En 1972, integrantes del equipo de rugby Old Christians, del colegio Stella Maris de Montevideo (Uruguay), junto con varios amigos y familiares, subieron a un avión alquilado a la Fuerza Aérea Uruguaya en Montevideo. Viajaban a Santiago de Chile para jugar un partido. A mitad de camino, tuvieron que aterrizar en el aeropuerto argentino de Mendoza debido a las inclemencias meteorológicas, pero finalmente el avión despegó de nuevo al día siguiente y se estrelló en la cordillera. Tras 72 días perdidos en los Andes, 16 de los 45 pasajeros sobrevivieron a esta peripecia extrema.
Desde que la película de J. A. Bayona, La sociedad de la nieve, se estrenase el pasado mes de diciembre, el hecho verídico que narra ha estado en las conversaciones de amigos, de lugares de trabajo y de comidas familiares. ¿Qué tiene esta historia de drama y superación que apela tanto al público actual? El escritor y periodista uruguayo Pablo Vierci publicó el libro homónimo, que inspiró el film de Bayona, en 2008, en el que los 16 supervivientes narraban su propia vivencia, y en la que la intención era también contar la historia de "los que no volvieron".
El autor, amigo y conocido de varios de los sobrevivientes, pues estudió en el mismo colegio, comenzó a escribir el libro en 1973 en un proyecto conjunto con Nando Parrado, una de las víctimas del accidente, pero no retomaría el proyecto hasta 2005. Vierci es, además, productor asociado de la película de Bayona.
Este pasado martes, el escritor uruguayo ha presentado su libro en los claustros de Santo Domingo en Jerez, momento en que lavozdelsur.es ha podido hablar con el autor.
Creo que la película no solo revive el libro, sino que aporta a esta historia, una historia simbólica que se ha convertido en un mito, un abordaje novedoso. Aparte, está la maravillosa sabiduría que tiene J. Bayona con sus productoras, Belén Atienza y Sonia Hermida, para redactar historias con emoción, con sentimiento, con sensibilidad. Lo que es clave acá es el abordaje novedoso de esta historia coral por antonomasia. Es una historia de 45 personas donde hay 16 vivos porque hay 29 muertos, ya que quienes no volvieron ofrecieron sus cuerpos para que los 16 que sobrevivieron pudieran hacerlo.
Ese es un abordaje que tal vez requería mucho tiempo, más de medio siglo, como ha ocurrido, para que se pudiera contar desde este punto de vista: de los que no volvieron. Creo que ahí está la explicación de por qué se ha generado este fenómeno particularmente atractivo para los jóvenes, porque es una historia de chicos de 20 años, y son los jóvenes de 20 años los que están en este momento dentro de ese avión, planteándose las mismas preguntas y los mismos dilemas que ellos en el 72.
Lo vivo como un compromiso que tendrías tú si buena parte de tus amigos y compañeros de infancia se caen en ese avión.
Yo creo que a cualquier persona que estuviera en mi situación le pasaría exactamente lo mismo, máxime si además te gusta la escritura. Es una suerte de compromiso de quien cuenta la historia, de los que no tienen voz, de esos 29 que no volvieron.
Yo ya había escrito en ese sentido cuando se cumplieron 30 años del accidente y conté esta peripecia desde el punto de vista de los muertos. Cuando se hace La sociedad de la nieve junto con los sobrevivientes y J. Bayona lo lee, ahí toma la antorcha él para contar la historia completa, para que se entienda cabalmente.
Era muy interesante contarla desde el punto de vista de los sobrevivientes, pero yo creo que es mucho más completo y emocionante, y aborda nuevas facetas sobre la vida y la muerte, contarla desde el punto de vista de los que no volvieron, como está narrada en este caso.
Es un tema que requiere de un tiempo para cada uno. Hoy en día, cuando hay una donación de órganos, se sugiere que la familia del donante no conozca a la familia de quien recibe el órgano. Imagínate lo delicado de este tema, porque en cierto modo ese concepto de "vivo en otro" es delicado desde siempre. Por eso cada uno de estos chicos requería su tiempo.
