El profesor de EGB que nació en La Macarena y trabaja e investiga en el Archivo de Jerez
Manuel Ruiz Romero (Sevilla, 1959) es profesor de Secundaria y doctor en Historia por la Universidad Pablo de Olavide con una tesis titulada La génesis del Estatuto de Autonomía para Andalucía (1975-1982), trabajo que fue becado por el Congreso de los Diputados y premiado por el Instituto Andaluz para la Administración Pública de la Junta de Andalucía.
El historiador sevillano, afincado en Jerez desde hace más de 25 años, trabaja como técnico en el Archivo Municipal y cuenta con numerosos premios por sus investigaciones, que se han centrado además de en el andalucismo político, en la Transición y el tardofranquismo en Andalucía. De la mano del sacerdote escolapio y biógrafo de Blas Infante, Enrique Iniesta Coullaut-Valera, con quien vivió y forjó una gran amistad, se introdujo en el estudio del andalucismo histórico, del que ha hecho su vida, tanto a nivel personal como académico.
"Con este ensayo he disfrutado mucho, estoy tan orgulloso de él como si fuera mi primera obra", reconoce a lavozdelsur.es sobre su último trabajo, Andalucismo Histórico. Orígenes y evolución en tiempos de Blas Infante (Almuzara, 2023), un libro en el que con carácter divulgativo repasa la trayectoria del andalucismo desde sus orígenes, a finales del siglo XX, hasta que el golpe sublevado del 18 de julio truncó el proceso hacia la autonomía, próximo a iniciarse en esos últimos meses de la Segunda República.
En su haber, Ruiz Romero cuenta con un centenar de ponencias, artículos, comunicaciones en congresos y revistas académicas, así como una veintena de capítulos en obras colectivas. Además de ser uno de los máximos investigadores del andalucismo histórico, el investigador ha estudiado los medios de comunicación y el municipalismo, formando parte del Grupo de Investigación en Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicación de la Fcultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
En referencia a la proclamación del 4 de diciembre como Día de la Bandera por la actual Junta de Andalucía del PP de Moreno Bonilla, el historiador resalta el punto positivo de "reflexionar en andaluz", especialmente entre los jóvenes, a quienes dice que se les ha cambiado el tradicional pan con aceite por la bandera andaluza. "Cualquier pretexto es bueno", afirma.
Desde que Juan Antonio Lacomba en 1988 publicó su magnífica síntesis −Regionalismo y Autonomía en la Andalucía Contemporánea− editada por la Caja de Ahorros de Granada, echaba en falta en la bibliografía de este ámbito historiográfico una nueva recapitulación de toda aquella primera ola del andalucismo, pero esta vez con un carácter pedagógico, escrita pensando en todos los públicos y siendo a la vez una exposición amena y rigurosa que incorpore las últimas aportaciones al respecto. Cada capítulo reproduce una serie de textos seleccionados acompañados de algunas sugerencias de nuevas lecturas para que quien desee amplíe en uno u otro sentido. La obra es pues un instrumento didáctico para docentes y un primer trabajo introductorio por el que se abren puertas a seguir conociendo más de dicho legado. Además, la editorial andaluza Almuzara ha hecho una excelente labor e, incluso, ante mi recomendación ha aumentado el tamaño de la letra y espaciado los textos para facilitar un más cómodo acercamiento a la materia.
En efecto, me gusta diferenciar andalucismo histórico del andalucismo político. El primero se identifica con la primera generación de andalucistas y el político con la segunda ola referida, con nuestra particular transición ya convertido entonces en opción electoral de exclusiva obediencia al pueblo andaluz. Esta estaba identificada con las siglas PSA en un tránsito al autogobierno el cual, precisamente, tiene una de sus características en el re-descubrimiento de hechos, personajes, símbolos y discursos de lo que fue aquella primera labor germinal que el 18 de julio hizo todo lo posible para eliminar para siempre. Sustancialmente como bien dices aquel histórico andalucismo coincide con la biografía de Blas Infante. Ahora bien, no cabe duda que sus raíces penetran como inquietud social en lo que fue los movimientos republicanos federales y el anarquismo del siglo XIX precipitándose en ese texto raíz que es la Constitución de Antequera (1883) de lo que será más tarde su dimensión política, es decir transformadora, de la mano de Infante.
