Pérez Royo, mirada al pasado: "Hasta el 28F, había dos 'Andalucías' y el referéndum las unificó"

El catedrático de Constitucional hace un repaso sobre cómo vivió, como estudiante primero y profesor después, el periódo entre el final del franquismo y la llegada de la Autonomía. Es la segunda parte de una serie de tres entrevistas

Pérez Royo consulta un tomo sobre sesiones parlamentarias de la Transición.
Pérez Royo consulta un tomo sobre sesiones parlamentarias de la Transición. MAURI BUHIGAS

Del franquismo al proceso autonómico

Javier Pérez Royo (Sevilla, 1944) ofrece en esta segunda parte de su entrevista con lavozdelsur.es una memoria de Sevilla desde los 60, donde coincidió en espacios antifranquistas con Felipe González y otros muchos que serían clave en la llegada de la Democracia.

Una de las claves en este texto es cómo se acabó permitiendo que Andalucía lograra la autonomía a través de la vía rápida, la del artículo 151 de la Constitución. Esta era la vía originalmente pensada para los dos regiones que en la Segunda República ya tenían un estatuto, y otra tercera que lo tenía en desarrollo, Galicia. En ese proceso, hubo negociaciones e improvisaciones para desarrollar el actual estado de las autonomías, un sistema que nunca cerró de forma exacta asuntos como las competencias, y que es clave para entender el escenario actual. De hecho, Pérez Royo ha participado en la elaboración del Estatuto de Andalucía.

Además, desgrana el proceso de creación del estado de las autonomías. Puede leer aquí la primera parte de la entrevista, donde habla sobre el caso ERE, y la tercera parte, donde reflexiona sobre la España actual y del futuro.

Vivió la última etapa del franquismo como estudiante de derecho y luego profesor, en una materia, la constitucional, que es la que estudia el desarrollo del Estado y, por consiguiente, la política. ¿Cómo fueron aquellos años?

Yo empiezo a hacer política en el 61. Me interesó. Hasta ese momento, había vivido situaciones mortificantes del franquismo. Estudié en los Maristas. Aquella educación que recibí hasta entonces había sido infantilizante, no quería hacernos madurar ni tomar conciencia de qué pasaba alrededor. El último año de bachillerato fue espantoso, una frustración. Llegar a la universidad fue lo contrario. Venía de estudiar de lunes a sábado hasta la noche, con alguna tarde libre, o de rezar el rosario cada día. En el colegio, en los primeros años, formábamos fila para cantar el himno de Pemán. Ya en el 53 ese nacional-catolicismo fue desapareciendo, pero seguía siendo una cosa muy tremenda. Llegar a la universidad fue impresionante.

Con otros ritmos de aprendizaje.

Eran menos horas de clases lectivas, 15 a la semana. Había que estudiar, evidentemente, pero para mí fue una explosión de felicidad llegar a la universidad. Ya entonces fui subdelegado de facultad, no del curso, sino de toda la facultad, nada más llegar. El delegado era Antonio Ojeda, quien sería presidente del Parlamento de Andalucía. Felipe González, Antonio y yo fuimos a Madrid juntos a las primeras reuniones políticas. Pusimos en cuestión el sindicalismo universitario franquista, por ejemplo, desde dentro de la universidad. El jefe de aquel sindicato era Martín Villa, piensa lo que eso indica. Realizamos una movilización permanente. En ese contexto, conocí a otros dirigentes. Desde el 61 hasta el 75 se empieza a prefigurar una oposición donde la universidad jugó un papel importante, aunque no determinante. Determinantes eran Comisiones Obreras y la resistencia de los trabajadores.

¿Qué papel tuvo ese ambiente sevillano en aquel entonces?

Era una ciudad muy pequeñita y aquietada, bastante conformada con el régimen de Franco.

Pero hubo muchas personalidades que luego serían importantes, aunque cada uno por un camino.

