El poeta Luis Cernuda dijo en su célebre Ocnos: "La ciudad verdadera estaba dentro". Y es aquí, en este lugar fortificado y expansivo que se aloja entre los muros y en la memoria de los habitantes, donde ponen la cámara y la mirada Pedro G. Romero y Gonzalo García-Pelayo para narrar Jerez.
El desafío de contar una ciudad tan poliédrica, escarbando en su idiosincrasia pero huyendo de tópicos, lo han sabido resolver con un resultado impactante y sublime. La película está rodada durante una noche, ese tiempo de profundidad donde la vida y el flamenco suceden de manera distinta, y es en esta noche que parece la de San Juan de la Cruz donde se entrecruzan historias, paseos de mujeres y mucho cante, todo ello plagado de planos secuencia y la redonda fotografía de Álex Catalán. Jerez se palpa en cada milímetro de la filmación y el flamenco recorre toda la película: hay cantes, plazas, lugares y artistas que cualquier visitante reconocería o escucharía en un simple paseo… sin embargo, Jerez parece otra, como un sueño o un fantasma. La ciudad parece un caballo desbocado en plena noche.
La experiencia de ver esta película en pantalla grande y con un buen sonido envolvente es algo que todo jerezano y amante del flamenco —o simplemente los "condenados a la sensibilidad", como decía el personaje de Jep Gambardella en La gran belleza—, deberían ver sin ninguna duda. Una película poética que resalta la atracción y el magnetismo que ejercen esta tierra; a la vez recoge su triste y bella decadencia a través de historias, música y deambulares nocturnos.
Pedro G. Romero charla con lavozdelsur.es tras su estreno mundial en el teatro Lope de Vega, en el marco del Festival de Sevilla. Muchos artistas acudieron a la cita y aún se respira la satisfacción de un trabajo bien hecho y emocionante. Pedro G. tuvo su primer acercamiento a Jerez a finales de los 90 y principio del siglo XX de la mano de los periodistas José Manuel Gamboa y Kyoko Shikaze, en encuentros de "no ver el día nunca". 20 años después ha regresado y reconoce que fue de su tiempo divagando por la ciudad de donde salió el guión. "La película es muy Jerez. La gente que la transita lo ve", declara el artista, investigador y cineasta. "Contar la ciudad desde el flamenco y el flamenco desde la ciudad de una forma caleidoscópica es lo que queríamos con Siete Jereles".
El trabajo de campo llevaba incorporado entender el Jerez que no conocía. Lo que siempre nos llama la atención a los aficionados es que Jerez es el único sitio donde la calle aporta una experiencia única, la calle como ese mundo del lumpen y los gitanos donde se construyó estéticamente lo que conocemos hoy como flamenco. El único sitio donde sigue vivo es en Jerez. Viene una persona por la calle, te canta unas seguiriyas y no es solo es que haya cantado, es que ha cantado de escándalo.
Todo el mundo conoce a 'El Chusco' por las noches. Cuando lo vi tocar pensé: esto no es que toque, es que toca que te cagas. Juan Diego Mateos, David Lagos y 'El Chusco' aprendieron a tocar de chiquillos con el mismo maestro, con 'El Carbonero'. Una noche se me saltaron las lágrimas, con él y con Alfredo Lagos a dúo tocando la guitarra. Tiene una sensibilidad a flor de piel que es brutal.
Eso pasa en Jerez, no pasa ya en ningún otro sitio. Es tremendo, esa densidad… En el proceso de guión hablábamos de "los fantasmas", de gente que aparece y desaparece por Jerez. No tienen un sitio fijo, están por ahí. Fue uno de los nudos para contar Jerez, una cualidad pura de su idiosincrasia.
Desaparecen, pero reaparecen siempre.
"Quería que estuvieran los clásicos, pero también el Jerez más descarnado"
Alex Catalan, el director de fotografía, que es ajeno a este mundo, cuando vio a 'El Chusco' no daba crédito, no podía creer que existiera esa sensibilidad en plena calle. Por otro lado, descubrí un corto de un director madrileño rodado en la Sierra de Armenia con 'El Torta' recitando a Antonio Gamoneda, Descripción de la mentira. Le pedí al director el material sonoro completo y lo incluí en la película. Quería que estuvieran los clásicos, pero también el Jerez más descarnado. El último día del rodaje me llamaron Alfredo y David Lagos para presentarme a un guitarrista, Claudio Bohórquez.