"Que haya 250 millones de personas que hayan visto esta película demuestra que son temas que no tienen final"
Que haya 250 millones de personas que hayan visto esta película demuestra que son temas que no tienen final. Es una historia de jóvenes y casi te diría que para jóvenes; son ellos quienes se identifican con los actores, con los personajes, con los valores que se vivieron en ese tiempo y en ese lugar tan inhóspito: la entrega, la generosidad, la misericordia, la compasión.
Creo que lo que llama la atención es que es algo disruptivo. Hoy creemos que el ser humano, cuando se le quita absolutamente todo, lo que surge es el egoísmo, es 'el hombre como lobo del hombre', como decía Thomas Hobbes. Y creo que esta historia demuestra que lo que ocurre es lo contrario, y, parece mentira decirlo, nos resulta novedoso que ante la peor circunstancia imaginaria lo que surja sea lo mejor y no lo peor del ser humano.
Eso es lo que hace que los jóvenes de hoy se identifiquen y sienten empatía por esta historia.
Estos chicos vivieron entre la vida y la muerte durante 72 días y le perdieron hasta el miedo a la muerte. Y yo creo que esta historia te permite perder los miedos, no anularlos por completo, porque los miedos siempre existen ante la vida, pero sí amortiguarlos, saber convivir con ellos. Como dicen ellos mismos, cada uno tiene su cordillera. La de ellos es una cordillera extrema, y nosotros debemos poner en escala nuestras propias cordilleras.
La vida no es efímera solo para los que tienen 70, 80 o 90 años, también puede serlo para los que tienen 20. Entonces aprovecha la vida y utilízala de la mejor manera posible, practica más la generosidad que el egoísmo. Estos valores son los que se generaron en la sociedad de la nieve que crearon estos chicos en el 72.
No estuvieron ni leyeron el guion. No tenían interés, pero estaban siempre ahí apoyando. Mi papel como productor asociado era estar en permanente contacto con ellos y trasladarles las dudas que surgían a J. Bayona, para poder transmitir exactamente qué es lo que se sentía en ese momento, en el momento de la avalancha, en el momento de las expediciones, porque estamos hablando del límite entre la vida y la muerte. Estaban con la muerte pisándole los talones, y eso hay que experimentarlo.
El rodaje fue una suerte de exploración y tenerlos al otro lado del teléfono fue muy importante para generar una suerte de sociedad de la nieve en el rodaje.
Lo más significativo es la acogida de los jóvenes. Siento que el momento del libro es ahora, y no en 2008, 2009, 2010. La pandemia también influyó y potenció estos temas.
Sí, yo incluso lo conocí, fui a su casa y hablé con él, y tuve la sensación de que había una cadena de eslabones, que arranca con esos chicos, que desde el comienzo priorizan a los heridos. Se cuidan entre ellos desde el comienzo, se abrazan, hacen todo de forma mancomunada, en forma fraternal.
Algunos de los que más entregan no llegan a la orilla y mueren en el camino, y en esa cadena encuentran también un último eslabón, que es este hombre humilde que, en lugar de dejarlos abandonados, hace una peripecia personal a caballo hasta llegar a la civilización y contar que hay sobrevivientes. Ese es el corolario de una historia de eslabones fraternos y generosos.
Están muy agradecidos de que se cuente la historia de los que no volvieron.
De 45 personas, 16 hacen esa proeza, porque fue una proeza, y la sociedad civilizada, o 'del llano' como lo llamo yo en el libro, encumbra de tal manera a esos 16 que los otros 29 quedaron opacados. Creo que era el momento de poner en igualdad de condiciones a los 45. Y bueno, fue lo que hicimos. Es lo que hace el libro y lo que hace ahora la película.
Fue un rodaje muy largo, 147 días y 500 horas. Al final del día, que era muy duro, allí en Sierra Nevada, con las ventiscas y en plena pandemia, había siempre un momento de luz, donde yo veía las imágenes que se habían rodado y le decía siempre a J. Bayona: "Al final del día tocamos el cielo con las manos". Y eso era muy reconfortante.
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