemos aprender el Evangelio, no de los poderosos de este mundo. La evangelización nunca debería plantearse como un ejercicio de estrategia mediante el cual conseguimos captar a otros para una causa, sino como una vivencia del encuentro con Cristo que nos lleva a compartir con otros la alegría de creer. Por eso, más nos enseñan los niños en la transmisión de la fe que las estrategias de los poderosos de este mundo. Cuando pretendemos poner los fines del Evangelio con las estrategias de los poderosos de este mundo dañamos ese mismo Evangelio.
"Gracias a la inmigración, muchas parroquias tienen gente joven; familias que con su sufrimiento ayudan, a los que vivimos en un estado de bienestar, a reconocer el valor de las cosas que verdaderamente importan"
¿Casa que haya católicos que hablen, ante la tragedia migratoria, de invasión o lancen bulos contra niños por el hecho de ser jóvenes migrantes no tutelados?
En absoluto casa. Lo dije en la Diócesis de Getafe, de la que procedo: gracias a la inmigración, hoy muchas parroquias tienen gente joven; familias que con su sufrimiento ayudan, a los que vivimos en un estado de bienestar, a reconocer el valor de las cosas que verdaderamente importan. Es una riqueza poder socorrer o abrir las puertas a quienes están más necesitados que nosotros. Un ejercicio de justicia implica siempre ese equilibrio: los que tenemos y nos sobra, tenemos la obligación de socorrer a los que están padeciendo, y eso implica medidas generosas. Eso hay que hacerlo también con cabeza. Los mismos obispos de los lugares de origen de muchos de estos que se lanzan a la aventura de entrar en el mundo rico de Europa nos recuerdan la importancia de no arrancar la juventud de estos lugares. Que las ayudas, si es posible, se lleven a los lugares de origen para que estas naciones tengan también futuro. Si la juventud se pierde… es lo que estamos viendo en la España vaciada. A escala internacional es lo que vemos con el fenómeno migratorio. Los jóvenes, en cuanto tienen un poco de capacidad o recursos, o las mismas familias, se lanzan para encontrar una vida mejor fuera. Y los lugares de origen van envejeciendo sin perspectiva de futuro. Por tanto, acogida, por lo que significa siempre el bien único y singular de cada persona, eso siempre, y acogida más aún desde una situación de bienestar como la que disfrutamos, pero a la vez ayuda a los lugares de origen para que esos lugares no terminen por morir.
"Si todo se lee en clave política nos estamos cerrando a los colores variados que tiene la sociedad, y esos colores tienen que brillar con luz propia"
¿Atacar al Papa es atacar a la Iglesia católica, no? Lo digo porque, aunque parezca una obviedad, este pasado fin de semana, a raíz de la visita de la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, al Santo Padre ha habido muchas voces de la derecha española que le han atacado. ¿Se entiende haber llegado a este punto?
Dicho simple y llanamente, no se puede ser católico sin adhesión cordial al Papa. El Papa es principio de unidad, es el sucesor de Pedro, y si uno es católico está con el Papa. Dicho esto, hoy padecemos algo que Julián Marías, en la época de la Transición, decía con gran lucidez: uno de los riesgos de la democracia naciente en España, advertía, es la politización de la vida social. Que todas las dimensiones de la vida social se lean en clave de partido empobrece la vida social. Esto pasa, por ejemplo, en los deportes, cuando vemos que las competiciones se leen en clave política. Ahí ya el deporte pierde esa sana competitividad. O pasa también en las relaciones cordiales que deben existir entre personas que reconocen la autoridad moral del Papa, sean de un partido o de otro. A mí me alegra que se reconozca la cordialidad del Papa y que su palabra llegue a cuantos más, mejor. Ojalá muchos se apunten a las visitas al Papa, será un motivo de normalidad, y me alegraría que eso se viera también con alegría por todos, más allá de las connotaciones partidistas o de intereses políticos. Si todo se lee en esa clave política nos estamos cerrando a los colores variados que tiene la sociedad, y esos colores tienen que brillar con luz propia.
Dejando claro que al final en la Iglesia también hay gente de toda ideología y condición.
La Iglesia no se cansa de repetir que no hay ningún partido que agote la propuesta política que puedan hacer del Evangelio. Al contrario, entendemos que el Evangelio tiene una enorme riqueza que se puede traducir en diferentes opciones políticas.
