De El Cuervo a la cima de la investigación del aparato digestivo
Manuel Romero Gómez (El Cuervo, Sevilla, 1967) es doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla y especialista en Aparato Digestivo. Actualmente, es el jefe de sección de Aparato Digestivo del Hospital Universitario Virgen del Rocío de la capital hispalense. Durante su dilatada trayectoria, ha sido director de la unidad de Cirugía General y del Aparato Digestivo en el Hospital Virgen de Valme durante diez años, donde también ejerció como hepatólogo otra década, para luego ser gerente de los centros hospitalarios Macarena y Virgen del Rocío en el fallido proceso de fusión de ambos hospitales.
Romero, Medalla de la Ciudad de Sevilla en 2016, acumula una amplia lista de reconocimientos durante sus más de tres décadas de experiencia en la Medicina, que compatibiliza con su labor docente como catedrático en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla. De su faceta investigadora, destacan un estudio reciente —publicado en la revista Seminars in Liver Disease— que demuestra que a través de un modelo matemático (geometría nutricional) se puede mejorar la enfermedad metabólica asociada al hígado graso no alcohólico, o uno publicado en 2015 en la prestigioosa revista Gastroenterology, que probó que el cambio de hábitos de vida mejora notablemente la esteatohepatitis no alcohólica, por poner algunos ejemplos.
Desde pequeño, Romero Gómez destacó en los estudios. De hecho, en Primaria entró un curso antes, con apenas cinco años. "Me quisieron hacer repetir, pero sacaba buenas notas", explica. Criado en una familia humilde, recuerda que era "un niño muy activo: ayudaba a mis padres en el campo cuando había que trabajar, trabajé en una panadería, repartí bombonas, recogí algodón, hice campañas de vendimia y remolacha...". A pesar de todo, recuerda haber sido "tremendamente feliz y un niño muy arropado y cuidado por mis padres".
De su pueblo, habla orgulloso de haber formado parte de "los revolucionarios que consiguieron la independencia —del municipio de Lebrija, al que perteneció hasta 1992—, aunque es verdad que cuando se logró ya llevaba ocho años en Sevilla, me perdí el final". Cuando llegó el momento de elegir carrera, no lo tenía claro. Le tiraban las matemáticas, pero casos cercanos de personas que la habían estudiado le hicieron decidirse por Medicina. A ello también contribuyó que su hermana mayor fuera sanitaria (enfermera) y que su hermano mediano padeciera polio.
"Hice mi tesis sobre la encefalopatía hepática, que es un problema de salud tremendo, porque un paciente con una enfermedad del hígado de pronto pierde la cabeza", explica. Pero aparcó esta disciplina para centrarse en la hepatitis C, "que era el principal problema en este ámbito en ese momento", aclara Romero. "El virus alteraba el metabolismo, era capaz de modificar la resistencia a la insulina. O sea, que el virus era capaz de inducir diabetes y de promover el riesgo cardiovascular. La gente con hepatitis C sufría más infartos y más ictus".
"Desde Valme, colaborando cinco hospitales pero liderando nosotros, publicamos una investigación en la mejor revista del mundo en nuestra especialidad. De alguna manera habíamos sentado las bases de que podíamos pelear a nivel Champions. Nos hacía falta organizarnos e investigar un poquito mejor, y por eso fue por lo que conectamos el virus de la hepatitis C con el síndrome metabólico, con la diabetes", señala el doctor, que asegura que se está muy cerca de acabar con la hepatitis C. "Se va a conseguir", afirma.
Me gustaban mucho las matemáticas, pero es verdad que a partir de tercero de BUP y en COU me empezó a interesar más la biología. Además, tenía algún caso cercano de gente que se había metido en Matemáticas y me decía que le había resultado demasiado frío, demasiado abstracto. A mí me gusta ayudar, contactar con la gente, hablar... por eso me decidí. Mi hermana hizo Enfermería más tarde de lo que le tocaba porque tuvo que dejar de estudiar para cuidar a mi abuela y a mi hermano. Entonces, en ese contexto, al final decidí estudiar Medicina, pero la verdad es que tampoco fue por vocación. Si hubiera habido ingeniería agrónoma en Sevilla lo hubiera hecho.
"Me gusta ayudar, contactar con la gente, hablar... por eso me decidí por Medicina"
Cuando hice la carrera me gustó mucho, sobre todo cuando me vine al Hospital Virgen del Rocío. Me encontré un hospital enorme, con una gran cantidad de profesionales deseosos de enseñar. Para mí eso fue un paraíso. Luego me saqué el MIR y afortunadamente lo hice en tres meses, con lo que ya ese verano no tuve que vendimiar y empecé en la especialidad de aparato digestivo.