Vive con su madre fuera del mundo. Hace 20 años fue guitarrista, tocó con el tío de David Lagos, con Andrés Marín, y ha hecho la carrera de violín en el conservatorio. Estuvimos dos horas, David cantando y ese hombre tocando por György Ligeti. Esta música no era ya lo básico por el lado salvaje y primitivo, era por un lado súper sofisticado, algo que aparece también en los bares por la noche. Esto por ejemplo no pasa en Cádiz, el Carnaval se lo ha comío tó.
De 'El Chusco' a Manuel Alejandro: la música que recorre Siete Jereles
En la película aparecen artistas consagrados y otros icónicos que nunca faltan por las calles. Angelita Gómez, Tía Juana la del Pipa, Leonor Leal, José de los Camarones, Dolores Agujetas, Diego Carrasco, Los delinqüentes, Alfredo Lagos, David Lagos o Dani Llamas, el hijo de David Lagos, que aparece en la película como Deena Citron, su nombre artístico. Un gran acierto de Siete Jereles es la inclusión de Antonio Jimenez, uno de los hermanos de Joaquín Jiménez 'Salmonete', o 'El Chusco', siendo un homenaje necesario a estos dos artistas que llevan años llenando Jerez con sus cantes. Sorpresas como el baile de 'El Zorri' desde una silla de enea y el de Salvador Fanega desde la barriada de La Asunción. La Banda Municipal de Música también aparece en la película en un plano secuencia espectacular por la plaza del Cabildo, antigua de Escribanos. El tema que suena es Frente a frente, de Manuel Alejandro, con una versión semanasantera "de palio" adaptada por Luis Román Cárdenas, director de la banda.
Siendo la base Jerez y el flamenco, parece que no hablara ni de Jerez ni del flamenco. ¿Cómo ha sido acercarse a Jerez desde una narrativa tan fuera de la norma?
"El flamenco es un arte con una complejidad y una densidad fuera de lo común"
El flamenco como experiencia artística no tiene que ver con una cosa folclórica, tiene que ver con un grupo humano que tiene un sentido del mundo que a mí me interesa profundamente como artista y como persona. Jerez fue una ciudad cosmopolita, tiene un capital inglés y francés que permitió que se creara ese lumpen que hoy conocemos como flamenco de Jerez. Hay una mezcla rara del Jerez aristocrático de la bodegas con el Jerez popular y de los barrios, una contradicción abisal con la cuestión del arraigo.
Hace muchos años cuando empecé a estudiar el flamenco en serio me di cuenta que una cosa fundamental es entender qué son los gitanos, no solo en España, también de Europa, Latinoamericano o Estados Unidos. Los gitanos de otras partes consideran que los gitanos españoles no son gitanos, sobre todo los de Andalucía o el Levante, por lo bien integrados que están. Hay algo singular que tiene que ver con procesos históricos de persecución a los gitanos, que aquí dio lugar a una serie de asentamientos forzosos que crearon comunidades. La gente piensa en los gitanos de Santiago o San Miguel, pero en Jerez los gitanos están por todos sitios, llenando la sociedad a todos los niveles.
La antropóloga Teresa San Román cuenta que a ella le interesan los gitanos, pero que tiene que reconocer que un gitano médico o un gitano abogado no le interesa, le interesan los gitanos como condición fronteriza en las sociedades payas. San Miguel y Santiago son dos comunidades muy distintas, en su relación con el campo o con el pescado, tienen algo de lo gremial medieval. Son comunidades estructurales que constituyen el tejido socioeconómico de Jerez. Hay marginación, persecución y racismo pero nadie puede negar que están integrados en la sociedad.