"Es un error atribuir todo a su persona. Blas Infante supo dar un paso atrás para posibilitar un relevo al frente de su causa"
En esencia coincide es cierto, pero creo que sería un error atribuir a la persona del ideólogo todo aquel mérito por muy importante y destacado que es Blas. De hecho, él mismo −como un último dato historiográfico localizado− da un voluntario paso atrás en el liderazgo de su movimiento marchando a Isla Cristina desde Cantillana por motivos laborales, en su deseo de posibilitar un relevo al frente de su causa tras sus primeros pasos.
El grupo humano que acompañó a Infante está ahí y es justo reconocerle también su mérito como seguidor e instigador de su pensamiento a lo largo de décadas. Nombres como Fermín Requena, Alfonso Lasso de la Vega, Hermenegildo Casas, Pedro Vallina, Rodolfo Gil Benumeya, entre otros. Entre ellos, también está el jerezano trabajador municipal represaliado, Adolfo Chacón Ferral. Ellos forman parte de esa nómina cada vez más extensa que acompaña a una figura que representa a un movimiento, pero no de forma exclusiva.
(Ríe). Mira, me lo he pasado bomba en los nueve meses en los que he parido esta obra. Alrededor del ordenador iba poniendo los diferentes textos por lo que unos u otros autores han ido construyendo y profundizando en este legado que hereda el pueblo andaluz, de manera que he construido mi síntesis particular, traduciéndola y acercándola así en términos de acercar hechos y doctrina. Así he ido describiendo la complejidad y el empuje de ese andalucismo en el contexto de la España y la Europa del momento, de forma que cuando con el golpe fascista del 18 de julio llegué al asesinato de Blas Infante y al final violento del proceso en pro de una autonomía durante la II República, sentí que no podía acabar allí el estudio y dejar ese mal sabor de boca que solo beneficia a los enemigos de Andalucía.
Así es, un epílogo final de cómo se recupera el legado infantiano antes incluso de la muerte de Franco gracias al andalucismo político y cómo, tras no pocas dificultades y zancadilla, los andaluces y andaluzas conquistamos ese anhelo que tuvieron los primeros andalucistas: un autogobierno con los tres poderes clásicos: ejecutivo, legislativo y judicial. Alcanzamos un estatus político como nacionalidad histórica y hoy día Infante y su obra gozan de un aceptado respeto. Sin embargo, hay que precisar que la utopía infantiana iba más allá de un mero rango jurídico político. Es mucho más profunda por cuanto es transformación de los individuos, definición de un nuevo concepto renovado y plural de España y establecimiento un escenario de relaciones internacionales de ayuda y solidaridad mutua. Pero eso daría para muchas entrevistas. (Ríe).
"La afirmación y defensa de nuestra identidad como pueblo siguen siendo parte de una toma de conciencia necesaria para solventar los problemas de una mayoría social que aún padece marginalidad y pobreza"
Aceptando que el casareño fue la figura más destacada del movimiento −aunque siempre renunció a serlo en vida− cada vez más estamos en condiciones de establecer el universo humano que le acompaña. Su gran amigo el líder anarquista Pedro Vallina es un buen ejemplo. Su liderazgo viene a concretar su causa en su persona, pero en tanto se van analizando las publicaciones del movimiento, sus asambleas y manifiesto, van apareciendo personajes dentro y fuera de Andalucía que vienen a contribuir a la recapitulación que significa la obra del notario. Hay ya publicado un par de censos de andalucistas históricos que le acompañan y contribuyen a perfilar y avanzar en su pensamiento; como también trabajo a trabajo se van localizando municipios por los ocho territorios que apoyaron la iniciativa pro autonómica republicana y difundieron entonces los símbolos que hoy aceptamos institucionalmente. No se trata pues de una idea de Infante en su casa de Coria del Río, sino más bien la posibilidad objetiva que pudo realizar la República de un anhelo andalucista que aspiraba siempre a regenerar esa España casposa, centralista y caduca estableciendo un nuevo marco de relaciones entre sus pueblos.
