Tierra de calma tras una carrera frenética
Ha sido Medalla de Oro de Andalucía (2012) antes que Hijo Predilecto de Badalona (2016), su ciudad natal. Trabajó en el cine, en La teta y la luna (1993), de Bigas Luna, antes de dar el salto como cantaor profesional. Se subió a los tablaos antes de ser disco de oro o de estar nominado a los Grammy Latino. Ha cantado junto a Chavela Vargas, Enrique Morente, Joaquín Sabina, Alejandro Sanz o María Dolores Pradera. Discos tiene 16, pero los premios y reconocimientos en más de tres décadas de carrera artística son ya incontables.
Tuvo su época golfa, pero ahora, en tierra de calma, es un padre que prioriza por encima de todo, desde su hogar en Marbella, a su hijo, Ángel, de seis años, concebido por gestación subrogada en California. Tras tanto tiempo en la carretera, rodando por los escenarios, busca con ansia la soledad y el silencio, necesarios para rebuscarse ante tanto ruido externo. Su madre, de Puertollano (Ciudad Real) y su padre, que era murciano, le inculcaron el amor por la música. Pasión que ahora lleva hasta casi sus últimas consecuencias, siempre inquieto y en constante aprendizaje, siempre camaleónico y dispuesto a tirarse a la pisicina. Atiende a lavozdelsur.es, en pleno escenario, en la tercera prueba de sonido preparatoria de la tercera de las cuatro funciones que acaba de brindar a Jerez, hace apenas una semana en el Teatro Villamarta, teatro donde suele acabar sus giras a final de año.
Ha dicho en más de una ocasión que Jerez siempre es especial, en su carrera y a la hora de encontrarse con el público, ¿no es así?
Sí, porque además, como les admiro tanto a esta forma de hacer el cante, el baile, el toque… la peculiaridad tan personal que tiene Jerez que enamora a todo el flamenco, pues hace que uno tome conciencia de la magnitud artística e histórica que tiene esta ciudad. Y cuando llegas, yo que soy más forastero, más forastero que si fuese de Sevilla, me da un poco de vértigo. Pero a la vez recibo un cariño super bonito. Creo que me vieron llegar desde muy jovencito, con mucha humildad, con mucho amor hacia ellos y eso hace que me relaje un poquito. Siento un cariño especial también de Jerez hacia mí, y eso me calma un poco. Pero venir aquí me revoluciona todo, me genera una tensión y un vértigo impresionantes.
33 años en la música. He leído por ahí que de niño quiso ser Superman o Neil Armstrong. ¿Ahora qué quiere ser de mayor?
(Ríe) Yo lo que quiero ser de mayor es el padre que soy ahora. Es la mejor experiencia que he tenido en mi vida y llevo seis años experimentando ese sentimiento tan hermoso. Creo que después de ese sentimiento y esa experiencia no hay nada más. Entonces, aspiro a poder seguir siendo un buen padre y disfrutar del crecimiento de mi hijo, y seguir alimentándome de esa pureza que tienen los niños, tener cerca la inocencia… y ese amor tan impresionante que deja muy pequeño todo lo que habías amado antes. Aspiro a seguir siendo ese padre que soy ahora, no tengo más pretensión que esa.
"Necesito estar continuamente en movimiento, y un niño te tiene todo el tiempo despierto, enseñándote lo que es la sorpresa…"
Y el asombro de los niños. Mantener esa capacidad es muy importante para un artista, ¿no cree?
¡Claro, totalmente! Yo soy enemigo número uno de la monotonía, necesito estar continuamente en movimiento, y un niño te tiene todo el tiempo despierto, enseñándote lo que es la sorpresa… vuelves a ser ese niño, te devuelve un poquito de tu niñez…
¿Es más fácil ser hijo que ser padre?
Pues no sabría qué decirte… Cómo comparo eso..., es que son dos universos completamente distintos. Quizás ser padre es más difícil porque desarrollas un sentido de la protección, del miedo, que es otra cosa. Cuando eres hijo estás protegido, estás bajo el manto de tus padres, y aquí eres tú el manto, el que está alerta. Sí, es más difícil, pero es tan bonito que no lo cambio por nada.
Enfila usted los 50 y nadie lo diría…
Ja, ja… qué cabrón… Sí, sí…
¿Le tiemblan ya las piernas?
