La muerte vino a mi casa y toíto se lo llevó / me dejó solo a mi mare / mi mare de mi corazón.
Ocho cortes como ocho heridas, con sus costurones, con sus cicatrices, con sus pústulas. Con su pena negra, con sus alegrías, con sus reivindicaciones, con su resiliencia, con su declaración de intenciones contra los murmuraores. Ocho disparos para ajustar cuentas con un pasado que, en su caso, se tragó por momentos su presente y su futuro.
Ocho cantes que en poco más de 23 minutos atrapan por su hondura y verdad. El penúltimo día de enero de 2025 ha publicado su Manifiesto. Producido por Yerai Cortés —uno de los nombres propios de los Goya 2025 por el documental La guitarra flamenca de Yerai Cortés y bajo el sello de la multinacional Universal Music—, el nombre de su segundo disco es un libro abierto. Un disco, en vinilo, con edición con firma exclusiva, con toda su mística, que es germinal. El primero de la nueva era de María Terremoto. El que principia su edad dorada. Como aquella Edad de oro que compartió su padre con Israel Galván con más de 300 representaciones por escenarios de todo el planeta.
Una mujer que con solo 25 años pareciera haber vivido ya varias vidas. Una mujer que reconoce que cree que vive dentro de un cante. Durante mucho tiempo estuvo presa de la seguiriya y ahora renace por bulerías y alegrías. Pero no oculta que en el fondo de sus ojos verde esmeralda, encierra un continuum de dolor, rabia y muerte. La ausencia es una compañera de viaje con la que ya ha aprendido a vivir. Llegó con tres heridas, como el poema de Miguel Hernández: su padre Fernando (a los 39 años) y sus abuelos maternos, Antonio y María, con 62 y 63 años. Desde 2010, cada cuatro años, siempre en febrero, se le fue alguno de sus seres más queridos.
Legataria de una saga mítica del cante flamenco, niña prodigio —Giraldillo Revelación en la Bienal de Sevilla a sus 16 años—, cantaora precoz de tablaos, escenarios y festivales —tres meses viviendo en Tokio, giras en Estados Unidos, Latinoamérica…—, madre de dos criaturas (María, con 4 añitos, y Fernando, año y medio) y también chica joven que solo quiere divertirse con sus amistades y conectar con su tiempo, sea milenial o sea z, pero el que le ha tocado vivir. Amante del sushi (como su padre) y el ramen, pero sobre todo del puchero. Una metáfora de cómo se cocina su cante: agua de antiguo manantial mezclada con la de otras fuentes que no pueden serle ajenas.
"Formo parte de la pureza, del purismo no"
La entrevista se produce en Triana, donde se crio esta mujer que nació en 1999 en Jerez. Cruzamos el puente, pica un poco el sol de invierno en Sevilla, un chorro de luz en los balcones. María Fernández Benítez, ya hemos dicho, tiene otro apellido. Un alias enorme. Una sombra brutal y alargada como portadora de los genes de los soníos negros del barrio de Santiago y La Asunción. Su abuelo y su padre, Fernando Fernández Monje y Fernando Fernández Pantoja, son los estandartes de la casa Terremoto.
Un apodo que movió las placas tectónicas de este arte Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. A su abuelo paterno no lo conoció (falleció 18 años antes de ella ver la luz) y a su padre solo lo disfrutó diez años. Este 13 de febrero se cumplen 15 años desde que se fue de forma prematura. Algo más de década y media desde que en aquel escenario de la asociación cultural Fernando Terremoto tuviera el tiempo justo para darle el relevo a su María. Ella estaba predestinada. Tenía dos opciones: o ser cantaora, o ser cantaora.
"Me cuesta mucho soñar con él —por su padre— y cuando me acuesto es lo que pido, por estar con él un rato"
Con el rostro de cansancio propio de las maratonianas jornadas de promoción —“no te preocupes que yo me explayo, ¿eh?”, advierte al periodista, que llega a la última entrevista del día—, también ha presentado ya su nuevo disco en el Festival Flamenco de Nimes y en el Teatro Villamarta de Jerez. En mayo lo pondrá en escena en el Albéniz de Madrid. “No hay prisa, ahora necesito dos o tres días para recargar pilas y volver a la carga”, confiesa con rotundidad.
Bueno, sí, me sirve de consuelo… pero no es real. No es real. Ahí hay un vacío enorme que no se llenará nunca. Eso es así.

A base de dolor y de pena. Te acostumbras a ese dolor y aprendes a vivir con él, pero ese vacío no se llena nunca, ese vaso siempre queda inerte.