Las primeras prácticas las hice en este hospital, con el doctor Aguilar, que era el eminente patólogo del Virgen del Rocío, y con el doctor Belloso, el jefe de endoscopia. Eso de la endoscopia me pareció alucinante. Lo disfruté mucho, me trataron muy bien y por eso fue mi primera elección. Es una especialidad que tiene mucho de cabeza, de pies y de manos, es muy completa. A quien ha hecho el MIR y tiene que elegir plaza, le diría que es altamente recomendable.
Siempre he tenido la inquietud de preguntarme cómo funciona algo, pero también cómo se puede mejorar y cómo se podría ayudar. Cuando llegué a este hospital de residente me di cuenta de que se hacían cosas muy importantes, pero que nadie las contaba. Aquí tenemos, por ejemplo, pacientes con estenosis esofágica a los que se les ha salvado la vida inyectándoles esteroides. Esto lo hacía mi maestro en endoscopia, el profesor Agustín Belloso y Ovidio Belda, pero nadie lo contaba. Lo que no se publica no existe, pero lo importante es que no aprenden otras personas. Eso requiere una metodología, que tiene tres grandes patas. Una es el interés científico, las ganas que tienes de estudiar. Luego tiene otra pata, que es la estadística: hasta que no tenga una aplicación, no llegas a la conclusión de que funciona. La otra parte es pensar en proyectos y en soluciones beneficiosas para la ciudadanía.
Claro, pero hay que pensar en grande. Cuando empecé a trabajar en la hepatitis C, en los años 90, era el principal problema de salud y había que abordarlo. La gente se estaba muriendo por un problema que ahora mismo, afortunadamente, tiene fácil cura. También es verdad que nos pilló un momento económico muy favorable —hasta 2008—, y ahí se pudo crear el Ciber (Centro de Investigación Biomédica en Red), la red nacional y las estructuras de investigación, que facilitaron mucho las cosas.
"Hay que pensar en grande. Cuando empecé a trabajar en la hepatitis C, la gente se moría por un problema que ahora tiene fácil cura"
Claro, eso es fundamental. Tengo que publicarlo porque si no, no existe. Me parece egoísta no hacerlo. Si sabes que utilizar un fármaco soluciona un problema, ¿cómo no lo vas a comunicar para evitar que otro cometa el mismo error? Pero desde luego uno lo tiene que hacer todo desde la más profunda humildad y basándose en principios éticos.
Diabéticos, obesos, hipertensos... Las personas con síndrome metabólico tienen un riesgo aumentado de padecer hígado graso. Y por otro lado, los pacientes con enfermedades como la artritis reumatoide, la enfermedad inflamatoria intestinal, psoriasis... esos también. El hígado graso per se es lo que llamamos enfermedad hepática metabólica, lo que se conocía en inglés como esteatosis hepática no alcohólica. Al mencionar el alcohol, eso genera mucho estigma y nosotros preferimos no usarlo. Hay dos clases, la que tiene fibrosis y la que no. Si hay fibrosis hay que poner un tratamiento para que se revierta y desaparezca, o al menos para que el riesgo sea más bajo. Hemos desarrollado un método no invasivo de uso libre y gratuito, que lo hizo el doctor Ampuero, que está disponible en todos los hospitales a través de la Asociación Española para el Estudio del Hígado. Eso nos permite detectar la fibrosis y separar el grano de la paja. Es muy útil en Atención Primaria.
En estos casos, una vez detectado, lo primero que hay que hacer es una intervención en el estilo de vida del paciente. Hay que incidir con la dieta y el ejercicio físico. En 2015 publicamos un artículo en Gastroenterology, la revista más importante de nuestra especialidad en el mundo, en el que se demostró que si los pacientes perdían un 10% de su peso corporal, resolvían la inflamación del hígado por la grasa. O sea, era el tratamiento ideal. Haciendo una dieta mediterránea, que básicamente es comer lo que quieras pero en una cantidad moderada, evitando los ácidos grasos saturados y el alcohol. Con esa dieta y ejercicio físico —tres horas a la semana es suficiente—, casi seguro que tienes la enfermedad resuelta. Actuando lo antes posible gastaríamos mucho menos en médicos. La OMS estima que para 2050 el 70% del presupuesto mundial en salud se va a destinar a los problemas generados por una vida no saludable.
Esto es un tsunami que empezó en los años 80, cuando se inventó el mando a distancia. Nos hemos ido transformando en una sociedad sedentaria. Sedentario es aquel que pasa más de diez horas al día viendo la televisión. O aquel que camina menos de 1.000 pasos al día. Desde mi punto de vista, habría que hacer una ley. Es un problema de salud de primera magnitud, como el tabaco o el alcohol. A aquel que pretenda vender algo intentando estimular una dieta no saludable hay que penalizarlo. Tampoco puede ser que no se haga gimnasia en bachillerato o en la universidad, tendría que ser obligatoria. Todo esto está provocando un problema, porque deriva en enfermedades que consumen una cantidad de recursos impresionante. En los años 60 no había ni una quinta parte de la obesidad que tenemos ahora.