Más que temblarme las piernas es que no me noto yo esos 50. En muchas cosas soy tan infantil, me siento tan joven, que 50 me suenan… a cuando hablábamos de pequeño de esos señores de 50, que eran ya señores mayores. Yo no me veo en esas. Por otro lado, creo que son años vividos, que he ido sumando conocimientos y agradezco que esta profesión, aunque te lleva a vivir más rápido, te dé la oportunidad de aprender cosas que yo desaproveché en el colegio porque no tenía la cabeza en mi sitio o no le tenía respeto a los estudios. Cuando me di cuenta de que para esta profesión también tienes que estar preparado, aproveché el hecho de que esta profesión te permite viajar, conocer, contactar con otras culturas, para enriquecerme a nivel personal. Ya tocando los 50, algo de experiencia he ido acumulando y si miro hacia atrás, pues ya no me reconozco en ese chaval de 20 años. Han pasado 28 años por encima que en esta profesión es como si fuesen 40, ¿no? Es mucha la información que te llega y yo, que estoy tan curioso a todo… pero aun así, hay una esencia y un espíritu de un niño, de un joven, que se mantiene todavía intacto.
A nadie, te lo prometo. Hay otras veces que sí, pero en este yo quería darme el capricho de viajar, de abrazar culturas, de sentir por una vez en la vida qué van a decir cuando escuchen esto… Otras veces he ido igualmente, pero sí he tenido ese temor. Cuando hice el disco de Federico, en algunos sonetos que eran de la etapa en Nueva York, sí que incorporé sonidos que yo había escuchado, de Alan Parsons, de Pink Floyd… y tenía una estructura musical que a lo mejor a la gente más tradicional del flamenco les podía chocar. U otros discos que he hecho en catalán, cantando a Alberti… al final, iba y los hacía, pero siempre tenía el temor. Este disco, en cambio, lo he hecho sin temor ninguno, le he dado el capricho al alma de permitirme esos viajes a esas músicas que me encantan y me gustan desde que soy pequeño, y que creo que en algunos casos tienen nexos de unión con la música flamenca. Como es el caso de las peteneras, o Triana, con esa cosa lasciva, pícara, que puede estar también en Cuba, algo africano también. He pretendido tender puentes y pasármelo bien. Quizás sí hay un recitado que escribió Riky Rivera que sí da un zarandeo a esa gente que se siente como maniatada o cohibida porque la crítica de las redes es muy feroz.
La entrevista tuvo lugar el pasado sábado 18 de diciembre, a unas dos horas de la tercera de las cuatro funciones que ha ofrecido en el Teatro Villamarta de Jerez.
Cualquiera opina.
Cualquiera es un crítico que, a través de las redes, puede joderte la vida. Entonces, hay gente que tiene temores a la hora de expresar su talento por lo que puedan decir. Si tienes algo que contarle al mundo, díselo sin miedo, sácalo sin complejos y sin ataduras, y luego ya veremos cómo resulta.
Aun así, el disco sale en un momento en el que muchas voces se alzan contra esa diversidad, contra lo conseguido durante muchas décadas de lucha por los derechos civiles, pero también en una época de crisis climática, que por cierto muchas de esas voces niegan…
Sí, quizás en esos aspectos sí hay ese cierto compromiso social, pero siempre desde el amor.
"Cada vez más valoro los silencios, los momentos de soledad, porque creo que me ayudan espiritualmente para la reflexión, para aprender, para analizarme…"
No hay nada panfletario.
Sí, no hay nada en plan riña. Cuento historias desde el amor, como la versión en castellano que me ha hecho Joan Manuel Serrat para este disco, que es el diálogo entre un hijo y un padre, en la que el primero le pregunta al segundo por qué el campo ya no es el campo… O el tema de Patria, de Rubén Blades, que es un canto también, de alguna manera, a sentir las cosas sin radicalismos. Ahora está todo muy radicalizado, tiene que ser todo o blanco o negro, esto de las banderas, los nacionalismos… aquí habla de que la patria puede estar en la mirada de tu padre, de tu madre, de tu cama, de las paredes de tu barrio… Está la historia de El gran varón, un transexual que murió solo y enfermo de Sida en un hospital, pero también se cuenta de un lado salsero, como Alfano… Fíjate que hay elementos que pueden parecer que sí que le canto las 40 a más de uno…
Aunque al final es un artista al que le gusta toda la paleta de colores, no es de blanco o negro, ¿su compromiso social siempre está en su trabajo, no?