Yo me orienté hacia el comunismo, y Felipe, junto a otros, al Partido Socialista, como Escuredo, Chaves, Ana María Ruiz-Tagle... Donde sí hubo un peso más importante es después de la muerte de Carrero Blanco, a través de la Junta Democrática. Fueron años de aprendizaje, de prepararse para lo que vendría. De empezar a leer, a traducir textos. Yo leía Le Monde todos los días, salvo cuando no lo dejaban pasar en la frontera. Eso era tan importante como leer El Capital. Empecé los trabajos preparatorios para traducirlo en el 73, aunque aquello se vendría abajo. Pero me estaba haciendo con mucha formación marxista de entidad, incluso con alguna vinculación con el Partido Comunista.

Ya empezó como profesor entonces. Más allá de sus intereses en la pura política y en el antifranquismo, ¿llegó a ser incómodo para el régimen dentro del aula, a la hora de formar a futuros juristas en teoría del Estado?

Dentro del aula no, pero sí por lo que ocurría en la Universidad. Esa facultad de Derecho en Sevilla tuvo una gran importancia para la Transición posteriormente. González, Escuredo, Chaves, Rodríguez de la Borbolla, Alejandro Rojas Marcos, Amparo Rubiales, mi hermano Fernando... Pero en lo que se hacía en el aula, nunca sentimos la amenaza de la Policía. Yo, cuando terminé en el 67 la carrera, me fui dos años a estudiar a Alemania y uno a Estados Unidos. Cuando volví ya todo estaba cambiando tras la muerte de Carrero.

"El estado de las autonomías ha funcionado mientras había horizontes, como el euro"

Dando un breve salto a la actualidad, ¿quedan hoy universitarios incómodos?

Creo que no. Ahora mismo, lo que coge fuerza es la extrema derecha. Yo ya no doy clase, pero los profesores que sí están me cuentan que los estudiantes reivindican a Vox y más allá, como a Alvise Pérez, y además con orgullo.

¿Quizás, a su manera, para ser un poco antisistema, como también venían a serlo de otra forma ustedes?

Lo que hay ahora es un cierto temor de los cargos directores a que los partidos hagan política institucionalizada dentro de la universidad. Ante eso, hay mucha reserva. Yo, por ejemplo, tuve que intervenir para que el año pasado diera una charla Pablo Iglesias en la Universidad. Hubo que compartir mesa conjuntamente con él. Si no, no querían que se hiciera.

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Pérez Royo, con un libro sobre los trabajos parlamentarios del proceso constituyente.   MAURI BUHIGAS
Usted colaboró en la elaboración del Estatuto de Autonomía de Andalucía. Hace unos años, había una expresión que se utilizaba mucho en política y hoy ha desaparecido: aquello del café para todos

Antes de la Transición, Manuel Giménez Fernández, catedrático de Derecho Canónico, que había sido ministro de Agricultura con Franco pero que fue un antifranquista desde dentro y republicano, de la democracia cristiana, contaba que el problema después serían vascos y catalanes. Nos lo decía a Juan Calero, que entonces era mi compañero y ahora catedrático, y a mí. Nosotros no veíamos nada de eso, como que estaba chocheando. Pero él lo sabía y ya a mediados de los 70 se hizo visible. El problema para la Transición era la descentralización. Y se veía venir, con mucho vértigo.

¿Qué se hizo bien y qué se hizo mal al diseñar el estado de las autonomías?

Se hizo lo que se pudo. Fue una gran dificultad dar una respuesta al impulso que llegaba de Cataluña y País Vasco. De Galicia, prácticamente nada, en realidad, porque es una zona muy tranquila. Justo después de Cataluña y País Vasco, la que muestra un impulso por la autonomía es Andalucía. Pronto se ve que sería un asunto clave en el proceso constituyente que se avecinaba.

¿Cómo se desarrolla aquel proceso?