¿Está de acuerdo con las recientes palabras del Papa en las que decía que pecados como la soberbia y el odio son peores que los carnales?
Es una manera de decir que una cosa lleva a la otra. El pecado de soberbia implica esa pretensión de no necesitar de nadie, ni de Dios, ni de los demás, para afianzarme a sí mismo. Es el pecado del que se endiosa y se constituye a sí mismo como punto de referencia para todo y, claro, eso está en el origen de lo demás. Los pecados van siempre de la mano y son siempre una pretensión torcida del corazón que me lleva a utilizar a las personas para mi propio beneficio o que me lleva a dañar las relaciones que debo mantener con otros…
"En los abusos sexuales (en el seno de la Iglesia) ha habido un abuso de poder previo que supone además un daño en muchos casos irreparable a inocentes. Tolerancia cero, prevención máxima y escucha a las víctimas"
Un tema controvertido en la Iglesia es el de los abusos, ¿cómo valora estos asuntos?
El Papa también lo ha dicho: los abusos, físicos, sexuales, de poder, se han convertido en una perversión dañina que hemos de combatir. En el caso concreto de los abusos sexuales ha habido un abuso de poder previo que supone, además, un daño en muchos casos irreparable a inocentes. Mi percepción, y por mi experiencia personal, es que cuanto más he hablado o he conocido a víctimas, o a familiares de las víctimas, más percibo la gravedad del asunto y la necesidad de establecer protocolos no solo para atajar el problema cuando ha surgido, sino para prevenirlo. Y eso requiere de una educación que lleve al respeto a las personas. La soberbia de la que hablábamos es dañina en todos los casos. Por tanto, prevención, que implica educación, protocolos objetivos donde las relaciones de todos sean suficientemente transparentes para que no se produzcan abusos de poder, y por supuesto de tipo físico o sexual, y mayor atención siempre a las víctimas, porque de ellas necesitamos aprender dónde se cometieron los errores.
Llama la atención que en España se haya anunciado que no se van a investigar los casos, mientras en Francia la Iglesia venda patrimonio para indemnizar a las víctimas.
Bueno, la Conferencia Episcopal española acaba de aprobar en la última plenaria, a falta del reconocimiento de la Santa Sede, una ley que recoge todo el ordenamiento canónico, en coordinación con el ordenamiento civil y jurídico vigentes, algo que no existe a nivel de otras conferencias episcopales. Nos hemos dado un ordenamiento que recoge todas las indicaciones de la Santa Sede para que seamos especialmente vigilantes. Y la Conferencia Episcopal española también ha sido cuidadosa en el cumplimiento de lo que la Santa Sede nos ha dicho, todas las Diócesis tienen ya establecidas sus oficinas de protección de menores, que están a disposición de todos aquellos que hayan padecido o que tengas noticias de que se ha producido algún tipo de abuso a menores o en el entorno. Esto se está dando. La cuestión de las estadísticas, pues es verdad que se ha preguntado, se han dado respuestas y, sinceramente, conozco que no hay voluntad de ocultar nada. En el tratamiento de los casos que se han producido es importante, también de nuevo, escuchar a las víctimas. Y en muchos casos son las mismas víctimas las que piden llevar todo con discreción, que permanezca en el ámbito judicial civil y canónico, porque son conscientes de que es un daño añadido sufrir el señalamiento de la sociedad, por lo que en muchos casos son las familias o las propias víctimas las que piden esta discreción.
En todo caso, tolerancia cero.
Totalmente, totalmente. Y prevención máxima. Y mayor escucha a las víctimas para saber esa prevención dónde y cuándo tiene que empezar. Para mí, cuanto más las escuchamos, más aprendemos lo que teníamos que haber hecho mejor y aprendemos a poner el remedio para que no sucedan estos casos en el futuro.
¿Cómo ve las políticas de igualdad entre hombres y mujeres?