Dicho esto, la historia en su dimensión cívica no tiene un simple valor recopilatorio del pasado, nos sirve de espejo en el presente y del andalucismo blasinfantiano se pueden extraer muchas consecuencias y aprendizajes para el presente. Los dolores que en Andalucía precipitan la aparición de esta doctrina, la necesidad de superar una situación de dependencia y subordinación económica, de colonización cultural y marginalidad política, salvando los contextos históricos, siguen estando presente. La alternativa que significan sus respuestas: municipalismo, confederación, feminismo, soberanismo, emancipación de los andaluces… la afirmación y defensa de nuestra identidad como pueblo siguen siendo parte de una toma de conciencia necesaria para solventar los problemas de una mayoría social que aún padece marginalidad y pobreza en diferentes ámbitos de la existencia.
Claro. Acercarnos a un personaje, sea el que fuera, tal como ocurre en nosotros mismos, es una foto en el tiempo, pero a su vez una película en movimiento. No es lo mismo una persona de 20 años que con 50. Ocurre igual con Infante y la propia madurez del movimiento andalucista. De comenzar siendo su pensamiento un ambicioso bosquejo a través de un libro joven e inmaduro como él dice que, contradictoriamente es el más cacareado -el Ideal Andaluz- se pasa a la puesta en marcha de una geografía de centros andaluces para traducir ese anhelo entre los municipios y es aquí donde comienza el desprecio, la incomprensión y la burla. Hay una testimonialidad marginal que impide a derecha e izquierda ser mínimamente sensible a esas posiciones inéditas en la historia andaluza. Tiene que ser con la llegada de la segunda experiencia republicana, más aún con el Frente Popular, cuando los partidos de la izquierda tradicional se vuelquen con la necesidad de autogobierno como fórmula para consolidar junto a los avances sociales, un nuevo modelo territorial donde ya se contemple Andalucía como realidad política con señas de identidad propia. No es casual que a Infante se le nombre en la asamblea pro-autonomista del 5 de julio del 36, presidente de honor de la Junta pro-estatuto, responsable de elevar a Cortes las bases autonomistas, pero el 18 de julio pasa lo que pasa…
El andalucismo es un movimiento que ha venido para quedarse y que, por su carácter social, marca distancias con el burgués y conservador vasco-catalán en cuanto a sus orígenes y destinatarios principales. Sin embargo, afirma sus coincidencias con otros, como el castellano o el gallego, por ejemplo. El singular y aparentemente contradictorio nacionalismo internacionalista infantiano, contiene en estos dos vectores su razón de ser y su más exacta dimensión. No se trata de una concepción étnica, ni supremacista. Más bien todo lo contrario: su carácter transversal y de clase le hace ser solidario con otros procesos paralelos que existan en el planeta. El lema del escudo es contundente. Andalucía crece cuando otros pueblos también son libres. Este razonamiento sintetizado en dos palabras tan simple como profundo dista del internacionalismo proletario propio del siglo XIX que brota como respuesta al nacimiento de los estados-nación una vez desaparecen los imperios y que parece haber trasmutado hoy perversamente en una proyección global del capital condicionando decisiones políticas, voluntades, conductas y pensamientos. Si entonces ese internacionalismo estuvo justificado como contrapunto a los nacionalismos de estado.
Hoy la resistencia y la defensa de las identidades territoriales es la razón desde donde se proyecta a escalas mayor la concepción humanista de un nacionalismo andaluz que antes que andaluz incluso, dirá Infante, es humano y como tal “amigo de todas las revoluciones”, añade. Ante este escenario, queda claro que no se puede ser revolucionario gazatí o saharaui si en paralelo no actúas sobre tu realidad inmediata. Con esto digo que tanto como alternativa como en su propio discurso, el andalucismo político deben es necesariamente humanizadora y solidario en su crítica. El andalucismo político, que no ha mostrado veleidades secesionistas en su historia, sí ha ido descubriéndose al paso de las décadas como un movimiento contrario a los problemas generados desde el capitalismo, por lo que cabe entenderlo hoy como una singular vía hacia un escenario transformador.