"En las universidades andaluzas no hay departamentos de estudios gitanos, pero sí hay estudios flamencos"
El flamenco contribuye a visibilizar. En Sevilla, por lo único que no les pegan es por el flamenco, por otras actividades sí los persiguen. El flamenco se ha constituido por un muro simbólico en el que no se ve la realidad gitana. Para los estudiosos de los gitanos y el colonialismo, siempre digo que la principal deuda que hay que resolver es la relación de los gitanos con el flamenco. En las universidades andaluzas no hay departamentos de estudios gitanos, pero sí hay estudios flamencos. En parte la culpa la tiene el flamenco, que los ha protegido pero también los ha escondido.
El flamenco está lleno de este malentendido. Luis de la Pica o El Torta no me parecen grandes músicos pero yo muero con ellos. Cuando 'El Torta' se ponía sentimental en los conciertos eso era una maravilla, volcaba toda una lírica de la vida. No es raro que sean artistas minoritarios. Se dice que el flamenco es un arte popular, pero la soleá o la seguiriya son muy exigentes.
Elitista a su manera. Hay que cultivarlo o relacionarte de una forma identitaria para establecer una poética. Conocí una vez a una persona que solo escuchaba a Fernando Terremoto cantando por seguiriyas.
En Jerez se da mucho la seguiriya con letra irónica y la bulería con letra dramática, se da la doble condición.
Mi experiencia de Jerez y del flamenco era esa. También era importante que saliera el teatro Villamarta. En el siglo XIX los teatros son muy importantes en la ciudad, se interpreta repertorio clásico y de ahí sale a las clases populares. En la película se superponen capas, es un pequeño tratadillo de cosas de Jerez que no son lugares comunes.
Santiago y San Miguel eran extramuros, arrabales en los límites que luego han continuado extendiéndose. Ví que toda la periferia va al centro y del centro va a la periferia. Hacen todo el rato este viaje de ida y vuelta, de hecho hay mucha gente en Santiago o San Miguel que vive en barrios pero se identifican con los barrios históricos de la ciudad vieja. Es también algo que se relaciona con los anacronismos del flamenco. Eso para mí es clave. No rehuir de los lugares comunes, sino entenderlos para reestructurarlos.
Pedro G. Romero y Gonzalo García-Pelayo
Pedro G. Romero (Aracena, Huelva, 1964) es investigador, comisario y editor, y opera como artista desde 1985. Desde finales de la década de 1990, trabaja en dos grandes aparatos: el Archivo F. X. y la Máquina P.H., a través de la cual promueve la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos (PIE.FMC) cuyo objetivo principal es ampliar el campo de estudio del flamenco con herramientas procedentes de la estética, la historia del arte, los estudios visuales y las nuevas consideraciones que llegan desde los estudios culturales a la antropología y la sociología. En relación con los imaginarios del flamenco y la cultura popular, ha impulsado proyectos a escala europea, como forma-de-vida, sobre el trabajo del arte en flamencos, gitanos y romaníes para la Bergen Assembly en Noruega y la Kunstverein de Stuttgart.
Gonzalo García-Pelayo es cineasta de culto y hombre polifacético, ha sido a lo largo de su vida locutor, presentador de televisión y productor musical, entre otras cosas: produce 130 discos con su sello Gong, entre ellos títulos de Víctor Jara, Pablo Milanés, Triana, Gualberto, Lole y Manuel y María Jiménez, siendo una figura clave para el rock andaluz. En los 90 se hizo célebre al diseñar un método legal para ganar en las mesas de ruleta de los casinos (cuya historia se relata en el film The Pelayos, de Eduard Cortés). Como cineasta, ha dirigido la fundamental y rara pieza de autor Vivir en Sevilla, además de Manuela (1975), con Charo López y Fernando Rey, Intercambio de parejas frente al mar (1978), Corridas de alegría (1982) y Rocío y José (1982). Después de ser homenajeado en el SEFF 2012 y de ser objeto de una retrospectiva en la Viennale 2013, dirige Alegrías de Cádiz (2013), Niñas (2014), Copla y Amo que te amen (2015) y Todo es de color (2016). Imparable, Gonzalo lanzó en octubre de 2021 su editorial Serie Gong y acaba de presentar en Cineteca Matadero Madrid y Museo Nacional de Arte Contemporáneo.