"Fifty fifty", responde Carmen Carricondo (Tarragona, 1960) a la pregunta de la autoría de Luna de miel en guerra (2024). A su lado, su marido José Pepe Padilla Aguilar (Jerez, 1960) lo niega con la cabeza. "Ella es la verdadera autora del libro, yo solo me he documentado", dice quitándose protagonismo. Entre las páginas, la huella de ambos es notoria. Por un lado, fotografías de Paca y Mateo, los protagonistas de este curioso libro, recortes del periódico El Guadalete en época de la Segunda República, una carta de despedida y hasta un documento del Archivo Militar de Guadalajara; por el otro, el relato contando en primera persona de Francisca, una jerezana nacida en la calle Zarza en 1917, que no otra que la madre de Pepe.
"Mis abuelos maternos venían de Algar, y mis paternos de Prado del Rey y Benaocaz, pero mis padres también nacieron aquí", explica a lavozdelsur.es con esta obra autoeditada en las manos. Carmen, que ya se había introducido en el ámbito de la literatura, quiso plasmar en papel algunas de las vivencias de su suegra, que le contó a viva voz antes de fallecer a finales de los años 80.
Este duro relato comienza con la vida del padre de Paca y abuelo de Pepe, Manuel, buscándose la vida haciendo los trabajos que se le pidieran en los cortijos y campos de las afueras de Jerez y recogiendo leche para luego venderla en el barrio, humilde negocio que le permitió sobrevivir abriendo finalmente una lechería en la calle Évora. Entre idas y venidas, y pasando "mucha hambre", Paca relata cómo tuvieron que irse de Jerez a Mesas del Corral, en el entorno de La Barca de la Florida, donde conoció a Mateo. Aquel vínculo derivaría en un enlace matrimonial en una fecha bastante inoportuna: el 19 de julio de 1936:
"A pesar de que en nuestra infancia Mateo y yo estuviésemos viviendo en el mismo barrio (San Miguel), de niños nunca llegamos a coincidir ni una sola vez (...) Mateo y yo nos habíamos conocido un día de festejos en Mesas del Corral, cuando él tocaba la guitarra con un grupo de amigos y unos vecinos nos presentaron. Días después coincidimos varias tardes en el río y él que no me quitaba los ojos de encima, se interesó enseguida por mí (...) A mí me gustaba. Era un muchacho gallardo, guapo, simpático y decidido. Y por como me hablaba parecía que además era una buena persona".
"Es una historia real, son cosas que mi suegra nos había contado; la novela nace de una conversación que grabamos casi de casualidad. Cuando tuvimos a mi hijo, que nació en Tarragona, mi suegra fue allí y mi marido la grabó", explica Carmen mientras pasea por el barrio de San Miguel. La escritora catalana, peluquera y ya pensionista, lleva más de treinta años en la ciudad con Pepe, empleado de Telefónica también jubilado. Tras muchos años con la historia familiar muy presente, ahora han aprovechado su tiempo libre para darle forma de libro.
"Sería en el año 86", dice pensativo el hijo de la protagonista de Luna de miel en guerra, unos dos años antes de morir su madre. En aquella grabación, Paca contó las desaveniencias que tuvo que pasar tanto en su infancia como en su juventud —familiares tanto de Paca como Mateo estuvieron implicados en los conocidos sucesos de la Florida en época republicana—, que no fueron sino in crescendo a partir del golpe de Estado sublevado del 18 de julio. Ese mismo día, tal y recoge la novela entre varios de sus capítulos, estaba preparando todo para el ansiado día de la boda, ya con un hijo en sus brazos:
"Era la víspera de mi boda y ya estaba todo organizado en la choza de Mesas del Corral que iba a ser mi hogar a partir de mañana. Allí lucían en la repisa del fregadero cuatro tazas y media docena de platos de loza que mis futuros suegros me habían regalado (...) Mañana domingo 19 de julio era la fecha fijada para mi enlace matrimonial con Mateo padilla Mena, mi novio (...) Que poco esperábamos ninguno de los dos lo que ocurriría horas más tardes, una terrible noticia hizo estallar nuestros planes de boda por los aires (...) Ese día que iba a ser tan brillante se volvió oscuro y de repente apareció un negro nubarrón tapando el sol. La guerra fue la culpable de que mi boda no se celebrase (...) Como estaba tan enamorada de Mateo rogué a mis padres que nos diesen su benéplacito para irnos esa misma noche a nuestra choza y nos dieron permiso para convivir como marido y mujeer. Siete días duró el gozo de nuestra falsa luna de miel. Una semana fue lo que tardó el ejército en llamar a Mateo para su incorporación inmediata a uno de los batallones del frente".