También con esta terminología a veces se esconden situaciones que no son en realidad de defensa de igualdad. También en esto es importante escuchar situaciones nuevas de dolor que se están produciendo. ¿A qué me refiero? Todo lo que sea reconocimiento de igualdad, dignidad, es fundamental y hemos de ir hacia ello. Todo lo que sea facilitar el acceso de la mujer al mundo laboral y profesional, alcanzando una situación de total igualdad, me parece fantástico. Pero junto a eso, hacerlo con el respeto debido a la diferencia que existe entre el varón y la mujer, diferencias que tienen sustento en la biología y en el desarrollo de la maduración personal. Por tanto, igualdad de oportunidades, dignidad y perspectiva de futuro, pero diferencia en el reconocimiento de la singularidad que tiene el varón y la mujer.
"Toda la utilización que se hace de la mujer como un objeto de consumo está en el origen de toda forma de violencia"
¿Y qué se hace contra esa lacra de la violencia machista?
Educación, sin duda. Y valentía para reconocer si de verdad estamos tomando las medidas correctas. Creo que ya llevamos un tiempo suficiente para valorar si todo lo que se está poniendo en ejercicio es suficiente. Hay una parte jurídica que debemos mantener, e incluso fortalecer, siendo muy estrictos con toda forma de violencia contra las mujeres, sin titubeos, pero igualmente hemos de ser muy estrictos en la educación que se está dando para el reconocimiento de la dignidad. Y educación significa también reconocer que, quizás, no se está haciendo mucho bien cuando se sigue convirtiendo a la mujer en un objeto de explotación sexual. Hay mucho de prevención que se puede conseguir si combatimos de verdad la pornografía, si combatimos la utilización de la mujer simplemente en el ámbito publicitario… Cuando la mujer deje de aparecer como aquello que favorece el consumo, habremos ganado muchísimo en el combate que se produce contra la violencia hacia las mujeres. Y ahí tenemos que caminar, porque hay una industria poderosísima de la explotación sexual de la mujer que parece que frena el avance necesario. Tenemos que corregir esto y cuando se plantea, a lo mejor se entiende en términos moralistas, pero sabemos a lo que está llevando. Toda la utilización que se hace de la mujer como un objeto de consumo está en el origen de toda forma de violencia.
"Consumimos, usamos y tiramos. Esto es perverso"
Se refiere a ir a la raíz.
Efectivamente. Combatamos yendo a la raíz. Por eso la educación simplemente no consiste en decir que somos iguales y nos debemos tratar con respeto, hagamos de verdad que cuando los niños salgan del colegio no enciendan la tele y vean que se utiliza a la mujer como medio para promocionar un consumo que nos lleva a a aplicar a las personas lo que utilizamos con las cosas. Consumimos, usamos y tiramos. Esto es perverso.
Frente a todo lo aberrante, a todo lo infame que nos rodea…, ¿qué significan para usted palabras como amor o belleza?
Fundamentales para la vida humana. La vida humana pierde su alegría. Y hemos sido creados para la alegría precisamente porque somos capaces de amar, y somos capaces de amar porque en nosotros existe asombro ante la belleza. Es un detalle muy significativo comprobar la última edición impresa del diccionario de la RAE. Uno busca la palabra ‘belleza’ y, entre las acepciones, una, la que más me atrae, dice: cualidad de las cosas que nos hace amarlas, produciendo en nosotros deleite espiritual. Uno ve la edición online y ya esa definición ha desaparecido, y no entiendo por qué. Ya solo sale cualidad de lo bello. Creo que esa acepción estaba muy lograda porque la belleza pone en ejercicio nuestra capacidad de amar, y eso es lo que hace que la vida se llene de alegría. Esto es lo singular de la condición humana, que más allá de los instintos del mundo animal, hemos sido creados con capacidad de asombrarnos ante la verdad, la bondad, la belleza, en comunión. Sin amor que se despierta ante la belleza el mundo se entristece. Ahora, en el tiempo de la Navidad, es como renovar nuestra capacidad de asombro ante la belleza. En la antigüedad cristiana, se jugaba con dos palabras griegas que son muy próximas fonéticamente: belleza y llamada, kalós y kalei. Dios es belleza que llama. Dios nos atrae suscitando en nosotros está capacidad de amor, precisamente dotando de belleza la creación, ayudándonos a despertar el amor de Dios a través de las criaturas. Todo el Cántico espiritual, volviendo a San Juan de la Cruz, es justamente esto: adónde te escondiste, amado (…) salí tras de ti clamando… Vámonos a ver en tu hermosura.
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