Hubo un primer intento de Adolfo Suárez de que fuera el Gobierno el que elaborara un proyecto de Constitución y se remitiera a las Cortes. Yo creo que ya tenían encargado aquel proyecto con gente de la que se fiaban, algún día quizás se descubrirá. El 4 de diciembre de 1977 hubo manifestaciones en toda España, menos en Cataluña, País Vasco y Galicia, pero no solo en Andalucía, como se ha tendido a pensar. La causa de que se recuerde es que hubo manifestaciones en las ocho capitales de provincia y que en Málaga mataron a García Caparrós. El 4 de diciembre relevante es el del Pacto de Antequera, en 1978, donde la UCD se compromete a impulsar la autonomía por la vía del artículo 151, la misma que la de Cataluña y País Vasco. Pero después de aprobar la Constitución, quería que hubiera solo dos autonomías. Pensaron que en Andalucía no encontrarían legitimación democrática para el 151, y aquello no fue así. La pulsión se hizo muy fuerte. 

Además, en realidad, el primer anteproyecto de Constitución, en enero del 78, era un proyecto mucho más federal. Decía, por ejemplo, que la Constitución se fundamenta en la unidad de España y la solidaridad entre sus pueblos. Y reconoce el derecho a la autonomía de sus nacionalidades y regiones. En la Constitución actual, se habla de la unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. En el anteproyecto, hay una arquitectura de un estado donde todas las autonomías tendrían parlamento y gobierno. Hasta tenemos un Senado actualmente, que es típico del estado federal. En abril del 78 es cuando cambia todo aquello. Ya antes con la llegada de Tarradellas y la recepción que se produce, se dan cuenta de que no podía haber solamente autonomía para algunos. Ahí es donde comienza el café para todos.

"Tejero se dijo: 'La autonomía para Cataluña y País Vasco, vale, pero, ¿Andalucía también? ¿Qué cachondeo es esto'"

Habla, entonces, de un primer anteproyecto para que España fuera puramente un estado federal; que luego el Gobierno rompe con esa idea para optar por solo dos autonomías, la de País Vasco y Cataluña, pero que al ver que existía pulsión autonomista en Andalucía, y ante el gran apoyo recibido por Tarradellas, deciden ampliar el número de autonomías, para atenuar los dos nacionalismos más fuertes. ¿A quién benefició ese sistema, entonces?

No es a quién beneficia. Yo tengo la tesis de que, directamente, sin autonomías, no habríamos tenido Constitución. Suárez estaba de acuerdo con hacer algo especial solo para vascos y catalanes. Eso se deja puesto en la Constitución. 

Pero, ¿quién ganó con el sistema actual de autonomías? ¿La derecha porque diluyó las autonomías vasca y catalana entre otras muchas autonomías?

No es que beneficie a nadie, insisto, es que fue una opción política. Y no estuvo diseñada, sino que vino de una revuelta espontánea. Es algo que sigue pasando: el primer impulso llega de Cataluña y País Vasco, pero luego nadie quiere quedarse atrás. Si no llega a haber Guerra Civil, habríamos tenido en la República un estado con todos los territorios con estatuto, un estado federal, que habría podido consolidarse en el constitucionalismo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial.

¿Cómo prosigue ese desarrollo autonómico?

Las Cortes elegidas en el 79, tras la aprobación de la Constitución, se ponen a definir la estrcutura del Estado. Y se hace a una velocidad de vértigo. Se tramita por procedimiento de urgencia la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, que es casi un apéndice de la Constitución, para rebajar las autonomías, para hacer una interpretación restrictiva de ellas. El PSOE y el PCE se bajan de esa ley primero, aunque el PSOE acaba apoyándola. Suárez quería tener operativo el Tribunal Constitucional para cuando se negociaran los estatutos de Cataluña y País Vasco. Hasta eligió Suárez a quién presidierlo, si bien acabó siendo otra persona. Pero es para que entiendas que ya entonces estaba todo muy pensado. Lo curioso es que querían que ese Trubunal embridade los estatutos, y no ocurre eso, sino que los estatutos de Cataluña y País Vasco pasan como la seda, cumpliendo sin problema.