"El alcohol es absolutamente nocivo y dañino para el hígado"
Ese es el problema. Nosotros tenemos la ventaja, por llamarlo así, de que los americanos nos llevan 15 años de adelanto y vemos hacia donde vamos. Cuando empezaba en 2008 con este tema me decían que no existía el problema. Es verdad que desarrollan una enfermedad grave entre el 2 y el 5% de todos los pacientes, pero los que padecen algo tienen cirrosis y pueden desarrollar cáncer. En la UE estimamos que son más de medio millón de personas. Son muchos pacientes y merece mucho la pena una intervención desde el principio.
Cuando hay un consumo de alcohol por encima de ciertos límites, es como echarle leña al fuego, hace que todo progrese mucho más rápido, que todo vaya mucho peor. Toda persona que tenga una enfermedad hepática no puede tomar alcohol, es absolutamente nocivo y dañino para el hígado.
Lo mejor es cero. El alcohol no aporta ningún beneficio. Pero nos han educado en que el alcohol está en todo lo que hacemos. Si vas a celebrar algo, si te ha salido bien el examen del MIR... Lo tenemos muy arraigado. Pero no aporta nada bueno.
Es muy complejo. Ya vimos que la Ley Seca de los años 20 en Estados Unidos no funcionó. Está claro que no se puede prohibir. Yo tampoco soy amigo de prohibir, pero sí de educar. La gente tiene que ser consciente de la verdad, porque yo tengo la sensación de que nos han tomado el pelo. Tenemos que basarnos en la evidencia y cambiar el arquetipo. Los impuestos son una buena forma de legislar, haciendo que no sea tan accesible. En Andalucía se redactó el proyecto de Ley para la Promoción de una Vida Saludable y una Alimentación Equilibrada, que tristemente no se aprobó nunca.
Una vez para irme a Alemania, pero a priori eran otras tareas. Hace poco he leído una frase que dice algo así como que el éxito no da la felicidad, es la felicidad la que da el éxito. A mí me encanta lo que hago, lo tengo todo: tengo el IBIS (Instituto de Biomedicina de Sevilla), soy director del programa de investigación de enfermedades hepáticas, digestivas e inflamatorias; soy catedrático de Medicina; estoy en el Hospital Virgen del Rocío como jefe de sección de enfermedades hepáticas y digestivas; voy a ser el próximo presidente de la Asociación Española para el Estudio del Hígado y estoy en el Ciber, el Centro de Investigación Biomédica en Red. O sea, he ido conformando una serie de aportaciones en el terreno docente, investigador y asistencial que hacen que esta oferta no sea mejorable. ¿A la privada? No tengo ni un segundo en el día y además soy un profundo defensor de la sanidad pública, entiendo que hay que defenderla desde dentro. A mí no hay nada que me genere más irritación que se gestione desde la mediocridad y que no tengamos claro que hay que hacer la mejor medicina o nos vamos al garete.
"La sanidad pública hay que defenderla desde dentro"
Los aplausos han puesto encima de la mesa el debate, pero ha dejado en evidencia que debajo de la mesa no hay absolutamente nada. No podemos tener las tablas salariales que tenemos comparados con cualquier otro país. La gente trabaja porque le gusta, pero realmente esto requiere una reflexión profunda. ¿Queremos o no queremos ser vanguardia? Está demostrado que podemos. Vamos a ser el primer país grande del primer mundo que acabe con la hepatitis C. ¿Por qué? Porque hay una red de profesionales sobresaliente que han ido por delante de las decisiones de los políticos. Ahora el virus se elimina en dos meses tomando una pastilla al día. Lo único que necesitamos es un poco de ayuda, no basta con los aplausos. Tenemos que estar profundamente convencidos de que la Atención Primaria es la puerta de entrada al sistema y de que si no funciona, nada funciona. La sanidad pública necesita inversión, hay que tener espacios y personas, y sobre todo, que no se puede fugar el talento.
Hemos tenido momentos de una profunda inspiración, cuando éramos el buque insignia. El día a día se sigue desarrollando con unos niveles de excelencia fantásticos, pero nos faltan objetivos, nos faltan sueños, nos falta adaptarnos a cómo va a ser el hospital en 2040. Y mi sensación es que todo lo que no se mueve se queda atrás. Hay que apostar mucho más por la retención del talento, por la creación de talento y por la inversión.
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