Mateo hizo la 'mili' en el frente, y sus hermanos huyeron hacia el bando republicano
En las páginas del libro, Paca va contando las penurias por las que va pasando la familia a partir del fatídico golpe sublevado. Primero fue su hermano Gregorio, apresado en el Alcázar de Jerez y fusilado el 15 de septiembre de 1936 con tan solo dieciséis años. El certificado de defunción dice que fue una "herida de arma de fuego como consecuencia de la guerra civil". La verdad es que lo mataron por "socorrer a un hombre hambriento", seguramente motivado por su relación con algunos sindicalistas. Una carta de despedida, escrita de su puño y letra, está adjunta en el libro:
"Jerez, 14 de septiembre de 1936. Mis queridos padres, esta es para despedirme de ustedes todos, a las 11 del día me trasladaron a un subterráneo y desde allí perdí la existencia y sin mas que decir porque mi existencia se acaba, muchos besos para papa y para mama y mis hermanos y muchos besos para mi sobrino, mis queridos padres su hijo se despide en vida de toda su familia y usted recibe un fuerte abrazo de su hijo. Gregorio Aguilar Lobato".
El drama de Paca no hacía sino incrementarse. Su primer, hijo, Gregorio, enfermó de una fiebre terrible a las pocas semanas, falleciendo el 20 de octubre. Mateo, que tuvo que incorporarse con los golpistas, llegó a ser apresado en el castillo de Santa Catalina tras meses en paradero desconocido y sin saber los motivos por los que el mismo ejército sublevado le apresó. Sus hermanos, los cuñados de Paca, Juan y Blas, huyeron de la campiña de Jerez hacia el norte, recalando uno de ellos, Blas, en las filas republicanas en Madrid y siendo herido por una metralla que le causó cojera para siempre. Por su parte, Juan, que llegó a asentarse como refugiado en Francia, lucho por la República hasta que los franquistas tomaron Barcelona.
La historia quiso que al otro lado del frente estuviese el propio Mateo, que estuvo buena parte de la Guerra Civil dando vueltas con los sublevados, desde Córdoba al frente de Badajoz. Salvado de la Guerra Civil y licenciado por el ejército franquista tras participar en ella —hasta 1951 no consiguió la licencia absoluta—, se pudo reencontrar con Paca, a la que solo veía en contados periodos de permiso en los que volvía a Jerez. Acabada la guerra, alumbró a Manolo, reagrupándose la familia retornando a una casa de la calle Molineros del barrio de San Miguel.
El padre de familia no aceptó un puesto de guardia jurado que le ofreció el régimen en una choza de Los Llanos de Caulina —en la zona norte de Jerez— por participar en la guerra. "Mateo, rebelado como estaba por todo lo que había sufrido él y toda la familia durante la maldita guerra, no quería tener nada que ver con las armas, ni con las ideas del régimen que debería acatar si aceptara el puesto", escribe la protagonista del relato. El miedo hizo que muchas de esas impresiones se guardaran como secretos durante décadas.
Hijos de la posguerra
"Allí es donde nacieron mis hermanos y donde mi padre montó talleres y alquileres de bicicletas; trabajaban de lo que podían las criaturas en una época de mucha hambre y superviviencia", explica Pepe a lavozdelsur.es paseando por la calle Molineros. Carmen, que se conoce al dedillo toda la historia familiar de su marido, ha retratado con detalle cada una de las vivencias de su suegra, que además de narrar en primera persona contextualiza con breves retazos del periodo histórico del que habla.
Pepe, el más pequeño de los hermanos, nació en la calle B de El Chicle, barriada donde se mudó toda la familia en a mediados de los años 50. "Hemos aclarado muchas historias que nos habían contado", dice sobre un proceso en el que ha descubierto muchos detalles que desconocía de su propia familia. En ese proceso ha contado con la inestimable ayuda de Carmen, que ha puesto voz a Paca tras años y años de olvido y silencio.
"No ha sido nada fácil, me ha costado ponerme en su lugar y con sus palabras, he buscado un lenguaje llano para que lo entienda todo el mundo y sin intentar dramatizar la historia más de lo que ya es", concluye con la obra en sus manos. Un testimonio escrito que relata no solo la vida de represaliados, refugiados y vecinos de Jerez con nombres y apellidos, sino las numerosas fatigas por las que tuvieron que pasar, testigo de la historia reciente de España y ejemplo de otras muchas anónimas cuyas voces han sido olvidadas en un silencio impostado e impuesto por los vencidos.
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