Poco pero sí. Me cuesta mucho soñar con él y cuando me acuesto es lo que pido, por estar con él un rato, pero las pocas veces que he soñado con él siento que ha sido como una venida. Como una visita. Siempre ha tenido algo que decirme. Antes de ganar el Giraldillo, precisamente, tengo un sueño, pero esa misma noche también lo tiene mi pareja —José Astárida, el Pechuguita, también cantaor—. En su sueño, él bajaba y traía una bandeja de sushi, y mientras se ponían moraos de sushi, mi pareja dice que le decía: este espectáculo que traigo a la Bienal se llama De los 40 a los 50 y que sepas que me van a dar el Giraldillo. Nos levantamos los dos a la mañana siguiente, hablamos de que habíamos coincidido en nuestros sueños con él y, a las dos o tres semanas, nos llamaron para decirme que había ganado el Giraldillo Revelación y que había sido la artista más joven en lograr un premio así. Es muy fuerte, la verdad. Posiblemente, sea de las pocas veces que he soñado con él.
Una niña.
Exacto. Viviendo más deprisa de la cuenta, pero una niña.
"Adaptarme a lo que conlleva formar parte del mundo del espectáculo, el peso del trabajo y la maternidad, ha sido un proceso de sufrimiento"
Seguro que sí…
Ha sido un proceso complicado, me he tenido que adaptar. Mis niños se han tenido que adaptar. Y al final forma parte del trabajo. Le intento ver la cosa buena porque si no te mueres de depresión. Tienes que dejar a tus niños, estar sin verlos mucho tiempo, pero bueno, al final todo es por un bien también por ellos. Pero ha sido un proceso largo y de sufrimiento, de sentirme abrumada por el peso del trabajo, la maternidad, y por todo lo que conlleva formar parte del mundo del espectáculo.
Tiene cuatro añitos, pero afina que quita el sentío. Es fuerte. Su padre y yo nos miramos y no queremos ni pensarlo, porque solo tiene cuatro añitos. Es una niña pequeña, pero la veo como era yo. Se parece personalmente mucho a mí. Su vida es un cante entero, todo lo que va viendo lo va cantando. Y yo era así: todo lo relacionaba, inconscientemente, con la música.
Sí, y yo la dejo que navegue y que ella sienta como quiera.

Claro, lo he comprendido cuando lo he vivido en mis carnes. Y cuando he decidido ser yo, no hija de y nieta de. Eso lo llevaré siempre a gala, pero he decidido ser yo, y tomar mi propio camino, y quitarme un poco ese peso y esas trabas que tú mismo te pones al venir de.
Claro, es inevitable. Es mi casa, es mi sello, es mi sangre y es mi ADN, pero mi abuelo tuvo un camino, mi padre tuvo el suyo y yo tengo un camino. Mi padre luchaba contra esa cruz, ese peso, e intentaba también despojarse, pero la vida no le dio la oportunidad. Mientras que la vida quiera, es lo que quiero hacer.
Casi no. No lo he tenido. Salí del instituto y me subí a un escenario. Hay muchas cosas que he tenido que aprender a base de errores y de equivocarme.
Sí, alguno que otro. Y algunos golpes que agradezco mucho porque me han hecho aprender.
Pues muchas veces cuando eres niña o eres joven, y sientes que lo tienes todo en tus manos, muchas veces eso te sobrepasa y te confunde, ¿no? Ya te piensas que eres algo. Y quizás una palmadita en la espalda para decirme eh, que tienes 16 años y eres una niña, y tienes todavía mucho que aprender, pues sinceramente lo agradezco mucho porque sin esas correcciones, y sin esa palmadita, no hubiera podido proyectar también la humildad que me han inculcado. Y la sencillez de un artista, el creértelo arriba y no abajo. Gracias a Dios me considero una persona humilde y cuando me bajo del escenario me gusta ponerme mi ropa normal, mis deportes, irme con mis amigos, tomarme una cerveza y disfrutar de mi juventud también.
Exactamente.
Muchísimo, muchísimo. Siempre y cuando tengas la cabeza en tu sitio, se pueden tomar como un arma para seguir trabajando y una herramienta para seguir aprendiendo y trabajando; pero si tienes un poquito de ego, se vuelve en contra. Pienso que un artista, por muy grande que sea, si su ego lo tiene igual que su calidad artística, a mí se me cae el mito. Creo que el ego debe quedar por debajo.
Siempre valorarte, porque pienso que eso es súper importante, y saber lo que eres. Pero saber lo que eres arriba de un escenario y abajo también. O sea, lo que demuestres y dejas conocer de tu personalidad fuera del escenario es con lo que se va a quedar el que te admira o tu amigo; o el que está a tu lado. Yo pienso que eso es una parte súper importante de ser artista, la humildad.
Sí, al final fue eso. Fue un exteriorizar la fatiga. Por eso fue tan rápido, no porque yo sea ahora una maestra literaria ni mucho menos, sino porque fue una cosa tan personal, y que yo la tenía tan clara, y que lo había vivido y lo había sentido en mis carnes, que en 15 días tenía el disco escrito.
Claro, Yerai aporta esa frescura, esa organicidad, todo muy natural... tenía súper claro que el encargado de hacer eso era Yerai y estoy súper contenta de que forme parte del proyecto.