Aparecieron otros problemas que no pensaban: Galicia y Andalucía. Se generó un cristo. Porque querían aprobar los otros estatutos pasados por la Loapa, la ley de armonización del proceso autonómico (que fue declarada inconstitucional). Hubo que meter en el congelador el estatuto gallego cuando estaba para el referéndum. La UCD decide en un comité que solo las tres nacionalidades de Cataluña, País Vasco y Galicia eran las que debían entrar en la autonomía por el artículo 151, y el resto, por el 143. Eso en el fondo venía a significar que unas autonomías lo serían por legitimidad democrática y política, y otras por naturaleza administrativa. Y cuando decide eso UCD, Andalucía ya había comenzado el proceso para un referéndum por la vía de ratificación del 151. No tuvieron más remedio que aceptarlo.

"El Senado es un aborto y materialmente anticonstitucional"

Hubo piedras en el camino. 

El Gobierno quiso incluso hacer el referéndum un 29 de febrero aprovechando que era bisiesto. Escuredo lo impidió y se puso el 28. Ahí es donde estalla todo, en el referéndum andaluz, con apoyo abrumador. Ni siquiera hubo un problema en Almería, porque los censos no estaban bien hechos, pero se ganó en realidad en todas las provincias, incluyendo Almería. Aunque es cierto que fue un apoyo más fuerte en Andalucía Occidental que Oriental. El referéndum del Estauto de 28 de febrero fue el verdadero elemento unificador de Andalucía. Hasta entonces, había habido dos andalucías desde los romanos: dos capitanías generales, dos universidades, dos diócesis, dos audiencias territoriales... Siempre han sido Sevilla por un lado y Granada por otro. Pero, en el conjunto, el referéndum gana por un 63% del censo. No de los votos, sino del total del censo. Eso, ni lo catalanes lo han logrado. Andalucía, desde abajo, echó un pulso al Gobierno de la Nación. A partir de Andalucía y de esa victoria del referéndum, el proceso se descompone. Eso deslegitima a la UCD. A eso se sumó la moción de censura de Felipe González, que puso el Congreso bocabajo. Ahí acabó UCD. Luego vendría el golpe de Tejero, que estuvo muy condicionado por el estatuto andaluz. "Ya no solo Cataluña y el País Vasco... ¿Hasta Andalucía? ¿Esto qué cachondeo es?". El golpe de Estado fue reacción a todo eso, donde se empiezan a vehicular los pactos autonómicos, los acuerdos de UCD y PSOE para hacer un calendario donde se fueran aprobando los estatutos.

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El anteproyecto de Constitución, consultado por Pérez Royo.  MAURI BUHIGAS
¿Adónde lleva todo este proceso?

Aquel terremoto de magnitud brutal, que fue Andalucía, en su parte inicial funcionó muy bien. Había camino que recorrer, todo era nuevo y suponía una mejora extraordinaria respecto a lo que había anteriormente. Pero tenía vicios de origen. No se han manifestado mientras había horizones importantes, como entrar en la Unión Europea, el euro... Pero aquellos años exitosos se acaban y empiezan a plantearse problemas. Tenemos sin resolver, en general, problemas constitucionales. Como la Monarquía, o que las actuales Cortes nacen de la Ley de Reforma Política de las cortes franquistas.

Lo que vota el Senado, por ejemplo, puede ser corregido en el Congreso.

El Senado es un aborto y es materialmente anticonstitucional. Se define en la Constitución de una forma y se organiza de otra. Que Soria tenga cuatro senadores, los mismos que Madrid, significa que el Senado no representa a nadie.

En Estados Unidos sí es el mismo número de representantes para cada estado, independientemente del número de habitantes.

Pero eso fue un compromiso constituyente. Aquí simplemente no se debatió sobre el Senado. 

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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