El periodismo según Martín Caparrós
Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) es uno de los grandes nombres de la crónica periodística en castellano. O la crónica literaria. Porque la crónica practicada por el periodista argentino es un género a medio camino entre el reportaje y la literatura. Es el texto que permite contar más allá de lo que uno presencia y entrar en el mundo de lo que percibe, o casi siente. El libro Lacrónica es casi un manual para periodistas. Afincado en España, actualmente escribe columnas en The New York Times y El País, sin parar de publicar libros, como Ñamérica, una obra para entender la identidad de los países hispanoparlantes, o su última obra, El mundo entonces (Random House, 2023). Caparrós atiende a lavozdelsur.es en la noche del pasado domingo 4 de noviembre, tras acudir a la jornada de cierre de la Feria del Libro de Sevilla.
Eso es mortal, la parte más frustrante del periodismo. También hay otra opción, que es no resumir y pelear para poder publicar todo aquello que uno ha escrito. Sobre todo, si es en medios digitales, donde si uno cree que tiene buen material, no resumas. Me pasó hace unos 10 años en Argentina. Entrevisté a un señor, un personaje muy increíble, porque él y su hermano asesinaron a sus padres, que eran traficantes de armas y bastante ricos. Parece que la madre acosaba sexualmente a uno de sus hijos. Y ellos decidieron matarlos. Los condenaron y 20 años después, uno de ellos, Sergio Schoklender, empezó a recibir en prisión las visitas de Hebe de Bonafini, jefa de las Madres de Plaza de Mayo. Era rarísimo, una mujer que se había destacado por buscar a su hijo asesinado se había hecho íntima amiga de un chico que se había destacado por asesinar a sus padres. Con el tiempo, se metió en un emprendimiento de construcción de vivienda social y parece que hicieron un desfalco entre él y las Madres de Plaza de Mayo. Nunca lo había contado y un día decidió contármelo a mí. Hablamos varias horas.
"Los periodistas hemos perdido el monopolio de la información"
Eran como 20.000 palabras, un disparate, pero eran buenas. Entonces, decidí no publicarlo en papel, sino en una especie de blog que tenía en esa época en El País. Varios diarios grandes me pidieron que lo resumiera. Y yo dije que no, no lo voy a resumir. Esa es la libertad del soporte digital. Antes, te decían 60 líneas y tenían que ser 60 líneas. Luego, hay supuestos expertos que te dicen que no, que en internet hay que escribir todo muy corto porque la gente en la pantalla solo lee muy brevemente. No creo en eso. A veces, bueno, uno puede no resumir. A veces, sí vale la pena hacerlo. Pero yo nunca supe. ¿Qué sé yo? No puedo dar ningún consejo, soy muy malo. Lo que debería definir el tamaño es lo que uno tiene para contar. Insisto, eso en el digital se puede hacer. Es una de las grandes ventajas. ¿Por qué dejarse limitar por algo que no sea el interés de lo que uno está diciendo?
Cuando yo empecé, por supuesto, los periodistas tenían que ser medio borrachos, y tenían que acostarse a las tres, entre otras cosas porque los diarios cerraban a las once, y se quedaban tres o cuatro horas bebiendo. Ahora veo que los periodistas son gente civilizada. En aquella época, en Argentina había un estatuto del periodista realizado por un Gobierno que deseaba congraciarse con la prensa. Entre otras cosas, decía que la jornada no eran ocho, sino seis horas, porque el periodismo era un trabajo insalubre. ¡Insalubre es trabajar en la mina! No es estar ahí sentado, aunque bebas. Lo más insalubre es que es muy difícil desconectar. Estás todo el día atento a lo que pasa, y más ahora con la especie de lluvia despiadada de información que recibimos.
"Lo que me gusta es contar cosas fuera del camino predestinado"
Yo soy muy escéptico por un par de razones. Por un lado, me parece que la diferencia no es darlo tres minutos antes que otros, sino decir: "elijo saber un poco más sobre el asunto", y poder contar algo que otros no han contado, o contextualizar, algo que no puedes hacer en 60 segundos por sacarlo corriendo. Los periodistas hemos perdido el monopolio de la información. La otra razón por la que soy escéptico es que siempre nos convencieron de que hacer periodismo es contar algo que alguien no quiere que cuentes. Yo, cada vez más, creo que hacer periodismo es contar algo que muchos no quieren que les cuentes, porque no les importa, no les interesa, o no tienen ganas de enterarse. Hace un par de años escribí que había que hacer periodismo contra el público. Un día se me ocurrió ver cuáles eran las noticias más leídas de los diarios latinoamericanos más leídos. Y era patético, como para abandonar la profesión inmediatamente: farándula, policiales, alguna cosita de deporte y poco más. Ahí saqué esa idea de hacer periodismo contra lo que pide el público. Después, me puse más socialdemócrata y dije, bueno, hagamos periodismo para un público que no existe, no contra el público. Es una manera de decir lo mismo, pero más optimista.
