Por cruzar el Estrecho en patera, las mafias pueden pedir miles de euros. Las hay que cobran 1.000, 2.000, 3.000… Un dinero con el que no contaba Oussama Bouaoud, un joven marroquí que tenía 17 años cuando estuvo a punto de morir tras lanzarse al agua en una tabla de surf desde Tánger. Ahora trabaja rodeado de ellas, haciendo prácticas en una tienda de Jerez.
Oussama nació en Taghazout, al sur de Marruecos, en una pequeña localidad de poco más de 5.000 habitantes que en los últimos años se ha convertido en lugar de peregrinación casi obligado para los amantes del surf. Sus olas son conocidas en el mundillo, y muy codiciadas. Hasta cuenta con un skate park, muy cerca del mar, que atrae a miles de visitantes cada año.
En este ambiente, a Oussama Bouaoud pronto comenzó a interesarle el surf. Cuando veía a turistas surcar las olas de las playas de su pueblo, quiso probar. Probó y se enganchó. De ahí que, cuando tuvo claro que quería venir a España en busca de un futuro mejor, aún siendo menor de edad, lo tuvo claro: lo haría cruzando el Estrecho en tabla de surf. Un método más barato que la patera. También mucho más peligroso, que ya es decir.
El joven se lanzó al agua en el Estrecho de Gibraltar con una tabla de surf casi de juguete. Quienes conocen el mundillo, no se creen que esté vivo. Una tabla tipo softboard —e incluso corchopan, en lenguaje coloquial— de seis pies. Es decir, ni dos metros de largo. Una temeridad de la que, parece, no era consciente.
Se tiraron al agua de madrugada. Oussama sin traje de neopreno siquiera. Apenas iba vestido con unas calzonas y una camiseta. Además de una mochila en la que llevaba unas pocas pertenencias. "Pensé que eran solo 15 kilómetros, no sabía que había tanta corriente", cuenta. Tampoco llevaba leash —la correa que asegura el tobillo a la parte trasera de la tabla, también llamada invento—.
Oussama no le dijo nada a su familia. Sus padres, y su hermana, se enteraron una semana después de llegar a suelo europeo. "Eres un cabrón", le dijo su padre. "Ten cuidado", le dijo su madre. Para entonces, ya había conseguido su objetivo. No fue fácil. A punto estuvo de no contarlo. Unos días antes había alquilado un coche junto con un primo suyo —por unos 200 euros—, para recorrer los 800 kilómetros que separan Taghazout de Tánger y desde allí lanzarse al agua en la playa de Dalia, en Tánger.
La travesía tuvo de todo. Después de estar casi doce horas remando, al mediodía del día siguiente, un buque portacontenedores pasó muy cerca de los jóvenes. Las olas que levantó a su paso lo tiraron de la tabla, que perdió por no llevar invento, arrastrándolo durante muchos metros. Cuando logró sacar la cabeza del agua, no encontraba a su primo. Por suerte, pronto lo vio, y se montó en su tabla. Agotado.
"Mi primo empezó a motivarme, diciéndome que no temiera nada, que no pasaba nada, que íbamos a llegar a España", recuerda Oussama. Una hora después, cambió radicalmente su discurso: "Pasó a decir que nos íbamos a morir". En realidad, poco faltó.
Las corrientes de agua del Estrecho los arrastraron en dirección a Marruecos, pero fueron rescatados por una embarcación de Salvamento Marítimo, que los llevó hasta tierra firme. Una vez en España, Oussama estuvo en un centro para menores extranjeros en La Línea. Luego pasó a otro de Algeciras, donde permaneció casi un año y medio, hasta cumplir la mayoría de edad.
Por su condición de menor extranjero, consiguió un permiso de residencia. Ahora vive en Jerez, atendido por CEAin desde que cumplió la mayoría de edad. Hace unas semanas que ha conseguido un contrato de prácticas a través del programa Incorpora de la fundación la Caixa. Un mes tiene en La Bodega Skate Center, un negocio que es un skate park indoor, pero también un restaurante y una tienda especializada en surf.
Desde ahí visualiza su futuro, que quiere que siga ligado a este mundillo. En su Taghazout natal estudiaba, pero también trabajaba, sobre todo los meses de verano, en una panadería y como ayudante de pintor. Ganaba siete euros al día. Diez como mucho. No quería seguir así toda su vida.
El tiempo que esté en La Bodega Skate Center quiere aprovecharlo al máximo. "Le estamos enseñando el procedimiento de la tienda. La verdad es que está haciendo muy buen trabajo, viene con muchas ganas y se le nota que es un chico bastante trabajador", cuenta Israel Pérez, su propietario. Cuando tenga controlada la tienda, probará dando clases de skate.
"Desde el primer día que llegó ya le vi yo que tenía muy buenas maneras, que se veía un chico que tiene mucha iniciativa para hacer cosas él solo. Si yo puedo darle un puesto de trabajo un poco más adelante, se lo voy a dar seguro", dice Pérez, que destaca la "madurez" de un joven que en verano cumplirá 19 años.
"Quiero ser un profesional del surfeo", comenta Oussama. Desde que llegó a España, no surfea. "Hay que trabajar, por eso vengo aquí", dice, centrado en su presente, y también en lo que quiere ser. Israel Pérez, su jefe y apasionado de este deporte, dice que lo llevará "en cuanto haya olas". "El agua me gusta mucho porque he vivido siempre cerca del mar, desde pequeño", agrega Oussama. Ahora solo mira al futuro, no a lo que ha sufrido en el pasado para llegar hasta aquí. "Si piensas en lo que te pasa vas a estar mal", comenta. "No duermes".
Comentarios