Sí, claro, y debe estar por parte de todos, pero lo que reivindico no es nada partidista o ideológico, es más social, por la humanidad. Si eres sensible y amante de tu planeta, de tu casa, de tu hogar, de donde vivimos, que es algo mágico que se dé en el universo, con su diversidad, pues no es lógico que no lo tratemos bien.
¿Qué se le resiste en más de 30 años de carrera?
Muchas cosas… yo que soy tan amante del arte, y siempre pongo a todo el mundo como muy por encima de mí, cuando veo cosas que me gustan mucho me siento siempre muy chiquitito. Luego salgo al escenario y eso se me aplaca un poco, pero fuera de esta puerta para allá no me veo capaz y siento que se me resisten muchas cosas. Pero eso es lo bonito, ¿no? Te marcas retos para conseguir superarte y crecer.
¿Se pelea mucho consigo mismo?
Sí (ríe)… con quien más. Me riño muchísimo, sí, sí. Me castigo, soy mi peor crítico.
¿Y qué no hace ya ni por todo el oro del mundo?
Pues estar con personas que no me apetece. Ponerme por delante. No me quiero poner de bueno ni nada, pero ¿sabes qué pasa? Que siempre he antepuesto la necesidad del de enfrente que la propia mía, he ido a lugares y he hecho cosas por agradar, por tener contento, porque no piensen mira éste ahora que se cree… te hablo de familia, amigos… todo. Y ahora desde que tengo a mi hijo la prioridad es él y después voy yo. Por supuesto, si un amigo me necesita sabe perfectamente que estoy ahí el primero. Pero esta profesión te absorbe muchísimo, cada vez más, y cada vez más valoro los silencios, los momentos de soledad, porque creo que me ayudan espiritualmente para la reflexión, para aprender, para analizarme… y entonces cuando hay ruido, ruido, ruido, gente que me roba la energía y al final no me aporta nada, y lo estoy haciendo por ellos y yo me estoy castigando, pues eso ya no lo hago. Mi casa es mi oasis, y para que alguien entre ahí..., yo que era antes de siempre puertas abiertas… eso ha cambiado mucho en ese aspecto.
¿El aplauso es adictivo?
Más que el aplauso es la sensación durante. El aplauso es reconfortante porque has volcado ahí parte de ti, te has desnudado, y es como un signo de gratitud, pero para mí lo que es adictivo es la atmósfera que se crea durante, cuando está la música alrededor de ti, cuando la palabra va saliendo, cuando te estás creyendo en ese momento lo que estás haciendo, y conectas con algo que sale de ti… estás como flotando y todo fluye. Esos son flashes porque también durante la canción o el cante pasan muchos fantasmas por la cabeza.
"Para bien o para mal, voy a ser yo, voy a tirarme a la piscina, y voy a disfrutar el cante como venga. Y voy a ir al grano"
¿Fantasmas?
Sí, sí. Esto no ha salido bien, esta no era, pues ahora voy a meter tal letra, pues ahora hago la de Chacón, la de Gayarrito… y termina la falseta y digo: hostia, que me toca… pues ésta, pum, me tiro… y ya no sé por dónde voy a salir. Esa parte me gusta, es la grandeza que tiene el flamenco, que te da esa espontaneidad. A Amargòs no lo puedo tener mucho tiempo tocando, no me va a perseguir (ríe). Eso es lo que es para mí adictivo, la atmósfera que se genera en los cantes o en la música cuando todo está bien.
Esto hila con lo que le iba a preguntar sobre una reflexión maravillosa de Juan Moneo El Torta, de cuya muerte se cumplen ahora ocho años. Decía que el cante no es lo que uno quiere, es lo que tiene que ser.
Exactamente. Cuando he descubierto eso, me va mejor. Antes he sido siempre más medido, preocupado de gustar a la afición, preocupado de que cada cante sonara al perfume que requiere… siempre he estado como preocupado cuando he hecho flamenco, que si estaba en Utrera, que si estaba en Jerez… Lo he disfrutado, pero siempre con una carga ahí de la que me he ido desprendiendo. Para bien o para mal, voy a ser yo, voy a tirarme a la piscina, y voy a disfrutar el cante como venga. Y voy a ir al núcleo, al grano. Eso le pasaba a Enrique (Morente), que cantaba mejor al final. O a Rancapino, que está cantando ahora… mejor que en su vida.
Al final, la arruga es bella…
Sí… en el cante la arruga es bella, eso es bonito.
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