"Blas Infante fue un desclasado y su apuesta por las clases populares acabó costándole la vida"
Buena pregunta. A la vez que se fraguaba un discurso costumbrista que puso en valor lo andaluz y concretó su existencia diferenciada, emerge la necesidad de una conciencia de pueblo y del protagonismo de este como sujeto político. Y al decir pueblo nos referimos a una mayoría social. Entre ambas cuestiones hay un abanico de situaciones y cada uno se sitúa en la posición que se siente más cómoda. Algo que pasó en buena medida en la segunda ola y pasa actualmente, donde todo el mundo se siente orgulloso de ser andaluz, pero priorizando otras opciones electorales a la hora de votar la presencia de Andalucía en las instituciones del Estado. Creo que el andalucismo es una opción que trasciende lo estético o folklórico para convertirse en un movimiento de liberación de una serie de realidades que se han ido manteniendo en esencia en los dos últimos siglos. Infante fue un desclasado y su apuesta por las clases populares acabó costándole la vida.
Si algo caracterizan aquellos años es la sorpresa que significó reencontrarnos con una historia que el franquismo quiso enterrar en alguna de sus cunetas. Entonces hubo un emergente andalucismo político el cual se definió como partido desde la contestación antifranquista y que optó, al tránsito de la reforma y el proceso constituyente, por aspirar a ser la herramienta que le faltó a Blas Infante y su generación para materializar conquistas. Esa dimensión partidaria se acompañó de un empuje comunicativo, intelectual por diferentes disciplinas, comunitario por asociativo popular e identitario a través de diferentes formatos culturales, discursivos y artístico, los cuales impugnaron el uso franquista de nuestra identidad se visualizan aquel primer Día de Andalucía del 77 demostrando la fuera de una Andalucía libre de típicos y que moviendo el tablero constituyente reclamaba su lugar en el concierto de las nacionalidades históricas. No hubiese sido justo que con las Constitución de 1978 ganaran otra vez los golpistas del 36 y se concediese autogobierno solo a vascos y catalanes. En aquel instante de la restauración borbónica, en efecto, existió tanta pedagogía como ilusión y esperanza en aquello que se estaba gestando y con lo que, de alguna forma, los andaluces y andaluzas recuperamos lo que la historia nos negó en 1936.
Está claro que desde las instituciones autonómicas en las últimas décadas no ha existido ningún interés en promocionar nada que huela a andalucismo en ninguna de sus vertientes, precisamente por el peligro que representa ese potencial que tenemos como pueblo y ante el riesgo de un posible encauzamiento electoral. Siempre que das una charla en cualquier sitio surgen la pregunta: “¿Y esto por qué no lo explican en las escuelas? Paradójicamente, quienes se cuestionan esa ausencia votarán lo más seguro a partidos centralistas que son quienes posibilitan. En ese escenario cualquier pretexto es bueno para reflexionar en andaluz, sobre todo para los más jóvenes que han pasado de mojar pan en aceite a hablar de la bandera.
No le falta razón al amigo Javier. Desaparecido el andalucismo político en 2015 tras su imprescindible labor en lo que vengo llamando sexenio autonomista (1977-1982), creo que estamos en un instante donde vientos de levante nos orillan una nueva tercera ola andalucista. Esa, precisamente, es la labor de quienes pertenecemos a la segunda por edad: ofrecer el testigo a unas nuevas generaciones que, aun con otros formatos y condicionantes, padecen el mismo conocimiento acumulado de los que fue el primer y segundo andalucismo. En el caso del periodo infantiano por su desconocimiento. Una vez dadas las mayorías socialistas en la Junta, esta ha hecho todo lo posible por hacernos la más España de las Españas. Sobre el andalucismo de la Transición, cabe decir que está empapado de tópicos y falsedades que como mantras han repetido en el tiempo. Para uno u otro caso, nos corresponden a los investigadores y ensayistas esa tarea de alimentar la verdad histórica y política como relato donde sedimentarla.
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