Yo siempre trato de mantenerme al margen de cuestiones económicas, financieras, de los medios para los que trabajo. Me da pereza, soy malo para eso. En América hay buenos medios chicos que en muchos casos consiguen una parte de su financiación de fundaciones. Se les descalifica por hacer eso, como que no es una forma legítima, y yo digo que no me parece peor que te pague Soros a que lo haga con avisos la Coca-Cola, o un banco. Estuve la semana pasada en Guatemala en el 25 aniversario de un periódico salvadoreño llamado El Faro. Dicen que son el primer digital puro de América Latina. Están exiliados porque el Gobierno de Bukele los persigue. Viven de misiones, subsidios, y tienen 20 o 25 personas en la redacción. Se hace buen periodismo. Han conseguido formarse con Soros o la fundación Ebert. No me parece eso más ilegítimo que la publicidad que paga, porque querrá influir en tu línea editorial más que una fundación. Pero es un problema. Aunque es menor al que pudo haber sido. Intenté hacer algunas revistas hace años. Era un lío, tenías que conseguir plata para el papel, para la imprenta, un depósito, una distribución, cobrarle a la gente... Requería una inversión previa grande. Muchas veces no llegaba a hacerla y no salía. En cambio, ahora, empezar un medio digital es muy fácil. Claro, te puedes ir al carajo. Depende de si eres bueno o no, básicamente. Depende de otros factores, pero si tienes buenos materiales y buenos trabajos periodísticos, es probable que sobrevivas. Y, como te decía, es infinitamente más fácil que hace 30 años.
"Solo fui a un Mundial. Me irritó dedicar 24 horas al fútbol"
Yo publico en El País. Me parece tan raro cuando alguien en Twitter me dice: "eh, pero me quieren cobrar". Claro, porque siempre fue así además, es mi trabajo. Es muy curioso cómo en 20 años tanta gente se olvidó de que siempre pagamos por el periódico. Con toda lógica. Hay gente que trabaja y hay que pagarle, comprar los materiales, etc. Creo que ahora se está recuperando esa idea. En toda la época de diarios de papel del siglo XX, uno se adscribía a un periódico, como mucho a dos. Te parecía normal pagar. Todo este interregno digital nos acostumbró a buscar material e información en muchos lugares distintos. A priori, es fantástico, porque acaba con la hegemonía de los grandes diarios, y porque permite contrastar formas de contar las cosas, las opiniones sobre cada tema. En términos de libertad de información, me parece un gran avance. Si tienes que suscribirte hoy a diez periódicos, empieza a ponerse turbio el asunto. No entiendo por qué no han conseguido armar un spotify de periódicos. Sería lógico. Si uno tiene más clics, le pagan más. Pero que estén todos ahí y el usuario lo pueda usar por una cifra razonable. Me parece. Debe de haber mucha resistencia en algunos medios.
No, quiero aclarar que no es que me hice periodista para tener una vida seria. Yo empecé a hacer periodismo a los 16 años, y lo seguí haciendo. Lo que pasa es que estaba en proyectos cortos, en programas de televisión, o freelance. Lo que decidí con 33 años fue emplearme para tener un sueldo.
Para empezar, lo de los presidentes es más aburrido que chupar un clavo. No he entrevistado a muchos, pero las veces que lo he hecho... salvo uno, que recuerdo con cariño, Aristide en Haití, en el año 91. Un excura que consiguió derrocar la dictadura de los Duvalier. Salvo eso, como se dice en Argentina, las entrevistas a presidentes son puro cassette, porque dicen lo que ya han discutido con asesores. No tiene mucho sentido entrevistar a presidentes. No es grave. Lo del Mundial, llevo ya varios escribiendo sin salir de mi casa. La única vez que fui a uno fue a Japón 2002. Me irritaba estar tanto tiempo pensando en fútbol. Una cosa es ver un partido, disfrutarlo, boludear, pero otra es estar en un lugar donde 24 horas por día son fútbol. No me gustó. Y lo de la guerra es como la quintaesencia del 'machismo periodístico'. Lo de "yo soy valiente y desafío a la bala". Hay cosas más interesantes que las guerras. Ninguna de las tres me parece muy significativa. Al contrario, lo que me gusta hacer es encontrar cosas para contar fuera del camino predestinado, como serían las guerras, los presidentes y los mundiales. Hay muchísimas cosas que contar. Merece la pena encontrar esas cosas.
"Pocos hablan ya de objetividad, porque es imposible contar algo sin estar mirando"
Yo creo que merece la pena si a uno le merece la pena, no hay reglas para eso. Una gente dirá que a las ocho de la tarde cierra y que trata de no pensar más en eso. Las reglas las pone de cada uno. No pienso en términos de sacrificio. He dejado muchos lugares y situaciones que me importaban por hacer muchos trabajos.
Empecé con las crónicas en el 91 y decidí por varias razones usar la primera persona. Por un lado, me gustaba desde el punto de vista estilístico. Me da dolor de hígado escribir: "Este periodista llegó a tal lugar". Son eufemismos horribles. Pero, además, me parecía de mayor valor, porque la mayoría de diarios utilizan la tercera persona para indicar que no hay nadie mirando. Es una prosa así como lavada. Pocos hablan ya de la objetividad y esas cosas, porque es imposible contar algo sin que haya nadie mirando. Una cosa es que no se quiera engañar, y otra es que se niegue el hecho de estar mirando. Siempre hay alguien que lo relata. Hay una subjetividad en que, si tienes 500 líneas grabadas para un espacio de 60, debes elegir. Si haces como que no has elegido, estás engañando. Y no es lo mismo escribir en primera persona que escribir sobre la realidad. Como dice Juan Villoro, hay un 'periodismo selfie'. Muchas veces me dan ganas de decir: "Córrete a un lado, que estás delante y no veo lo que quieres mostrar". Es un gran peligro. Si en este caso dices que estuviste hablando con Caparrós y que "me contó tal y tal cosa", estás diciendo algo que es cierto, y que la tuya es una de las miradas posibles de entre varias elecciones.
Comentarios