Ni las fatigas, ni la época es la misma de antes. Soy una chavala de 25 años, que tengo que disfrutar de la vida, dentro de que tengo un trabajo sacrificado, pero me gusta consumir todo tipo de música y vestirme acorde a mi edad. Me gusta reivindicarme como mujer joven, trabajadora y madre. Ese estigma del flamenco puro, o de la flamenca pura, ya me aburre un poco.
"El flamenco es grande y merece cosas grandes, no merece cutreríos"
Ahí hablo del amor. El amor me ha salvado de muchas cosas. Me independicé con 16 años y me fui con mi pareja actual y fue algo en contra de mi familia, lógicamente. Ahora que soy madre pienso que mi niña se va con 16 años y me da un infarto, pero creo que era necesario en aquel momento dejarme volar. Y a día de hoy, mira, es el padre de mis niños y tengo la vida que quiero. Me agarré a lo que me sanaba, que era el amor.
Es una reivindicación, y la bulería también. Para hacer lo que quiera, mientras haya respeto y sabiduría con lo que se hace.
"Necesitaba salir del ambiente de las instituciones flamencas, de llegar a un festival y que no te tengan ni agua"
Al final son los que no van a ver el momento bueno en el que está el flamenco. Por ese colectivo vienen muchas ataduras y muchos amarres para nosotros los jóvenes. El purismo al final es no poder sentir lo que quieres, y yo me he sentido así.
Ya no. Ni me considero parte de ese colectivo. Formo parte de la pureza, del purismo no. Reniego de esas personas que no ven más allá de lo que ya está. Lo que está, está, y nadie vamos a inventar nada. El flamenco está ya, pero dentro de nuestra propia interpretación sí que podemos reinventarnos y renovarnos. Muchas veces, por eso no nos dejan y estoy un poco cansada de que nos cohíban. El cante está para fomentarlo, con respeto, no para desvirtuarlo, pero hay muchos caminos. Y ya atrás nos dejaron eso Morente, los Smash con Manuel Molina, mi padre... al que la vida no le dejó. Su último disco por desgracia no tuvo repercusión, pero tengo pendiente en el futuro que ese disco se conozca.

¿Cómo ha sido el salto de su primer disco, más artesano, a una multinacional?
Es otra película. Llevamos dos semanas sin pisar la casa y la discográfica se encarga de todo, sin ellos no es posible la visibilidad que estoy teniendo y llegar a otro tipo de público habitual al flamenco. Era necesario también. Yo necesitaba salir un poco del ambiente, de las instituciones flamencas, de la manera de hacer las cosas, de llegar a un festival y que no te tengan ni agua. Llegar a un festival, salir y ver a los cuatro señores y señoras mayores dormidos, porque son las dos de la mañana y las dos de la mañana para esa mujer y para ese hombre son ya las seis, ¿me entiendes? Y tener que cantar... Subirte vacía un escenario es muy frustrante y humillante, y me he sentido así durante mucho tiempo y ya no más.
Es muy triste. Recurren a lo básico y a lo cutre, pero el flamenco ni es sencillo, ni es cutre. El flamenco no es fácil, aunque pueda parecerlo El flamenco es puro. El flamenco es una música grande y merece cosas grandes, no merece cutreríos, ni desvaloraciones a los artistas que lo practican. Me he sentido muchas veces así por propias instituciones y organizadores de festivales, que al final algunos solo ven dinero, no ven arte.
Por eso me da mucha pereza estar ahí. Todo es respetable, hay gente que vive en esos círculos de los festivales, de tener para comer, y chapó, pero yo no quiero eso, quiero más. Quizás suene ambicioso, pero tengo 25 años y quiero intentarlo todo. Y seguir luchando y currando.
"Hubo un momento en el que las cantaoras no tenían ni voz ni voto; solo puede agradecerles que nos hayan dejado a las jóvenes el camino más fácil"
Todavía sigue costando, claro, pero a mí, personalmente, no me crea ningún tipo de reparo. Soy mujer, madre, cantaora, artista, trabajadora, y esto es lo que hay. Habrá compañeras a las que les cueste más trabajo, pero a mí personalmente no, la verdad. Pero sí es verdad que se ha sufrido muchísimo, y hubo un momento en el que las cantaoras no tenían ni voz ni voto, y de hecho, salían cuando fallecían sus maridos. Como personalmente no he sentido eso, lo único que puedo hacer es agradecer a esas mujeres que nos hayan dejado a las jóvenes el camino más fácil.
No tengo ni idea. Me centro en vivir mi presente, disfrutarlo y no pensar en nada más. Que venga lo que tenga que venir.
Sí, estoy disfrutando esto, hacía mucho tiempo que no disfrutaba trabajando, subiéndome a un escenario... Antes no disfrutaba, estaba vacía. Ahora sí, ahora estoy llena y con ganas de seguir hablando de Manifiesto y de currar mucho con esto.
Camino y me siento firme / no voy a mirar atrás.